CAPÍTULO XVIII
RESPETAR los límites le permite conocer y amar a las personas libre del temor de consumirlas o de ser consumido en el proceso. Las relaciones con límites sanos enriquecen su vida y lo fortalecen. Por el contrario, aquellas relaciones en las que no se han establecido los límites o en las que estos se ignoran están marcadas por el miedo, la ira, el resentimiento y la culpa.
Volvamos una vez más al modelo tradicional del Análisis Transaccional que nos ayudará a comprender la importancia de los límites en las relaciones. El Análisis Transaccional representa a una persona incorporándole tres estados del ego: Padre, Adulto y Niño. El Padre educa, protege, critica y juzga. El adulto piensa y resuelve problemas. El niño es la parte emocional, sentimental, intuitiva y creativa de una persona.
Obsérvese el límite que existe alrededor de esta persona. Es una línea que abarca los tres estados del ego.
Dos personas comprometidas en una relación se representan con un límite alrededor de cada una de ellas.
Cuando estos límites existen, cada persona ve a la otra como un ser íntegro, capaz y competente. Cada persona tiene a su disposición —y por lo tanto la capacidad de utilizar— todas las partes que la integran, y esto le permite actuar efectivamente en el mundo.
Sin embargo, lo que sucede con mayor frecuencia es que al relacionarse las personas forman lo que se denomina una simbiosis. Viven como si no fueran capaces de actuar, ni siquiera de sobrevivir, sin la presencia de la otra persona. Una simbiosis podría representarse del siguiente modo:
En la figura A, la persona I actúa como padre y adulto en relación con el Niño de la Persona II. Con el fin de lograrlo, la persona I no tiene en cuenta al niño que existe dentro de sí misma ni al padre ni al adulto de la persona EL La persona II a su vez no toma en consideración las partes correspondientes a su propio Padre y Adulto ni al Niño de la persona I. Como consecuencia, estas dos personas están actuando únicamente con la mitad de los recursos disponibles. Los límites entre ellos se han desvanecido y se comportan como si fueran una sola persona. Todo esto se debe a que han otorgado poca importancia a la integridad de cada uno de ellos y han permitido que el miedo se haga caigo de la situación disfrazada de preocupación amorosa.
En la figura B los papeles se han invertido y la persona II se comporta como el Padre y el Adulto del niño de la Persona I. En el proceso, la Persona II se olvida de sus propias necesidades y sentimientos con el fin de ocuparse de las necesidades y sentimientos de la otra persona.
Existen épocas en las relaciones amorosas en las que una tal simbiosis puede resultar adecuada y útil. Durante una crisis, una persona puede necesitar que su pareja la cuide y proteja. En otras circunstancias, estos papeles se pueden invertir.
Pero en el curso normal de la vida, la simbiosis atenta contra el desarrollo de ambas personas y debilita su relación. En los matrimonios esta inestabilidad se refleja a menudo en una relación sexual insatisfactoria o en la ausencia total de la sexualidad. Cuando se ignoran o se pierden los límites entre las personas, se empobrece el intercambio de energía y entusiasmo
entre ellas. La relación se toma difícil y escabrosa y las personas en cuestión siguen unidas por la ira reprimida, el resentimiento y la culpa. Se ha bloqueado la relación libre y abierta que es indispensable para disfrutar de una comunicación y una expresión sexual sanas.
Restituir los límites entre las personas cura las relaciones. Mientras cada persona aprende a tomar en consideración todas sus partes, así como todas las partes de la otra persona, comienza a construirse el respeto por sí mismo y por el otro. Dos personas que se respetan a sí mismas resultan más interesantes y se atraen más que dos personas que tienen una relación asfixiante.
Jalil Gibrán, en El Profeta, describe la actitud amorosa que mantiene la independencia en una relación. «Amaos el uno al otro, pero no creéis un vínculo de amor exclusivo... dejad que existan espacios en vuestra relación... cantad, bailad juntos y gozad, pero debéis permitir que cada uno de vosotros esté solo... permaneced juntos pero no demasiado juntos.»