Capítulo
7

El resto del día para Mia fue como una imagen borrosa. Se pasó una hora entera en recursos humanos rellenando papeles y tratando el tema de los beneficios y el salario. La cantidad de dinero que le ofrecían como asistente personal de Gabe hizo que los ojos se le salieran de las órbitas; nunca se había imaginado que le pagaría tanto teniendo en cuenta que ambos sabían que era una tapadera para la relación que compartían. No estaba siquiera segura de lo mucho que podría trabajar, pero a lo mejor Gabe la sorprendía.

Aun así, la tranquilizaba saber que no iba a depender totalmente de él —o de Jace— para comprarse lo que necesitara o quisiera. Ya hasta tenía en mente ahorrar ahora todo lo que pudiera para el día en que Gabe no la quisiera más. No era tan ilusa —ni tan estúpida— como para creer que la relación entre ambos iba a durar más que las otras que él había tenido.

Y aunque no conocía los detalles exactos de sus anteriores relaciones, había oído a Jace y a Ash lo suficiente como para saber que un año era el período máximo para Gabe en lo que a mujeres se refería, y normalmente solo duraban la mitad.

De lo único que se alegraba era de que Gabe le hubiera hecho ver que necesitaba hacer algo más que simplemente trabajar en La Pâtisserie. La educación que Jace le había dado se estaba echando a perder porque era demasiado débil como para dejar de trabajar para Greg y Louisa. Y era posible que hubiera una parte de ella que tuviera miedo de enfrentarse al mundo de los negocios.

Pero ¿qué mejor manera había de iniciarse en el mundillo que trabajar para Gabe? Como mínimo, le daría experiencia y quedaría muy bien en el currículum. Además, le facilitaría la vida para encontrar otro trabajo cuando él rompiera con ella, fuera el que fuere…

Mia se recordaba a menudo que su relación con Gabe no iba a ser larga, y lo hacía solo para concienciarse de lo inevitable y para poder aceptarlo más fácilmente cuando llegara el momento.

Ya no era una adolescente, aunque él le inspirara reacciones demasiado juveniles. Ya era hora de crecer de una vez y de comportarse como una adulta dentro de una relación adulta.

Justo después de salir de recursos humanos, la metieron rápidamente en un coche y la llevaron a una clínica que había a varias manzanas de distancia, donde la atendieron como a una paciente VIP. Sin esperas ni papeleos, algo que Mia encontró extraño. Le tomaron una muestra de orina, le sacaron sangre y respondió a un montón de preguntas que le hizo el médico, incluida la de cuál era su método anticonceptivo preferido y si necesitaba que se ocupara de ello.

Aun cuando todo el mundo a su alrededor estaba al día de los nuevos métodos anticonceptivos y usaba alternativas a la píldora, Mia no había tenido tanta suerte con algunos métodos, además de que le asustaban otros, así que siguió tomándose la píldora fielmente todos los días.

Cuando terminó con la visita del médico estaba agotada física y mentalmente debido al estrés de todo el día. Sorprendentemente, Gabe no le había dicho que empezara a trabajar al día siguiente, sino que le había ordenado que se lo tomara libre y descansara, casi como si hubiera sabido lo exhausta que iba a estar tras el día tan ajetreado que había tenido.

Sintiéndose agradecida de tener al menos un día para analizar el acuerdo que había aceptado, Mia volvió a casa en el coche que Gabe le había asignado. El chófer tenía instrucciones específicas de recogerla dentro de dos días para llevarla al trabajo, y, a su vez, este le dejó su tarjeta personal y le dijo que, si alguna vez necesitaba transporte, era su obligación llamarlo. Tras esa, en cierta medida, cortante presentación ya no le volvió a dirigir más la palabra durante todo el camino.

Ya sentía como si Gabe estuviera tomando las riendas de su vida y se deslizara entre cada resquicio o rincón que encontrara. Ya ocupaba todos sus pensamientos, y dentro de poco poseería su cuerpo.

Un leve escalofrío se le instaló en el cuerpo mientras subía en el ascensor hasta su apartamento. Miró la hora y deseó que Caroline no estuviera en casa. Necesitaba tiempo para pensar. Necesitaba un momento a solas para digerir todo lo que había pasado durante el día y para ponderar lo mucho que su vida iba a cambiar.

Se sentía entusiasmada y asustada a partes iguales.

Cuando entró en su apartamento, se quedó consternada al ver que no solo estaba Caroline repantingada en el salón, sino que también lo estaban tres de sus otras amigas, Chessy, Trish y Gina. Cuando vieron a Mia se irguieron apresuradamente y comenzaron a silbar y a darle la enhorabuena.

Mia se las quedó mirando con perplejidad. Caroline se levantó con una sonrisa y se acercó hasta ella para pasarle un brazo por los hombros.

—Las he puesto al día sobre tu nueva «oferta de trabajo» con el dios del sexo, Gabe Hamilton.

—Por el amor de Dios, Caro —murmuró Mia.

Y a continuación la rodearon todas sus amigas, por lo que fue imposible mantener cierta irritación en su presencia. La acosaron a preguntas y Mia se sintió bastante tentada de confiar en ellas y contarles a lo que verdaderamente había accedido, pero no se arriesgaría, ni siquiera con sus mejores amigas.

—¿Y está bien dotado? Ya sabes, ¿la tiene grande o qué? —preguntó Chessy alargando las palabras.

—¿Te crees que se la sacó durante la entrevista de trabajo? —le cuestionó Mia con incredulidad.

Las otras comenzaron a reírse y soltaron una ronda de bromas viciosas mientras especulaban sobre Gabe y su gran pene.

—Me apuesto a que sabe perfectamente cómo usarla —dijo Trish con tristeza—, no como mi último novio. Quizá Gabe le pueda dar algunas indicaciones —Gina resopló.

—No sabemos si es bueno en la cama. O quizás hasta sea gay. Ya sabéis que todos los tíos buenos son siempre los que no están disponibles. Aunque, si me dieran la oportunidad, intentaría claramente traerlo de vuelta a esta acera.

Mia soltó un quejido.

—No es gay.

—¿Y tú eso cómo lo sabes? —le preguntó Chessy arqueando una ceja.

—Es el mejor amigo de Jace —dijo Mia con exasperación—. He crecido prácticamente con él. Estuvo casado y no le han faltado mujeres en toda su vida —Gina se encogió de hombros.

—Quizá no haya encontrado a su hombre ideal todavía.

—Yo podría ser su mujer ideal —se ofreció Trish—. Y está más claro que el agua que yo también firmaría para ser su asistente personal. Qué suerte tienes, Mia.

—Yo sería feliz quedándome con Jace —dijo Chessy—. Trabajaría hasta horas extra por ese hombre.

Mia se tapó los oídos y soltó un quejido con un tono de voz mucho más alto.

—Para, que me voy a quedar sorda. No quiero tener imágenes mentales sobre ti y Jace. ¡Es mi hermano! Es asqueroso, Chessy. ¡Asqueroso!

—Creo que deberíamos salir y celebrarlo —anunció Caroline.

Mia le dedicó una mirada llena de sorpresa. Chessy y las otras pusieron cara de interés y esperaron a tener más información.

—Deberíamos ir de discoteca —volvió a decir Caroline—. Si Mia va a estar liada con el trabajo de nueve a cinco, nuestras noches hasta tarde con ella se han acabado. Al menos durante la semana. Yo conozco a un segurata de Vibe, y me ha prometido que nos dejará entrar a mí y a mis chicas si vamos.

—Mierda, yo trabajo mañana temprano —dijo Trish con una mueca de disgusto.

—Oh, vamos, vive un poco —le urgió Chessy—. Si hasta podrías hacer tu trabajo mientras duermes. Además, puedes recuperar el sueño mañana cuando salgas. Esta noche saldremos a pasárnoslo bien, ha pasado demasiado tiempo desde que salimos juntas la última vez.

Trish parecía indecisa, pero luego asintió.

—Está bien. Me apunto.

—¿Mia? —le preguntó Caroline.

Todos los ojos se volvieron hacia ella y la miraron con expectación. La verdad era que Mia quería recluirse y quedarse a solas para procesar todo lo que había pasado. Gabe, y todo lo que implicaba. Pero quería a sus amigas y en el fondo sabía que el tiempo que iba a tener para ellas a partir de ahora iba a ser limitado, al menos hasta que la relación entre Gabe y ella no acabase.

—Yo también me apunto —dijo Mia con una sonrisa—. Aunque necesito ir a cambiarme. Llevo puesta la ropa de trabajo, y, si vamos a salir, no quiero parecer una secretaria.

—Genial —se jactó Chessy.

—Espera un segundo. ¡Yo tampoco voy bien vestida! —exclamó Trish—. Tengo que ir rápidamente a casa si es que vamos a salir.

—Sí, yo también —coincidió Gina. Caroline levantó las manos.

—De acuerdo, entonces este es el plan. Nos arreglamos lo más rápido posible y quedamos en la puerta de la discoteca dentro de una hora y media. ¿Hecho?

Las otras ya estaban levantándose del sofá y dirigiéndose hacia la puerta principal del apartamento. Se despidieron con la mano y, tras varios «adiós», desaparecieron.

Mia empezó a ponerse de pie para cambiarse en su cuarto cuando Caroline la paró a medio camino.

—¿Va todo bien, Mia? Pareces… callada. O al menos diferente.

Mia sonrió.

—Estoy bien, Caro. Un poco cansada, ha sido un día extraño.

—¿Preferirías no salir? —le preguntó Caroline ansiosamente—. Puedo llamar y cancelarlo. Mia sacudió la cabeza.

—No, salgamos. Es muy posible que no pueda volver a repetirlo pronto, o al menos hasta que sepa cómo van a ser las cosas con Gabe. No tengo ni idea de cuál va a ser mi horario. Él espera que trabaje cuando él lo haga.

Mia comenzó a irse hacia su cuarto una vez más, pero cuando llegó a la puerta Caroline la llamó de nuevo.

—¿Estás segura de que esto es lo que quieres? Trabajar para Gabe, me refiero.

Miró a Caroline a los ojos y notó cómo la inquietud que sintió en un principio se desvanecía.

—Sí, esto es lo que quiero.

Gabe era lo que quería. El trabajo era solo un medio para lograr un fin, y, si le daba experiencia en otra cosa que no fuera servir café, eso que se llevaba de más. Mientras se precipitaba a arreglarse el pelo y a maquillarse de nuevo, su móvil vibró, señal de que le había llegado un mensaje de texto. Lo sacó del bolso, que había dejado en el suelo frente al lavabo, y vio que era de un número de Nueva York que no reconoció.

Descansa mañana, pero estate en mi apartamento a las 19 h. No llegues tarde.

GABE

Mia inspiró profundamente a la vez que seguía mirando la pantalla del móvil con manos temblorosas. Así que ya había comenzado.