La ética estoica o cómo comportarse con virtud ante los zombis

Si el único bien para el ser humano es ser virtuoso, entonces es indispensable que veamos qué es la virtud para el estoicismo. La virtud o areté siempre es acorde con la Naturaleza-Cosmos-Dios, está en conformidad con sus reglas y designios; el actuar acorde a la virtud o virtuosamente nunca implica actuar contra la Naturaleza.

La virtud es lo único necesario para conseguir la felicidad o eudaimonía. La virtud es el único Bien para el ser humano, es el summum bonum o bien supremo, porque es lo único que lleva a la felicidad, porque es lo que es moralmente correcto. Los zombis, aunque poseedores de un alma humana, nunca podrán actuar acorde a la virtud porque adolecen de la parte rectora o racional del alma humana. Luego, el zombi no puede ser feliz nunca (pues nunca podrá ser virtuoso).

Dice Diógenes Laercio que la virtud estoica «es una disposición de acuerdo consigo misma, y se elige por sí misma, no por miedo, por esperanza, o por algún motivo externo». El actuar acordemente a la virtud, que es un proceso interno, es lo único que en verdad está en nuestro poder, por ende, el ser felices es lo único que está en nuestro poder. Todo aquello que no está en nuestro poder, es llamado un «exterior».

«Escuchemos a Zenón quien anhela la virtud sempiternamente. Ella es el bien supremo, asegura, y es vivir acorde con la naturaleza». En lo citado, con «naturaleza» se está refiriendo al orden cósmico establecido por los Dioses y no a la naturaleza del ser humano vivo (es decir, no se refiere a las características innatas del vivo). Ya que, un vivo, al actuar con virtud, está actuando de acuerdo a los designios de la Naturaleza divina, con mayúscula, pero su actuar no necesariamente está acorde con la naturaleza humana. Realizar un acto virtuoso puede implicar o requerir la pérdida de la vida propia, lo que significaría atentar contra la autoconservación, una característica que es parte de la naturaleza de todos los animales racionales e irracionales. Y viceversa, hay cuestiones que pertenecen a la naturaleza del humano vivo, como el placer, pero que a veces no obedecen a los designios de la Naturaleza a nivel cósmico; como en el caso de obtener placer (al cual todos los seres sensibles estamos inclinados por nuestra naturaleza) mediante la realización de un acto no virtuoso, es decir, mediante un acto vicioso.

El vicio es pues lo contrario a la virtud. Es lo que no está acorde a la Naturaleza, es aquello único que lleva a la infelicidad o ahuyenta la felicidad, es el único verdadero mal. El zombi, así como no puede ser virtuoso, tampoco puede ser vicioso, pues él en verdad, al no tener poder racional, no es responsable de sus actos, de las muertes y conversiones que perpetra.

Existen cuatro tipos de virtudes principales o «cardinales», que son sancionadas desde Platón e incluso antes, desde los tiempos de Homero o hasta épocas previas a él, y son: la prudencia o sabiduría (φρόνησις), el coraje o valentía (ἀνδρεία), la moderación o templanza (σωφροσύνη) y la justicia (δικαιοσύνη[97]). Así pues, se establecieron cuatro vicios opuestos a cada virtud: la ignorancia, la cobardía, la inmoderación y la injusticia. No obstante, las cuatro virtudes se reducen a solo una: la sabiduría. Lo dicho debido a que tanto la valentía, como la moderación y la justicia son tipos de sabiduría, pero especialmente la sabiduría para actuar ante los muertos vivientes. La valentía es la sabiduría ante los peligros que se presentan con los muertos vivientes (o en cualquier otra circunstancia), la templanza es la sabiduría ante los deseos egoístas que no nos permiten sobrevivir a los zombis (o a cualquier otra cosa), y la justicia es saber qué le pertenece a cada vivo (especialmente en un ataque zombi).

Los estoicos crearon la concepción de «indiferentes» o «adiáfora», se trata del resto de cosas que no son ni virtudes ni vicios y son las cosas exteriores a los seres humanos. La mayoría de las cosas del universo, pese al contacto diario con ellas, fueron catalogadas como indiferentes para la vida del ser humano, en tanto que no nos llevan a la virtud o al vicio, no nos hacen ni buenos ni malos moralmente, ni felices ni infelices.

Los indiferentes fueron divididos en tres conjuntos.

I) Los indiferentes preferibles o proegmena.

II) Los no-preferibles o apoproegmena.

III) Los absolutos.

El primer conjunto contiene a aquellos que poseen un cierto valor para la vida, pero no un valor moral sino un valor «convencional» (según la catalogación de Anthonee Long) porque son cosas a los que el ser humano está naturalmente inclinado; pertenecientes a este conjunto se encuentran la vida, la salud, la riqueza, la fama, el prestigio, el poder, el placer, etc. Pertenecientes al segundo conjunto se encuentran aquellos indiferentes que poseen un «no-valor» no de índole ético sino también convencional pues se trata de cuestiones de las que el ser humano rehúye por naturaleza; entre ellos encontramos a la enfermedad, la pobreza, el anonimato, la soledad, el descrédito, el dolor, la no-muerte, la muerte, etc. El tercer conjunto está integrado por los indiferentes que ni tienen valor ni no-valor convencionales; entre ellos se encuentran el tener uno un número par o impar de cabellos, el que una mosca al otro lado del planeta mida un milímetro más o uno menos de lo normal, etc.

Con la teoría expuesta, ¿podemos afirmar que tanto la existencia de zombis, así como el ser uno mismo convertido en zombi, son cuestiones indiferentes para conseguir la felicidad según los estoicos? La respuesta es un categórico. Ni la existencia de muertos vivientes, por sí misma, nos hace virtuosos o viciosos. Ni la conversión en zombi conduce al convertido a la virtud o al vicio.

Pero ¿qué tipo de indiferente es la no-muerte o el ser convertido en un no-muerto? Es un indiferente no-preferido, la razón radica en que la no-muerte, por ser una «semimuerte» o una no-vida humana, no es una vida-completa-racional humana, y ello implica que el vivo la rechace de manera natural, no solo porque tenga algo de la muerte absoluta (a la que naturalmente rechaza el vivo), sino también porque la no-muerte significa también ya no sentir placer ni ser-racional al igual como sucede cuando llega la muerte absoluta.

El ser-zombi ni es ser-virtuoso ni es ser-vicioso, por eso no es ni un Bien ni un Mal verdaderos. La no-muerte no nos beneficia ni nos daña verdaderamente pues no nos lleva ni a la felicidad ni a la infelicidad, como tampoco lo hacen la vida, la muerte, la salud, la enfermedad, la belleza, la fealdad, el placer, el dolor, etc.

Para apreciar por completo la actitud que los estoicos recomendaban y tenían ante la no-muerte debemos de revisar cómo decían que se dan las emociones.

Para que un vivo tenga una emoción primero debe de recibir una impresión, una vez recibida la impresión va a asentir a ella si la considera verdadera, la rechazará si la considera falsa o no hará ninguna de estas dos acciones mentales cuando se crea incapaz de dar un veredicto. Si asiente a la impresión, si la toma como verdadera, va luego a juzgar, de acuerdo a sus presuposiciones o ideas previamente adquiridas a través de su experiencia, si esa impresión es algo bueno para él, si es algo malo o si ninguno de los dos. También aquí puede decidir levantar su juicio y declarar que no sabe qué representa esa impresión para él. Así en el vivo va a surgir un sentimiento para con la impresión, pero el vivo también puede aceptar o rechazar ese sentimiento que le surge de acuerdo a si lo considera bueno-aceptable o malo-inaceptable.

Los estoicos dividen a los sentimientos en dos tipos:

1) El sentimiento correcto o eupátheia.

2) El sentimiento incorrecto o pasional o páthe.

Debemos tener presente que en el estoicismo los sentimientos no son buenos ni malos en el sentido ético, son indiferentes para conseguir la virtud. El tener o no tal o cual sentimiento no nos hace ser virtuosos o viciosos. Son solo los actos que hacemos los que nos harán virtuosos o viciosos. La cualidad de los sentimientos como correctos o incorrectos/pasional proviene tanto de la intensidad con los que los experimentamos, como depende de si son apropiados o no con los roles que tenemos en nuestras vidas.