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Atholl, Halfway
Provincia de Bolan
Alianza Lirana

4 de Junio del 3064

Pintada en dorado y lavanda, con un papel de pared estampado con racimos y flores, la habitación de lujo de la Alegre Ramera no era menos llamativa que el resto del lugar. Una ennegrecida chimenea había quedado en desuso en favor de la calefacción central, y el opresivo aroma de las orquídeas había impregnado permanentemente las paredes, las alfombras de lujo y el edredón. Esta no era una de las ‘habitaciones de trabajo’ o de lo contrario Víctor no hubiera podido dormir en paz sin importar la seguridad del lugar.

 

Dormir en una cama de verdad, especialmente en una obra maestra labrada a mano de Timbuktu, era una experiencia extraña para él. Durante los últimos diecisiete meses, sus alojamientos para pernoctar se habían limitado casi exclusivamente a camarotes en Naves de Descenso, tiendas de campaña militares, una cama de hospital o a una silla detrás de cualquier mesa en cualquiera de las varias oficinas tomadas prestadas de un mundo a otro. Su ultimo sueño medio confortable había sido en Coventry, durante las dos semanas que permanecido como invitado del Duque Bradford mientras planeaba el asalto que nunca tendría lugar sobre Alarion. Antes de eso, Mogyorod, donde se levantaba cada mañana junto a Omi Kurita.
Sus sueños sobre Mogyorod se fundieron con la luz de la mañana, dejándole solo con vagos recuerdos de aquel tiempo lejano. Eventualmente, tuvo que enviar a Omi lejos, por su propia seguridad. Pero los deseos de llevar su relación a un nivel mas alto, de declararlo públicamente, siempre estaban presentes.

 

Víctor aparto las sabanas y se sentó sobre el borde de la enorme cama, sus pies casi no alcanzaban el suelo. Se agito su rubio pelo, sintiéndose de repente refrescado por esa seudo-sofisticada habitación, después se puso en pie y sin hacer ruido se metió en el baño contiguo para sus abluciones matinales.
Media hora mas tarde, se puso el uniforme que había llevado el día anterior, alisando las peores arrugas con la palma de la mano.
Toda una vida de imágenes colgaba de las paredes. La vida de la madame. Víctor trato de no mirar demasiado cerca, no fuese a ser que reconociera a alguien. Una mesilla alejada de la cama tenia un visofono sobre su superficie. Se sentó sobre una sorprendentemente cómoda silla de madera con respaldo recto y paso el tiempo comprobando los mensajes personales que siempre recogía durante sus viajes entre mundos.

 

Yvonne su hermana mas pequeña, había grabado uno contándole su intención de ir al lado de Tancred Sandoval. Tancred, en un mensaje mas largo, le informaba de sus éxitos y fracasos en la Marca Draconis y que asistiría a la conferencia de la Liga Estelar. Después gasto la misma cantidad de tiempo hablando de cuanto echaba de menos volver a ver a Yvonne de nuevo. Víctor les deseaba lo mejor a ambos. 
Había uno exclusivamente de voz del Capiscol Marcial Gavin Dow, muchos de ellos en realidad, todos sugiriéndole de nuevo que renunciara a la alianza con la renegada 244º División de ComStar. Víctor tenia que admitir que le esperaba un infierno político siempre y cuando pudiera recuperar su antiguo puesto como Capiscol Marcial.
También había un mensaje de Kai Allard-Liao diciéndole que no le estaba permitido acudir a la conferencia de la Liga Estelar en Noviembre. No por primera vez, Víctor maldijo a Sun-Tzu Liao.

       Después prosiguió con una larga cola de varios comandantes, nobles y agentes de inteligencia acerca de sus batallas o la lucha en algún mundo en particular.

Pero nada de Omi.

 

Unos suaves golpes sobre la puerta distrajeron a Víctor de la larga lista de informes militares.

– Adelante, – dijo en voz alta, dándole a la pausa en la reproducción del video.

La puerta rechinó al abrirse, y una bota pulida apareció por la rendija. Empujando la pesada puerta el resto de su recorrido, el Teniente-Coronel Daniel Allard entro con sus manos totalmente ocupadas con la bandeja del desayuno de Víctor.

 

Dan, quien había heredado el cabello blanco y los inquisitivos ojos azules de su padre, había ocupado el puesto de comandante de los legendarios Demonios de Kell después del retiro de Morgan. Los emblemas a ambos lados del pecho de su chaqueta del uniforme mostraban la característica marca roja y negra de la cabeza de un demonio, un emblema conocido y respetado a lo largo de toda la Esfera Interior. Viéndole traerle el desayuno, Víctor no pudo evitar quedarse parado sin decir nada.

 

-Bah, estas levantado –. Dan coloco la bandeja en un hueco libre delante de Víctor con un repiqueteo de porcelana china y plata. – Yo también quería mi placa que dijera que te serví el desayuno en esta cama–.

Víctor levanto las manos en señal de rendición. – No empieces. Creo que Jerry y Tiaret están conspirando para atormentarme–. Miro por encima de la bandeja. Huevos, tostadas untadas de quillar, suficientes salchichas para alimentar a tres hombres, y zumo. Olía a caliente y a maravilloso. – ¿Quién te dejo entrar en la cocina? –

– En realidad intercepte a Tiaret quien estaba haciendo este reparto matinal, acorralándola con mi posición superior y tomando el control de la situación, tal y como yo lo veo–.
– Hablas como un graduado de la Academia Militar de Nueva Avalon, – apunto Víctor estrechando la mano de su amigo y haciéndole un gesto hacia otra silla. –¿Cuál era tu posición superior?–
– Parto en una hora y quería despedirme. Con una aceleración fuerte podré alcanzar la misma Nave de Salto que Morga y Phelan están cogiendo–.

 

Víctor hizo un gesto de agradecimiento. – Siento hacerte venir para nada. Especialmente con lo que se esta montando en el CDAR.¿Tu gente sigue al frente de todo?–
–Akira y Scott pueden manejar cualquier cosa en mi ausencia. Los Lobos de Phelan les respetan, así que podrán coordinarse hasta que tu hombre entre en escena–. Allard se inclino hacia adelante, con sus codos apoyados sobre las rodillas y sus manos juntas. – Hiciste lo correcto, Víctor–.
– Eso espero. No fue fácil–. Víctor probo su zumo. – He estado luchando contra los Clanes la mayor parte de mi vida profesional y política, Dan. Ellos agitaban la tela roja y por lo general yo solía saltar. Darles la espalda parece ahora como cortejar al peligro–.

 

A pesar de eso, Víctor sabia que su propia gente estaba en primer lugar, especialmente ahora que había puesto un pie en el sendero de la guerra civil. Lo sabia, pero eso no quería decir que le gustara.
Allard cogió una pieza de salchicha, agitándola frente a Víctor como un bastón de instrucción. 
– Si vas en su persecución ahora, estarás cayendo justo en el juego de tu hermana y lo sabes. Los Halcones quieren pelea, y nosotros se la daremos. El CDAR aguantará. Y creo que puedes confiar en Archer Christifori. Parece ser un hombre muy capaz–.
– Lo es. Y somos condenadamente afortunados de tenerlo a nuestro lado.–
– No es suerte, Víctor–. Allard sonrió y termino de masticar su salchicha. – Cuando te rodeas de hombres competentes, obtienes resultados competentes–. Hincho su pecho y abrillantó sus uñas con su chaqueta. –
Ahora solo tienes que preocuparte de la conferencia de la Liga Estelar, los incipientes problemas de la Isla de Skye y de ganar esta guerra civil–.
– Gracias, si estas intentando hacerme sentir bien, – dijo Víctor haciendo una pausa como efecto dramático, – esta funcionando–. Él sonrió. Con gente como esta a su lado, casi podía pensar en los Halcones de Jade lanzando fuertes asaltos en el espacio lirano y no preocuparse. Casi. Su sonrisa vaciló.

 

Allard chasqueo los dedos en el aire. – Maldición, Víctor. Déjalo ir. Ya has hecho tu parte para evitar el Armagedon. Deja que Katherine se preocupe con los clanes para variar, y déjala que se estremezca cuando sé de cuenta de lo que has hecho mientras estaba de espaldas–. Él miro con recelo a su amigo. –
¿Qué?–
Víctor se había detenido con un trozo de salchicha todavía sobresaliendo de su boca, con su cerebro trabajando a toda potencia. Hubo un apenas audible chasquido conforme la ultima pieza del puzzle que había estado intentando componer entró en su sitio. Había estado tan preocupado con los Halcones y tratando de encontrar el blanco perfecto para recuperar la iniciativa de nuevo que no se había parado a considerar siquiera la idea de una finta.

 

– Tú, amigo mío, eres un genio militar, – anuncio.
– Eso es lo que estaba diciendo, – dijo Allard.

        Víctor únicamente sonrió, mordió la carne especiada de la salchicha y saboreó sus planes en ciernes