CAPÍTULO XVII

Establecer y respetar los límites

LAS señales de carretera marcan los límites de las ciudades y las líneas divisorias de los estados que separan a cada una de las entidades gubernamentales y culturales. Podemos ver las líneas que señalan dichos límites en los mapas. Pero el mapa no es el territorio. Las líneas que marcan los límites en los mapas son meras abstracciones creadas para representar la forma en que se divide e identifica la tierra en la cual vivimos y a través de la cual nos desplazamos. Estas líneas imaginarias no existen en realidad en la tierra a menos que la frontera sea por ejemplo un río.

Existen otros tipos de límites que son más fáciles de distinguir. Un límite físico separa a un objeto, una persona o una región de otra. En presencia de un objeto, por ejemplo una mesa, es muy fácil observar con toda claridad hasta dónde llega. Sus límites son obvios.

El cuerpo físico también es una entidad separada y precisa. Resulta muy sencillo ver dónde termina el cuerpo físico de una persona y dónde comienza el cuerpo físico de otra. Sin embargo, igual que sucede con las líneas divisorias señaladas en un mapa, los límites emocionales y mentales que existen entre las personas son abstractos. Dichos límites son sutiles y se pueden confundir fácilmente debido a los complejos modos con que nos comunicamos y relacionamos con los demás.

El Análisis Transaccional representa a las personas con tres estados del ego: Padre, Adulto y Niño. Estos tres estados del ego, representados por tres círculos y dibujados como si fuera un muñeco de nieve, están rodeados por una línea que los abarca. Dicha línea representa el límite que define a un ser humano y lo diferencia de otro.

Podemos agregar el Ser Superior al diagrama que el análisis transaccional hace de una persona.

El Ser Superior está disponible para usted en todos aquellos momentos en que usted logra relajar su cuerpo físico, liberar su respiración y experimentar las dimensiones superiores de consciencia y sabiduría que habitan dentro de sí mismo.

Al incluir al Ser Superior en la representación, debemos separar la parte que corresponde al Padre Educador del estado del ego del Padre, de la parte que corresponde al Padre Crítico. También debemos distinguir la parte correspondiente al Niño Libre del estado del ego del Niño, de la parte que corresponde al Niño Adaptado. Debido a que tanto el Padre Crítico como el Niño Adaptado actúan de acuerdo con la energía del miedo, quien los dirige es el Saboteador y no el Ser Superior.

La parte correspondiente al Padre Educador (PE) del estado del ego del Padre fluye directamente desde el Ser Superior. El Padre Educador se relaciona con el Niño Libre (NL) que habita en su interior y lo anima a enriquecer su vida con goce, creatividad y espontaneidad. En presencia del Ser Superior, el estado del ego del Adulto se caracteriza por estar centrado y disponer de un pensamiento claro, por lo que resulta indispensable para dirigir su vida (AP = Adulto Positivo).

La parte que corresponde al Padre Crítico (PC) del estado del ego del Padre fluye a partir de la energía del miedo y obedece las indicaciones del Saboteador. Lo acosa con mensajes negativos, críticos y sentenciosos y se relaciona con el Niño Adaptado que usted ha creado como respuesta. Este Niño Adaptado le ayuda a sobrevivir en medio de esta energía negativa que le provoca temores. El Niño Adaptado es cuidadoso, temeroso, vergonzoso y tímido, y además adopta una actitud defensiva. En presencia del Saboteador el estado del ego del Adulto es una fuente de pensamientos confusos y negativos que lo descentran (AT = Adulto Temeroso).

Dos personas en una relación se representan como dos entidades separadas, cada una de ellas con un límite que define su espacio.

Definir los límites significa trazar líneas en nuestras relaciones con los demás para mantener la integridad de los límites emocionales, físicos y mentales que separan a una persona de otra. (Al mismo tiempo hacemos honor al nivel espiritual del ser, pues en un sentido superior todos formamos parte de un Todo infinitamente mayor.) Esto significa que decimos «no» cuando así lo deseamos, que somos sinceros y tenemos el coraje de relacionamos con los demás de una manera abierta y afectuosa. Establecer límites nos capacita para hacemos caigo de nosotros mismos y asumir la responsabilidad total de la integridad de nuestra vida.

Dentro de los confines de nuestros límites exteriores existen otros límites que definen nuestras partes internas o subpersonalidades. El modelo del Análisis Transaccional reconoce tres de dichas partes, los tres estados del ego con sus consecuentes subdivisiones dentro del Padre, el Adulto y el Niño. Otros modelos de terapia, como la Psicosíntesis y el Diálogo en Voz Alta, reconocen muchas más partes. Independientemente de qué modelo adoptemos, los límites son esenciales para definir estas partes separadas de modo que el Ser Superior consciente y central pueda dirigir nuestra vida estableciendo límites entre nuestros diversos seres e impidiendo que alguna de las subpersonalidades llegue a gobernar nuestra vida.

Definir los límites internos y en las relaciones con los demás le ayudará a conocer claramente que usted posee el poder de guiar su propia vida y debe asumir dicha responsabilidad. Demarcar los límites le permitirá mantener relaciones sanas tanto con los demás como con usted mismo.

Usted establece los límites cuando le dice «no» a otra persona que se entromete en su espacio personal. También instaura límites cuando se opone a sí mismo para no caer en la tentación de inmiscuirse en el espacio de otra persona. El tercer escenario para definir los límites se encuentra dentro de sí mismo: cuando debe enfrentarse a una subpersonalidad que está intentando pasar por encima de usted para sabotearlo.

Aceptar la existencia y la utilidad de los límites entre las personas le otorga libertad. Implica que usted empieza a tenerse en cuenta en sus relaciones a fin de no caer en la trampa do «querer demasiado a las otras personas». Luchar contra los límites solo dará como resultado que usted se empeñe en una conducta rebelde que merma sus energías, sus recursos y su salud. Los límites simplifican la vida. El mero hecho de establecer límites favorece que las relaciones sean sanas y constructivas. Los límites definen y estructuran su vida para que usted pueda entrar en contacto con otras personas y conviva con ellas en un marco de paz y amor.

Mantener los límites le ayudará a permanecer centrado. Si se dispersa o se mueve en varias direcciones, ya sea individualmente o en sus relaciones, usted es como un líquido que no tiene ningún recipiente para contenerlo. Si no existen límites, resultará muy fácil descentrarlo. Usted no está completo. No está conectado con su ser real; está desequilibrado y desintegrado. Sin límites, usted tiene dificultad para concentrarse y realizar sus objetivos. Usted tiende a emplear su energía cuidando a los demás e intentando controlar sus vidas mientras ignora la responsabilidad que tiene sobre la suya. Al establecer límites adecuados, usted se respetará más a sí mismo, y esto le ayudará a permanecer centrado. Y también a reclamar todo lo que usted es y a considerarse como un ser humano completo. También le ayudará a no querer excesivamente a los demás.

Los límites son el camino para saber quién y qué es —o no es— usted. Los límites le ayudan a distinguir entre «Tú» y «No tú». Cuando sea capaz de establecer esta diferencia, se habrá liberado de la confusión de vivir como si usted fuera responsable de otra persona.

Un matrimonio en el que ambas partes sean capaces de vivir, respirar y actuar como individuos separados e iguales, permanecerá sano y se fortalecerá con el paso de los años. Ambas personas serán capaces de vivir y madurar en el ambiente de equilibrio que han creado juntos.

Pero si en un matrimonio, una relación, un grupo o en una transacción comercial una persona invade el espacio de su vecino relegando sus necesidades e intereses e imponiendo sus propios sentimientos y necesidades, comienza a desarrollarse un cáncer que finalmente logrará destruir esas relaciones. En este caso, las personas que han sido invadidas no han conseguido mantener la integridad de sus propios límites y responsabilidades; no han sido capaces de decir «no», de defender su propio terreno ni de luchar por preservar la integridad de sus propias necesidades, objetivos y deseos.

Esto es como un fallo del sistema inmunológico en el cuerpo físico. Sin una protección adecuada contra los gérmenes invasores o las células incontroladas, la enfermedad se desarrolla. De un modo análogo, cuando no logramos protegemos de la forma apropiada y no explotamos nuestro poder y nuestra potencia en nuestro trato con los demás, nos exponemos a que nos hagan daño o a que nos destruyan en una relación de tipo canceroso.

En una relación de estas características tanto el agresor como la parte invadida resultan dañados. Ambos desarrollan una conducta destructiva que niega los límites y envenena su relación. Ambos sufren con este proceso.

Las relaciones cancerosas se pueden curar restituyendo los límites sanos entre los individuos en cuestión. Las relaciones serán enriquecedoras y vitales si se conservan los límites.

Cuando permitimos que violen nuestros límites nos exponemos demasiado y somos muy vulnerables. Cuando amamos en exceso a los demás, las personas a las que les permitimos invadimos actúan como un espejo que refleja nuestro propio Saboteador. Al no haber aprendido a detener la actividad destructiva en el interior de nosotros mismos, atraemos e incluimos en nuestra vida a personas que reflejan al Saboteador Interno que no conseguimos reconocer y dominar. A menudo estamos tan ciegos frente a los comportamientos destructivos de las personas que nos maltratan como ante nuestras propias conductas negativas. No conseguimos protegemos eficazmente ni tampoco somos capaces de defender nuestros propios intereses. Permitimos que ciertas fuerzas exteriores a nosotros nos avasallen. Nos sentimos víctimas, heridos, traicionados o enredados. ¿Cómo podría alguien tratamos de este modo?

Evidentemente, la respuesta es que no hemos logrado asumir la responsabilidad de gobernar nuestra vida. No conseguimos ver a nuestro propio Saboteador ni tampoco reconocemos que le hemos permitido controlarnos. No somos capaces de decirle «no» al Saboteador que habita en nosotros y tampoco a la persona que manifiesta su desconsideración por nuestro propio bienestar. No podemos esperar que los demás se ocupen de nuestros intereses mejor que nosotros mismos. Cuando abdicamos de la responsabilidad que tenemos con nuestra propia persona y nos sentimos responsables por la vida de los demás, nos exponemos a ser víctimas.

Hay quienes se muestran especialmente vulnerables y permiten que se violen sus límites. Los adultos y los niños que han experimentado en su infancia abusos sexuales, emocionales o físicos tienen una percepción distorsionada de los límites que separan a las personas. Al haber sido violados sus cuerpos y sus emociones, aprendieron a ignorar y despreciar sus límites tal como lo hicieron quienes abusaron de ellos, invadiéndolos emocional o físicamente cuando eran niños.

Los que han sobrevivido al incesto u otros abusos deben afrontar un reto especial para aprender a reconocer, respetar y mantener límites sanos y adecuados para sí mismos en sus relaciones con los demás. También deben aprender a respetar los límites de los demás para no esperar demasiado de las otras personas.

Si no se consigue mantener unos límites adecuados, se favorece el trabajo del Saboteador. Si usted no establece límites dentro de sí mismo, puede excederse con la comida, con el alcohol, las drogas, el sexo, el trabajo, el juego, los pensamientos negativos o el dinero. Cuando no establece límites con los demás, se ve obligado a hacer lo que no desea, es incapaz de decir «no» cuando debería hacerlo, tiende a distorsionar y negar sus necesidades y a tomar decisiones que son contraproducentes para sus propios intereses. Puede usted incluso usar y abusar de los demás sin advertir que el consentimiento de dichas personas a largo plazo será muy contraproducente para esa relación. Quizá se sorprenda cuando la otra persona finalmente reaccione y dé por concluida la relación. El resultado podría ser un divorcio, la pérdida de un puesto de trabajo o de una promoción o el alejamiento de los amigos.

Conrad era un «maestro espiritual» que desafiaba a los demás a trascender sus limitaciones con el fin de experimentar una abundante riqueza y prosperidad. Aunque parte de ese mensaje era válido y útil, era evidente que las finanzas del propio Conrad no eran tan sanas como deberían haber sido si sus principios hubieran sido efectivos. En su celo por superar las limitaciones y las ideas restrictivas, Conrad ignoraba los límites entre las personas. Comenzaba sus clases siempre con retraso, los descansos eran dos veces más prolongados que lo que estaba programado y tampoco disponía del material que se había comprometido a incluir en sus seminarios y que había anunciado en sus folletos. No prestaba mucha atención a las personas que acudían a sus clases.

Como ignoraba los límites existentes entre su propia persona y los demás, no tomaba en consideración el tiempo, la experiencia ni las expectativas que dichas personas tenía en relación con él. Como consecuencia, creó una audiencia irritada y minó su capacidad como maestro. Ignorar los límites no ayuda a superar las limitaciones. La incapacidad de Conrad para aceptar unos límites razonables fue causa de las limitaciones que reveló como maestro a pesar de que era un excelente e ingenioso orador.

El común denominador de todos los tipos de modelos de autosabotaje es una violación de los límites. Educarse a sí mismo para conseguir el éxito significa aprender a establecer y mantener efectivamente los límites.