CAPÍTULO II
DURANTE años me saboteé a mí misma y me abstuve de alcanzar lo que realmente deseaba en mi vida. Aunque durante esos mismos años coseché diversos éxitos, todos ellos se relacionaron con ofrecer mis servicios y mi ayuda a los demás y con una destacada realización a nivel académico. El común denominador de todos esos éxitos era agradar a otra personas: clientes, amigos, profesores, al mundo en general. Sin embargo, en la parte de mi vida que estaba destinada a quererme, agradarme y satisfacerme, cometí innumerables errores.
Agradar a los demás era una actitud congruente con los mensajes verbales directos que me transmitieron mis padres. Sabía con absoluta claridad que yo existía para hacer felices a los demás. En tanto reaccionaba a lo que las otras personas deseaban de mí. fui eficaz para conseguir el éxito y mantenerme dentro del territorio señalado por los mensajes que mis padres me transmitían en relación con lo que yo debía ser en este mundo.
Siempre que estaba a punto de conseguir una genuina felicidad y satisfacción personal, me las arreglaba para sabotearme. Una vez más, me mantenía dentro de los límites de los mandatos de mis padres. En lo más profundo de mí ser sabía que mi propia felicidad, mis sentimientos, mis necesidades y mi satisfacción personal no contaban, liste mensaje me lúe transmitido indirectamente. No fue un mensaje verbal, sino sugerido por las consecuencias y la experiencia directa. El mensaje implícito era «Tú eres un objeto destinado a ser utilizado por otra persona y otorgarle placer. No está en cuestión si esto te hace daño». Siempre escuché que mis padres lo habían sacrificado todo por mí. La repercusión era que yo les debía mi vida; y no solo a ellos, sino también a otras personas. Iodo esto me creó una tremenda confusión sobre cuáles eran los límites que separaban mi vida de la suya.
Los mensajes que recibí de mis padres los utilicé más tarde para educar a mis hijos. Por lo tanto, los modelos educativos creados por mí reflejaban tanto los aspectos destructivos e infantiles de mis padres como también sus aspectos afectivos y sanos. De estos últimos aprendí que yo era inteligente y que posiblemente tenía talento, que agradaba a los demás cuando estudiaba mucho, que el trabajo duro es posible y además compensa, que la vida a veces es divertida (durante las vacaciones y en ocasiones especiales) y que su dimensión espiritual es realmente importante. De sus rasgos destructivos e infantiles aprendí que no tenía derecho de existir, que en el mejor de los casos solo podía esperar justificar mi existencia sirviendo a los demás y olvidándome de mí misma.
Con estos antecedentes empecé a vivir mi vida armada con una excelente educación, con destacadas calificaciones y problemas psicológicos tan profundos que me llevó veinte años reconocerlos y resolverlos. Durante ese proceso aprendí mucho sobre cómo educarme a mí misma y quererme de un modo sano. También aprendí a detener al Saboteador que habita dentro de mí.
El Saboteador es el modelo de energía interior que sigue los dictados de «la bruja», esa parte infantil y destructiva que incorporamos a partir de los aspectos neuróticos infantiles y destructivos de nuestros padres. Esa «bruja» o ese Saboteador que habita en nosotros tiene mucho poder para dirigir nuestras vidas y destruimos en el proceso.
El Saboteador refleja al niño temeroso, enfadado, egoísta y destructivo que habitaba en nuestros padres y que no deseaba ser desplazado por un niño externo indefenso, exigente y totalmente dependiente. Este niño disgustado, celoso y asustado que existía en nuestros padres se parece mucho a un niño de dos años que no duda en decir que le gustaría tirar al nuevo bebé por el inodoro. Ha sido desplazado; ya no es el único bebé, el centro de la atención de sus padres. De un modo similar, la parte neurótica e infantil de nuestros padres se siente desplazada por el nuevo bebé y está profundamente disgustada. A menos que los padres tomen consciencia de esos sentimientos de cólera y resentimiento y, como consecuencia, estén atentos a cómo se expresan, conservarán estas desagradables energías de forma latente dentro de sí mismos. Cuando son inconscientes, estos oscuros sentimientos encuentran una expresión oculta que puede ser letal para los niños.
La ira del niño destructivo, desplazado y repudiado de los padres es aterradora para el niño externo. Aunque los padres se esfuercen por ocultar estos espantosos sentimientos, su hijo los capta a través del profundo vínculo físico, mental y emocional que existe entre la madre y el hijo (y el padre y el hijo). El niño percibe y experimenta quinestésicamente los sentimientos de sus padres, aunque ellos no tengan consciencia de lo que está sucediendo. De este modo el niño recoge el mensaje que ellos le comunican de un modo sutil.
Este mensaje tiene una enorme carga para el niño, puesto que los sentimientos asociados con él son aterradores. El niño siente que no es deseado, que no es bienvenido al mundo y no se siente bien consigo mismo. Aunque los mensajes verbales de sus padres sean afectivos y de apoyo, estos mensajes sutiles contradictorios, y a menudo no verbales, son poderosos y aniquiladores. A un nivel profundo y completamente inconsciente, el niño entiende que sus padres están celosos de él y que preferirían que no hubiese nacido. El niño no es libre para expresar directamente sus miedos, su dolor, su ira, su pena y los sentimientos de aislamiento y abandono, porque quizá aún no sabe hablar o porque se siente aterrorizado por la ira que percibe detrás de esos mensajes. Entonces se reserva esos sentimientos y los vuelve contra sí mismo. En efecto, decide destruirse o castigarse a fin de evitar la ira de sus padres y no perturbar al niño destructivo y neurótico que habita en ellos. Es mejor ejercer algún control sobre su propia destrucción que ser la víctima impotente de la ira de sus padres, algo que se le antoja aterrador.
El Saboteador Interno evoluciona para poner en práctica en la vida del niño los mensajes letales que inconscientemente ha absorbido de sus padres. El Saboteador hace que el niño sufra por estos mensajes y se enfade consigo mismo para evitar expresar esos sentimientos a sus padres, ya que ellos son esenciales para su supervivencia. El proceso de autodestrucción y autosabotaje que se pone en movimiento es normalmente prolongado, lento y sutil. Es un misterio para el propio niño y también para sus padres. ¿Por qué se las arregla él constantemente para no lograr lo que es capaz de conseguir? ¿Por qué se enferma, se deprime y se siente frágil? ¿Por qué se transforma en un adicto a las drogas o al alcohol o tiende a la promiscuidad sexual cuando sabe muy bien que estas conductas son destructivas? ¿Por qué elige amigos que suelen meterse en líos? ¿Por qué se sabotea a sí mismo cuando está a punto de conseguir un objetivo?
Las respuestas a estas preguntas residen en las decisiones inconscientes que se realizaron durante la infancia para evitar la ira neurótica de sus padres. Él no debe conseguir más éxitos que los que obtuvieron sus padres. No debe amenazarlos ni hacer surgir el monstruo enfadado que habita en ellos. Antes de hacer semejante cosa, elegirá acabar con su vida, directa o indirectamente.
Estas decisiones tempranas resultarán finalmente destructivas a menos que logre hacerlas conscientes, que exprese los sentimientos que ha mantenido ocultos durante tanto tiempo tal como el dolor, la aflicción, el miedo y el abandono, y que tome la decisión de vivir su propia vida como le plazca. Para lograrlo debe transformarse en un adulto, reclamar el poder que posee para ver con claridad y aceptarse a sí mismo, incluidos sus temores y su Saboteador Interno. Luego deberá aprender a educarse a sí mismo correctamente y con cariño, a expresarse sinceramente y decir «no» al Saboteador Interno siempre que se haga presente. Una vez que sea capaz de verlo, de sentir su energía, de escuchar sus palabras y de expresar el miedo, la ira, el odio y la tristeza que alimentan los ataques del Saboteador, estará libre para hacerse cargo de su vida y podrá elegir si le permite o no minar sus fuerzas y destruir sus sueños más amados.
Usted puede dejar de sabotearse a sí mismo cuando identifique al Saboteador Interno, cuando conozca cómo piensa y cuando sienta de qué modo su energía se manifiesta en su vida. Con el fin de verlo claramente, debe mirar desde el verdadero centro de su ser. Desde ese núcleo, podrá ver y sentir las diferentes partes que operan dentro de usted. Algunos de estos patrones energéticos los ha aprendido de otros a quienes usted ha creado para protegerse y sobrevivir. Todas esas partes sienten y piensan, y algunas veces incluso toman decisiones y dirigen su vida de acuerdo con sus deseos.
El Saboteador Interno es una de las partes que hemos mencionado, aunque también utiliza otras partes para lograr sus propósitos destructivos. Normalmente es muy inteligente y astuto. Probablemente adule a sus partes más vulnerables ganando su confianza y su apoyo para luego utilizarlas en su proyecto mortífero. Como un experimentado artista, conoce su propio poder y también los puntos débiles de la persona que habita y sabe manipularla a su antojo ignorando sus opiniones más sensatas.
Al ignorar al Saboteador se le otorga más poder. Al intentar liberarse de él solo se consigue que se oculte con mayor eficacia. El único camino para terminar con el autosabotaje es enfrentar al Saboteador y conocerlo íntimamente. Solo entonces podrá usted reconocer su poder destructivo, aceptar su presencia, aprender a contener su poder y oponerse a sus intentos por destruir su vida. Solo cuando usted ignora y niega la existencia del Saboteador, él puede realizar su labor destructiva de un modo secreto y eficaz.
El Saboteador Interno terminará por transformarse cuando usted lo vea y lo acepte, cuando exprese los sentimientos que le dan energía y establezca claramente los límites que lo definen como persona. Del mismo modo que un niño enfadado y destructivo se cura gracias al amor y los límites bien definidos, también es posible curar al Saboteador Interno una vez que se lo reconoce y se lo trata debidamente. Lo que no es posible es desembarazarse de él; usted solo puede decidirse a acabar con sus ataques destructivos. El objetivo es volver a dirigir esa energía persistente, brillante, creativa y poderosa de la que él dispone para que le sirva como aliada para alcanzar los proyectos que tiene para su vida.
Educarse a sí mismo para alcanzar el éxito significa sencillamente enfrentar al Saboteador que habita en usted y dominarlo. Se trata de un emocionante viaje hacia la aceptación de uno mismo, hacia la total responsabilidad y el enriquecimiento personal. Abarcando todas las partes que lo componen, usted puede llegar hasta dondequiera disponiendo de todos sus recursos.
Incluso el Saboteador tiene sus aspectos valiosos. Le ayuda a encontrar su fuerza, a conocer su vulnerabilidad y a descubrir la esencia de su poder y de su responsabilidad para que sea capaz de hacerse cargo de su vida.