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Puesto avanzado
23
Rockland
Tikonov
Marca Capalense, Federación
de Soles
3 de Febrero del
3065
Francesca Jenkins
supo a los dos minutos de poner pie en Tikonov que algo iba mal,
como temió cuando Curaitis escucho por primera vez las
noticias acerca de Omi Kurita.
No era solo el
severo castigo sufrido a manos de los cazas aerospaciales lealistas
durante el transito de su Nave de Descenso desde el punto de salto.
Eso era parte del trabajo, y aquellos minutos con el corazón en un
puño estaban casi olvidados cuando vio a Jerrard Cranston detenerse
en un coche terrestre al pie de la rampa de salida de la nave. Ella
descendió la rampa y subió dentro, encantada de cambiar la
humedad inicial del día por el aire
acondicionado.
Francesca había
sido entrenada por dos agencias de inteligencia distintas para
llegar a ser una excelente observadora, y pudo leer mucho en el
semblante de Cranston. Él no solicitó un resumen preliminar,
ni siquiera intentó entablar conversación mientras conducía
hacia el pequeño puesto militar de la ciudad de Rockland. Ella
no podía evitar pensar que los hombres eran todos iguales. Cuando
las circunstancias se ponen difíciles, la sociabilidad era lo
primero que quedaba en la cuneta. Su lugar era ocupado por
el silencio, y su agobiante y opresivo peso.
Ella espero,
juzgando la seriedad de la situación por la tardanza de Cranston en
hablar. No fue hasta que empezaron a andar hasta el centro de mando
cuando él finalmente rompió el incomodo silencio y le dio una
breve reseña acerca de cómo Víctor había sabido del asesinato de
Omi y de cómo ‘no estaba llevándolo bien’.
Cuando finalmente
vio al Príncipe, se dio cuenta de que eso era un eufemismo. A su
alrededor se encontraban oficiales y ayudantes ocupados, lo
que le recordó a una colmena danzando
protectoramente alrededor de su reina. Las paredes del puesto
de mando estaban cubiertas de mapas que mostraban las líneas
de movimiento, los nombres de las unidades y las fuerzas enclavadas
en sus posiciones mediante notas adhesivas coloreadas, o
cuando era posible, mediante imanes.
Víctor parecía
estar dirigiendo tres batallas al mismo tiempo, o al menos
monitorizándolas, siempre moviéndose de un lado a otro de la
gran sala de planificación.
Pero a pesar de
la apariencia de energía y control, ella pudo ver los signos de
agotamiento extremo en su paso lento y en la forma en que se
sostenía a sí mismo apoyando los brazos en cualquier
superficie disponible, ya fuera una mesa, un escritorio, una
pared o un terminal de computadora. Raramente permanecía
erguido excepto para el necesario movimiento de una localización a
otra, e incluso entonces, desplazaba una mano hacia el apoyo
mas cercano. Cuando alguien le preguntaba algo, Víctor
necesitaba un momento para organizar sus pensamientos. Un
ayudante le seguía con un tazón humeante, o al menos lo
parecía, y aprovechaba cualquier oportunidad para ponérselo en las
manos. La mayor parte de las veces, Víctor se lo devolvía sin
probarlo.
Francesca estaba
tan concentrada observándole que le llevo un momento localizar el
foco secundario de la habitación, el cual se salía de la
habitual cadena de mando personal de Víctor. Lo leyó en el
ocasional ayudante que era llamado para informar a un hombre
algo distanciado de la estela Víctor, y en los oficiales que
le hacían gestos respetuosos cuando pasaba a su lado. Aunque nunca
se había encontrado con él, Francesca reconoció fácilmente al
Duque Morgan Kell gracias al tiempo pasado en el Cordón
de Defensa de Arc Royal.
Solo un segundo
de respiro en el constante ajetreo de la sala desvió la atención de
Francesca de nuevo hacia Víctor, quien había hecho una pausa
entre los mapas y hora la estaba viendo observar a
Morgan Kell. El no supo reconocerla, pero pareció saber que no
pertenecía a la plantilla de la sala. Entonces su memoria se
abrió.
– Agente Jenkins,
– dijo, y después hizo un gesto hacia Cranston. – Jerry me dijo que
llegaría hoy–. Dejo de lado lo que estaba haciendo. Tan pronto como
pudo, ella vio que la actividad en la habitación proseguía
igualmente sobre ruedas sin él.
– Ha elegido un
día muy ocupado para visitarnos, – dijo. – Las fuerzas de Katherine
nos están presionando fuertemente. No tengo mucho tiempo
–.
De cerca,
Francesca pudo ver los oscuros círculos alrededor de sus ojos y el
blanco de sus ojos que casi parecía rosa. También se dio
cuenta de que tenia un disco circular de cobre en una mano, el cual
frotaba y giraba casi de manera obsesiva.
– Esto puede
esperar hasta mañana, Alteza –.
Curaitis le había
advertido que podía pasar esto. Víctor apenas había dormido después
de la muerte de su madre, viviendo en un circulo de actividad
constante, la mayor parte de ella centrada en una obsesión por
encontrar al asesino. A su debido tiempo le atraparon, e incluso se
las arreglaron para usarlo contra uno de sus patronos antes de que
lograra escapar de su custodia. El mismo asesino había preparado la
muerte de Omi Kurita, sin duda contratado por una vengativa
Katherine, y Curaitis había predicho el resultado.
Por encima de
todo, Víctor debería enfrentarse con el hecho de que en una ocasión
había tenido al asesino en sus manos, que podría haberle impedido
asesinar de nuevo, y que después le había perdido.
– Dudo que mañana
sea mejor, – dijo. – Hemos recibido noticias de que el 1º de
Guardias Liranos se han retrasado de nuevo, y las Industrias
Harcourt se están convirtiendo en un desastre –. Su voz se rompió
un poco por culpa del desgaste. Tomo el tazón de manos de su
ayudante, bebiendo solo lo suficiente para aliviarse la
garganta.
– Alteza, ¿Cuándo
dormisteis por ultima vez? – no pudo evitar preguntar
Francesca.
El tomo un
segundo sorbo de lo que olía a sopa de ternera. – No hay tiempo, –
dijo vagamente, poniendo el tazón sobre la mesa. – Debemos
prepararnos para la llegada de los Espectros. Y al menos hay una
Nave de Guerra que no podemos asegurar que esté todavía
rondando por algún lado del sistema. ¿Supongo que no la habrán
detectado durante su transito? –. Espero a que Francesca negara con
la cabeza. – Eso pensaba, pero nunca se sabe. Así que, después
de todo, ¿Qué puede decirme? –.
– Hemos estado
trabajando los nervios de Katherine durante mas de un año ya,
Alteza. Curaitis lo comprobó con sus contactos en Nueva
Avalon, y parece que ella se ha mostrado mas furiosa
que amenazada por la resurrección de Reg Starling. Salvo que
autorizó una gran operación encubierta contra el marchante de
arte de Starling unos pocos meses atrás, lo cual interpretamos como
un signo de su agitación creciente. Por ello estamos iniciando
la Fase Tres –.
Francesca hizo
una pausa cuando Víctor agitó su cabeza una única vez,
violentamente, intentando seguramente evitar el sopor asociado
a la privación de sueño.
– Curaitis ha
partido hacia Nueva Avalon. Yo me reuniré con él allí para nuestro
envite final –.
El Príncipe
pareció animarse, – ¿Entonces tienen la evidencia? –.
– Podemos probar
que ha intentado suprimir el trabajo de Starling, con un atentado
letal en al menos un caso. Ahora lo que necesitamos es
establecer mas lazos personales entre ella y la vieja identidad
de Starling, Sven Newmark. Una vez que lo hayamos logrado,
podremos probar obstrucción a la Justicia.
Necesitamos
validar los archivos originales de Sven, los cuales la implican a
ella en el complot .... – Se detuvo lentamente maldiciéndose a sí
misma por estar a punto de cometer un desliz con el asunto
del asesinato de Melissa Davion. – en el complot de Ryan
Steiner. La cadena está casi completa, Alteza –.
El nivel de
energía de Víctor se había elevado, y cambio el peso de un pie a
otro incomodo en un obvio deseo de volver a sus interrumpidas
actividades. O quizá la mención de la muerte de su madre lo
había puesto nervioso. – Muy bien, Francesca. Y por favor,
transmita mi agradecimiento al agente Curaitis igualmente
–.
Él dejó de
manosear el objeto que estaba en sus manos el tiempo suficiente
para que Francesca viera que se trataba de una tsuba, la guarda de una
espada, diseñada para deslizarse sobre la hoja de una katana. El
círculo de latón estaba adornado con la figura de un dragón,
enroscado hasta morder su propia cola.
Víctor lanzó una
mirada por encima de sus hombros, como si se estuviera perdiendo
algo, y después dijo, – Dejare los detalles completos de sus
planes a Jerry –.
Ella esperó a que
saliera del alcance del oído y entonces se giro hacia Morgan Kell,
quien había avanzado para reunirse con ella y con Cranston. – ¿Qué
está tomando? – pregunto tranquilamente.
– Infusiones, –
dijo Kell. – Suplementos vitamínicos y cuatro horas de sueño
agotador, si tiene suerte.
Víctor esta
sosteniéndose a sí mismo justamente manteniéndose ocupado, Señorita
Jenkins. Es suficiente para dar alguna orientación y mantener
las tropas ocupadas, pero se está atascando con el papeleo
diario.
Lanzó una mirada
hacia Jerrard Cranston, quien también daba la impresión de pensar
lo mismo. – Y usted puede decirle al agente Curaitis que va a
ir a peor antes de que mejore –. Cranston negó con la cabeza.
– Hemos visto a Víctor pasar cosas peores. Puede superarlo, él
puede hacerlo–.
– Es distinto
esta vez, Jerry, – dijo Kell. – Víctor es fuerte. Uno de los
hombres mas fuertes que yo haya visto nunca. Pero hay algunas
verdades que incluso él es incapaz de combatir–. Miro a de
Francesca a Cranston. – No importa lo que haga, no puede ganar
esa batalla –.
– ¿Y Tikonov?–
preguntó ella. Curaitis y ella necesitarían alguna idea de cuando
Víctor podría avanzar hacia Nueva Avalon. – ¿Qué pasa con
Tikonov? –.
– Depende de si
el 10º de Guardias Liranos consigue encontrar la forma de llegar
aquí a tiempo, o de si podemos mantener Industrias Harcourt o
quizás alguna otra instalación de producción para
lograr establecer un nuevo centro logístico aquí. Y depende de
si podemos convencer al 11º de Guardias Arcturianos de que
hagan las maletas y regresen a la Alianza. – El agito la cabeza. –
Demasiadas cosas pueden ir mal, y he de admitir que a todos
nos falla la inspiración últimamente –.
Morgan se acerco
un paso mas y bajo la voz. – Pase lo que pase, agente Jenkins, es
absolutamente necesario que llegue a Nueva Avalon tan pronto
como sea posible después de nuestra reunión. Vamos a necesitar
cualquier evidencia contra Katherine que eventualmente pueda
reunir. Si las cosas no cambian pronto, puede ser todo lo que
tengamos para detener a Katherine –.
...............................
El humo gris
procedente de la madera ardiendo se elevaba desde el Este,
desplazándose en columnas y disipándose en blancas nubes a lo
largo del valle de Tukwila, imponiéndose apenas al humo acre de
la cordita quemada procedente de las andanadas de artillería
que sobrevolaba el campo de batalla. El fuego de artillería
enemiga continuaba aporreando la tierra de nadie que separaba a los
lealistas de la General en funciones Linda McDonald de las fuerzas
aliadas, forzándola a permanecer en su lado mientras
los Lanceros de Crucis y los ComGuardias trataban
desesperadamente de ganar tiempo para contraatacar.
El enemigo no
había cedido la ciudad de Tukwila fácilmente, y con ella, el
control de las instalaciones de producción Harcourt, y querían
recuperarla. Ambos bandos sabían de su valor en la batalla de
Tikonov.
Las fuerzas de
infantería de McDonald la controlaban ahora, y por el momento no
había ninguna otra cosa a lo que estuviera mas dedicada que a
continuar negándole a Víctor las instalaciones de
producción de blindaje.
Y ese cambio en
sus prioridades era solo una de entre toda una multitud de nuevas
dificultades. Mientras daba la vuelta, McDonald se preocupó
mucho menos acerca de su ascenso a General en funciones de
lo que nunca habría imaginado. Era para lo que la Teniente
General Maria Esteban la había preparado, pero también la
alejaba mas de su papel como mechearrior. Con los cinturones
puestos, sentada en el asiento secundario de
su King
Crab, a merced del Coronel Vance Evans, quien todavía estaba
acostumbrándose a los controles de la maquina de cien toneladas, la
principal preocupación de McDonald tenia que ver mas con la
estrategia a gran escala. Cuando los mísiles llovieron duramente
sobre la ancha espalda del King, cuando Evans fallo al girar para
llevar el cañón automático de doce centímetros contra el vehículo
de apoyo Goblin que les estaba flanqueando,
todo lo que ella pudo hacer fue apretar los dientes y agarrar los
brazos de su sillón como si estuviese ella misma pilotando el
mech.
Algunos
oficiales, sabia, podían guardar toda una batalla en sus cabezas
mientras también entraban en combate con sus mech. Víctor
Davion era uno de ellos, según todos los informes. Al igual que
el comandante de la 244º División de los ComGuaridas, quien la
había acechado al otro lado de su posición durante todo el día
en su Crockett. El Capiscol Irelon y Rudolf
Shakov, su oficial de mando superviviente, montado en
un Exterminator, le habían costado ya dos
veces el tonelaje de sus mechs en bajas. El problema no era solo
que ella no pudiera participar completamente en el combate, sino
que el 11º de Guardias Arcturianos nunca había funcionado bien
en enfrentamientos a gran escala. Las maniobras a nivel de
regimiento atrofiaban sus habilidades mas que apoyarlas,
empujándoles a confiar totalmente en la fuerza de su número y
en una batalla de atracción a base de fuerza bruta. No era
la situación ideal, y no era una de la que ella esperara un
rápido desenlace.
Maria Esteban
contaba con ella al dejar a McDonald al mando en Tikonov mientras
ella regresaba al espacio lirano con una de sus dos Naves de
Guerra para reunir mayores fuerzas contra Víctor Davion.
El plan era que Esteban diera portazo a la puerta trasera,
mientras McDonald quemaba la casa encima
de Víctor.
– Los Lanceros
están doblándonos de nuevo, – advirtió el Teniente Friedrickson,
uno de sus nuevos comandantes de lanza. Su transmisión se
fragmentó en pocas palabras debido al crujido de
estática conforme las descargas de CPP interferían con las
comunicaciones. – Retrocediendo en busca de refuerzos
–.
Aquel hombre era
demasiado cauto. Leyendo su monitor táctico, McDonald sabia que el
flanco izquierdo no estaba en verdadero peligro a causa de los
Lanceros de Crucis. Era una sonda, no una ofensiva
real.
– Olvide eso
Teniente, – dijo en seco. – Presione hacia delante y concentre el
fuego–. Ella leyó los códigos de asignación que acompañaban a
los iconos de los Lanceros. – Derribe a ese Penetrator o no
espere volver a la base –.
En la pantalla,
observó como los Lanceros se desviaban mas hacia el Oeste,
cambiando de una formación escalonada orientada a la derecha a
una de flanqueo por la derecha. La fuerza principal de los
Lanceros podría dañarle si les dejaba moverse hacia sus
flancos. Friedrickson estaba en el lugar equivocado,
su oficial mas débil en la posición mas crítica, pero no podía
moverle ahora y ella podría compensarlo.
– Hauptmann
Sergei, – ordenó, – tome el mando del flanco izquierdo y avance
para apoyar la presión –.
Observar la
batalla desde el nivel estratégico no era sustituto para la letal
realidad de la lucha en ella, pero tenia sus ventajas. La sonda de
los Lanceros se convirtió en una diversión que permitió a la
244º reorganizarse en una formación en forma de punta de
flecha, moviendo los blindados al frente y respaldándolos con
su pequeño destacamento de battlemech e infantería blindada.
Llegarían pronto, haciendo añicos su línea, intentando separar
sus fuerzas de manera que los Lanceros pudieran arrollar todo
su flanco.
McDonald envió
dos escuadrones de helicópteros ocultos contra los Hombres del
Príncipe, hostigando su posición y despuntándola cuando un par
de cañoneras Yellow Jacket destriparon
un Demolisher. El fuego surgió del
agujero donde antes había estado la torre del tanque, expulsando un
humo grasiento al ya nebuloso cielo. Ella ordenó a su flanco
derecho avanzar y enrollarse, pero ellos tuvieron problemas
para mantener una línea sólida y se agruparon en unidades del
tamaño de una compañía, con sus mechwarrior sobrepasando
habitualmente al mas lento apoyo blindado. Aun así, estaban
aprendiendo. Al igual que ella. Quizás ella debería intentar
tomar los mandos de la cabina la próxima vez.
Aquel pensamiento
le hizo compañía hasta que todo el mundo se puso del revés y sus
meticulosos planes se vinieron abajo en una mezcolanza de
pensamientos de pánico.
Fuese lo que
fuese lo que había pasado, había sido rápido. En un momento su
línea se estaba manteniendo, e incluso presionando hacia
delante para empujar a las fuerzas aliadas mas allá de
Tukwila.
Al siguiente sus
auriculares estaban inundados con comunicaciones solapadas y
el King
Crab había caído al suelo.
El coronel Evans
estaba tratando de llevar de nuevo el mech a una posición en pie
sacudiéndose por delante. El vértigo hizo presa de McDonald
durante un momento mientras su sentido de equilibrio
trataba de seguir los intentos del de Evans de equilibrar la
bestia blindada.
– Evans ¿Qué
demonios ha sido eso? – Agito su cabeza para aclararse, haciendo
una mueca de dolor cuando un espasmo recorrió su cuello. Ella
recordaba un violento temblor en el lado izquierdo de su sillón de
mando, y la vertiginosa sensación de caer. Ella advirtió lo que
había pasado incluso antes de que Evans respondiera.
– Hemos sufrido
un impacto lateral de un misil Arrow IV. Ah,... es una pesadilla
ahí fuera, mi General –.
Algo que ella
podía ver por sí misma. El caos visible a través del escudo de
ferrroglass dejaba pocas dudas de que la 244º había cargado
por donde ella había sospechado, aunque no directamente hacia
su centro. Comprobó la pantalla táctica, viendo que el
batallón de blindados de la ComGuardia había penetrado a
través de su flanco derecho y abierto un agujero en sus líneas de
retaguardia. McDonald se mordió el labio inferior mientras
trabajaba para desenmarañar mentalmente las
desordenadas comunicaciones mientras sus oficiales trataban de
retirarse como un regimiento organizado.
Al infierno con
ello, decidió. Si los Hombres del Príncipe querían dividir su
regimiento, ella les ayudaría.
– Reservas,
sellen la brecha, – ordenó, reclamando a los elementos de las dos
unidades de milicia unidas todavía a sus guardias Arcturianos.
– Retírense hasta la línea secundaria y refuercen ambos
flancos.
Hauptmann Sergei,
dirigirá el flanco izquierdo hacia adelante. Ahora, por compañías,
carguen contra os Lanceros y manténganles atrás. Presionen
durante dos minutos, después retírense hacia Turwila–. Eso
le costaría algunas pocas maquinas, dividiendo a su mando en
partes, pero ella sabia la clase de daño y confusión que su
equipo podía infligir si se liberaba de ataduras
artificiales.
Batallón Striker,
– continuo, – rompan y cacen a eso blindados. Ignoren a los mech de
la 244º tanto como puedan. Si siguen lanzando sus blindados de
la misma forma puede encontrar la solución a sus
problemas.
Quiero que sepan
cual será el precio –.
Evans había
puesto de nuevo al King Crab de pie, cargando hacia
delante al frente de otra compañía para encontrarse con los
battlemech de los Hombres del Príncipe que venían de frente. – ¿Y
nosotros, mi General? –.
Ella no se
preocupó con las comunicaciones, seleccionando silenciar su
micrófono y gritando simplemente entre los dos asientos
del King
Crab. – Si debo cambiar lo que estés haciendo Vance, serás el
primero en saberlo –.
En el momento
oportuno, ordenó que sus blindados de apoyo avanzaran, sobrepasando
al lento King
Crab y llevando la inquietud a la línea de los
ComGuardias antes de que el cañón automático de clase
asalto pudiera llegar a distancia de tiro. Eso inmovilizó a la
244º en su posición, aunque a un precio, como se vio cuando un
Elemental saltó desde su escondrijo para montarse a la espalda de
un aerotanque arcturiano Pegasus.
McDonald había
confundido el nebuloso azul grisáceo color del infante blindado con
un simple canto rodado durante un momento. Ahora le recordaba
a una garrapata, arrastrándose lentamente por encima de la
piel blindada de su aerotanque, buscando sangre. Y encontrándola,
cuando el Elemental arrancó la puerta de una escotilla con su
garra y disparo su láser dentro de la cabina de la tripulación.
Después el Elemental salto lejos, desapareciendo detrás de las
piernas de unExcalibur de los ComGuardias
mientras el Pegasus se desviaba a un lado de su
camino. El aerotanque empezó a dar vueltas, atravesando la línea de
los ComGuardias convertido en una bola de suciedad y blindaje
desprendiéndose.
Inspirada por esa
acción, una lanza del 6º de Lanceros de Crucis pensó que podían ser
igualmente audaces, mordiendo los tobillos desde detrás de los
blindados en un intento de auxiliar a los
hostigados ComGuaridas. Esperaron demasiado. Al límite del
alcance del King Crab, Evans no se inmutó con
la tormenta de fuego y proyectiles de uranio reducido con que
machacó el flanco izquierdo de lo que parecía un recién salido
de la fabrica Templar de la Federación de Soles.
El omnimech perdió blindaje en una lluvia de astillas y chispas que
cubrieron el terreno de trozos afilados de acero y dejando su
lateral carente de protección. McDonald apretó el pulgar contra su
mano, como si pensara que eso podría disparar el láser
del King
Crab. Evans estaba en ello, pensó, ensartando la lanza de rubí
en el costado del Templar, buscando encontrar la
protección del motor.
El láser no
acertó en el motor, y el refrigerante verde grisáceo salió
despedido de un radiador roto como si este fuera una pústula.
Mientras tanto, el Templarno solo se había mantenido en
pie, sino que había reclamado un aerotanque
pesado Fulcrum. Sus cañones automáticos
rotatorios masticaron el faldón del aerotanque, deshaciendo su
colchón de aire y dejando caer las palas del ventilador contra la
tierra. El Fulcrum se elevó una vez mas con
sus palas de alta velocidad agotando toda su velocidad cinética en
un único, violento, instante. Después el tanque cayo sobre su
costado antes de dar una vuelta de campana sobre sí
mismo.
Herido y
desesperado, el Templar intentó escapar sobre sus
propulsores de plasma, elevándose en el aire y dejando a sus
camaradas atrás. Con su distanciada perspectiva de la batalla,
McDonald podría haberle dejado marchar, para concentrarse
mejor en las amenazas mas cercanas. Evans no tuvo en
consideración tal pensamiento. Corriendo hacia el grueso de la
batalla, le alcanzó de nuevo con su par de cañones automáticos
de asalto. Esta vez uno de ellos fue directo hacia el costado
del Templar, arrancando de cuajo todo el
lado izquierdo de la cavidad del pecho mientras la maquina estaba
todavía en el aire. No tuvo nada mas que hacer, salvo caer sin
gracia de nuevo a tierra, aplastando un brazo bajo su peso y
quedando apilado en un montón de metal, miómero y
mechwarrior.
La batalla se
había convertido en un cara a cara sin orden ni sentido. Linda
McDonald la observo desarrollarse en su pantalla táctica,
contando las maquinas destruidas y las vidas perdidas.
Intercambio dos battlemech averiados o destruidos por cada uno
de los del enemigo, compensándolo ligeramente con los
blindados de los ComGuardias. En la mayor parte de los
enfrentamientos cara a cara, el oponente mas grande tenia la
ventaja, y esos eran sus Guardias Arcturianos. Además estaba el
hecho de que su gente luchaba con mayor eficacia cuanto mas
reducido era su tamaño. Era una sangrienta forma de verlo,
pero la ayudaba a darse cuenta de que aunque los comandantes
enemigos estuvieran dispuestos a pagar la factura del
carnicero, no podrían ganar.
Un hecho del que
se dieron cuenta en el siguiente segundo, cuando la fuerza de
blindados de los ComGuardias finalmente rompió el contacto.
Sus vehículos se dispersaron por caminos al azar,
los aerodeslizadores escaparon primero y mas rápido mientras
los vehículos de orugas les siguieron en una retirada mas
cautelosa. Unas pocas compañías se lanzaron a la carrera hacia
Turkwila, pensando en sobrepasar a las fracturadas fuerzas de
Linda McDonald. Fueron rechazados y enviados de vuelta por
la reserva de la milicia que ella había dejado en aquel
lugar.
–¡ Los Lanceros
de Crucis se retiran, mi General! – gritó el Teniente Friedrickson,
con su grito dando paso al puro júbilo. – Tumbamos
al Penetrator y a unJagerMech –.
Otras llamadas
repitieron el informe del teniente conforme las fuerzas aliadas se
retiraban de forma desordenada de Turkwila. Añadida a la lista
de bajas estaba el Crockett del Capiscol Irelon,
aunque aparentemente él había saltado limpiamente y había sido
recogido por un Extermiantor a gran velocidad que
saltó en el aire para cogerle por el paracaídas cuando descendía
lentamente.
– ¿Les
perseguimos? – preguntó el Coronel Evans, anticipándose a ella y
haciendo avanzar al King.
Bajo
circunstancias ordinarias McDonald podría haberse mostrado de
acuerdo, pero los objetivos de su misión superaron a su
instinto guerrero.
– No, – dijo, era
la orden mas difícil que había tenido que dar desde que aterrizaron
en Tikonov, y que parecía desmerecer su victoria. De
momento.
– No les
perseguiremos. Nuestro trabajo aquí era negar a las fuerzas aliadas
cualquier recurso de las Industrias Harcourt. Si vamos tras
ellos, los objetivos pueden verse comprometidos –.
Esa era la clase
de ordenes que había visto dar a Maria Esteban en multitud de
ocasiones. Escuchar palabras similares saliendo de su propia
boca le proporcionó a McDonald una mezcla de orgullo
y frustración. Ella aguantó algunas quejas, pero corto las
comunicaciones después de unos pocos segundos.
– Volvamos a
Turwila, – ordenó, – Y llame a los equipos de salvamento. Vamos a
ver que podemos sacar en limpio de todo esto–. Después verían
cuan dispuesto estaba Víctor a proteger Tikonov.
La única
verdadera preocupación de McDonald era la Nave de
Guerra Melissa Davion, la cual
Víctor todavía podía reclamar desde el punto de salto nadir.
Quizás era el momento de llamar a las corvetas
de clase Fox que había escondido en el
sistema. La General Esteban había dudado que Víctor usase
su crucero para obtener apoyo orbital. Era su única vía de
escape del planeta, si alguna vez escogía
escapar.
Aunque quizás no
lo haría, pensaba McDonald. El Príncipe renegado podría haber
decidido hacer en Tikonov su ultima defensa.
Y si ese era el caso, Linda McDonald estaría allí para doblegarle.