El lanzamiento de Tomi, con el empeine del pie derecho y después de cinco pases entre sus compañeros, también es preciso pero desafortunado: la pelota rebota dos veces sobre el borde de la canasta y cae rodando hacia la salida de la parroquia.

Aquiles, que estaba entrando, la recoge y va andando con ella hasta el círculo de los tiros libres.

Da tres toques con sus botas puntiagudas, observa el tablero y luego da una patada al balón, que entra volando en la red sin tocar siquiera el aro de hierro.

—No es difícil —comenta, mientras los Cebolletas se quedan mirándolo boquiabiertos.