—¡No puedes hacerlo todo solo! —estalla Pavel, algo dolido.
—Además, tienes que volver a defender —añade David—. Somos tres, todos tenemos que atacar y todos defender.
Aquiles, que está disputando el partidito en el sentido contrario, se ha dado cuenta de los problemas de João, que está a punto de ser eliminado otra vez en el primer turno. Y una vez más, por culpa de Morten… El ex matón sigue con un ojo su partido, que continúa empatado a cero, y con el otro el de João. En cuanto se da cuenta de que Morten se dispone a soltar el tiro del 2-0, que pondría fin al partido, le quita el balón y lo echa fuera del campo.
—Pero ¿qué haces? —protesta el rubio danés—. ¡Este balón es de nuestro partido! ¡Tú ocúpate del tuyo!
—Perdona, me he liado y he chutado el que no era —se justifica Aquiles.
—Pues, a mí me parece que lo has hecho aposta para defender a tu amigo João, que estaba a punto de ser eliminado otra vez —interviene Vlado.
—¡Es verdad! —conviene Morten—. ¡Has venido expresamente a robarme el balón!
Aquiles se acerca al danés y lo coge por la camiseta.
—¿Me estás llamando mentiroso? Nunca me han gustado los que no creen en lo que digo.
Y, mientras habla, da un empujón a Morten, que acaba con el trasero en el suelo. Vlado está a punto de intervenir en defensa de su compañero, pero Champignon y Charli llegan corriendo antes de que se desate una batalla campal.
—Ya basta por hoy —anuncia el cocinero-entrenador, furibundo—. El torneo queda suspendido. Id enseguida a daros una ducha, a ver si os calma los nervios… Y si os quedan ganas de pelearos, ¡mañana os podéis quedar en casa! Lo repetiré, por si no me he explicado bien: aquí solo venimos a divertirnos leal, deportiva y amistosamente. ¿Entendido, Aquiles?
—No se preocupe, míster —contesta el ex matón—. A partir de mañana dejaré de molestarle. Yo solo quería jugar con los Cebolletas, no con adversarios que siempre nos han tomado el pelo y siguen haciéndolo hasta cuando son compañeros nuestros. Dejo libre un puesto, así será más fácil escoger a los dieciocho.
Tomi y los Cebolletas miran a Aquiles entrar en el vestuario, recoger su ropa y salir hecho una furia, sin haberse duchado siquiera. ¿Habrá perdido la flor de los Cebozetas un pétalo para siempre?