–– 30
––
Turkwila,
Tikonov
Marca
Capalense
Federación de
Soles
21 de Febrero del
3065
Cabalgando sobre
los chorros de plasma de sus propulsores de salto, Rudolf Shakov
dobló las piernas de su Exterminator, preparándose para
amortiguar su aterrizaje y para agazaparse después. Dos lanzas de
rubí salieron disparadas detrás de él, pero el Gallowglas que
disparaba desde el suelo erró demasiado alto. Aterrizando sano
y salvo los pies en forma de diamante del Exterminator se posaron sobre
las planchas del tejado del edificio mas alto de Turkwila. Con seis
pisos de altura, las Torres Courtyard eran dos veces mas altas que
cualquier otra estructura, y estaban tan cerca del centro de la
ciudad que eran una perfecta atalaya de observación. En una
dirección Shakov obtuvo una preciosa vista de un Enforcer de la
Milicia de Valexa acosando la retirada de dos FalconersArcturianos.
Al otro lado de la calle, vio a un Talon y a un
novísimo Stiletto enemigos correr hacia el
límite de la ciudad. Después, el icono de un King Crabparpadeó brevemente
en su proyector holográfico, apartado del resto. Como si patrullara
las calles del Este, parpadeaba con una señal intermitente
mientras sus sensores le captaban a través de los
edificios.
Otro de los
laseres del Gallowglas formó una herida
ennegrecida en la fachada del edificio. Después el baño eléctrico
del cañón proyector de partículas acertó en el brazo derecho de
Shakov, convirtiendo el actuador de la mano en una mezcla de
blindaje medio fundido y miomero arruinado. Hizo descender
su visor de puntería y le devolvió al Gallowglas doble
ración de mísiles de lago alcance. Las cabezas explosivas llovieron
sobre la cabeza y los hombros del otro mech, dando a Shakov algo de
tiempo mientras forzaban al Gallowglas a torcer la esquina de
unos grandes almacenes cercanos.
Turkwila
pertenecía a las fueras aliadas por cuestión de números. El 6º de
Lanceros de Crucis se había infiltrado en la ciudad a través
de la brecha abierta por Shakov y sus hombres en las líneas
enemigas, seguidas por los ComGuardias de Irelon y la unidad
híbrida del General Sánchez del 1º Cuadro del ICNA y de la
Milicia de Valexa. La maniobra desesperada había cogido a la mayor
parte de las fuerzas de los lealistas liranos en mala
posición, e incapaces de alcanzar la ciudad a tiempo. Multitud de
compañías luchaban por abrirse camino a través del sector
industrial y de un abandonado distrito de almacenes, pero mas aun
permanecían todavía en el exterior. La batalla había degenerado
desde entonces en un juego de espera para las fuerzas aliadas,
espera para que el Príncipe Víctor lograra escapar y para que
Linda McDonald cediera Turkwila como una causa perdida. Shakov
solo tenia que aguantar un puñado de minutos, un cuarto de
hora a lo sumo, y la ciudad, al fin, estaría ganada.
Salvo que
McDonald no permitiría un final tan fácil a la batalla. A pesar de
carecer de mech, tenia un regimiento de infantería de asalto
bien situado y altamente motivado dentro de Turkwila. En
esas estrechas calles, incluso los soldados no aumentados eran
una amenaza para los battlemech. Escuadrones con rifles láser
y tropas de salto antimech hostigaban a las fuerzas aliadas,
aumentando el coste de conservar la ciudad. Dos lanzas de
vehículos blindados y unPenetrator habían caído ya victimas
de tales tácticas. Otra media docena de mechwarriors habían
informado de heridas y desperfectos en sus maquinas causadas
por trampas y emboscadas similares.
Pero la batalla
también estaba cambiando a favor del 6º de Lanceros conforme la
Coronel Vinemann ordenaba que su infantería motorizada hiciera
carreras desesperadas para la protección de la ciudad.
Lentamente, como
si estuviesen pelando una cebolla capa por capa, las fuerzas
aliadas estaban reduciendo los números adversos. La infantería
lealista, en el borde de Turkwila estaba luchando, según los
informes, cada vez con menos resistencia mientras buscaban escapar
de la presión de las tropas veteranas de Vinemann. Mientras
tanto, los soldados blindados de la ComGuardia estaban limpiando el
puesto de mando lealista y asegurando tanto los sectores
industriales como el centro de la ciudad de la mejor manera
posible, comprando algo de alivio para los asediados
mech.
Pero no para
Shakov. Con su visor de alarmas inundado de blancos y amenazas no
se dio cuenta del par de cañoneras Yellow Jacket que llegaron
lanzando una pasada rápida por la calle de abajo. El 11º de
Guardias Arcturianos tenia gran cantidad de escuadrones de
helicópteros, y McDonald no los estaba desperdiciando en la
reserva. Dos proyectiles gauss gemelos golpearon el Exterminator, uno
impactando en su espalda y otro rompiendo el blindaje justo por
detrás de su rodilla izquierda.
Lucho por
recuperar el equilibrio, manteniendo su mech en pie mas por suerte
que por habilidad. Su fuego de respuesta consistió en dos
rayos escarlatas sobre uno de los helicópteros, fallando en
alcanzar el rotor pero llevándose casi por delante el estabilizador
de cola. Después de eso ambas maquinas se hicieron a un lado,
desapareciendo entre las sombras de las Torres Courtyard.
Volverían, por supuesto, y Shakov sabia que era mejor moverse
que quedarse demasiado tiempo en una posición tan
expuesta.
Rozo suavemente
el control de sus propulsores de salto y se lanzó desde lo alto del
edificio, dejándose caer de nuevo hacia la calle. En esta
ocasión sus sensores si le avisaron cuando iluminaron los dos
iconos de las cañoneras Yellow Jacket en su pantalla
táctica, cogiéndolas mientras intentaban deslizarse en vuelo bajo
por la esquina cercana del edificio. Con un ligero toque a sus
controles, Shakov dejó que su Extermiantor se desplazara hacia la
izquierda, y después corto completamente el flujo de plasma,
haciendo caer las sesenta y cinco toneladas del solitario
battlemech directamente sobre el rotor de uno de los
helicópteros.
En ningún momento
fue un duelo justo. El frágil aparato colapso bajo tanto peso, las
aspas se desprendieron y la cabina se hundió. Shakov encendió
sus propulsores para lograr un ‘duro-pero-aceptable’ aterrizaje en
la calle. El aparato aplastado apenas se parecía al ingenio de
vanguardia que había sido un momento atrás. Su compañero estaba ya
lo suficientemente lejos para no ser localizado.
Las alarmas
gritaron suplicando atención, y no permitiendo mas tiempo para
mirar alrededor. El Gallowglas había vuelto, después de
deslizarse por detrás de los grandes almacenes y de atravesar un
estrecho callejón, resuelto a reclamar una ultima víctima antes de
dejar la ciudad.
La energía bañó
la cercana fachada con una luz artificial mientras el serpenteante
arco del CPP del mech atravesaba la calle para freír mas del
blindaje del pecho de Shakov. Él se preparó para la
inevitable continuación por parte de los laseres
del Gallowglas. Suponía que el mech
permanecería en la seguridad de la boca del callejón, forzándole a
retirarse o a correr hacia la boca del lobo. El mech enemigo
le sorprendió cuando se adelantó tropezando en la calle, y
disparando sus laseres ampliamente lejos de
su blanco.
Shakov pudo ver
entonces que, en realidad, le habían empujado a entrar en la calle.
Un Starslayer recuperado, repintado
con los colores de ComStar, seguía por detrás al Gallowglas, clavando
sus laseres en la espalda de la maquina lirana. Maldiciendo la
curva de calor, Shakov añadió a la miseria del piloto enemigo
sus cuatro laseres. Uno se deslizo sobre la cabeza
del Gallowglas, mientras que las dos armas
principales del Starslayer penetraban a través de
la espalda del mech. Desconcertado, casi decapitado y atrapado en
una posición insostenible, el piloto del Gallowglas eyectó de la
cabina antes de que una segunda salva le privara de tal opción. El
tambaleante Gallowglas se desplomó sobre la
calle, arrancando trozos de ferrocemento antes de quedarse parado,
en una pila inmóvil y desaliñada, pero recuperable.
– Quizás ahora
podamos poner al Adepto Deluca de nuevo en una cabina, – comentó el
mechwarrior del Starslayer. Shakov reconoció la voz como
la del Adepto Bills, quien pilotaba un mech diferente desde que
perdiera su Raijin en Furillo. Pocos de los
Hombres del Príncipe luchaban todavía en sus maquinas originales.
Demasiados no volverían a luchar.
Shakov trago
saliva mientras otra ola de calor se filtraba a través de la
protección física del motor y se irradiaba a través de las
superficies de metal de su cabina. Su respiración se volvió rápida
y poco profunda, parpadeaba para apartarse el sudor mientras
confiaba en su chaleco refrigerante para mantener la
temperatura interna de su cuerpo a un nivel seguro.
– Deja a Deluca
para mas tarde, – dijo. – Preocúpate por la Guardia Arcturiana
ahora –.
Sin embargo no
había mucho de lo que preocuparse. En la siguiente esquina un par
de infantes blindados Fenrir cometieron el error de
elegir luchar a destiempo. Sus andanadas de mísiles de corto
alcance arruinaron mas blindaje del Exterminator de Shakov. Uno
de los mísiles detonó sobre la cabeza del mech, haciendo temblar la
cabina y dejando tras de si una ligera reverberación en sus oídos.
Otra de las cabezas explosivas impactó en su brazo derecho y,
aprovechándose de un daño anterior, destruyendo uno de
sus laseres.
Pero tres laseres
eran mas que suficientes para partir en dos a uno de los soldados,
y Bills lanzó al otro a través de una muro cercano antes de que
pudiera lanzar una nueva cortina de fuego. Shakov odiaba ver
tal desperdicio de buenos hombres y de buen
material.
–Ríndete, –
murmuró, pero su voz era demasiado tenue como pare ser
oída.
Otro bloque de
pisos se vino a bajo, y a través de la cercana intersección, una
compañía completa de helicópteros pasó aullando justo por
delante de Shakov y Bills. Se fueron antes de que ninguno de
los mechwarrior pudiera apuntarles. Parecía igualmente como si
a ninguno de los pilotos liranos le entusiasmara la idea de
probar los dientes de los dos mech. Difícilmente podía considerarse
una pasada de ataque, decidió Shakov. Esos aparatos estaban en
pleno vuelo hacia otra parte. Recordó su contacto intermitente
con el King
Crab. ¿La General McDonald finalmente ha llamado de vuelta a
sus fuerzas?
Lo hubiese hecho
o no, los pilotos de los helicópteros parecían estar deseando
evitar el enfrentamiento.
Un
cojeante Cobra y un par de tanques de
apoyo Hunter que seguían a los aparatos
en vuelo tuvieron menos elección. Los laseres de Shakov escarbaron
en la protección blindada que protegía la oruga del tanque en
cabeza mientras que el segundo Hunter se giraba para lanzar una
andanada completa de treinta MLA a la cara del Starslayer del
Adepto Bills. El Cobra trató de seguir a sus
compañeros, añadiendo sus dos afustes de mísiles y pivotando
rápidamente sobre su pierna buena, pero su pie se negó a agarrarse
al ferrocemento, y la pierna se deslizó por debajo del
battlemech Arcturiano. Se estrelló contra la calle, uno de sus
brazos se enganchó por detrás sobre la junta del hombro y quedo
inmovilizado en su posición.
El tanque de
cabeza abandonó a sus compañeros y aceleró hasta alcanzar su máxima
velocidad mientras corría tras a los helicópteros huidos.
Shakov y Bliss acosaron al Hunter restante, apiñándose a la
mejor distancia para sus computadoras de puntaría mientras lo
descuartizaban. Después de que la ultima descarga de mísiles
del tanque volara lejos debido a la falta de blancos firmes, la
tripulación del Hunter solicitó rendirse a través
de una frecuencia abierta y apagaron los motores.
El mechwarrior
del Cobra necesito convencerse mas.
Incluso con la llegada de un Hunchback de la milicia de Valexa,
el mechwarrior de la Guardia Arcturiana se negó a admitir la
derrota mientras forcejeaba para ponerse de rodillas. Logró
colocar un buen puñado de mísiles en el flanco derecho
de Shakov, volatilizando las ultimas placas de blindaje
del Exterminator en esa zona. Después
de eso, el Starslayer cortó de cuajo la pierna
arruinada del Cobra mientras que los laseres de
Shakov se deslizaron por el único brazo útil que le quedaba.
Mientras la valerosa maquina caía hacia atrás, el cañón automático
de doce centímetros delHunchback desgarró en buena medida
la pierna que le quedaba. Los mechwarriors aliados le dejaron
en medio de la calle, indefenso, justo en el camino de un recluta
de infantería del 6º de Lanceros que se
aproximaba.
– A todas las
fuerzas.....General Sánchez –. La transmisión estaba plagada de
interferencias y se cortaba intermitentemente, lo cual le decía a
Shakov que el General debía estar el la zona mas lejana de
Turkwila.
Modificó el dial
de ganancia y trabajó con los filtros para hacer mas clara la
señal. –.....en retirada, – prosiguió Sánchez. – También hemos
oído.....el Melissa Davion. El Príncipe Víctor esta
libre. El Príncipe esta a salvo de nuevo y los
liranos......abandonando Turkwila –.
Shakov sintió que
una pesada carga desaparecía de sus hombros al escuchar esas
palabras. Toda la presión que había acumulado con
desmoronamiento de Víctor, todas las vueltas y giros que
había realizado en Tikonov, desaparecieron mientras veía con
claridad cristalina que era lo que tenían que hacer ahora. Todos
sus problemas a partir de ese momento eran permanecer vivos y salir
de Tikonov para reunirse con la escolta del
Príncipe.
Aparentemente
Bills compartía sus pensamientos. – Y nos iremos de aquí dentro de
nada, – dijo, frenando su Starslayer hasta adoptar una marcha
fácil. – Recuperamos lo que podamos, cargamos y nos
vamos disparados hasta el punto de salto nadir. Thorin allá
vamos –.
Bills estaba en
lo cierto. Eso era lo que las fuerzas aliadas y el mismo Shakov
habían estado esperando, demandando, durante las ultimas
horas. Pero un comentario casual hecho por Morgan Kell en Rockland
le rondaba por la cabeza. Eso prendió una chispa dentro de él,
algo mas que el simple deber. Hizo avanzar
a su Exterminator hasta una marcha mas
rápida, alcanzando un paso decidido mientras ganaba la siguiente
intersección y se dirigía hacia el borde oriental de la
ciudad.
– Aun no, - dijo
a través del canal abierto de las fuerzas aliadas, atrayendo al
piloto del Hunchback a la conversación. –
Todavía no hemos terminado aquí –.
Ambos pilotos
siguieron tras él, aceptando sus ordenes sin hacer preguntas. Tres
bloques mas allá Shakov añadió un Rakshasa del 6º de Lanceros y
un trío de soldados blindados Cavalier a su línea. Los dispuso en
un patrón de búsqueda a lo largo de varios bloques, evitando a los
lealistas en retirada en cada giro de esquina mientras buscaba a su
blanco.
– Ayudaría el
poder saber que estamos buscando, – dijo el Adepto Bills después de
retirarse ante un esquivo Zeus.
– Lo sabrás
cuando lo encontremos, – dijo Shakov y después se quedo callado
durante muchas lagas zancadas. – Tenemos Turkwila, lo que
significa que tenemos Industrias Harcourt. Eso le proporciona
al General Sánchez la base de apoyo que quería. Pero hay algo
más que necesitamos hacer. Un gesto final –.
Vio un nuevo
icono parpadear en su pantalla táctica, leyó la información
incluida en su etiqueta y supo que la había
encontrado.
KGC-000
Rudolf Shakov
sonrió seca y duramente, apretó nuevamente los mandos y se lanzó a
la carrera.
– A petición de
Morgan Kell, todavía tenemos que hacer sangrar la nariz de la
General McDonald –.
........
Dar la orden de
abandonar Turkwila fue uno de los momentos mas difíciles de Linda
McDonald en Tikonov. Significaba admitir que había sido
atrapada desorganizada, que había sido vencida por un
solo guerrero, el que encabezó la carga que rompió su línea y
que permitió a las fuerzas de Víctor entrar rápidamente en la
ciudad, a su espalda. Y todo ello había sucedido mientras estaba
atrayendo a las fuerzas enemigas a una posición en la cual
la Katrina
Steiner podría diezmar sus líneas, su momento de mayor
éxito.
Intentó
convencerse a sí misma de que nada de eso importaba. Si los
informes eran ciertos, media docena de naves de Descenso
habían abandonado el sistema a la grupa de la Melissa Davion. Eso
solo podía significar que el Príncipe Víctor había decidido
retirarse y que, después de todo, Tikonov no sería la batalla
final de la guerra civil. Si ese era el caso, Turkwila significaba
muy poco en el gran esquema de las cosas. Solo era un objetivo
fallido y un orgullo herido. Volvería a tener otra oportunidad para
poner las cosas en claro.
Empujó a
su King
Crab a través de otra esquina, a la vista de los límites
de la ciudad y de unas pocas estelas de mech pertenecientes a su
fuerza lealista. Aparto la mano del acelerador y se frotó con ella
el residuo salino de sudor seco que le escocia en su cuello y a lo
largo de la piel desnuda de sus brazos y piernas. Otra tanda
de largas zancadas de pájaro y finalmente estaría fuera de
Turkwila. Ningún plan sobrevive al enemigo, se dijo a sí
misma.
A pesar de todo,
las buenas intenciones y el buen juicio no pudo reconfortarla, y la
sirena que subidamente reclamó su atención interrumpió
cualquier otra conversación mental que pudiera haber tenido.
La pantalla táctica parpadeó con un puñado de nuevas amenazas
mientras su alarma de proximidad le avisaba del acercamiento
de mísiles. Giró su mech hacia la dirección del ataque,
encajando la primera descarga de MLA a lo largo del lado
izquierdo del King Crab en lugar de hacerlo sobre
su ancha espalda. La maquina se rebeló y tembló mientras medio
centenar de cabezas explosivas lo envolvían, haciendo muescas
en su blindaje y desgarrando el terreno aledaño. Los
escombros tamborilearon sobre su amplio parabrisas de
ferrocristal.
Leyendo la
información de su monitor táctico con habilidad y practica,
McDonald pudo ver que sus atacantes consistían en cuatro mech
y una pequeña escuadra de soldados blindados. Hizo descender
sus puntos de mira sobre el Exterminator que iba en cabeza,
preguntándose si sería el mismo que anteriormente había roto
sus líneas.
ComGuardia, la
etiqueta IFF lo confirmaba. Debía serlo.
Con los dientes
rechinando, apretó sus dos gatillos de largo alcance incluso antes
de darse cuenta de que la situación era desesperada, de que, de
nuevo, había sido atrapada con la guardia baja. Si permitía
al Hunchback acercarse demasiado, se
vería sobrepasada en armas en un setenta por ciento, y no había
forma de evitarlo. A su máxima velocidad podía lograr quizás unos
cincuenta y cinco kilómetros por hora. El
contundente Hunchback desarrollaba diez
kilómetros mas. Los otros tres battlemechs la superaban aun
por mucho mas.
El láser montado
en su torso clavó una lanza de rubí en el pecho del Exterminator,
salpicando con blindaje el suelo con un dibujo de chorretones y
gotas fundidas. El vuelo de quince MLA también se elevó
formando un arco que terminó creando flores de fuego sobre el
costado izquierdo del mech enemigo. Su brazo izquierdo colgaba
inútil en ese lado, pero el mech continuaba su avance.
– ¿Tiene prisa,
mi General? – pregunto una voz burlona a través de la frecuencia
abierta.
McDonald podría
haber esperado cualquier cosa, desde una demanda de rendición hasta
un ultimátum, pero no una broma. No por parte de un miembro de
la ComGuardia, cuyos miembros eran a menudo hoscos, incluso
para los estándares liranos.
– Tengo tiempo, –
dijo ella, poniendo su láser en modo de ciclo corto. El rayo de luz
coherente se deslizó a lo largo del muslo del Exterminator, haciendo
tambalear y dar un brinco hacia adelante a la rápida maquina frente
a su improvisada lanza.
El fuego de
respuesta fue duro y letal. El afuste de mísiles
del Exterminator escupió una nueva
salva de diez cabezas explosivas, pero esa era la ultima de las
preocupaciones de McDonald. El Rakshasa, contento hasta entonces
de permanecer a la sombra del Exterminator, lanzo ahora tres veces esa
cantidad de mísiles y clavó en ella un par de laseres de color
rojo-cereza. Cada uno de ellos alcanzó una pata, pelando casi
todo el blindaje que le quedaba ahí abajo. ElStarslayer también tenia algo
que decir. Se deslizo a través de la cabina del King Crab con uno
de sus dos laseres grandes, dibujando una línea de ferrocristal
fundido a lo largo de su parabrisas. Chorretones de ferrocristal
fundido empañaron su vista.
McDonald
reconoció demasiado tarde que había cometido el error de caer en su
vieja rutina de guerrero primero, comandante después. No había
lanzado ninguna llamada de auxilio a sus guerreros
cercanos, unos pocos de los cuales se acercaban ahora por
propia iniciativa, pero no tantos como ella podría
haber convocado. También se había centrado exclusivamente en
el Exterminator, convirtiéndolo en su
Némesis personal, cuando cualquiera de los otros tres mech
representaban una gran amenaza.
– Nunca es tarde
para aprender, – murmuró, sin importarle que pudiera oírse a través
del canal abierto.
Dando la espalda
al límite de la ciudad mientras retrocedía, dejo atrás cualquier
posibilidad de refuerzo mientras intentaba poner en juego sus
cañones automáticos de clase asalto. Su propia mezcla de láser
y mísiles golpeó al Rakshasa una vez....
dos.
El King Crab tropezó bajo otra
intensa barrera de fuego, una pata empezó a temblar como si fuese a
doblarse bajo su peso, pero el mech de asalto de cien toneladas
capeó la tormenta incluso mientras extendía sus manos
parecidas a pinzas hacia el battlemech pintado de verde de los
Lanceros. Las pinzas se abrieron y chorros de proyectiles de
uranio empobrecido trazaron líneas de destrucción desde cada
uno de los cañones automáticos del King Crab hasta el cuerpo
principal del Rakshasa. El metal caliente desgarró el
ya debilitado blindaje, atravesando las estructuras de soporte y
penetrando en los depósitos de munición que alimentaban el afuste
de mísiles del hombro derecho del mech. Las células de
combustible rotas encendieron un potente fuego que ‘coció’
multitud de cabezas explosivas. El Rakshasa se tambaleó hacia
adelante, con su cuerpo sacudido por los espasmos mientras los
mísiles almacenados explotaban en una violenta cascada de
fuerza bruta. La cabina del battlemech voló gracias a las cargas
explosivas, y el mechwarrior escapó en su sillón de mando gracias a
su sistema de eyección. Se elevó sobre su maquina, en rápida
desintegración, y después su paracaídas extendió su vuelo,
permitiéndole deslizarse con seguridad de vuelta hacia
Turkwila. El Rakshasa cayó hacia su lado derecho
y después fue dando tumbos conforme las explosiones por simpatía le
lanzaban en una u otra dirección. Finalmente el exhausto
mech se desintegró en piezas contra el suelo.
Demasiado poco,
demasiado tarde, y Linda McDonald lo sabia. Llevando sus cañones
automáticos contra el Hunchback logró arrancarle una
larga tira de blindaje antes de que el cañón automático del otro
mech mordiera su pata izquierda y le amputara el fémur.
El King
Crab perdió el equilibrio y volcó a la
derecha.
Conforme caía
sobre su costado derecho, su brazo y sus armas se clavaron en el
suelo, inservibles, atrapadas bajo ella. El Exterminator hizo
descender su pie sobre el otro brazo, rompiendo el mecanismo del
cañón automático. Retorcido por el impacto, el King Crab perdió
su otra pierna, arrancada de su junta.
El amplio cuerpo
del mech se estrelló sobre su estomago, lanzándola a ella contra su
arnés, después se detuvo como una ballena varada en una
playa.
McDonald agito su
cabeza para aclararse y hecho una mirada a través de su arruinado
parabrisas. Vio la puntera del pie avanzar pesadamente hacia
ella. Su mirada ascendió por la pierna y el arruinado y
medio abierto torso hasta la cabeza en forma de cuña. El
ferrocristal oscuro le devolvió la mirada, aunque casi podía ver la
expresión de desdén en la cara del otro mechwarrior. Sentía como si
se hubiera roto una costilla, y el humo acre de los cables
quemados llenaba su cabina. Pero su sistema de
comunicaciones todavía funcionaba.
– Con los saludos
del Príncipe Víctor, – dijo el guerrero de la
ComGuardia.
Después, los tres
battlemech restantes le dieron la espalda y empezaron a dirigirse
hacia Turkwila. En el límite de la ciudad, hicieron una pausa para
mirar atrás y observar su humillante fin.
Al principio se
preocupó por el trío de soldados blindados Cavalier, pensando en
que debían haberse quedado atrás para sacarla de la cabina y
tomarla como prisionera de guerra. Después los vio manteniendo
una respetuosa distancia al tiempo que no hicieron movimiento
alguno para interferir cuando dos mech lealistas y un
explorador Centipede se detuvieron a su lado.
McDonald salió por sí misma de la cabina del King Crab y bajó
al suelo.
Dolorosamente
consciente de cada humillante paso, hizo acopio de todo lo que
quedaba de su dignidad y ando tranquilamente hacia el vehículo
explorador. Cualquiera de los mechwarriors aliados podría
haber terminado con ella fácilmente, pero la dejaron viva,
solamente para vivir con su error.
Si esa era una
forma de intimidarla, ella no lo iba a permitir. El destino la
había tentado con la posibilidad de una heroica victoria en
Tikonov, después se la quito justo cuando la tenia en las manos.
Eso no quitaba merito a lo que había logrado en su primer mando en
solitario. Su fuerza especial había despuntado la internada de
Víctor Davion en la Federación de Soles, y casi había asegurado
Tikonov para la Arcontesa.
Y lo que era mas
importante, McDonald entendía ahora mas que nunca que era lo que se
necesitaba para obtener una victoria final, lo cual haría de
ella una mucho mejor comandante.
Haciendo una
pausa con un pie puesto en el guardabarros del Centipede, lanzó una
ultima mirada a Turkwila. Dejarla viva para luchar otro día
podría convertirse en el mayor error que las fuerzas de Víctor
jamás hubiesen cometido. Ella aprendía de sus errores. Encontraría
a Víctor, dondequiera que hubiese ido, y se lo demostraría
personalmente. Le daría caza. Le llevaría ante la
Justicia.
De una forma u otra, Linda McDonald vería esta guerra civil hasta el fin.