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Sistema Tikonov
Marca Capalense
Federación de Soles

21 de Febrero del 3065

Manteniéndose en orbita elevada sobre Tikonov, el Capitán Handal Sidding controlaba su puente con mano de hierro mientras la Nave de Guerra Katrina Steiner pasaba a través de una nueva oleada de cazas aerospaciales enemigos como un tiburón a través de un banco de barracudas.
Los cazas, incapaces de igualar la salvaje potencia de los laseres y de los cañones automáticos navales de la corveta, eran instantáneamente hechos trizas y convertidos en cascarones desmenuzados o fundidos.
Perseguidos por los cazas lealistas durante todo el camino, todo lo que el enemigo podía esperar hacer era deslizarse entre el fuego, dar un picotazo en el flanco de la corveta y huir.

 

Aun así, los pequeños mordiscos que habían sufrido se estaban acumulando. Sidding se agarraba fuertemente a los brazos de su silla de mando en el puente, sintiendo cada golpe y cada vibración que estremecían las cubiertas del Katrina Steiner. El puente era una cacofonía de alarmas, informes lanzados en voz alta y ordenes ocasionales, sus ordenes, acerca de cómo la corveta de clase Fox debía enfrentarse a la estrategia de ataques en tijera empleada por las fuerzas aerospaciales aliadas del Príncipe Víctor. Estas lanzaban pasadas escalonazas sobre la panza de la Nave de Guerra, y después se inclinaban hacia la popa para evitar el surtido de armas laterales de la corveta. Así, la siguiente oleada que rompiera su pantalla de cazas y Naves de Descenso de Asalto siempre vendría desde atrás.

 

– Rotación de cuarenta y cinco grados a estribor, – ordenó Sidding, – informe cada cinco. A los veinte denme impulso lateral y un giro de noventa grados a babor –.
– Rotar cuarenta y cinco, girar noventa, – repitió el timonel la orden. – Sí señor –.

 

Los cazas aerospaciales habían trabajado duro para penetrar en las secciones de ingeniería, el corazón de la nave pero también la parte protegida por el blindaje mas grueso. Al rotar y dar la vuelta, Sidding arruinaba sus vectores de aproximación y les mostraba blindaje fresco siempre que fuera posible. 
Eso también ponía mas armas a su disposición para derrotar a una nueva oleada de cazas. En sus pantallas de estribor, Sidding observó mientras los chorros de energía carmesí les alcanzaban. Uno de ellos quemó morro de un despistado caza medio Lucifer, lacerando y abriéndose paso hasta la cámara de fusión. El destello de la sobrecarga del reactor iluminó momentáneamente la pantalla. Uno de los técnicos de sensores de la Nave de Guerra enfoco para obtener una mayor resolución. Los ennegrecidos y desperdigados restos que sobrevivieron al baño de energía se reunieron en algo menos parecido a un estilizado caza aerospacial y mas a una lata estrujada y semifundida. Gran cantidad de pequeñas esquirlas brillaron en un incandescente naranja antes de enfriarse y pasar a un rojo mas oscuro mientras se desperdigaban pequeñas gotas de metal fundido en el espacio adyacente, todas ellas siguiendo el rumbo original del caza. Todas ellas directas al costado del Katrina Steiner.

 

Aunque gran cantidad de la masa del caza se había vaporizado, incluso unas pocas toneladas podían causar serios daños a esas grandes velocidades. Sidding se preparó para el impacto. La masa, mientras se enfriaba, impactó con un golpe oblicuo en mitad de la nave, desgarrando el blindaje y abriendo muchos mamparos antes de perderse de nuevo en el espacio. La Nave de Guerra tembló, pero ninguna llamada informó de daños críticos.

 

– ¡Armas! – dijo Sidding llamando a su oficial de armamento. – ¡Releve a ese idiota al momento! Esta nave no va a ser el Robert de Tikonov solo porqué alguien tiene el gatillo fácil y no pueda esperar su turno –.
– Copiado, – dijo Armas, captando la indirecta de Sidding. Nadie quería formar parte del próximo Robert Davion, la Nave de Guerra que según los informes se había quemado en la atmósfera de Kathil después de ser embestida por una Nave de Descenso a la deriva en los albores de la guerra civil.
– Rotación a veinte, – informó el timonel. –Iniciando el giro –.

 

Sidding se apoyó sobre el brazo del sillón mientras el motor de fusión dirigía la potencia a través de los quemadores laterales y aplicaba un empuje de un cuarto de gravedad sobre la popa de la Nave de Guerra.
La imagen proyectada de Tikonov se hundió a la izquierda del monitor, desplazándose lentamente pero aun visible en las pantallas mientras la Nave de Guerra finalizaba su rotación. Una distante esfera blanca colgaba por encima del planeta, moviéndose lentamente hacia la esquina superior derecha del monitor. Se trataba de una Nave de Descenso que huía, una nave clase Union, una de muchas que durante las ultimas cuatro horas habían fijando su rumbo hacia el punto de salto nadir y hacia la flota de Naves de Salto del Príncipe Víctor que estaba protegida por una Nave de Guerra.

 

– Capitán, señor, – Comunicaciones reclamó su atención. – La General McDonald le está llamando –. Sidding ignoró la llamada. – Manténgala en espera, - dijo. – Armas, ¿podemos alcanzar a esa Nave de Descenso? –

Le tenia sin cuidado la misión de esa nave, ya fuera de suministros, administrativa, un enlace de comunicaciones,... No había buenas razones para dejar que las fuerzas de Víctor Davion establecieran fácilmente contacto con otros mundos. De todas formas, la General McDonald había ordenado una cuarentena, y lo que era mas importante, Maria Esteban la había ratificado.

– Está casi fuera de alcance, Capitán. No puedo prometerle nada –.
– Enmárquela entre los cuarenta y cinco y los cincuenta y cinco. Utilice dos mísiles Barracuda para ello. Intente apuntar a los motores si puede –.
– Mísiles fuera, – informó el oficial de armamento casi al instante. – Necesito cinco grados mas a babor para poder usar los laseres –.
– Timón, hágalo –.
– Cinco grados a babor, sí Señor –.

 

Los laseres principales lanzaron sus brillantes saetas hacia la lejanía, intentando alcanzar y arruinar el blindaje de la Nave de Descenso en su huida. Mientras tanto, el Katrina Steiner se estremeció cuando una nueva oleada de cazas paso por debajo y e hizo trizas el blindaje inferior de la corveta. Sidding miro a Comunicaciones, haciéndole un gesto, y se giro hacia la pequeña pantalla plana que tenia al lado y que había reservado para las llamadas de la General en funciones.

 

La cara de Linda McDonald estaba medio cubierta con el neurocasco, y por la forma en que la imagen saltaba y se difuminaba con la estática Sidding sabía que ella misma estaba metida dentro de la batalla.

– No ha pasado mucho tiempo, Handal, – dijo ella con los dientes apretados. – Necesito ese prometido fuego de apoyo –.
– Estamos en ello General –.

McDonald no quería oír excusas o promesas vacías. – Tengo a dos regimientos empujándonos lentamente de vuelta a Turkwila, Handal. Quiero apoyo orbital. Deme una hora exacta de una vez por todas –.

 

Una nueva alarma se unió al ruido de fondo. – Contacto, – grito Sensores por encima de toda la cháchara del puente. – Tenemos una señal IR ahí fuera –. – Mísiles Barracuda, – informó Armas. – Veinte segundos para impacto –.

 

El capitán de una Nave de Guerra tenia que ser un experto en todos los campos. Una buena plantilla de oficiales podía ayudarle, pero solo un poco. Handal Sidding consideró la principal amenaza primero, cambiando la pantalla para buscar su estación principal de sensores. – ¿Distancia y potencia de esa señal IR? – preguntó, con las manos palpitando por la energía nerviosa.

 

Los pulsos de infrarrojos eran la única indicación de la llegada de un navío con capacidad de salto. Si los aliados de Víctor estaban trayendo un navío en ese preciso momento era bien para encontrarse con la huidiza Nave de Descenso, lo cual significaba que esta era mas importante de lo que había pensado, o bien para apoyar el asalto de los cazas contra su corveta.

 

– Seis mil klicks, está casi encima nuestra –. En cuanto a distancias interplanetarias, el oficial de sensores no estaba muy equivocado. – Es grande, ¡ ya esta aquí!. ¡Salta desde dentro del sistema! Ciento cinco grados, marca ochenta –.

 

No había necesidad de ordenar a Sensores una identificación. La pantalla auxiliar mostró el blanco, leyendo su código IFF, y asignando la pertinente designación. Aun así, Sidding sabia cual podía ser. El crucero NMF Melissa Davion.

 

– Informe, Capitán Sidding –. La voz de Linda McDonald era suficientemente persuasiva para devolverle a la pantalla de comunicaciones. Un ceño fruncido arrugaba su frente. Obviamente había escuchado lo suficiente como para preocuparse. Lo mismo que él, pero a diferencia suya, su deber recaía en alguna parte entre la amenaza inmediata a su navío y sus obligaciones para con las tropas de tierra. 
– Timón, llévenos lejos de ese crucero, – ordenó Sidding. – Deme una ruta de aproximación rápida a Tikonov –. No esperó al acuse de recibo antes de volver con McDonald. – General, tendrá su fuego de apoyo, y lo tendrá en menos de quince minutos. Pero no puedo garantizarle mucho mas de diez minutos de orbita estacionaria. Después de eso, – dijo, – quedara a sus propios medios, y yo tendré un crucero que destruir –.
– Si antes, – dijo bajando su tono y asegurándose de que nadie le oía, – no nos destruye él a nosotros –.

 

....

 

La llovizna de Tikonov nunca llegaba a ser una lluvia completa, y las finas gotas que perlaban y se deslizaban por el parabrisas de ferrocristal de Rudolf Shakov eran un pálido reflejo del sudor que le empapaba a él. La transpiración resbalaba por su frente formando arroyos por su semblante hasta alcanzar la pequeña piscina formada entre su piel y el cuello de su chaleco refrigerante. El gusto salado quemaba sus labios. Unas pocas gotillas se filtraban a través de su perilla, dejando atrás un picajoso deposito de blanquecina sal desecada. Un blanco similar se mostraba en el anverso de sus muñecas, donde el sudor no lo eliminaba del todo.

 

Ese era el inconveniente de ampliar los laseres medios de su Exterminator al tipo de alcance extendido. El mech con radiadores de doble capacidad podía aguantar el incremento de calor, pero solo por poco. 
Combinados con su afuste de mísiles y el ocasional uso de los propulsores de salto, el incremento de calor era inevitable. Pero la ampliación también le daba a su maquina de sesenta y cinco toneladas dientes mas afilados. Ya había reclamado un Carlisie, un Starlayer de la milicia y un aerodeslizador Fulcrum, ninguno de los cuales estaba preparado para su alcance extra. La noticia sin embargo ya se estaba extendiendo, y el poco elegante Night Hawk con el cual estaba combatiendo en ese momento pasaba mas tiempo poniendo espacio entre ambos que devolviendo el fuego con sus propias armas de largo alcance.

 

Shakov sonrió preocupado mientras comprobaba su visor. Su computadora de batalla había iluminado con el dispositivo holográfico una banda ancha a lo largo del escudo frontal de ferrocristal del Exterminator, proporcionándole mayor detalle que el visor táctico normal, el cual habría estado confinado a un monitor auxiliar, o peor, a una estrecha franja dentro de la protección facial del neurocasco. Pero por muy bueno que fuese su visualizador, todavía permanecía abarrotado con iconos y marcadores de amenazas. Aun así, a primera vista, parecía que los planes esbozados por Morgan Kell y la Coronel Vinemann estaban funcionando.

 

Las fuerzas de los ComGuardias habían de nuevo saltado por delante de la línea principal aliada, y Shakov cabalgaba en la cresta del empuje. Las fuerzas lealistas de Linda McDonald se estaba retirando a paso constante hacia Turkwila. La pequeña ciudad que existía solo para prestar servicio a las Industrias
Harcourt estaba ahora a dos kilómetros de distancia, descendiendo una ligera pendiente y justo detrás de unas pocas colinas bajas. Cada vez que un mechwarrior de los lealistas se retiraban, los aliados de Víctor se acercaban un paso mas hacia su meta. Un constante e intenso empuje hacia Turkwila era todo lo que contaba para sus planes.
Desafortunadamente, en ese punto, también formaba parte de los planes del enemigo.

 

Una lanza de energía color rubí cayo desde lo alto del cielo como la mirada furiosa de algún dios disgustado, abrasando la tierra y dejando cicatrices a lo largo del terreno y a través de un aerodeslizador Kanga con capacidad de salto de los ComGuardias. Se partió bajo el fuego de los laseres navales, el motor explotó en una brillante bola de fuego que rápidamente se disipó en una oscura nube aceitosa. Sus depósitos de munición pesada detonaron por simpatía, haciendo trizas el blindaje y arrojando grandes pedazos del vehículo a mas de doscientos cincuenta metros de distancia. Uno de sus propulsores de salto impactó contra el costado de un Barghest lirano, destruyendo el blindaje y reaclamando algo en compensación, pero difícilmente fue suficiente.

 

– ¡ Ese era el Adepto Dawson! – gritó alguien a través de la frecuencia general de los ComGuardias, elevándose por encima de la cacofonía confusa.
– .... vino desde arriba ... – otro guerrero verificó
– ¿... perdido nuestra pantalla de cazas? –.
– No puedo ver....–.
– .... no hay cazas aerospaciales ... –

 

Shakov ponderó esa ultima transmisión, mostrándose de acuerdo al menos hasta ese punto. Fuese lo que fuese lo que hubiera pasado, no había sido cazas aerospaciales. Empujo sus controles fuertemente hacia su tope físico, sacando al Extermiantor lejos del arruinado Kanga y de lo que le hubiera destruido.

 

Lanzas adicionales de terror carmesí se hundieron en las líneas aliadas y en el terreno colindante. Los árboles explotaron como si la humedad de sus médulas se hubiera vaporizado mas rápido de lo que la madera podía arder. Las rocas se partieron, fundidas. Un Sentry de cuarenta toneladas perteneciente al 1º
Cuadro del ICNA simplemente desapareció bajo el ataque orbital, su reactor de fusión formó un hongo en un espectáculo de fuego y truenos que hicieron retumbar la tierra. El 6º de Lanceros perdió dos battlemech en rápida sucesión al mismo tiempo que una escuadra de infantería con armaduras de batalla Infiltrator, quienes ardieron dejando tras de si una mezcla de blindaje medio fundido, carne abrasada y cenizas.

 

La comprensión descendió sobre Shakov casi al mismo tiempo que las tropas liranas en retirada asentaban sus líneas y se preparaban para una sólida defensa de Turkwila. Se sintió como disparando a ciegas contra el cielo gris. La lenta retirada de los lealistas de Katherine había mantenido a las fuerzas aliadas fuertemente agrupadas en unidades compactas, y Linda McDonald había convocado a la Katrina Steiner para proporcionar fuego de apoyo. Víctor había demostrado durante la campaña de los mundos natales de los Clanes que podía obtenerse un certero fuego de apoyo orbital si tenias una zona de tiro clara y un capitán en el que confiaras, McDonald aparentemente tenia ambas cosas.

 

Pero ¿Durante cuanto tiempo? Morgan Kell estaba en todo, su voz era calma y tranquilizadora. – El Melissa se esta moviendo para enfrentarse con su Nave de Guerra, para sacarla de ahí. ¿Pueden mantenerse firmes durante quince minutos? –.
Bien, quizás no tan tranquilizadora, pensó Shakov. La línea aliada onduló mientras los guerreros se arremolinaban, inseguros. Los agudos laseres estaban ya buscando su próxima víctima, y la encontraron en otro cadete del ICNA. El fuego láser arrancó un brazo de su Watchman. Podría haber cortado el mech en canal, de no ser la velocidad del Watchman y las rápidas acciones del cadete, quien sacudió su maquina para apartarlo del sendero del rayo.

 

– ¿Un cuarto de hora? – interrumpió el Capiscol Irelon. – No aguantaremos ni cinco minutos –. Jonathan Sánchez fue solo un poco mas optimista. – No tendremos una segunda oportunidad en esto, gente. – Su voz sonaba fuerte a través de la frecuencia reservada para los oficiales de mando y mas experimentados. – ¿Podemos absorber las perdidas? –.

 

La pregunta quedo colgando sin respuesta mientras las fuerzas de McDonald realizaban cantidad de pequeños desalentadores ataques. Un destello gris aplastó el suelo cerca del pie del Exterminator de Shakov, lanzándole una ducha de tierra y suciedad contra su parabrisas de ferrocristal. A través de la tierra de nadie mantenida por los liranos, el Barghest lealista había avanzado para apoyar el avance de un Night Hawk. El Barghest brincó de nuevo hacia delante, después se encorvó sobre sus cuatro patas para poder disparar su rifle gauss pesado. En esta ocasión el proyectil de níquel-hierro alcanzó el mech de Shakov en el brazo izquierdo, casi arrancándoselo del hombro.
Shakov se volvió hacia la línea de ataque del Barghest, ignorando los laseres del Night Hawk mientras se concentraba en la amenaza mas importante. Sus mísiles se abrieron en abanico sobre la amplia espalda del otro Mech y dos laseres formaron cicatrices sobre una de las piernas delanteras, difícilmente suficiente como para hacerle huir de vuelta a Turkwila.

 

¡Turkwila! Shakov cambio al canal táctico de los ComGuardias. – Hombres del Príncipe, formen y mantengan su terreno. Mech a la derecha, blindados ábranse al flanco izquierdo –. Conmutó de nuevo al nivel de mando. – General, debemos avanzar contra Turkwila. ¡Ahora! –. Devolvió su mech a la izquierda, compitiendo por ocupar la cabeza de la apresuradamente reunida formación en punta de flecha.

 

Por delante de él, un escuadrón de infantería blindada de los ComGuardias se lanzó a la carrera contra las líneas de vanguardia de los lealistas.

– Nuestra infantería no ha penetrado todavía en la ciudad, – dijo la Coronel Vinemann. La totalidad de la infantería de sus Lanceros estaba posicionada en el flanco de la línea lealista, pero era demasiado pronto.

De acuerdo con el plan original, al menos. – McDonald todavía controla Turkwila. ¿Qué espera que hagamos contra una ciudad bien defendida? –
– Mucho mas que contra esa inalcanzable Nave de Guerra, – cortó en seco Irelon mientras movía hacia alante su Excalibur requisado desde detrás del campo de batalla. – Y ellos no se atreverán a usar su apoyo orbital en mitad de una ciudad poblada. General Sánchez, empuje sus líneas al Oeste y esté preparado para seguirnos a través de ellos –.
– No hay ningún pasillo abierto hacia el Oeste, – dijo Sánchez. Lo cual era cierto. Shakov tenia una cercana y personal vista del flanco occidental mientras hacia andar a su gente hacia delante. Las fuerzas lealistas que defendían Turkwila en ese punto eran aproximadamente un cincuenta por ciento mas fuertes que los asaltantes, los Hombres del Príncipe.
– Lo habrá, – prometió, espoleando al Exterminator a la carrera.

 

Consistente en una compañía de mech y otra de blindados, unos pocos helicópteros y un par de puñados de infantería blindada, los Hombres del Príncipe cargaron directamente contra el flanco occidental de los liranos. Rechinando los dientes como muestra de desafió, Rudolf Shakov dividió sus disparos entre el Night Hawk y siempre que obtuviese un blanco claro, sobre el Barghest. Un láser prendió el blindaje sobre su pierna izquierda, desmenuzando media tonelada de su coraza protectora. El Barghest erró de nuevo el tiro de su gauss pesado, y el retroceso lanzó al mech de sesenta toneladas hacia atrás, poniéndole en cuclillas y casi haciéndole caer al suelo.

 

Entorno a Shakov, los mechwarrior de la ComGuardia habían elegido todos blancos a su medida. Los blindados se ocupaban de enfrentarse contra los vehículos contrarios, pero cuando era posible concentraban su fuego sobre mech enemigos. La batalla siguió hasta alcanzar un rabioso y violento combate cuerpo a cuerpo. Un Cestus Arcturiano se vino abajo bajo el asalto combinado de dos vehículos de asalto Burke. Un Talon se unió al Cestus un momento después cuando un Raijin de los ComGuardias le alcanzó de lleno en la cabeza con un cuidadosamente colocado CPP. Después de eso, los Hombres del Príncipe sufrieron una baja más debido a la perdida de contención del reactor de fusión de un Wyvern y su subsiguiente explosión a través del campo de batalla.

 

Centrado en el estrecho foco de su propia batalla privada, Shakov formó dos cicatrices gemelas a lo largo del pecho del Barghest. Este saltó a un lado y se agazapó tras un par de árboles para romper el contacto de sensores. Shakov empujó sus puntos de mira sobre el Night Hawk de nuevo, esperando a que el retículo se iluminara en dorado y después soltó los mísiles para aporrear al pesado diseño. Estuvo a punto de añadir los laseres, hasta que vio que el Night Hawk se detenía y empezaba a disparar contra sus propios pies, después se estremeció cuando vio a cuatro Infiltrators y a un Elemental encaramarse sobre él.

 

¿Cómo explicaría Tiaret su intromisión en esta ocasión?¿Qué los liranos no habían envidado una Nave de Guerra? Nada que Shakov no estuviera dispuesto a admitir, demasiado agradecido por la ayuda.
Encendiendo sus propulsores de salto, Shakov dejo que el Night Hakw sufriera las atenciones de Tiaret y salto hacia el frente en busca del Barghest, esperando acosar al otro battlemech y deslizarse por debajo de la puntería optima del gauss pesado.

 

Sin embargo su contrincante tenia una idea distinta. Adoptando una protegida postura agachada, el Barghest colocó un nuevo proyectil en la pierna derecha del Exterminator, dejando fuera de combate el miembro inferior de Shakov. El Exterminator realizo una vaga pirueta, cayendo fuertemente sobre su lado izquierdo y lanzando a Shakov contra los arneses del asiento. Su aliento se abrió paso entre sus dientes apretados mientras la hebilla del arnés se le clavaba en el abdomen.

 

Luchando por respirar al mismo tiempo que por su vida, rodó sobre su costado y se puso erguido, dibujando al mismo tiempo cicatrices fundidas sobre el pecho y las piernas del Barghest mientras trabajaba con su maquina de sesenta y cinco toneladas intentándola ponerla en pie. Viendo la descarga eléctrica de las bobinas del rifle gauss apuntar directamente hacia él, coloco una de las gigantescas piernas del mech por detrás suyo, encogiéndose ligeramente para amortiguar el impacto. El proyectil lo atrapó en el pecho en esta ocasión, quebrando el blindaje con un crujido metálico e impactando en numerosas estructuras de apoyo de la protección de su motor. El exceso de calor se extendió libremente por toda su maquina, elevando la temperatura de la cabina otro grado más.

 

Le escocían los ojos y los sentía secos, cualquier pequeño aliento que llegaba a sus pulmones quemaba como si estuviera tragando fuego. Shakov entrecerró los ojos frente a su parabrisas frontal, viendo sus parpadeantes puntos de mira encuadrados sobre el Barghest y decidió que era suficiente. A pesar de su curva de calor y de la corta distancia, disparo sus mísiles y sus laseres al mismo tiempo. La mitad de las cabezas explosivas golpearon de lleno, haciendo trizas mucho mas blindaje mientras uno de sus laseres fue capaz finalmente de introducirse en el interior del pecho del Barghest. No encontró nada especial.
Pero la siguiente andanada de laseres si lo hizo. Acercándose tanto que podía dejar fuera de juego al gauss pesado del Barghest, hizo permanente esa condición mediante dos lanzas rubí de láser disparadas contra el flanco arruinado del mech cuadrúpedo. Ambas lanzas se colaron por el agujero creado anteriormente por el propulsor de salto perdido del desafortunado Kanga, directamente en las tripas del rifle gauss pesado. Los laseres alcanzaron los bancos de capacitadotes del gauss, rompiéndolos y liberado la energía almacenada, la cual salto formando arcos eléctricos por el pecho del Barghest. La descarga combinada literalmente trinchó el escudo físico del reactor de fusión y finalmente empezó a corroer el mech hasta la medula.

 

La única forma de salvarse de tal desastre era bajar los campos de contención de emergencia y esperar lo mejor, lo cual hizo mechwarrior del Barghest. Después decidió tirar la toalla, una buena medida. El cráneo de la cabeza explotó hacia fuera, y la silla de mando eyectó sobre una lengua de llamas naranjas que la llevaron lejos del desastre potencial. Pero los campos habían descendido a tiempo, y el Barghest simplemente cayo al suelo, quedando inmóvil, muriendo no con el grito de un banshee sino en silencio. 
Era el ultimo mech lealista que quedaba en su camino.

 

Shakov permaneció en el borde occidental de la brecha que los Hombres del Príncipe habían abierto a través de las líneas enemigas, sacudido y apaleado pero todavía en pie y con una batalla que ganar. El estrecho corredor todavía necesitaba ser sostenido.

– Apuntaladlo, mantenedlo abierto– grito al resto de los Hombres del Príncipe. Volviéndose contra el borde occidental de las líneas lealistas, condujo al destartalado batallón al frente, otra vez al ataque.

 

        Por detrás suya, las fuerzas aliadas se filtraban en masa hacia Turkwila.