3. En la niebla
—¡No!
Era otra voz; una voz tonante, preñada de miedo, mucho más fuerte que la de Hawkmoon, mucho más fuerte que un trueno.
El puente osciló, el caballo se encabritó y Hawkmoon salió lanzado hacia la carretera de metal. Intentó levantarse, intentó gatear hasta donde creía que encontraría a Yisselda.
—¡Yisselda! —gritó.
—¡Yisselda!
Brutales carcajadas resonaron a su espalda.
Volvió la cabeza, tendido sobre el oscilante puente. Vio que su caballo, con los ojos enloquecidos, caía, resbalaba hasta el borde y chocaba contra la barandilla. Agitó las patas en el aire.
Hawkmoon intentó sacar la espada que llevaba debajo de la capa, pero no pudo. Su cuerpo la aprisionaba.
Sonaron risas otra vez, pero el tono había cambiado, era menos confiado. La voz chilló.
—¡No!
Hawkmoon sentía un miedo terrible, más miedo que nunca en su vida. Su impulso fue huir de la causa de aquel miedo, pero se obligó a volver la cabeza de nuevo y mirar el rostro.
El rostro llenaba todo su horizonte y surgía de la niebla que remolineaba alrededor del puente bamboleante. El rostro oscuro de sus sueños, de ojos amenazadores y terroríficos, y los gruesos labios formaron la palabra que era un desafío, una orden, una súplica:
—¡No!
Entonces, Hawkmoon se levantó, abrió las piernas para mantener el equilibrio, y miró al rostro gracias a un esfuerzo de voluntad que le dejó atonito.
—¿Quién eres? —preguntó Hawkmoon. Su voz era débil y la niebla parecía absorber sus palabras—. ¿Quién eres? ¿Quién eres?
—¡No!
En apariencia, el rostro carecía de cuerpo. Era hermoso, siniestro y de un color oscuro, indefinido. Los labios eran de un rojo brillante enfermizo; los ojos tal vez eran negros, o quizá azules, acaso pardos, con un toque dorado en las pupilas.
Hawkmoon intuyó que el ser sufría un espantoso tormento, pero al mismo tiempo sabía que era una amenaza para él, que le destruiría si podía. Se llevó la mano a la espada, pero la apartó cuando comprendió lo inútil e irrisorio que sería su gesto si la desenvainaba.
—LA ESPADA… —dijo el ser—. LA ESPADA… —La palabra poseía un significado considerable—. LA ESPADA…
Adoptó el tono de un amante rechazado, que suplica el retorno de su amor y se odiaba por su bajeza, odiando al mismo tiempo aquello que amaba. La voz era amenazadora, como un preludio a la muerte. ¿ELRIC? ¿URLIK? YO… FUI LEGION… ¿ELRIC? ¿YO…?
¿Se trataba de alguna temible manifestación del Campeón Eterno… del propio Hawkmoon? ¿Estaba contemplando su propia alma?
—YO… EL TIEMPO… LA CONJUNCION… PUEDO AYUDAR…
Hawkmoon desechó la idea. Cabía la posibilidad de que el ser representara una parte de su ser, pero no toda. Sabía que poseía una identidad separada y también sabía que necesitaba carne, necesitaba forma, y eso era todo cuando podía darle. No su carne, pero sí algo suyo.
—¿Quién eres?
Hawkmoon percibió un tono más firme en su voz, mientras se obligaba a mirar al oscuro rostro luminoso.
—YO…
Los ojos enfocaron a Hawkmoon y brillaron de odio. Hawkmoon estuvo a punto de retroceder, pero permaneció inmóvil y devolvió la mirada a aquellos ojos gigantescos y malvados. Los labios se entreabieron y revelaron unos dientes rotos y fulgurantes. Hawkmoon tembló.
Acudieron palabras a la mente de Hawkmoon y las pronunció sin vacilar, aunque ignoraba de dónde procedían o su significado; sólo sabía que eran las palabras correctas.
—Debes irte —dijo—. Aquí no hay sitio para ti.
—DEBO SOBREVIVIR… LA CONJUNCION… TU SOBREVIVIRAS CONMIGO, ELRIC…
—No soy Elric.
—¡ERES ELRIC!
—Soy Hawkmoon.
—¿Y QUÉ? UN SIMPLE NOMBRE. ME GUSTAS MAS COMO ELRIC. TE HE AYUDADO MUCHO…
—A destruirme, querrás decir, lo sé. No aceptaré la menor ayuda de ti. Gracias a tu ayuda, no he cesado de cambiar durante milenios. ¡La última acción del Campeón Eterno será participar en tu destrucción!
—¿ME CONOCES?
—Aún no. Temo el momento en que te conozca.
—YO…
—Debes irte. Empiezo a reconocerte.
—¡NO!
—Debes irte.
Hawkmoon notó que su voz desfallecía y dudó que pudiera contemplar aquella cara horrible ni un momento más.
—Yo…
La voz era más débil, menos amenazadora, más suplicante.
—Debes irte.
—Yo…
Entonces, Hawkmoon hizo acopio de voluntad y lanzó una carcajada.
—¡Vete!
Hawkmoon abrió los brazos cuando cayó, porque puente y cara habían desaparecido al mismo tiempo.
—El mar —contestó—. ¿Por qué salisteis a navegar?
—Un impulso.
Jhary aparentó fijarse por primera vez en el gatito blanco y negro y expresó sorpresa.
—¡Hola! De modo que soy Jhary-a-Conel, ¿verdad?
—¿No estáis seguro?
—Creo que tenía otro nombre cuando empecé a remar. Luego, apareció la niebla. —Jhary se encogió de hombros—. Da igual. Para mí, es de lo más normal. Bien, bien. Hawkmoon, ¿por qué estabais nadando en el mar?
—Me caí de un puente —respondió Hawkmoon, sin querer dar más explicaciones de momento.
No se molestó en preguntar a Jhary-a-Conel si estaban cerca de Francia o de Granbretán, sobre todo porque le había asaltado la idea de que era absurdo recordar el nombre de Jhary o tratarle con tanta familiaridad.
—Os conocí en las Montañas Búlgaras, ¿no es cierto? En compañía de Katinka van Bak.
—Creo recordar algo por el estilo. Fuisteis Ilian de Garathorm un tiempo, y luego Hawkmoon de nuevo. ¡Con qué rapidez cambian los nombres últimamente! ¡Me vais a confundir, duque Dorian!
—Decís que mis nombres cambian. ¿Me habéis conocido en diferentes personalidades?
—Desde luego. Esta conversación empieza a sonarme —sonrió Jhary.
—Decidme algunos de esos nombres.
Jhary frunció el ceño.
—Mi memoria es flaca para tales asuntos. En ocasiones, tengo la impresión de que puedo recordar gran cantidad de reencarnaciones pasadas (y futuras). Otras veces, como ésta, mi mente se niega a considerar lo que no sean problemas inmediatos.
—Me parece una característica muy poco conveniente —replicó Hawkmoon.
Levantó la vista, como si quisiera buscar el puente, pero sólo vio niebla. Rezó para que Yisselda estuviera a salvo, para que aún continuara su viaje a Londra.
—Y yo también, duque Dorian. Me pregunto si mi presencia aquí tiene algún sentido.
Jhary-a-Conel movió con vigor los remos.
—¿Qué me decís de la "Conjunción del Millón de Esferas"? ¿Vuestra débil memoria os proporciona alguna información sobre esa frase?
Jhary-a-Conel frunció el ceño.
—Despierta leves ecos. Un acontecimiento de cierta importancia, diría yo. Contadme más.
—No puedo deciros nada más. Confiaba…
—Si recuerdo algo, os lo diré.
El gato maulló y Jhary rascó su cabeza.
—¡Ajá! Tierra a la vista. Esperemos que sea amistosa.
—¿No tenéis ni idea de en dónde estamos?
—En absoluto, duque Dorian. —El fondo de la barca rozó guijarros—. En uno de los Quince Planos, supongo.