–– 25 –– 

Puesto avanzado 23
Rockland Tikonov
Marca Capalense, Federación de Soles

3 de Febrero del 3065

Francesca Jenkins supo a los dos minutos de poner pie en Tikonov que algo iba mal, como temió cuando Curaitis escucho por primera vez las noticias acerca de Omi Kurita.
No era solo el severo castigo sufrido a manos de los cazas aerospaciales lealistas durante el transito de su Nave de Descenso desde el punto de salto. Eso era parte del trabajo, y aquellos minutos con el corazón en un puño estaban casi olvidados cuando vio a Jerrard Cranston detenerse en un coche terrestre al pie de la rampa de salida de la nave. Ella descendió la rampa y subió dentro, encantada de cambiar la humedad inicial del día por el aire acondicionado.

 

Francesca había sido entrenada por dos agencias de inteligencia distintas para llegar a ser una excelente observadora, y pudo leer mucho en el semblante de Cranston. Él no solicitó un resumen preliminar, ni siquiera intentó entablar conversación mientras conducía hacia el pequeño puesto militar de la ciudad de Rockland. Ella no podía evitar pensar que los hombres eran todos iguales. Cuando las circunstancias se ponen difíciles, la sociabilidad era lo primero que quedaba en la cuneta. Su lugar era ocupado por el silencio, y su agobiante y opresivo peso.

 

Ella espero, juzgando la seriedad de la situación por la tardanza de Cranston en hablar. No fue hasta que empezaron a andar hasta el centro de mando cuando él finalmente rompió el incomodo silencio y le dio una breve reseña acerca de cómo Víctor había sabido del asesinato de Omi y de cómo ‘no estaba llevándolo bien’.

 

Cuando finalmente vio al Príncipe, se dio cuenta de que eso era un eufemismo. A su alrededor se encontraban oficiales y ayudantes ocupados, lo que le recordó a una colmena danzando protectoramente alrededor de su reina. Las paredes del puesto de mando estaban cubiertas de mapas que mostraban las líneas de movimiento, los nombres de las unidades y las fuerzas enclavadas en sus posiciones mediante notas adhesivas coloreadas, o cuando era posible, mediante imanes.
Víctor parecía estar dirigiendo tres batallas al mismo tiempo, o al menos monitorizándolas, siempre moviéndose de un lado a otro de la gran sala de planificación.
Pero a pesar de la apariencia de energía y control, ella pudo ver los signos de agotamiento extremo en su paso lento y en la forma en que se sostenía a sí mismo apoyando los brazos en cualquier superficie disponible, ya fuera una mesa, un escritorio, una pared o un terminal de computadora. Raramente permanecía erguido excepto para el necesario movimiento de una localización a otra, e incluso entonces, desplazaba una mano hacia el apoyo mas cercano. Cuando alguien le preguntaba algo, Víctor necesitaba un momento para organizar sus pensamientos. Un ayudante le seguía con un tazón humeante, o al menos lo parecía, y aprovechaba cualquier oportunidad para ponérselo en las manos. La mayor parte de las veces, Víctor se lo devolvía sin probarlo.

 

Francesca estaba tan concentrada observándole que le llevo un momento localizar el foco secundario de la habitación, el cual se salía de la habitual cadena de mando personal de Víctor. Lo leyó en el ocasional ayudante que era llamado para informar a un hombre algo distanciado de la estela Víctor, y en los oficiales que le hacían gestos respetuosos cuando pasaba a su lado. Aunque nunca se había encontrado con él, Francesca reconoció fácilmente al Duque Morgan Kell gracias al tiempo pasado en el Cordón de Defensa de Arc Royal.

 

Solo un segundo de respiro en el constante ajetreo de la sala desvió la atención de Francesca de nuevo hacia Víctor, quien había hecho una pausa entre los mapas y hora la estaba viendo observar a Morgan Kell. El no supo reconocerla, pero pareció saber que no pertenecía a la plantilla de la sala. Entonces su memoria se abrió.

 

– Agente Jenkins, – dijo, y después hizo un gesto hacia Cranston. – Jerry me dijo que llegaría hoy–. Dejo de lado lo que estaba haciendo. Tan pronto como pudo, ella vio que la actividad en la habitación proseguía igualmente sobre ruedas sin él. 
– Ha elegido un día muy ocupado para visitarnos, – dijo. – Las fuerzas de Katherine nos están presionando fuertemente. No tengo mucho tiempo –.

 

De cerca, Francesca pudo ver los oscuros círculos alrededor de sus ojos y el blanco de sus ojos que casi parecía rosa. También se dio cuenta de que tenia un disco circular de cobre en una mano, el cual frotaba y giraba casi de manera obsesiva.

 

– Esto puede esperar hasta mañana, Alteza –.

 

Curaitis le había advertido que podía pasar esto. Víctor apenas había dormido después de la muerte de su madre, viviendo en un circulo de actividad constante, la mayor parte de ella centrada en una obsesión por encontrar al asesino. A su debido tiempo le atraparon, e incluso se las arreglaron para usarlo contra uno de sus patronos antes de que lograra escapar de su custodia. El mismo asesino había preparado la muerte de Omi Kurita, sin duda contratado por una vengativa Katherine, y Curaitis había predicho el resultado.
Por encima de todo, Víctor debería enfrentarse con el hecho de que en una ocasión había tenido al asesino en sus manos, que podría haberle impedido asesinar de nuevo, y que después le había perdido.

 

– Dudo que mañana sea mejor, – dijo. – Hemos recibido noticias de que el 1º de Guardias Liranos se han retrasado de nuevo, y las Industrias Harcourt se están convirtiendo en un desastre –. Su voz se rompió un poco por culpa del desgaste. Tomo el tazón de manos de su ayudante, bebiendo solo lo suficiente para aliviarse la garganta. 
– Alteza, ¿Cuándo dormisteis por ultima vez? – no pudo evitar preguntar Francesca.

 

El tomo un segundo sorbo de lo que olía a sopa de ternera. – No hay tiempo, – dijo vagamente, poniendo el tazón sobre la mesa. – Debemos prepararnos para la llegada de los Espectros. Y al menos hay una Nave de Guerra que no podemos asegurar que esté todavía rondando por algún lado del sistema. ¿Supongo que no la habrán detectado durante su transito? –. Espero a que Francesca negara con la cabeza. – Eso pensaba, pero nunca se sabe. Así que, después de todo, ¿Qué puede decirme? –.

 

– Hemos estado trabajando los nervios de Katherine durante mas de un año ya, Alteza. Curaitis lo comprobó con sus contactos en Nueva Avalon, y parece que ella se ha mostrado mas furiosa que amenazada por la resurrección de Reg Starling. Salvo que autorizó una gran operación encubierta contra el marchante de arte de Starling unos pocos meses atrás, lo cual interpretamos como un signo de su agitación creciente. Por ello estamos iniciando la Fase Tres –.

 

Francesca hizo una pausa cuando Víctor agitó su cabeza una única vez, violentamente, intentando seguramente evitar el sopor asociado a la privación de sueño.

 

– Curaitis ha partido hacia Nueva Avalon. Yo me reuniré con él allí para nuestro envite final –.

 

El Príncipe pareció animarse, – ¿Entonces tienen la evidencia? –.

 

– Podemos probar que ha intentado suprimir el trabajo de Starling, con un atentado letal en al menos un caso. Ahora lo que necesitamos es establecer mas lazos personales entre ella y la vieja identidad de Starling, Sven Newmark. Una vez que lo hayamos logrado, podremos probar obstrucción a la Justicia. 
Necesitamos validar los archivos originales de Sven, los cuales la implican a ella en el complot .... – Se detuvo lentamente maldiciéndose a sí misma por estar a punto de cometer un desliz con el asunto del asesinato de Melissa Davion. – en el complot de Ryan Steiner. La cadena está casi completa, Alteza –.

 

El nivel de energía de Víctor se había elevado, y cambio el peso de un pie a otro incomodo en un obvio deseo de volver a sus interrumpidas actividades. O quizá la mención de la muerte de su madre lo había puesto nervioso. – Muy bien, Francesca. Y por favor, transmita mi agradecimiento al agente Curaitis igualmente –.

 

Él dejó de manosear el objeto que estaba en sus manos el tiempo suficiente para que Francesca viera que se trataba de una tsuba, la guarda de una espada, diseñada para deslizarse sobre la hoja de una katana. El círculo de latón estaba adornado con la figura de un dragón, enroscado hasta morder su propia cola. 
Víctor lanzó una mirada por encima de sus hombros, como si se estuviera perdiendo algo, y después dijo, – Dejare los detalles completos de sus planes a Jerry –.

 

Ella esperó a que saliera del alcance del oído y entonces se giro hacia Morgan Kell, quien había avanzado para reunirse con ella y con Cranston. – ¿Qué está tomando? – pregunto tranquilamente.
– Infusiones, – dijo Kell. – Suplementos vitamínicos y cuatro horas de sueño agotador, si tiene suerte.
Víctor esta sosteniéndose a sí mismo justamente manteniéndose ocupado, Señorita Jenkins. Es suficiente para dar alguna orientación y mantener las tropas ocupadas, pero se está atascando con el papeleo diario.
Lanzó una mirada hacia Jerrard Cranston, quien también daba la impresión de pensar lo mismo. – Y usted puede decirle al agente Curaitis que va a ir a peor antes de que mejore –. Cranston negó con la cabeza. – Hemos visto a Víctor pasar cosas peores. Puede superarlo, él puede hacerlo–.
– Es distinto esta vez, Jerry, – dijo Kell. – Víctor es fuerte. Uno de los hombres mas fuertes que yo haya visto nunca. Pero hay algunas verdades que incluso él es incapaz de combatir–. Miro a de Francesca a Cranston. – No importa lo que haga, no puede ganar esa batalla –.
– ¿Y Tikonov?– preguntó ella. Curaitis y ella necesitarían alguna idea de cuando Víctor podría avanzar hacia Nueva Avalon. – ¿Qué pasa con Tikonov? –.
– Depende de si el 10º de Guardias Liranos consigue encontrar la forma de llegar aquí a tiempo, o de si podemos mantener Industrias Harcourt o quizás alguna otra instalación de producción para lograr establecer un nuevo centro logístico aquí. Y depende de si podemos convencer al 11º de Guardias Arcturianos de que hagan las maletas y regresen a la Alianza. – El agito la cabeza. – Demasiadas cosas pueden ir mal, y he de admitir que a todos nos falla la inspiración últimamente –.

 

Morgan se acerco un paso mas y bajo la voz. – Pase lo que pase, agente Jenkins, es absolutamente necesario que llegue a Nueva Avalon tan pronto como sea posible después de nuestra reunión. Vamos a necesitar cualquier evidencia contra Katherine que eventualmente pueda reunir. Si las cosas no cambian pronto, puede ser todo lo que tengamos para detener a Katherine –.

 

...............................

 

El humo gris procedente de la madera ardiendo se elevaba desde el Este, desplazándose en columnas y disipándose en blancas nubes a lo largo del valle de Tukwila, imponiéndose apenas al humo acre de la cordita quemada procedente de las andanadas de artillería que sobrevolaba el campo de batalla. El fuego de artillería enemiga continuaba aporreando la tierra de nadie que separaba a los lealistas de la General en funciones Linda McDonald de las fuerzas aliadas, forzándola a permanecer en su lado mientras los Lanceros de Crucis y los ComGuardias trataban desesperadamente de ganar tiempo para contraatacar.

 

El enemigo no había cedido la ciudad de Tukwila fácilmente, y con ella, el control de las instalaciones de producción Harcourt, y querían recuperarla. Ambos bandos sabían de su valor en la batalla de Tikonov.
Las fuerzas de infantería de McDonald la controlaban ahora, y por el momento no había ninguna otra cosa a lo que estuviera mas dedicada que a continuar negándole a Víctor las instalaciones de producción de blindaje.
Y ese cambio en sus prioridades era solo una de entre toda una multitud de nuevas dificultades. Mientras daba la vuelta, McDonald se preocupó mucho menos acerca de su ascenso a General en funciones de lo que nunca habría imaginado. Era para lo que la Teniente General Maria Esteban la había preparado, pero también la alejaba mas de su papel como mechearrior. Con los cinturones puestos, sentada en el asiento secundario de su King Crab, a merced del Coronel Vance Evans, quien todavía estaba acostumbrándose a los controles de la maquina de cien toneladas, la principal preocupación de McDonald tenia que ver mas con la estrategia a gran escala. Cuando los mísiles llovieron duramente sobre la ancha espalda del King, cuando Evans fallo al girar para llevar el cañón automático de doce centímetros contra el vehículo de apoyo Goblin que les estaba flanqueando, todo lo que ella pudo hacer fue apretar los dientes y agarrar los brazos de su sillón como si estuviese ella misma pilotando el mech.

 

Algunos oficiales, sabia, podían guardar toda una batalla en sus cabezas mientras también entraban en combate con sus mech. Víctor Davion era uno de ellos, según todos los informes. Al igual que el comandante de la 244º División de los ComGuaridas, quien la había acechado al otro lado de su posición durante todo el día en su Crockett. El Capiscol Irelon y Rudolf Shakov, su oficial de mando superviviente, montado en un Exterminator, le habían costado ya dos veces el tonelaje de sus mechs en bajas. El problema no era solo que ella no pudiera participar completamente en el combate, sino que el 11º de Guardias Arcturianos nunca había funcionado bien en enfrentamientos a gran escala. Las maniobras a nivel de regimiento atrofiaban sus habilidades mas que apoyarlas, empujándoles a confiar totalmente en la fuerza de su número y en una batalla de atracción a base de fuerza bruta. No era la situación ideal, y no era una de la que ella esperara un rápido desenlace.

 

Maria Esteban contaba con ella al dejar a McDonald al mando en Tikonov mientras ella regresaba al espacio lirano con una de sus dos Naves de Guerra para reunir mayores fuerzas contra Víctor Davion. El plan era que Esteban diera portazo a la puerta trasera, mientras McDonald quemaba la casa encima de Víctor.

 

– Los Lanceros están doblándonos de nuevo, – advirtió el Teniente Friedrickson, uno de sus nuevos comandantes de lanza. Su transmisión se fragmentó en pocas palabras debido al crujido de estática conforme las descargas de CPP interferían con las comunicaciones. – Retrocediendo en busca de refuerzos –.

Aquel hombre era demasiado cauto. Leyendo su monitor táctico, McDonald sabia que el flanco izquierdo no estaba en verdadero peligro a causa de los Lanceros de Crucis. Era una sonda, no una ofensiva real.

 

– Olvide eso Teniente, – dijo en seco. – Presione hacia delante y concentre el fuego–. Ella leyó los códigos de asignación que acompañaban a los iconos de los Lanceros. – Derribe a ese Penetrator o no espere volver a la base –.

 

En la pantalla, observó como los Lanceros se desviaban mas hacia el Oeste, cambiando de una formación escalonada orientada a la derecha a una de flanqueo por la derecha. La fuerza principal de los Lanceros podría dañarle si les dejaba moverse hacia sus flancos. Friedrickson estaba en el lugar equivocado, su oficial mas débil en la posición mas crítica, pero no podía moverle ahora y ella podría compensarlo.

 

– Hauptmann Sergei, – ordenó, – tome el mando del flanco izquierdo y avance para apoyar la presión –.

 

Observar la batalla desde el nivel estratégico no era sustituto para la letal realidad de la lucha en ella, pero tenia sus ventajas. La sonda de los Lanceros se convirtió en una diversión que permitió a la 244º reorganizarse en una formación en forma de punta de flecha, moviendo los blindados al frente y respaldándolos con su pequeño destacamento de battlemech e infantería blindada. Llegarían pronto, haciendo añicos su línea, intentando separar sus fuerzas de manera que los Lanceros pudieran arrollar todo su flanco.

 

McDonald envió dos escuadrones de helicópteros ocultos contra los Hombres del Príncipe, hostigando su posición y despuntándola cuando un par de cañoneras Yellow Jacket destriparon un Demolisher. El fuego surgió del agujero donde antes había estado la torre del tanque, expulsando un humo grasiento al ya nebuloso cielo. Ella ordenó a su flanco derecho avanzar y enrollarse, pero ellos tuvieron problemas para mantener una línea sólida y se agruparon en unidades del tamaño de una compañía, con sus mechwarrior sobrepasando habitualmente al mas lento apoyo blindado. Aun así, estaban aprendiendo. Al igual que ella. Quizás ella debería intentar tomar los mandos de la cabina la próxima vez.

 

Aquel pensamiento le hizo compañía hasta que todo el mundo se puso del revés y sus meticulosos planes se vinieron abajo en una mezcolanza de pensamientos de pánico.
Fuese lo que fuese lo que había pasado, había sido rápido. En un momento su línea se estaba manteniendo, e incluso presionando hacia delante para empujar a las fuerzas aliadas mas allá de Tukwila. 
Al siguiente sus auriculares estaban inundados con comunicaciones solapadas y el King Crab había caído al suelo. 
El coronel Evans estaba tratando de llevar de nuevo el mech a una posición en pie sacudiéndose por delante. El vértigo hizo presa de McDonald durante un momento mientras su sentido de equilibrio trataba de seguir los intentos del de Evans de equilibrar la bestia blindada.

 

– Evans ¿Qué demonios ha sido eso? – Agito su cabeza para aclararse, haciendo una mueca de dolor cuando un espasmo recorrió su cuello. Ella recordaba un violento temblor en el lado izquierdo de su sillón de mando, y la vertiginosa sensación de caer. Ella advirtió lo que había pasado incluso antes de que Evans respondiera.
– Hemos sufrido un impacto lateral de un misil Arrow IV. Ah,... es una pesadilla ahí fuera, mi General –.

 

Algo que ella podía ver por sí misma. El caos visible a través del escudo de ferrroglass dejaba pocas dudas de que la 244º había cargado por donde ella había sospechado, aunque no directamente hacia su centro. Comprobó la pantalla táctica, viendo que el batallón de blindados de la ComGuardia había penetrado a través de su flanco derecho y abierto un agujero en sus líneas de retaguardia. McDonald se mordió el labio inferior mientras trabajaba para desenmarañar mentalmente las desordenadas comunicaciones mientras sus oficiales trataban de retirarse como un regimiento organizado.

 

Al infierno con ello, decidió. Si los Hombres del Príncipe querían dividir su regimiento, ella les ayudaría.

 

– Reservas, sellen la brecha, – ordenó, reclamando a los elementos de las dos unidades de milicia unidas todavía a sus guardias Arcturianos. – Retírense hasta la línea secundaria y refuercen ambos flancos. 

Hauptmann Sergei, dirigirá el flanco izquierdo hacia adelante. Ahora, por compañías, carguen contra os Lanceros y manténganles atrás. Presionen durante dos minutos, después retírense hacia Turwila–. Eso le costaría algunas pocas maquinas, dividiendo a su mando en partes, pero ella sabia la clase de daño y confusión que su equipo podía infligir si se liberaba de ataduras artificiales.

 

Batallón Striker, – continuo, – rompan y cacen a eso blindados. Ignoren a los mech de la 244º tanto como puedan. Si siguen lanzando sus blindados de la misma forma puede encontrar la solución a sus problemas.

Quiero que sepan cual será el precio –.

 

Evans había puesto de nuevo al King Crab de pie, cargando hacia delante al frente de otra compañía para encontrarse con los battlemech de los Hombres del Príncipe que venían de frente. – ¿Y nosotros, mi General? –.

 

Ella no se preocupó con las comunicaciones, seleccionando silenciar su micrófono y gritando simplemente entre los dos asientos del King Crab. – Si debo cambiar lo que estés haciendo Vance, serás el primero en saberlo –.

 

En el momento oportuno, ordenó que sus blindados de apoyo avanzaran, sobrepasando al lento King Crab y llevando la inquietud a la línea de los ComGuardias antes de que el cañón automático de clase asalto pudiera llegar a distancia de tiro. Eso inmovilizó a la 244º en su posición, aunque a un precio, como se vio cuando un Elemental saltó desde su escondrijo para montarse a la espalda de un aerotanque arcturiano Pegasus.

 

McDonald había confundido el nebuloso azul grisáceo color del infante blindado con un simple canto rodado durante un momento. Ahora le recordaba a una garrapata, arrastrándose lentamente por encima de la piel blindada de su aerotanque, buscando sangre. Y encontrándola, cuando el Elemental arrancó la puerta de una escotilla con su garra y disparo su láser dentro de la cabina de la tripulación. Después el Elemental salto lejos, desapareciendo detrás de las piernas de unExcalibur de los ComGuardias mientras el Pegasus se desviaba a un lado de su camino. El aerotanque empezó a dar vueltas, atravesando la línea de los ComGuardias convertido en una bola de suciedad y blindaje desprendiéndose.

 

Inspirada por esa acción, una lanza del 6º de Lanceros de Crucis pensó que podían ser igualmente audaces, mordiendo los tobillos desde detrás de los blindados en un intento de auxiliar a los hostigados ComGuaridas. Esperaron demasiado. Al límite del alcance del King Crab, Evans no se inmutó con la tormenta de fuego y proyectiles de uranio reducido con que machacó el flanco izquierdo de lo que parecía un recién salido de la fabrica Templar de la Federación de Soles. El omnimech perdió blindaje en una lluvia de astillas y chispas que cubrieron el terreno de trozos afilados de acero y dejando su lateral carente de protección. McDonald apretó el pulgar contra su mano, como si pensara que eso podría disparar el láser del King Crab. Evans estaba en ello, pensó, ensartando la lanza de rubí en el costado del Templar, buscando encontrar la protección del motor.

 

El láser no acertó en el motor, y el refrigerante verde grisáceo salió despedido de un radiador roto como si este fuera una pústula. Mientras tanto, el Templarno solo se había mantenido en pie, sino que había reclamado un aerotanque pesado Fulcrum. Sus cañones automáticos rotatorios masticaron el faldón del aerotanque, deshaciendo su colchón de aire y dejando caer las palas del ventilador contra la tierra. El Fulcrum se elevó una vez mas con sus palas de alta velocidad agotando toda su velocidad cinética en un único, violento, instante. Después el tanque cayo sobre su costado antes de dar una vuelta de campana sobre sí mismo.

 

Herido y desesperado, el Templar intentó escapar sobre sus propulsores de plasma, elevándose en el aire y dejando a sus camaradas atrás. Con su distanciada perspectiva de la batalla, McDonald podría haberle dejado marchar, para concentrarse mejor en las amenazas mas cercanas. Evans no tuvo en consideración tal pensamiento. Corriendo hacia el grueso de la batalla, le alcanzó de nuevo con su par de cañones automáticos de asalto. Esta vez uno de ellos fue directo hacia el costado del Templar, arrancando de cuajo todo el lado izquierdo de la cavidad del pecho mientras la maquina estaba todavía en el aire. No tuvo nada mas que hacer, salvo caer sin gracia de nuevo a tierra, aplastando un brazo bajo su peso y quedando apilado en un montón de metal, miómero y mechwarrior.

 

La batalla se había convertido en un cara a cara sin orden ni sentido. Linda McDonald la observo desarrollarse en su pantalla táctica, contando las maquinas destruidas y las vidas perdidas. Intercambio dos battlemech averiados o destruidos por cada uno de los del enemigo, compensándolo ligeramente con los blindados de los ComGuardias. En la mayor parte de los enfrentamientos cara a cara, el oponente mas grande tenia la ventaja, y esos eran sus Guardias Arcturianos. Además estaba el hecho de que su gente luchaba con mayor eficacia cuanto mas reducido era su tamaño. Era una sangrienta forma de verlo, pero la ayudaba a darse cuenta de que aunque los comandantes enemigos estuvieran dispuestos a pagar la factura del carnicero, no podrían ganar.

 

Un hecho del que se dieron cuenta en el siguiente segundo, cuando la fuerza de blindados de los ComGuardias finalmente rompió el contacto. Sus vehículos se dispersaron por caminos al azar, los aerodeslizadores escaparon primero y mas rápido mientras los vehículos de orugas les siguieron en una retirada mas cautelosa. Unas pocas compañías se lanzaron a la carrera hacia Turkwila, pensando en sobrepasar a las fracturadas fuerzas de Linda McDonald. Fueron rechazados y enviados de vuelta por la reserva de la milicia que ella había dejado en aquel lugar.

 

–¡ Los Lanceros de Crucis se retiran, mi General! – gritó el Teniente Friedrickson, con su grito dando paso al puro júbilo. – Tumbamos al Penetrator y a unJagerMech –.

 

Otras llamadas repitieron el informe del teniente conforme las fuerzas aliadas se retiraban de forma desordenada de Turkwila. Añadida a la lista de bajas estaba el Crockett del Capiscol Irelon, aunque aparentemente él había saltado limpiamente y había sido recogido por un Extermiantor a gran velocidad que saltó en el aire para cogerle por el paracaídas cuando descendía lentamente.

 

– ¿Les perseguimos? – preguntó el Coronel Evans, anticipándose a ella y haciendo avanzar al King.

 

Bajo circunstancias ordinarias McDonald podría haberse mostrado de acuerdo, pero los objetivos de su misión superaron a su instinto guerrero.

 

– No, – dijo, era la orden mas difícil que había tenido que dar desde que aterrizaron en Tikonov, y que parecía desmerecer su victoria. De momento. 
– No les perseguiremos. Nuestro trabajo aquí era negar a las fuerzas aliadas cualquier recurso de las Industrias Harcourt. Si vamos tras ellos, los objetivos pueden verse comprometidos –.

 

Esa era la clase de ordenes que había visto dar a Maria Esteban en multitud de ocasiones. Escuchar palabras similares saliendo de su propia boca le proporcionó a McDonald una mezcla de orgullo y frustración. Ella aguantó algunas quejas, pero corto las comunicaciones después de unos pocos segundos.

 

– Volvamos a Turwila, – ordenó, – Y llame a los equipos de salvamento. Vamos a ver que podemos sacar en limpio de todo esto–. Después verían cuan dispuesto estaba Víctor a proteger Tikonov.

 

La única verdadera preocupación de McDonald era la Nave de Guerra Melissa Davion, la cual Víctor todavía podía reclamar desde el punto de salto nadir. Quizás era el momento de llamar a las corvetas de clase Fox que había escondido en el sistema. La General Esteban había dudado que Víctor usase su crucero para obtener apoyo orbital. Era su única vía de escape del planeta, si alguna vez escogía escapar. 
Aunque quizás no lo haría, pensaba McDonald. El Príncipe renegado podría haber decidido hacer en Tikonov su ultima defensa.

        Y si ese era el caso, Linda McDonald estaría allí para doblegarle.