Capítulo
22
Como era de esperar, el lugar donde iban a ir de copas era Rick’s, en Midtown, un club de striptease bastante popular del que Gabe, Ash y Jace eran clientes habituales. Jace y Ash ya estaban allí flirteando descaradamente con dos camareras cuando Gabe entró en la sala vip. Las miradas de las chicas se dirigieron inmediatamente a Gabe con el interés reflejado en sus ojos.
Él las despachó con una mirada tras pedir con tono lacónico su bebida, y ellas salieron de la suite como alma que lleva el diablo.
—¿Un mal día? —le preguntó Ash cuando Gabe se sentó.
Se quería reír. «Mal día» no empezaba siquiera a describirlo. Era uno de esos días para dejar apuntado en un libro de récords. No se lo pensó dos veces y lo compartió con ellos. Jace y Ash eran las únicas personas en las que confiaba para cualquier cosa personal.
Gabe hizo una mueca.
—Mi padre vino a la oficina hoy para comer conmigo.
—Mierda —murmuró Jace—. Lo siento, tío. Sé que es una putada. Y a todo esto, ¿cómo lo está llevando tu madre?
—Cené con ella el fin de semana. La tuve que arrastrar hasta la ciudad. Incluso pensé en convencerla para que vendiera la casa y se mudara a un apartamento en el centro, pero supongo que eso ahora ya no es posible.
Ash alzó una ceja.
—¿Por qué?
Gabe suspiró.
—Mi padre ha decidido que la ha cagado y que quiere recuperar a mi madre. Esa fue la razón por la que quería comer conmigo hoy.
—Joder —dijo Ash. Jace gruñó.
—¡Qué narices! Se ha tirado a todas las cazafortunas de Manhattan. ¿En qué estaba pensando?
—Según él, no se ha acostado con ninguna de ellas y no significaron nada para él.
Ash puso los ojos en blanco.
—Guau. Esa es la excusa más cutre de la historia.
—Dímelo a mí.
—Dios, tu día sí que ha sido una mierda —murmuró Jace—. Primero tu padre y luego Lisa.
—Sí. Mi madre ha estado acribillándome por teléfono para criticar a todas las mujeres con las que han visto a mi padre. Y ahora me acribillará con su última ida de olla.
—¿Tú quieres que vuelvan? —le preguntó Ash con curiosidad.
—Nunca quise que estuvieran separados —contestó Gabe con un tono serio—. No tengo ni idea de qué diablos le pasó a mi padre por la cabeza. Suena a una gilipollez muy grande cuando intenta explicarlo. No creo que ni él sepa lo que pasó. Así que, sí, me gustaría volver a verlos juntos, pero quiero que sean felices, y, si mi padre va a salir de nuevo con esas paranoias, prefiero que lo dejen ya. No quiero que mi madre pase por esa situación otra vez.
—Sí, te comprendo —dijo Jace.
—Y hablando de reconciliaciones —dijo Ash de forma casual—. ¿Qué narices estaba haciendo Lisa en tu oficina?
La mandíbula de Gabe se tensó y sus dientes rechinaron. Lo último que Gabe quería era hablar de Lisa, pero también sabía que sus amigos tendrían curiosidad. Estuvieron apoyándole cuando Lisa lo dejó. Se quedaron a su lado cuando ella empezó a sacar mierda, y era normal que se preocuparan cuando ella había vuelto a aparecer.
—¿Echaste a la loca esa y le dijiste que se fuera a la mierda? —le preguntó Jace con el ceño fruncido.
Gabe rio entre dientes, animándose. Siempre podría contar con Jace y Ash para ir directos al grano y sin pelos en la lengua.
—Le dejé claro que tenía cero interés en remover de nuevo el pasado.
—Quiere dinero —dijo Jace con seriedad—. Hice unas cuantas llamadas. Ya se ha gastado casi todo lo que le pagaste en el divorcio y la pensión alimenticia que le estás pagando apenas la mantiene a flote.
Gabe arqueó una ceja.
—¿La has investigado?
—Joder, sí. No voy a dejar que te la juegue de nuevo como hizo la última vez —soltó Jace con mordacidad—. Aún está viviendo como si estuviera casada contigo. No ha bajado el ritmo de vida. Es una maldita zorra derrochadora.
Gabe sonrió.
—No te preocupes por eso. No voy a tropezar de nuevo con la misma piedra.
—Eso es bueno —dijo Ash con un alivio evidente en la voz.
Gabe entrecerró los ojos. ¿Habían tenido alguna duda? Entonces se dio cuenta de que tanto Jace como Ash estaban preocupados.
—Puedo lidiar con Lisa —dijo Gabe como si nada—. Es una zorra manipuladora y avariciosa. Lección aprendida.
Jace y Ash asintieron para mostrar su conformidad. Las camareras volvieron con las bebidas y se pasaron varios minutos flirteando con ellos. Dejaron a Gabe en paz, era evidente que habían captado que no estaba de humor para juegos. No tenía ningún interés en esas chicas cuando sabía que Mia estaba esperándolo en su cama.
Con la bebida en la mano, Jace se dirigió hacia Gabe cuando las camareras desaparecieron.
—¿Y cómo están yendo las cosas con Mia?
Gabe de repente se puso en alerta. Ya había tenido un enfrentamiento con Jace por ese asunto, y él no quería que fuera un problema entre ambos. Antes de que pudiera decir nada, Jace continuó.
—Sé que te la lié por el tema, y, sí, probablemente sobreactué. Pero es que me pilló con la guardia baja. No me gustaba que Mia estuviera trabajando en esa maldita confitería, pero me figuré que solamente necesitaba tiempo para averiguar qué es lo que quería hacer en la vida. Trabajó duro en la universidad. Probablemente solo necesita un descanso para aclarar sus ideas, y la verdad es que no tengo ninguna prisa en que lo haga. Me tiene a mí. Le proporcionaré todo lo que necesite y no quiero que se sienta presionada.
Una enorme oleada de culpa atravesó a Gabe y se le instaló directamente en las entrañas. Él había presionado a Mia, no cabía ninguna duda. Y tampoco es que se arrepintiera, sería un gran mentiroso si dijera lo contrario. Pero aun así…
—Le está yendo genial, Jace —dijo Gabe con un tono casual—. Es inteligente y está motivada. Ya se ha hecho con el trabajo. Trabaja hasta hartarse y tiene la cabeza en su sitio. Impresionó a los inversores en el cóctel al que vino conmigo. Parece que a todo el mundo en el trabajo le gusta y han respondido bien a su presencia. Estoy seguro de que muchos se imaginarán que ha conseguido el trabajo por ser quien es, pero ella ya ha demostrado que se merece estar ahí.
—Bueno, ¿y a quién no podría gustarle? —intercedió Ash—. Es dulce y amable. No hay ni un solo hueso de maldad en el cuerpo de esa muchacha.
—Si alguien dice algo de ella quiero saberlo —soltó Jace, mordaz.
Gabe levantó una mano.
—Lo tengo controlado. Y si lo piensas, es muchísimo mejor que no esté trabajando para ti. De esta manera puede demostrar que se merece el trabajo porque no está trabajando para su hermano mayor. No voy a ser duro con ella pero sí que espero que haga su trabajo. Tú la mimarías y la consentirías hasta más no poder.
Ash se echó a reír.
—Ahí te ha cogido por los huevos, tío. Mia podría haberse partido una uña y ya la estarías enviando a casa.
Jace sonrió.
—De acuerdo, está bien, ambos tenéis razón —entonces se puso más serio—. Solo quiero lo mejor para ella. Quiero que sea feliz, ella es todo lo que tengo.
Tanto Gabe como Ash asintieron.
—Me ha quedado claro —dijo Gabe—. Si yo estuviera en tu posición, me sentiría igual. Pero anímate. Deja que ella eche a volar un poquito. Creo que te sorprendería saber lo mucho que puede hacer sin que estés detrás de ella.
Entonces, en un intento de desviar la conversación a un tema diferente al de Mia para no verse en una posición tan incómoda, miró a Jace y a Ash con una media sonrisa.
—¿Y no me vais a contar lo de la morena, o qué?
Ash gimió y Jace simplemente pareció enfadarse. Gabe alzó el entrecejo.
—¿Tan mal fue?
—Estaba loca —murmuró Ash—. Quedarnos con ella durante unos días no ha sido una de nuestras mejores decisiones. Dios, hasta ella tendría que haber sabido que era temporal. Muy temporal.
Jace se quedó en silencio con el rostro serio.
—Digamos que no se lo tomó muy bien y, claramente, no pilló el mensaje. Nos acribilló a llamadas durante varios días. Gabe frunció el ceño.
—¿Le disteis vuestros números de teléfono? ¿Estáis locos o qué?
—Joder, no —explotó Jace, hablando por primera vez—. Llamaba a la oficina. Repetidamente. La tuve que amenazar con denunciarla por acoso antes de que por fin nos dejara en paz.
Gabe se rio.
—Vosotros dos sabéis elegirlas bien.
—Estaba loca —murmuró Ash de nuevo—. No se lo pudimos haber dejado más claro.
Gabe se encogió de hombros.
—Sed más perspicaces la próxima vez.
Jace resopló.
—A lo mejor deberíamos tener contratos como tú. Solucionar todo eso antes del sexo.
Ash casi se ahogó con la bebida y Gabe les gruñó a ambos.
Tras una hora bebiendo, bromeando, y de claras miraditas en busca de mujeres por parte de Ash y Jace, Gabe le echó un ojo a su reloj y vio que ya eran cerca de las once. Mierda. Le había dicho a Mia que no llegaría muy tarde, que lo esperara. Y aquí estaba él hablando de estupideces con Jace y con Ash.
Les daría quince minutos más y luego se inventaría alguna excusa.
Tanto Jace como Ash lo salvaron cuando se quedaron embelesados con una actuación privada. Gabe no tenía ningún interés. No cuando tenía a una persona tan dulce y preciosa como Mia esperándolo en casa. Y joder, cómo lo llenaba eso de satisfacción. Ella estaba en casa, en su cama. Y lo estaba esperando a él.
Esa era toda la motivación que necesitaba para levantarse, despedirse de los dos citándolos temprano para la mañana siguiente, y dirigirse hacia la salida. Jace y Ash estaban distraídos, pero murmuraron un «hasta luego» y luego volvieron a centrarse en las bailarinas.
El camino fue corto hasta el edificio de apartamentos donde Gabe vivía, y se encontró dirigiéndose hacia el ascensor con una inquietud que no podía paliar.
Entró en el apartamento y se encontró que Mia había dejado la luz del pasillo encendida para cuando llegara. Gabe sonrió ante su consideración y el pecho se le encogió al pensar que en realidad no necesitaba ninguna luz física. Ella ya era su luz. Un rayo de sol en un día frío.
Ya se estaba quitando la ropa cuando entró en el dormitorio, y entonces se detuvo, ampliándosele la sonrisa cuando la vio acurrucada en medio de la cama, con las sábanas hasta la barbilla y la cabeza descansando sobre su almohada.
Profundamente dormida.
Su miembro estaba ya erecto y rígido, intentando liberarse de los pantalones.
—Abajo, amiguito —murmuró—. Esta noche no.
Su verga no le hizo caso. Su miembro veía lo que quería y pedía ser aliviado.
Ignorando la urgencia de despertarla y hundirse bien adentro de su cuerpo, se desvistió en silencio y, con cuidado de no despertarla, levantó las sábanas.
Se deslizó a su lado y volvió a subir las sábanas para taparlos a ambos. Ella no se despertó, pero, tal y como si presintiera su presencia, inmediatamente se pegó a su cuerpo y le pasó un brazo por encima del cuerpo de forma posesiva.
Él sonrió otra vez al tiempo que se colocaba con mayor firmeza junto a ella y la estrechaba entre sus brazos. Sí, Gabe la deseaba, pero esa situación era… perfecta.