Capítulo
39

Cuando Mia entró en su apartamento vestida solamente con una bata, y con Ash y Jace escoltándola a ambos lados de forma protectora, Caroline se precipitó hacia ella con una expresión llena de preocupación en el rostro.

—¿Mia? ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

Mia abrazó a su amiga y, para su horror, se deshizo en lágrimas. Ya no podía seguir manteniendo la compostura.

Caroline la abrazó con fuerza y luego estalló contra Ash y Jace, exigiéndoles saber qué es lo que le habían hecho.

—Solo haz que se vayan, Caro —dijo Mia entrecortadamente—. Ahora que estoy contigo, ya estoy bien.

Caroline la llevó hasta el sofá, la ayudó a sentarse y luego se quedó de pie para mirar fríamente a Jace y a Ash.

—Ya la habéis oído. Fuera. Yo me encargo de la situación.

Jace gruñó y luego se acercó al sofá donde Mia estaba sentada. Se la quedó mirando durante un buen rato y luego suspiró al tiempo que la estrechaba entre sus brazos.

—Lo siento, peque. Sé que esto te ha hecho daño. Te juro por Dios que no teníamos ninguna intención de que pasara. No teníamos ni idea de que tú y Gabe estabais juntos. Él me mandó un mensaje al móvil y me dijo que tenía algo importante que discutir conmigo cuando volviera. Esa es la razón por la que fui a su apartamento y entré sin más. Ash y yo tenemos copias de la llave que lleva a su planta. Joder, asumí que serían negocios. Parecía urgente, así que fuimos tan pronto como llegamos a la ciudad.

Mia se aferró a su hermano mayor y dejó que le cayeran las lágrimas, tal y como había hecho tantas otras veces mientras crecía.

—No estoy enfadada contigo —susurró—. Estoy furiosa con él. Si no tiene los huevos para enfrentarse a ti o a Ash por mí, entonces no lo quiero. Me merezco a alguien mejor.

Jace le acarició el pelo con la mano.

—Sí que te mereces a alguien mejor, peque. Gabe es (o era) mi amigo, pero no lo estoy excusando. Él hace lo que le da la gana en lo que se refiere a mujeres, y o todo va a su manera, o a la mierda.

—¿Y tú eres diferente? —le dijo de forma acusadora mientras se separaba. Jace suspiró y desvió la mirada hacia Ash, que parecía estar igual de incómodo.

—No quiero discutir esto contigo —dijo Jace con suavidad—. No tiene ninguna relevancia en lo que ha pasado esta noche.

Mia puso los ojos en blanco. Típico de los tíos dejar de lado las cosas. Si hubiera sido otra mujer a la que hubieran visto con Gabe al entrar en el apartamento, ambos se hubieran ido en silencio, o, quién sabe, a lo mejor se hubieran quedado a mirar. No le habrían dedicado ni un solo pensamiento a la mujer y casi seguro que le habrían dado una palmadita a Gabe en la espalda.

Pero ella no era cualquier mujer. Era Mia. La hermana de Jace y, en la práctica, de Ash también. Lo que significaba que las reglas cambiaban.

—Idos los dos —le dijo en voz baja—. Caro está aquí, así que estaré bien.

Jace paseó la mirada entre las dos mujeres.

—No quiero que estés sola, Mia.

—No está sola —dijo Caroline con exasperación—. ¿De verdad crees que la podría dejar sola ahora mismo?

—Pero tienes que trabajar —añadió Ash frunciendo el ceño. Mia sacudió la cabeza.

—Por el amor de Dios. ¿Pensáis que me voy a cortar las venas o algo? Estoy enfadada y molesta, pero no soy estúpida ni una suicida.

—Vendré a ver cómo estás mañana —sentenció Jace—. Y vas a pasar el Día de Acción de Gracias conmigo y con Ash. ¿Entendido? No vas a estar como un alma en pena alrededor de Gabe.

Mia suspiró.

—Como tú digas. Solo vete. Quiero llorar sola y no con vosotros dos agobiándome. La situación ya es lo suficientemente humillante. He sentido suficiente humillación esta noche como para que me dure para el resto de mis días.

Ash se sintió avergonzado.

—Estoy de acuerdo.

Reacio, Jace se levantó del sofá y se encaminó hacia la puerta. Pero luego se paró y se dio la vuelta.

—Vendré mañana y cenaremos. Ash y yo planearemos algo para el Día de Acción de Gracias y ya te informaremos con lo que sea.

Mia asintió, cansada. Ella solo quería que se fueran para poder estar a solas con Caroline y contarle todas sus penas.

Nada más salieron por la puerta, Caroline se sentó junto a Mia en el sofá y la estrechó entre sus brazos. Mierda, se iba a poner a llorar otra vez.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó Caroline mientras mecía a Mia una y otra vez—. ¿Llamo a las chicas para que vengan?

Mia aspiró y se secó la nariz mientras se apartaba. Dios, aún estaba desnuda bajo la bata —la bata de Gabe—; y, de repente, no le entraron más ganas que de quitársela del cuerpo.

—Deja que vaya a ducharme —le dijo—. Y entonces te lo contaré todo. Necesito ponerme algo de ropa encima, y preferiblemente que no sea de Gabe.

—Prepararé chocolate caliente —añadió Caroline con el rostro lleno de pena y preocupación.

—Eso suena genial —comentó Mia con una lánguida sonrisa dibujada en el rostro—. Gracias, Caro. Eres la mejor.

Mia se fue, agotada, hasta el cuarto de baño y se quitó la bata. Tras un momento de vacilación, la metió en su armario en vez de tirarla a la basura. Probablemente haría algo tan patético como llevarla puesta por su apartamento ya que era de Gabe. No tenía el valor suficiente como para deshacerse de ella. Al menos, no todavía.

Después de la ducha de agua caliente con la que casi se abrasa, se puso un pijama y se lio una toalla en el pelo sin importar si este se le enredaba o no.

Caroline la estaba esperando en el salón con dos tazas de chocolate caliente, así que Mia se dejó caer en el sofá junto a ella. Caroline le tendió una de las tazas y ella, agradecida, la agarró con las dos manos, envolviéndolas alrededor del recipiente.

—¿Cómo van las cosas entre tú y Brandon? —le preguntó.

Se sentía horriblemente culpable porque últimamente había pasado todo el tiempo con Gabe. Cada minuto. Cada hora. No había hablado siquiera con Caroline en una semana. Ella sonrió.

—Bien. Aún nos estamos viendo. Es difícil debido a nuestros horarios de trabajo, pero estamos intentando que funcione.

—Me alegro —dijo Mia.

—¿Qué ha pasado, Mia? —preguntó Caroline con suavidad—. Es obvio que te ha hecho mucho daño. ¿Cómo narices han terminado Jace y Ash envueltos en la situación y por qué demonios has vuelto a casa con solo una bata puesta?

Mia soltó la respiración.

—Es una larga historia. No fui totalmente sincera contigo sobre mi relación con Gabe. Es mucho más complicado que eso.

Caroline frunció el ceño.

—Te escucho.

Entonces le contó toda la historia, sin dejarse nada. Cuando llegó a lo que había pasado esa noche, los ojos de Caroline estaban abiertos como platos, aunque luego los entrecerró, disgustada.

—No me puedo creer que te dejara sola de esa manera. Ya estabais planeando contárselo todo a Jace.

Ella asintió lentamente.

—Se quedó ahí, de pie, y me mintió, Caro. Yo sé que siente cosas por mí. Y se quedó ahí y me soltó todo ese rollo de que estaba mezclando demasiado los sentimientos y bla, bla, bla. Quería estrangularlo.

—Qué gallina —soltó Caroline con rudeza—. Tú te mereces a alguien mejor que él, Mia. Te mereces a alguien que te apoye y que lo arriesgue todo tal y como tú lo has hecho.

—Estoy de acuerdo —acordó Mia—. Le dije que, si algún día despertaba y se daba cuenta del error que había cometido, tendría que arrastrarse y venir de rodillas si quería recuperarme.

Caroline se rio.

—Esa es mi chica. Y debería tener que arrastrarse.

Mia levantó la taza como en un brindis.

—Exactamente.

Entonces la expresión en el rostro de Caroline se ensombreció.

—¿Y qué crees que va a pasar entre Jace y Gabe? Son socios además de ser mejores amigos. Jace parecía estar verdaderamente enfadado.

—No lo sé —confesó Mia con honestidad—. Por eso no quería que Jace se enterara. Quizás estaba siendo muy tonta, o a lo mejor no esperaba que las cosas entre yo y Gabe fueran tan en serio. Yo pensé que sería fácil ocultárselo a Jace. Supongo que pensé que Gabe me querría un par de veces a la semana y el resto del tiempo seguiríamos como si no pasara nada. Esa también es parte de la razón por la que queríamos contarle a Jace lo nuestro, para no tener que esconderlo durante más tiempo.

Una nueva oleada de rabia la embargó y le corrió por las venas hasta que las mejillas se le colorearon de rojo.

—Maldita sea. ¿Es que has visto qué mala pata? Lo único que necesitábamos era un solo día más. Si Jace hubiera llamado a Gabe para avisarle de que ya había vuelto a la ciudad, se lo habríamos dicho juntos y todo habría ido bien. Gabe se estaba enamorando de mí, Caro. Se estaba enamorando y eso lo asustaba muchísimo. Y entonces Jace irrumpió en el apartamento y le dijo todas esas cosas horribles. Podía ver la culpa reflejada en su cara. Especialmente después de lo que pasó en París.

Caroline arrugó su rostro con compasión.

—Lo siento, Mia. Es una putada. Pero te mereces a alguien mejor que Gabe Hamilton.

—Sí —dijo en voz baja—. No hay duda. Pero yo lo quería a él… Lo amo, Caro. Y no hay nada que pueda hacer para cambiar eso.