Un gol precioso, que ha desencadenado el entusiasmo de los hinchas de los Tiburones. Las bocinas se ponen a aullar. Al esqueleto Socorro le gustaría levantar los huesos de los brazos para taparse las orejas…
El propio Gaston Champignon se pone en pie para aplaudir.
—No podíamos hacer nada. Ha sido una jugada realmente magnífica.
Walter se queda mirándolo, perplejo. No comprende esa reacción porque no sabe lo que es la deportividad.
—Hoy Pedro está realmente desatado —comenta João en el banquillo.
—En efecto —coincide Lara—. Cuando jugaba con nosotros jamás metió dos goles así en un partido.
—Lo más raro de todo es que todavía no ha hecho ninguna trampa ni se ha burlado de nosotros… —señala Pavel.
Tino apunta en su bloc la jugada del tercer gol y comenta:
—Pedro es tan despiadado como Santillana.
—Creo que tendré que ponerle un 8… —conviene Aquiles.
El capitán y Nico llevan el balón al centro del campo para reanudar el encuentro.
—¡Solo he tocado dos balones! —se lamenta Tomi.
—Lo siento, capitán —se justifica el número 10—. Pero no conseguimos subir al ataque. ¡Nos tienen empotrados en el área!
—Esperemos que a fuerza de correr se cansen y que en el segundo tiempo nos dejen jugar un poco más —continúa Tomi.
—Yo también lo he pensado… En lugar de buscar enseguida el empate —propone Nico—, a lo mejor tendríamos que intentar conservar el balón y pasárnoslo para obligarles a que se muevan y se cansen. Luego nos lo jugaremos todo en la segunda parte.
Es lo que hacen los Cebolletas al final del primer tiempo. Se preocupan sobre todo de mantener la posesión del balón.
Los Tiburones Azules, satisfechos por su ventaja, han bajado el ritmo y el partido se ha equilibrado un poco. La pelota circula sobre todo en el medio del campo y Fidu puede al fin respirar.
Parece que todos estén esperando el silbato del árbitro, cuando de repente echa a correr Sara y sube sola al ataque, mientras el balón está entre los brazos del portero de los Tiburones, que acaba de detener un tiro suave de Becan desde fuera del área.
—¿Adónde va? —pregunta Dani, sorprendido.
—Bah —responde Fidu, encogiéndose de hombros—, a lo mejor tiene una urgencia…
No. Sara no tiene que ir al cuarto de baño corriendo.
Se ha dado cuenta de que Farfán ha bajado para que su portero le pasara el balón y quiere jugarle una mala pasada, saltándole por delante, como hacía durante los entrenamientos con las figuras de madera, para practicar la anticipación.
Edu se da cuenta del peligro demasiado tarde, cuando ya ha soltado la pelota.
—¡Cuidado! —le grita a la Flecha Negra, que se da la vuelta para ver qué ocurre.
Antes de que comprenda lo que está pasando, Sara le ha arrebatado el balón, ha penetrado en el área y se ha ido directa contra Edu, que ha salido a su encuentro a la desesperada: ¡2-2!
—Superbe! —exclama Gaston Champignon, mientras Walter coge la botellita de plástico y la arroja una vez más al suelo, gritando—: ¡Gallinas, sois unas gallinas! ¡Todos unas gallinas! ¡Pero no unas gallinas despiertas, sino de las que se pasan el día durmiendo!
Lucrecia, la madre de las gemelas, abraza a Lucía. Armando choca los platillos con tanta fuerza que al padre de Nico le están temblando las gafas diez minutos.
—¡Enseguida vi que esa chica tenía coraje! ¡Se ha atrevido a llamarme Cara de Piña! —comenta Aquiles tomando notas—. Le pondré buena nota, aunque Farfán le ha hecho pasar muchos apuros.
El árbitro pita el final del primer tiempo: 2 a 2. Todos los espectadores aplauden a rabiar.
Es un partido realmente emocionante. Y tras la reanudación lo será aún más.