Es la tarde de la gran fiesta de presentación de los Cebozetas.
El campo de fútbol de la parroquia de San Antonio de la Florida está lleno a rebosar de gente. Han acudido todos los vecinos del barrio que participaron en el referéndum sobre la fusión de los Cebolletas con los Tiburones Azzules y que ahora están deseosos de conocer a los chicos que están a punto de debutar en la liga autonómica.
Clementina, elegantísima, ejerce de presentadora. Lleva un vestido rojo y el micrófono en la mano cuando saluda al público.
—Damas y caballeros, bienvenidos al bautismo oficial del nuevo equipo que representará a nuestro barrio en toda la comunidad de Madrid. Como sabéis, el año pasado, Cebolletas y Tiburones Azzules nos divirtieron con sus emocionantes derbis. En cambio, este año han decidido unir sus fuerzas para tratar de conquistar un título sumamente prestigioso. No perdamos más tiempo y conozcamos enseguida a nuestros jóvenes campeones. ¡Luces!
En cuanto la prima de Tomi da la orden se apagan los focos del campo y se enciende una sola luz, que apunta al Cebojet y lo acompaña durante su breve trayecto de la verja de la parroquia hasta los pies del palco. Augusto se abre paso muy lentamente entre dos grupos de gente que aplaude, y se detiene al llegar al palco. Los Cebozetas se suben encima del vehículo y agitan los brazos como posesos, para saludar y agradecer su cálida acogida. Llevan el nuevo y elegante chándal que han diseñado las gemelas. Es blanco, con una larga banda azul que va en vertical desde la axila de la chaqueta hasta el borde y continúa en los pantalones.
—¡Damas y caballeros, aquí tienen a los fabulosos Cebozetas! —anuncia Clementina—. ¡Conozcamos a estos dieciocho magníficos jugadores según los puestos que ocuparán! ¡Empecemos por los dos porteros!
El Gato y Fidu, recibidos con una ovación, dan un paso adelante y se ponen a cada lado de la presentadora, que les pregunta:
—Bueno, chicos, ¿cuál de los dos será titular?
—Los dos —contesta el Gato—. Entre ambos haremos un buen portero.
—¿Jugaréis por turnos? —se informa Clementina—. ¿Un partido cada uno?
—No —aclara Fidu—. Nos dividiremos la tarea: él encajará los goles, yo los pararé…
El público rompe a reír, divertido, mientras los defensas suben al palco: Sara, Elvira, Vlado, David, César.
—Quiero entrevistar a una de las chicas del elenco —anuncia la prima de Tomi—. Elvira, ¿qué me cuentas?
—Pues que estoy feliz y contenta de estar aquí, porque me había quedado fuera de los dieciocho y luego me repescaron —explica—. ¡De llorar he pasado a ser la defensa más alegre del mundo!
Después del cálido aplauso que les deparan, Clementina llama a los centrocampistas.
Bruno, Ángel, Nico, Becan, Tamara y Morten se separan del grupo y responden al aplauso de los espectadores.
—Nico, te has puesto un 10 como en el colegio, ¿estás contento? —bromea la prima de Tomi.
—No exactamente como en el colegio —explica el lumbrera—. En el colegio no tengo que darle las gracias a nadie, porque siempre me lo sé todo, mientras que ahora tengo que agradecer a Ángel la camiseta número 10, porque ha sido él quien me la ha dejado. Una asistencia propia de un verdadero número 10…
Un gran aplauso despide a Nico y los demás centrocampistas, que se retiran y dejan el puesto a los delanteros.
—Aquí están nuestros arietes, señoras y caballeros —anuncia Clementina—. Son los chicos que tendrán que llenar de balones las redes y hacernos saltar de alegría en las tribunas. Bueno, Pedro, parece que la fusión entre Cebolletas y Zetas ha sido como una bomba atómica…
—Pues sí, eso parece —confirma Pedro—. En el primer partido amistoso marcamos casi todos: Tomi, Rafa, Diouff, yo… No creía que fuéramos a entendernos tan rápidamente.
—¿Y tú, Tomi?
—Yo no creía que Pedro pudiera ser simpático de cerca —bromea el capitán.
El público echa a reír con ganas, mientras Tomi y Pedro se «chocan la cebolla».
—Milagros de la fusión, Tomi —comenta Clementina—. Vistas de cerca, las personas suelen ser muy distintas de lo que nos parecen. Para acabar, amable público, pido un caluroso aplauso para la pareja de entrenadores que guiará a nuestros chicos: Gaston, el mejor cocinero del mundo, y Charli, que cura nuestros coches cuando están enfermos.
El cocinero-entrenador da las gracias agitando el cucharón de madera, mientras el padre de Pedro hace una reverencia, con lo que la coleta le cae encima.
—¿Cuál es tu pronóstico, Charli? —pregunta Clementina.
—Que vamos a ganar, sin duda alguna —asegura el mecánico—. No he entrenado nunca a un equipo tan bueno. ¡Os prometo que nuestro barrio se convertirá en la capital del fútbol de Madrid!
La promesa arranca una de las ovaciones más generosas de la velada.
—Y tú, Gaston, ¿qué esperas de la liga?
—Que los Cebozetas no pierdan nunca —contesta Champignon.
—¿Nunca en la vida? —inquiere Clementina, perpleja—. ¿No te parece una exageración? Todos los equipos tienen derecho a perder.
—No me he explicado bien —precisa el cocinero-entrenador acariciándose el bigote por la punta derecha—. Hace años que repito a mis jugadores que quien se divierte siempre gana. Por eso, cuando digo que no tienen que perder nunca, les deseo que se diviertan siempre. ¿Está claro ahora?
Los padres presentes en el campo contestan con un aplauso todavía más caluroso que el anterior.
—Muy bien —comenta Clementina—. Y ahora, amigos, antes de dejar el palco para que suene la música, os pido un gran aplauso para siete amigos que estos años nos han dado grandes satisfacciones y que en la próxima liga nos encontraremos como rivales. No les olvidaremos y, cuando jueguen en casa de los Cebozetas, les aplaudiremos como si siguieran defendiendo a nuestro barrio. ¡Luces!
En cuanto acaba de decirlo, el foco giratorio va a buscar el grupo de chándales rojos de los Sobresalientes para iluminarlo.
João, Dani, Julio, Aquiles, Edu, Pavel y Lara no se lo esperaban. Deslumbrados por la luz y la sorpresa, esbozan su agradecimiento agitando los brazos.
Luego Clementina se aparta para dejar sitio a los músicos.
En el palco aparecen los míticos Esqueléticos, aclamados por los chicos de la parroquia, con su atuendo clásico: camiseta sin mangas negra, con una calavera sobre la panza. El esqueleto Socorro, colgado de una percha, vestido también con una camiseta negra decorada con una calavera, queda de pie junto a la batería. Las gemelas se ponen a los teclados. Dani toca la guitarra y el Gato el violín. La fusión ha introducido una novedad en el grupo. Al micrófono se pone inesperadamente Vlado, que canta varias canciones de Amaral, su grupo favorito.
—Caramba, ese quebrantahuesos tiene una voz realmente hermosa —reconoce Nico.
—Es verdad —concede Tomi—. No parece el mismo que me fracturó el tobillo…
Clementina tiene razón: para conocer a fondo a una persona hay que observarla y vivir cerca de ella: así se le pueden descubrir cualidades que de lejos son difíciles de apreciar.
Los Cebozetas bajan del palco, se mezclan con los chándales rojos de los Sobresalientes y los chicos de la parroquia y se ponen a bailar. También están Adriana, la hermana de Rafa, Victoria y algunas jugadoras del Rosa Shocking. Naturalmente, Eva se queda pegada a Tomi para impedir que charle demasiado con la italianita o la Calzones…
Al cabo de unas diez canciones, Clementina vuelve a subir al palco y anuncia la última sorpresa de la velada:
—Señoras y señores, si todavía les quedan fuerzas para aplaudir, pónganse enseguida a aplaudir en honor del pequeño gran Issa, ¡que acaba de debutar en el campeonato de minimotos con un maravilloso segundo lugar! ¡Luces!
Los reflectores del campo se apagan de nuevo y el foco giratorio ilumina a Issa, que sube al palco montado en su moto por una pequeña rampa de madera. El hijo de Champignon se quita el casco, muestra con orgullo la copa que ganó en Toledo y agradece conmovido un aplauso que parece no acabar nunca. Lo interrumpe al fin el rugido poderoso de otra moto, la de Fernando, que sube por la rampa con gran estruendo.
La espléndida máquina del mecánico deja encantados a los chicos de la parroquia, que están pidiendo un bis al grupo musical cuando Fernando se quita el casco, arrebata el micrófono a Clementina y se arrodilla ante ella, cogiéndole de la mano, para preguntarle:
—¿Quieres casarte conmigo?
¿Qué le contestará Clementina?
¿Qué tal irá la fase de ida de la liga autonómica?
¿Funcionará la fusión o volverá a aflorar la rivalidad entre Zetas y Cebolletas?
¿Cómo acabará el derbi contra los Sobresalientes de João y Dani?
¿Logrará Morten, el rubio danés, que nadie eche a faltar los regates de João?
¿Conseguirá Issa clasificarse para disputar el campeonato nacional de minimotos?
Te lo contaré todo en el próximo episodio.
¡Hasta pronto! O, más bien, ¡hasta prontísimo!
«¡Choca esa cebolla!»