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Turkwila, Tikonov
Marca Capalense
Federación de Soles

21 de Febrero del 3065

Cabalgando sobre los chorros de plasma de sus propulsores de salto, Rudolf Shakov dobló las piernas de su Exterminator, preparándose para amortiguar su aterrizaje y para agazaparse después. Dos lanzas de rubí salieron disparadas detrás de él, pero el Gallowglas que disparaba desde el suelo erró demasiado alto. Aterrizando sano y salvo los pies en forma de diamante del Exterminator se posaron sobre las planchas del tejado del edificio mas alto de Turkwila. Con seis pisos de altura, las Torres Courtyard eran dos veces mas altas que cualquier otra estructura, y estaban tan cerca del centro de la ciudad que eran una perfecta atalaya de observación. En una dirección Shakov obtuvo una preciosa vista de un Enforcer de la Milicia de Valexa acosando la retirada de dos FalconersArcturianos. Al otro lado de la calle, vio a un Talon y a un novísimo Stiletto enemigos correr hacia el límite de la ciudad. Después, el icono de un King Crabparpadeó brevemente en su proyector holográfico, apartado del resto. Como si patrullara las calles del Este, parpadeaba con una señal intermitente mientras sus sensores le captaban a través de los edificios.

 

Otro de los laseres del Gallowglas formó una herida ennegrecida en la fachada del edificio. Después el baño eléctrico del cañón proyector de partículas acertó en el brazo derecho de Shakov, convirtiendo el actuador de la mano en una mezcla de blindaje medio fundido y miomero arruinado. Hizo descender su visor de puntería y le devolvió al Gallowglas doble ración de mísiles de lago alcance. Las cabezas explosivas llovieron sobre la cabeza y los hombros del otro mech, dando a Shakov algo de tiempo mientras forzaban al Gallowglas a torcer la esquina de unos grandes almacenes cercanos.

 

Turkwila pertenecía a las fueras aliadas por cuestión de números. El 6º de Lanceros de Crucis se había infiltrado en la ciudad a través de la brecha abierta por Shakov y sus hombres en las líneas enemigas, seguidas por los ComGuardias de Irelon y la unidad híbrida del General Sánchez del 1º Cuadro del ICNA y de la Milicia de Valexa. La maniobra desesperada había cogido a la mayor parte de las fuerzas de los lealistas liranos en mala posición, e incapaces de alcanzar la ciudad a tiempo. Multitud de compañías luchaban por abrirse camino a través del sector industrial y de un abandonado distrito de almacenes, pero mas aun permanecían todavía en el exterior. La batalla había degenerado desde entonces en un juego de espera para las fuerzas aliadas, espera para que el Príncipe Víctor lograra escapar y para que Linda McDonald cediera Turkwila como una causa perdida. Shakov solo tenia que aguantar un puñado de minutos, un cuarto de hora a lo sumo, y la ciudad, al fin, estaría ganada.

 

Salvo que McDonald no permitiría un final tan fácil a la batalla. A pesar de carecer de mech, tenia un regimiento de infantería de asalto bien situado y altamente motivado dentro de Turkwila. En esas estrechas calles, incluso los soldados no aumentados eran una amenaza para los battlemech. Escuadrones con rifles láser y tropas de salto antimech hostigaban a las fuerzas aliadas, aumentando el coste de conservar la ciudad. Dos lanzas de vehículos blindados y unPenetrator habían caído ya victimas de tales tácticas. Otra media docena de mechwarriors habían informado de heridas y desperfectos en sus maquinas causadas por trampas y emboscadas similares.

 

Pero la batalla también estaba cambiando a favor del 6º de Lanceros conforme la Coronel Vinemann ordenaba que su infantería motorizada hiciera carreras desesperadas para la protección de la ciudad.
Lentamente, como si estuviesen pelando una cebolla capa por capa, las fuerzas aliadas estaban reduciendo los números adversos. La infantería lealista, en el borde de Turkwila estaba luchando, según los informes, cada vez con menos resistencia mientras buscaban escapar de la presión de las tropas veteranas de Vinemann. Mientras tanto, los soldados blindados de la ComGuardia estaban limpiando el puesto de mando lealista y asegurando tanto los sectores industriales como el centro de la ciudad de la mejor manera posible, comprando algo de alivio para los asediados mech.

 

Pero no para Shakov. Con su visor de alarmas inundado de blancos y amenazas no se dio cuenta del par de cañoneras Yellow Jacket que llegaron lanzando una pasada rápida por la calle de abajo. El 11º de Guardias Arcturianos tenia gran cantidad de escuadrones de helicópteros, y McDonald no los estaba desperdiciando en la reserva. Dos proyectiles gauss gemelos golpearon el Exterminator, uno impactando en su espalda y otro rompiendo el blindaje justo por detrás de su rodilla izquierda.
Lucho por recuperar el equilibrio, manteniendo su mech en pie mas por suerte que por habilidad. Su fuego de respuesta consistió en dos rayos escarlatas sobre uno de los helicópteros, fallando en alcanzar el rotor pero llevándose casi por delante el estabilizador de cola. Después de eso ambas maquinas se hicieron a un lado, desapareciendo entre las sombras de las Torres Courtyard. Volverían, por supuesto, y Shakov sabia que era mejor moverse que quedarse demasiado tiempo en una posición tan expuesta.

 

Rozo suavemente el control de sus propulsores de salto y se lanzó desde lo alto del edificio, dejándose caer de nuevo hacia la calle. En esta ocasión sus sensores si le avisaron cuando iluminaron los dos iconos de las cañoneras Yellow Jacket en su pantalla táctica, cogiéndolas mientras intentaban deslizarse en vuelo bajo por la esquina cercana del edificio. Con un ligero toque a sus controles, Shakov dejó que su Extermiantor se desplazara hacia la izquierda, y después corto completamente el flujo de plasma, haciendo caer las sesenta y cinco toneladas del solitario battlemech directamente sobre el rotor de uno de los helicópteros.
En ningún momento fue un duelo justo. El frágil aparato colapso bajo tanto peso, las aspas se desprendieron y la cabina se hundió. Shakov encendió sus propulsores para lograr un ‘duro-pero-aceptable’ aterrizaje en la calle. El aparato aplastado apenas se parecía al ingenio de vanguardia que había sido un momento atrás. Su compañero estaba ya lo suficientemente lejos para no ser localizado.

 

Las alarmas gritaron suplicando atención, y no permitiendo mas tiempo para mirar alrededor. El Gallowglas había vuelto, después de deslizarse por detrás de los grandes almacenes y de atravesar un estrecho callejón, resuelto a reclamar una ultima víctima antes de dejar la ciudad. 
La energía bañó la cercana fachada con una luz artificial mientras el serpenteante arco del CPP del mech atravesaba la calle para freír mas del blindaje del pecho de Shakov. Él se preparó para la inevitable continuación por parte de los laseres del Gallowglas. Suponía que el mech permanecería en la seguridad de la boca del callejón, forzándole a retirarse o a correr hacia la boca del lobo. El mech enemigo le sorprendió cuando se adelantó tropezando en la calle, y disparando sus laseres ampliamente lejos de su blanco.
Shakov pudo ver entonces que, en realidad, le habían empujado a entrar en la calle. Un Starslayer recuperado, repintado con los colores de ComStar, seguía por detrás al Gallowglas, clavando sus laseres en la espalda de la maquina lirana. Maldiciendo la curva de calor, Shakov añadió a la miseria del piloto enemigo sus cuatro laseres. Uno se deslizo sobre la cabeza del Gallowglas, mientras que las dos armas principales del Starslayer penetraban a través de la espalda del mech. Desconcertado, casi decapitado y atrapado en una posición insostenible, el piloto del Gallowglas eyectó de la cabina antes de que una segunda salva le privara de tal opción. El tambaleante Gallowglas se desplomó sobre la calle, arrancando trozos de ferrocemento antes de quedarse parado, en una pila inmóvil y desaliñada, pero recuperable.

 

– Quizás ahora podamos poner al Adepto Deluca de nuevo en una cabina, – comentó el mechwarrior del Starslayer. Shakov reconoció la voz como la del Adepto Bills, quien pilotaba un mech diferente desde que perdiera su Raijin en Furillo. Pocos de los Hombres del Príncipe luchaban todavía en sus maquinas originales. Demasiados no volverían a luchar.

 

Shakov trago saliva mientras otra ola de calor se filtraba a través de la protección física del motor y se irradiaba a través de las superficies de metal de su cabina. Su respiración se volvió rápida y poco profunda, parpadeaba para apartarse el sudor mientras confiaba en su chaleco refrigerante para mantener la temperatura interna de su cuerpo a un nivel seguro.

 

– Deja a Deluca para mas tarde, – dijo. – Preocúpate por la Guardia Arcturiana ahora –.

 

Sin embargo no había mucho de lo que preocuparse. En la siguiente esquina un par de infantes blindados Fenrir cometieron el error de elegir luchar a destiempo. Sus andanadas de mísiles de corto alcance arruinaron mas blindaje del Exterminator de Shakov. Uno de los mísiles detonó sobre la cabeza del mech, haciendo temblar la cabina y dejando tras de si una ligera reverberación en sus oídos. Otra de las cabezas explosivas impactó en su brazo derecho y, aprovechándose de un daño anterior, destruyendo uno de sus laseres.
Pero tres laseres eran mas que suficientes para partir en dos a uno de los soldados, y Bills lanzó al otro a través de una muro cercano antes de que pudiera lanzar una nueva cortina de fuego. Shakov odiaba ver tal desperdicio de buenos hombres y de buen material.

 

–Ríndete, – murmuró, pero su voz era demasiado tenue como pare ser oída.

 

Otro bloque de pisos se vino a bajo, y a través de la cercana intersección, una compañía completa de helicópteros pasó aullando justo por delante de Shakov y Bills. Se fueron antes de que ninguno de los mechwarrior pudiera apuntarles. Parecía igualmente como si a ninguno de los pilotos liranos le entusiasmara la idea de probar los dientes de los dos mech. Difícilmente podía considerarse una pasada de ataque, decidió Shakov. Esos aparatos estaban en pleno vuelo hacia otra parte. Recordó su contacto intermitente con el King Crab. ¿La General McDonald finalmente ha llamado de vuelta a sus fuerzas?

 

Lo hubiese hecho o no, los pilotos de los helicópteros parecían estar deseando evitar el enfrentamiento. 
Un cojeante Cobra y un par de tanques de apoyo Hunter que seguían a los aparatos en vuelo tuvieron menos elección. Los laseres de Shakov escarbaron en la protección blindada que protegía la oruga del tanque en cabeza mientras que el segundo Hunter se giraba para lanzar una andanada completa de treinta MLA a la cara del Starslayer del Adepto Bills. El Cobra trató de seguir a sus compañeros, añadiendo sus dos afustes de mísiles y pivotando rápidamente sobre su pierna buena, pero su pie se negó a agarrarse al ferrocemento, y la pierna se deslizó por debajo del battlemech Arcturiano. Se estrelló contra la calle, uno de sus brazos se enganchó por detrás sobre la junta del hombro y quedo inmovilizado en su posición.

 

El tanque de cabeza abandonó a sus compañeros y aceleró hasta alcanzar su máxima velocidad mientras corría tras a los helicópteros huidos. Shakov y Bliss acosaron al Hunter restante, apiñándose a la mejor distancia para sus computadoras de puntaría mientras lo descuartizaban. Después de que la ultima descarga de mísiles del tanque volara lejos debido a la falta de blancos firmes, la tripulación del Hunter solicitó rendirse a través de una frecuencia abierta y apagaron los motores.

 

El mechwarrior del Cobra necesito convencerse mas. Incluso con la llegada de un Hunchback de la milicia de Valexa, el mechwarrior de la Guardia Arcturiana se negó a admitir la derrota mientras forcejeaba para ponerse de rodillas. Logró colocar un buen puñado de mísiles en el flanco derecho de Shakov, volatilizando las ultimas placas de blindaje del Exterminator en esa zona. Después de eso, el Starslayer cortó de cuajo la pierna arruinada del Cobra mientras que los laseres de Shakov se deslizaron por el único brazo útil que le quedaba. Mientras la valerosa maquina caía hacia atrás, el cañón automático de doce centímetros delHunchback desgarró en buena medida la pierna que le quedaba. Los mechwarriors aliados le dejaron en medio de la calle, indefenso, justo en el camino de un recluta de infantería del 6º de Lanceros que se aproximaba.

 

– A todas las fuerzas.....General Sánchez –. La transmisión estaba plagada de interferencias y se cortaba intermitentemente, lo cual le decía a Shakov que el General debía estar el la zona mas lejana de Turkwila.
Modificó el dial de ganancia y trabajó con los filtros para hacer mas clara la señal. –.....en retirada, – prosiguió Sánchez. – También hemos oído.....el Melissa Davion. El Príncipe Víctor esta libre. El Príncipe esta a salvo de nuevo y los liranos......abandonando Turkwila –.

 

Shakov sintió que una pesada carga desaparecía de sus hombros al escuchar esas palabras. Toda la presión que había acumulado con desmoronamiento de Víctor, todas las vueltas y giros que había realizado en Tikonov, desaparecieron mientras veía con claridad cristalina que era lo que tenían que hacer ahora. Todos sus problemas a partir de ese momento eran permanecer vivos y salir de Tikonov para reunirse con la escolta del Príncipe.

Aparentemente Bills compartía sus pensamientos. – Y nos iremos de aquí dentro de nada, – dijo, frenando su Starslayer hasta adoptar una marcha fácil. – Recuperamos lo que podamos, cargamos y nos vamos disparados hasta el punto de salto nadir. Thorin allá vamos –.

 

Bills estaba en lo cierto. Eso era lo que las fuerzas aliadas y el mismo Shakov habían estado esperando, demandando, durante las ultimas horas. Pero un comentario casual hecho por Morgan Kell en Rockland le rondaba por la cabeza. Eso prendió una chispa dentro de él, algo mas que el simple deber. Hizo avanzar a su Exterminator hasta una marcha mas rápida, alcanzando un paso decidido mientras ganaba la siguiente intersección y se dirigía hacia el borde oriental de la ciudad.

 

– Aun no, - dijo a través del canal abierto de las fuerzas aliadas, atrayendo al piloto del Hunchback a la conversación. – Todavía no hemos terminado aquí –.

 

Ambos pilotos siguieron tras él, aceptando sus ordenes sin hacer preguntas. Tres bloques mas allá Shakov añadió un Rakshasa del 6º de Lanceros y un trío de soldados blindados Cavalier a su línea. Los dispuso en un patrón de búsqueda a lo largo de varios bloques, evitando a los lealistas en retirada en cada giro de esquina mientras buscaba a su blanco.

 

– Ayudaría el poder saber que estamos buscando, – dijo el Adepto Bills después de retirarse ante un esquivo Zeus.
– Lo sabrás cuando lo encontremos, – dijo Shakov y después se quedo callado durante muchas lagas zancadas. – Tenemos Turkwila, lo que significa que tenemos Industrias Harcourt. Eso le proporciona al General Sánchez la base de apoyo que quería. Pero hay algo más que necesitamos hacer. Un gesto final –.

 

Vio un nuevo icono parpadear en su pantalla táctica, leyó la información incluida en su etiqueta y supo que la había encontrado.

KGC-000

Rudolf Shakov sonrió seca y duramente, apretó nuevamente los mandos y se lanzó a la carrera.

 

– A petición de Morgan Kell, todavía tenemos que hacer sangrar la nariz de la General McDonald –.

 

........

 

Dar la orden de abandonar Turkwila fue uno de los momentos mas difíciles de Linda McDonald en Tikonov. Significaba admitir que había sido atrapada desorganizada, que había sido vencida por un solo guerrero, el que encabezó la carga que rompió su línea y que permitió a las fuerzas de Víctor entrar rápidamente en la ciudad, a su espalda. Y todo ello había sucedido mientras estaba atrayendo a las fuerzas enemigas a una posición en la cual la Katrina Steiner podría diezmar sus líneas, su momento de mayor éxito.

 

Intentó convencerse a sí misma de que nada de eso importaba. Si los informes eran ciertos, media docena de naves de Descenso habían abandonado el sistema a la grupa de la Melissa Davion. Eso solo podía significar que el Príncipe Víctor había decidido retirarse y que, después de todo, Tikonov no sería la batalla final de la guerra civil. Si ese era el caso, Turkwila significaba muy poco en el gran esquema de las cosas. Solo era un objetivo fallido y un orgullo herido. Volvería a tener otra oportunidad para poner las cosas en claro.

 

Empujó a su King Crab a través de otra esquina, a la vista de los límites de la ciudad y de unas pocas estelas de mech pertenecientes a su fuerza lealista. Aparto la mano del acelerador y se frotó con ella el residuo salino de sudor seco que le escocia en su cuello y a lo largo de la piel desnuda de sus brazos y piernas. Otra tanda de largas zancadas de pájaro y finalmente estaría fuera de Turkwila. Ningún plan sobrevive al enemigo, se dijo a sí misma.

 

A pesar de todo, las buenas intenciones y el buen juicio no pudo reconfortarla, y la sirena que subidamente reclamó su atención interrumpió cualquier otra conversación mental que pudiera haber tenido. La pantalla táctica parpadeó con un puñado de nuevas amenazas mientras su alarma de proximidad le avisaba del acercamiento de mísiles. Giró su mech hacia la dirección del ataque, encajando la primera descarga de MLA a lo largo del lado izquierdo del King Crab en lugar de hacerlo sobre su ancha espalda. La maquina se rebeló y tembló mientras medio centenar de cabezas explosivas lo envolvían, haciendo muescas en su blindaje y desgarrando el terreno aledaño. Los escombros tamborilearon sobre su amplio parabrisas de ferrocristal.

 

Leyendo la información de su monitor táctico con habilidad y practica, McDonald pudo ver que sus atacantes consistían en cuatro mech y una pequeña escuadra de soldados blindados. Hizo descender sus puntos de mira sobre el Exterminator que iba en cabeza, preguntándose si sería el mismo que anteriormente había roto sus líneas.
ComGuardia, la etiqueta IFF lo confirmaba. Debía serlo.

 

Con los dientes rechinando, apretó sus dos gatillos de largo alcance incluso antes de darse cuenta de que la situación era desesperada, de que, de nuevo, había sido atrapada con la guardia baja. Si permitía al Hunchback acercarse demasiado, se vería sobrepasada en armas en un setenta por ciento, y no había forma de evitarlo. A su máxima velocidad podía lograr quizás unos cincuenta y cinco kilómetros por hora. El contundente Hunchback desarrollaba diez kilómetros mas. Los otros tres battlemechs la superaban aun por mucho mas.

 

El láser montado en su torso clavó una lanza de rubí en el pecho del Exterminator, salpicando con blindaje el suelo con un dibujo de chorretones y gotas fundidas. El vuelo de quince MLA también se elevó formando un arco que terminó creando flores de fuego sobre el costado izquierdo del mech enemigo. Su brazo izquierdo colgaba inútil en ese lado, pero el mech continuaba su avance.

 

– ¿Tiene prisa, mi General? – pregunto una voz burlona a través de la frecuencia abierta.

 

McDonald podría haber esperado cualquier cosa, desde una demanda de rendición hasta un ultimátum, pero no una broma. No por parte de un miembro de la ComGuardia, cuyos miembros eran a menudo hoscos, incluso para los estándares liranos.

 

– Tengo tiempo, – dijo ella, poniendo su láser en modo de ciclo corto. El rayo de luz coherente se deslizó a lo largo del muslo del Exterminator, haciendo tambalear y dar un brinco hacia adelante a la rápida maquina frente a su improvisada lanza.

 

El fuego de respuesta fue duro y letal. El afuste de mísiles del Exterminator escupió una nueva salva de diez cabezas explosivas, pero esa era la ultima de las preocupaciones de McDonald. El Rakshasa, contento hasta entonces de permanecer a la sombra del Exterminator, lanzo ahora tres veces esa cantidad de mísiles y clavó en ella un par de laseres de color rojo-cereza. Cada uno de ellos alcanzó una pata, pelando casi todo el blindaje que le quedaba ahí abajo. ElStarslayer también tenia algo que decir. Se deslizo a través de la cabina del King Crab con uno de sus dos laseres grandes, dibujando una línea de ferrocristal fundido a lo largo de su parabrisas. Chorretones de ferrocristal fundido empañaron su vista.

 

McDonald reconoció demasiado tarde que había cometido el error de caer en su vieja rutina de guerrero primero, comandante después. No había lanzado ninguna llamada de auxilio a sus guerreros cercanos, unos pocos de los cuales se acercaban ahora por propia iniciativa, pero no tantos como ella podría haber convocado. También se había centrado exclusivamente en el Exterminator, convirtiéndolo en su Némesis personal, cuando cualquiera de los otros tres mech representaban una gran amenaza.

 

– Nunca es tarde para aprender, – murmuró, sin importarle que pudiera oírse a través del canal abierto.

 

Dando la espalda al límite de la ciudad mientras retrocedía, dejo atrás cualquier posibilidad de refuerzo mientras intentaba poner en juego sus cañones automáticos de clase asalto. Su propia mezcla de láser y mísiles golpeó al Rakshasa una vez.... dos.

 

El King Crab tropezó bajo otra intensa barrera de fuego, una pata empezó a temblar como si fuese a doblarse bajo su peso, pero el mech de asalto de cien toneladas capeó la tormenta incluso mientras extendía sus manos parecidas a pinzas hacia el battlemech pintado de verde de los Lanceros. Las pinzas se abrieron y chorros de proyectiles de uranio empobrecido trazaron líneas de destrucción desde cada uno de los cañones automáticos del King Crab hasta el cuerpo principal del Rakshasa. El metal caliente desgarró el ya debilitado blindaje, atravesando las estructuras de soporte y penetrando en los depósitos de munición que alimentaban el afuste de mísiles del hombro derecho del mech. Las células de combustible rotas encendieron un potente fuego que ‘coció’ multitud de cabezas explosivas. El Rakshasa se tambaleó hacia adelante, con su cuerpo sacudido por los espasmos mientras los mísiles almacenados explotaban en una violenta cascada de fuerza bruta. La cabina del battlemech voló gracias a las cargas explosivas, y el mechwarrior escapó en su sillón de mando gracias a su sistema de eyección. Se elevó sobre su maquina, en rápida desintegración, y después su paracaídas extendió su vuelo, permitiéndole deslizarse con seguridad de vuelta hacia Turkwila. El Rakshasa cayó hacia su lado derecho y después fue dando tumbos conforme las explosiones por simpatía le lanzaban en una u otra dirección. Finalmente el exhausto mech se desintegró en piezas contra el suelo.

 

Demasiado poco, demasiado tarde, y Linda McDonald lo sabia. Llevando sus cañones automáticos contra el Hunchback logró arrancarle una larga tira de blindaje antes de que el cañón automático del otro mech mordiera su pata izquierda y le amputara el fémur. El King Crab perdió el equilibrio y volcó a la derecha.
Conforme caía sobre su costado derecho, su brazo y sus armas se clavaron en el suelo, inservibles, atrapadas bajo ella. El Exterminator hizo descender su pie sobre el otro brazo, rompiendo el mecanismo del cañón automático. Retorcido por el impacto, el King Crab perdió su otra pierna, arrancada de su junta.
El amplio cuerpo del mech se estrelló sobre su estomago, lanzándola a ella contra su arnés, después se detuvo como una ballena varada en una playa.

 

McDonald agito su cabeza para aclararse y hecho una mirada a través de su arruinado parabrisas. Vio la puntera del pie avanzar pesadamente hacia ella. Su mirada ascendió por la pierna y el arruinado y medio abierto torso hasta la cabeza en forma de cuña. El ferrocristal oscuro le devolvió la mirada, aunque casi podía ver la expresión de desdén en la cara del otro mechwarrior. Sentía como si se hubiera roto una costilla, y el humo acre de los cables quemados llenaba su cabina. Pero su sistema de comunicaciones todavía funcionaba.

 

– Con los saludos del Príncipe Víctor, – dijo el guerrero de la ComGuardia.

 

Después, los tres battlemech restantes le dieron la espalda y empezaron a dirigirse hacia Turkwila. En el límite de la ciudad, hicieron una pausa para mirar atrás y observar su humillante fin.
Al principio se preocupó por el trío de soldados blindados Cavalier, pensando en que debían haberse quedado atrás para sacarla de la cabina y tomarla como prisionera de guerra. Después los vio manteniendo una respetuosa distancia al tiempo que no hicieron movimiento alguno para interferir cuando dos mech lealistas y un explorador Centipede se detuvieron a su lado. McDonald salió por sí misma de la cabina del King Crab y bajó al suelo.

 

Dolorosamente consciente de cada humillante paso, hizo acopio de todo lo que quedaba de su dignidad y ando tranquilamente hacia el vehículo explorador. Cualquiera de los mechwarriors aliados podría haber terminado con ella fácilmente, pero la dejaron viva, solamente para vivir con su error.

 

Si esa era una forma de intimidarla, ella no lo iba a permitir. El destino la había tentado con la posibilidad de una heroica victoria en Tikonov, después se la quito justo cuando la tenia en las manos. Eso no quitaba merito a lo que había logrado en su primer mando en solitario. Su fuerza especial había despuntado la internada de Víctor Davion en la Federación de Soles, y casi había asegurado Tikonov para la Arcontesa.
Y lo que era mas importante, McDonald entendía ahora mas que nunca que era lo que se necesitaba para obtener una victoria final, lo cual haría de ella una mucho mejor comandante.

 

Haciendo una pausa con un pie puesto en el guardabarros del Centipede, lanzó una ultima mirada a Turkwila. Dejarla viva para luchar otro día podría convertirse en el mayor error que las fuerzas de Víctor jamás hubiesen cometido. Ella aprendía de sus errores. Encontraría a Víctor, dondequiera que hubiese ido, y se lo demostraría personalmente. Le daría caza. Le llevaría ante la Justicia.

        De una forma u otra, Linda McDonald vería esta guerra civil hasta el fin.