Capítulo
40

Mia salió de La Pâtisserie con el corazón oprimido mientras la tristeza se colaba hasta el último rincón de su alma. Debería estar feliz. Había vuelto a conseguir su antiguo trabajo. Louisa y Greg habían estado más que encantados de verla y le habían ofrecido el mismo horario flexible de antes. La verdad era que quería trabajar tanto como fuera posible para no tener tiempo para pensar. Así no se pasaría cada minuto del día reviviendo cada momento que había pasado con Gabe.

Y La Pâtisserie era solo temporal esta vez. Le había dejado claro a Louisa y Greg que estaba buscando otros trabajos. Trabajaría en la cafetería mientras exploraba otras posibilidades y luego daría ese paso. Dejaría de esconderse y afrontaría el futuro. Un futuro sin Gabe Hamilton.

Le entró un escalofrío debido al frío tan húmedo que hacía. El día estaba gris, nublado y deprimente, así que encajaba perfectamente con su estado de ánimo. No había dormido nada la noche anterior. ¿Cómo podía? Caroline se había quedado despierta con ella hasta que empezó a bostezar y Mia la mandó a la cama. Luego ella se tumbó en la suya y se quedó mirando fijamente al techo, recordando cada minuto de la relación que había tenido con Gabe.

Miró el reloj y se dio cuenta de que tendría que coger un taxi en vez de ir a pie, como había tenido intención de hacer. Jace llegaría pronto a su apartamento y no quería que empezara a perder los papeles por su culpa otra vez.

Se pegó el abrigo más a ella y atravesó la marabunta de gente y la acera mojada para llegar a la esquina y poder parar un taxi.

Lo que más le costaba ahora mismo era volver a la rutina que una vez había considerado cómoda y reconfortante. Antes no había salido de su burbuja. No se había arriesgado.

Estar con Gabe claramente la había sacado de esos límites, y había comenzado a vivir de verdad. Había empezado a experimentar el mundo que la rodeaba. A aceptar nuevos retos.

No, en realidad lo que más le costaba ahora no era reajustarse a su antigua rutina, sino estar sin Gabe.

Se había acostumbrado a saborear cada momento que había tenido con él. Y habían tenido muy buenos momentos. Gabe era un maldito mentiroso si pensaba que no estaba mezclando tantos sentimientos como ella. Lo conocía demasiado como para tragarse ese rollo. Sabía que estaba sintiendo cosas por ella. Y quizás ese era el mayor delito que Mia había cometido.

Hacer que se enamorara de ella.

Si él no hubiera comenzado a mezclar emociones probablemente ahora aún seguirían juntos.

Después de que le pasaran tres taxis por delante, el cuarto por fin se paró y Mia entró. Se sentía agradecida de poder al fin resguardarse del frío. Una vez le hubo facilitado al taxista la dirección de su apartamento, se echó contra el respaldo de su asiento y se quedó mirando por la ventana cómo la ciudad iba pasando a su alrededor.

¿Qué estaría haciendo Gabe ahora? ¿Habría ido a trabajar? ¿Estaría pasando página como si ella nunca hubiera ocupado una parte de su vida? ¿O estaría tan deprimido como ella?

Esperaba con todas sus fuerzas que sí. Si había justicia en este mundo, Gabe debería estar sufriendo tanto como ella.

Cuando llegó a su apartamento, vio el coche de Jace aparcado en la entrada del edificio. Ash estaba de pie con la puerta abierta, y, cuando vio a Mia bajarse del taxi, le hizo un gesto con la mano para que se acercara.

—Jace acaba de subir a buscarte —dijo Ash—. Deja que lo llame para decirle que estás aquí.

Mientras sacaba el móvil, le indicó que se subiera al asiento trasero y luego cerró la puerta una vez estuvo acomodada. Un momento más tarde, se sentó en el asiento del copiloto.

—¿Estás bien, cariño? —le preguntó Ash.

—Estoy bien —mintió.

Jace tomó asiento al volante y le dirigió una mirada a Mia a través del retrovisor.

—¿Dónde has estado, peque?

—Buscándome un trabajo.

Jace y Ash fruncieron el ceño.

—No creo que sea una buena idea que vuelvas a trabajar tan pronto —dijo Jace—. Deberías tomarte un descanso. Ya sabes que yo te ayudaré.

—No empiezo hasta después del Día de Acción de Gracias —comentó ella. Ash se giró en el asiento mientras Jace se adentraba en el tráfico de la carretera.

—¿Dónde vas a trabajar?

—He conseguido mi antiguo trabajo en La Pâtisserie. Louisa y Greg son buenos conmigo y yo disfruto trabajando para ellos.

Jace suspiró.

—Estás hecha para hacer más cosas que trabajar en una confitería, Mia.

—Ten cuidado, Jace —dijo ella—. Esa clase de pensamiento fue el que me hizo ir a trabajar para Gabe, ¿recuerdas?

Ash hizo una mueca con los labios y Jace soltó un taco por lo bajo.

—Además, esto es solo temporal —continuó suavemente—. Voy a ir a por otras oportunidades de trabajo. Pero por ahora necesito trabajar. Necesito tener algo que hacer. Greg y Louisa saben que, cuando encuentre un trabajo diferente, me voy. Y están de acuerdo.

Tenía en la punta de la lengua preguntarles sobre Gabe, pero se la mordió. Se negaba a ceder ante la tentación. No quería parecer una imbécil dependiente y desesperada, incluso aunque fuera así como se sentía de verdad.

Casi como si le leyera la mente, Ash se volvió a girar hacia atrás.

—Si te hace sentir mejor, Gabe no tenía muy buen aspecto esta mañana. No parecía ni estaba mucho mejor que tú.

Era difícil no reaccionar a las palabras de Ash. Necesitó toda la fuerza que tenía, y más, actuar impávida, como si no le importara. Quería gritarle a alguien —quien fuera— y decirle que no tenía por qué ser de esta manera. Lo único que Gabe tenía que haber hecho era hablar. Si le hubiera dado alguna señal de que la quería con él, ella nunca lo habría dejado. Estaría con él incluso ahora si le hubiera dado alguna indicación de que eso era lo que él quería.

Pero en vez de eso, había soltado todo ese rollo de que era mejor así. ¿Mejor para quién? Estaba más claro que el agua que para ella no. Y tampoco parecía ser un camino de rosas para él.

—No quiero hablar de él —dijo en voz baja—. No quiero escuchar su nombre.

Jace asintió, de mutuo acuerdo, y le lanzó a Ash una mirada de reproche. Este último se encogió de hombros.

—Solo pensé que querrías saberlo.

Y quería. Por supuesto que quería. Pero nunca lo admitiría. Ella tenía orgullo también, incluso aunque lo hubiera sacrificado todo por Gabe.

—Vamos a hacernos un viajecito para Acción de Gracias —le informó Jace mientras alzaba la mirada hacia el espejo retrovisor otra vez—. Nos vamos el miércoles y volvemos el domingo.

Mia arqueó una ceja.

—¿Adónde vamos?

—Al Caribe. Algún lugar cálido y agradable. Con mucho sol y playas. Te animará.

Ella lo dudaba, pero no iba a ser una aguafiestas. Los ojos de Jace estaban llenos de esperanza. Estaba intentando con todas sus fuerzas ayudarla a recoger los trozos en los que el corazón se le había partido. Nunca había podido soportar verla disgustada por nada, y siempre hacía todo lo que estaba en su mano para hacerla sentir mejor.

—Eh, y conseguirás verme en bañador —dijo Ash con una sonrisa traviesa en el rostro—. Eso ya debe alegrarte el año entero.

Mia puso los ojos en blanco, aunque una sonrisa se entreveía en las comisuras de sus labios. Pero luego suspiró porque Ash no iba a pasar el Día de Acción de Gracias con su familia. Nunca lo hacía. Siempre pasaba las festividades solo, o con ella y Jace, o con Gabe. Le dolía en el alma porque, además de Jace, Gabe o ella misma, Ash no tenía a nadie, y ella conocía bien esa sensación ahora. Era una mierda.

—Eso está mejor —dijo Jace con los ojos llenos de alivio y aprobación—. Quiero verte sonreír otra vez, peque.

La sonrisa la sentía forzada. Era bastante complicado sonreír cuando su corazón yacía apuñalado y roto en pedazos. A lo mejor sonaba melodramático, pero era apropiado.

—¿Necesitas ir de compras para el viaje? —preguntó Ash con voz persuasiva—. Jace y yo tenemos el resto de la semana libre. Podríamos llevarte mañana por si necesitas cosas para la playa.

Ambos estaban intentando animarla tanto que ella no quería ponérselo más difícil. Así que sonrió y asintió.

—Tiene pinta de ser divertido.

El alivio que vio en los ojos de Jace le indicó que había hecho lo correcto. Lo último que quería era preocuparlo… y él ya estaba preocupado.

Tanto él como Ash la mantendrían ocupada durante Acción de Gracias, y el lunes volvería a su antigua vida. A trabajar en La Pâtisserie, a vivir con Caroline en su apartamento, a intentar olvidar que por un corto plazo de tiempo ella había significado el mundo entero para Gabe Hamilton, o que él aún lo seguía significando para ella.