Agradecimientos

A Gabi Franco, insustituible editora de este libro, por la lucidez, la sensibilidad literaria y el afecto con que me ayudó y estuvo presente en cada detalle de los textos y de la edición.

A Julieta Obedman, Juan Boido y todo el equipo editorial, por esa múltiple y hermosa tarea que llevan a cabo: la de hacer realidad un libro.

A Griselda Gambaro, Alberto Manguel y Pablo Ramos, admirable cada uno en lo suyo y entrañables los tres para mí, por acompañarme desde la contratapa.

A Samanta Schweblin, luminosa y querida, narradora sorprendente, por la dedicación, la generosidad y el talento que puso en hacer el prólogo para este libro.

A dos personas sin las cuales, tal vez, estos cuentos nunca habrían existido:

A Sussy Heker, mi hermana, que está en el origen del amor a los libros, de los altos propósitos, de la risa compartida, y con quien hoy seguimos discutiendo, intercambiando lecturas, riéndonos en yunta.

A Abelardo Castillo, escritor inmenso, hombre extraordinario, que fue mi maestro, a quien considero mi mejor amigo, del que puedo decir palabras similares a las que alguien escribió sobre Malcolm Lowry: «Nomás conversar un rato con él me alegra para toda la semana».