Once
AL terminar la reunión, todos mis compañeros se reúnen para comentar la jornada. Catina sugiere ir a tomar algo mientras esperan a que llegue el taxi que nos lleva al hotel donde nos hospedamos. Ensimismado en mis pensamientos, no presto atención a la animada conversación, y decido regresar a pie, cruzando de esta forma la Avenida Diagonal así me dará un poco el aire.
—¡Ricardo! —grita Catina al darse cuenta de que me voy—el taxi está por llegar.
Hago un gesto con la mano, alejándome cuesta abajo.
—Prefiero caminar un rato.
—Pero vamos a ir a tomar algo, ¿no vienes?
—Mañana será otro día, gracias.
Catina se encoge de hombros, y se despide con un gesto de sus dedos. Con las manos en los bolsillos me sumerjo en un debate mental. No he respondido a aquel mensaje provocador. Si me detengo en el momento justo será como si nada hubiera ocurrido, Mariela no tiene porque enterarse, y será una anécdota que quedara enterrada en mi memoria. En cambio si respondo, y sigo el juego, tengo miedo de a dónde puede llevarme esto. Un aire frío me roza las mejillas, mis pensamientos bullen en mi cabeza. En el fondo muero de curiosidad por saber de qué forma puede continuar ese juego peligroso, y me consuelo al pensar que las palabras se las lleva el viento, y si soy capaz de discernir la realidad del deseo, todo quedaría en un tonteo. Dios, no sé qué hacer. Piensa Ricardo, piensa joder.
De regreso al hotel me dirijo directamente a la ducha. Un chorro de agua templada corre por mi cuerpo, dejo caer el agua como si de esa forma se pudiera llevar mis inquietudes, y apoyado con una mano contra las baldosas suspiro apurado mientras el vapor se desprende por mis hombros. No quiero hacerlo, aunque la tentación es demasiado provocadora. Me anudo una toalla a la altura de mi abdomen, y me contemplo en el espejo medio cubierto por el vaho. Mi pecho ahora se alinea con mis abdominales, aunque estos aún no están marcados del todo. Mis facciones ahora parecen más definidas, he vuelto a recuperar la forma original de mis mejillas, y por consiguiente no puedo evitar echar una mirada a mi trasero, y me pregunto si éste debe parecer apetecible. Aún con la toalla puesta me dejo caer en la cama, y el silencio se hace cargo de mis dudas. Vuelvo a repasar el mensaje anterior, y decido que esta es la línea hasta donde debo llegar, pienso en mis principios, en Mariela, y de pronto decido afrontar la situación.
“¿Puedo ayudarte, o lo vas a hacer sola?”
Una fuerte excitación me recuerda que he olvidado lo que estaba pensando antes. Siento como la adrenalina sube por mi cuerpo, y mi miembro erecto aflora bajo la toalla. Aprieto fuerte los ojos a la espera de una respuesta, y ésta no tarda en llegar.
“Uhmm...esto se pone interesante, justo ahora iba a desnudarme, estoy sola en casa”
Joder... la rubia desnuda es una imagen que me tortura, y el hecho de no saber cuál de las dos es me está volviendo loco. En mis pensamientos la coloco tumbada en esta misma cama, el pelo le cae sobre los hombros e intuyo una ropa interior sexy de color rojo, ella me mira con picardía, mientras juega con un mechón de su pelo acariciando sus labios. Ufff...
“Y...¿Qué llevas puesto?”.
“Llevaba...un conjunto de encaje negro y rojo, ahora nada”.
Dios... noto una fuerte opresión en el abdomen. Mi imaginación vuela a una velocidad de vértigo, no soy capaz de abrir los ojos, quisiera inmortalizar la imagen, es como si de repente abriera los ojos y todo se esfumara como un sueño del que luego no puedes recordar nada.
“¿Cómo puedo llamarte?”.
“Llámame Nena”.
Ufff...
“Nena...me pones loco”.
Continuar con aquel misterio de no saber cuál de las dos es me está torturando. Me revuelvo entre las sábanas, y mis manos acuden a calmar la dureza de mi miembro. Recuerdo el sueño que tuve días atrás, y de pronto la imagino a ella tomando el control de mis movimientos. Me acaricio lentamente al principio, deslizando la piel cadenciosamente arriba y abajo. Mis manos aprecian cada relieve, y embargado de deseo aumento la intensidad mientras noto como un escalofrío se adueña de mis extremidades, mi respiración se acelera, ansiosa, jadeante y frunzo el ceño ante la inminente oleada de placer, luego me convulsiono, noto como mi sexo palpita entre mis manos, exhausto, rendido y placenteramente aliviado.
El pitido de mi teléfono hace que esboce una sonrisa, entre divertido y agotado.
“He pensado en ti con mis manos, y ufff....me muero de ganas de sentir las tuyas”.
Me cubro la cara con las dos manos, y barro el sudor de mi rostro. Suspiro con los ojos muy abiertos. Ha sido una experiencia increíble, y sigo siendo fiel a mi esposa. Pero el último mensaje ha desencajado mis planes, no puedo verme con ella, aunque si le digo que no, me arriesgo a no volver a repetir lo de hoy. Dios, ha de tener un cuerpo desnudo rabiosamente apetecible. Sólo una vez más, luego todo ha de terminar.
Me duermo batallando entre mis pensamientos, y cuando despierto son las siete de la mañana ¡mierda! Olvidé llamar a Mariela ¡joder! Espero a que sean y media y enseguida marco el número de casa. Me responde una voz adormilada.
—Sí...
—Buenos días princesa, siento que ayer no pudiera llamarte. Terminamos tardísimo, y los compañeros se empecinaron en tomar algo.
Oigo un gruñido desperezándose al otro lado de la línea.
—Tranquilo, imaginé que estabas ocupado, yo me quedé dormida en el sofá.
—¿Todo bien?
—Todo en orden ¿me echas de menos?
Suspiro culpable.
—No sabes cuánto. Te quiero.
Todos mis compañeros están reunidos en el comedor. Un olor a café y tostadas recién salidas del horno me recuerda que ayer no cené nada. Tomo asiento y presto atención a los comentarios acerca del nuevo plan de marketing. Mateo apura con ansia una taza de café con leche, y tras limpiarse la boca con una servilleta da unas palmadas aclamando la atención. Miradas pretenciosas se cruzan entre todos. Mateo hace un alarde de superioridad irguiéndose de su aposento, sin poder evitar alargar una mueca ambiciosa. Luego carraspea.
—Como pudisteis comprobar ayer, el marketing es cuestión de ingenio e innovación—hace una pausa con las manos entrelazadas—. Vivimos unos tiempos donde la imagen y los mensajes subliminales son imprescindibles para llegar al cliente, y ahí llegamos a al quid de la cuestión.
Un silencio vacío flota en el aire, a la espera de que continúe con su retahíla.
—Necesitamos un cambio considerable en GYW y la empresa premiará aquella campaña que cumpla con los requisitos para lanzar un spot publicitario que impacte al público.
Otra pausa considerable que nos mantiene en vilo.
—La mejor idea será recompensada con un ascenso y, un extraordinario aumento de sueldo.
Unos aplausos vagos comienzan a cobrar intensidad, seguidos de murmullos y comentarios nerviosos. Mateo aclama de nuevo la atención aseverando la voz:
—Diez días señores y señoritas. Procurad centrar vuestras ideas.
Ufff...en buen momento me pilla. Deberé centrarme por el bien de todos. No le comentaré nada a Mariela, de esta forma si me ascienden será una sorpresa, y sino, no la defraudaré. No he mirando el móvil en lo que llevo de mañana, aunque algo inquieto espero comprobar que alguien ha pensado en mí.