Los bongos y las trompetas aúllan de alegría.

—Dime la verdad —dice Tomi, dirigiéndose a Pedro mientras sonríe abrazado por sus compañeros—: ¿a que es la primera vez que metes un gol alejándote de la portería?

—Pero si el gol lo has metido tú, no yo… —rebate Pedro.

—No es verdad, ha sido un gol de equipo. Sin tu desmarque no lo habría conseguido —precisa el capitán.

—Las flores marcan así, con todos sus pétalos juntos —explica Nico, que ha entrado en el campo a celebrar el tanto.

El gol que acaban de encajar no desmoraliza al equipo de Móstoles, que sigue disputando un encuentro de primera, pero la defensa de los Cebozetas aguanta las acometidas de sus rivales, sobre todo gracias a Elvira, que parece inspirada y siempre consigue adelantarse al número 9 del Dínamo. Entre otras cosas, cada vez se entiende mejor con Vlado, a pesar de que han jugado pocos partidos juntos. Intercambian sus puestos en el momento oportuno, se ayudan constantemente y logran así proteger bien el centro de la defensa.

En cambio, a Bruno y Tamara les cuesta más contener a Patricio, que ha recibido una pelota en la línea de tres cuartos. ¡Atención, peligro!

El mostoleño finge ir hacia la banda derecha, pero cambia de dirección de golpe, se cuela entre Bruno y Tamara y dispara inesperadamente desde el borde del área.

Fidu ve el disparo raso demasiado tarde: se tira, pero solo logra rozar el balón, que entra por la esquina inferior: ¡Cebozetas 1 – Dínamo de Móstoles 1!

Hay que volver a empezar.

Los bongos y las trompetas animan a los jugadores de casa y los empujan de nuevo a subir al ataque.

Es un partido realmente emocionante, de un gran nivel técnico, como reconocen incluso João, Dani y los demás ex Cebolletas que están en el graderío y jugarán por la tarde en Villalba.

—Se nota que la liga autonómica es más dura —comenta el brasileño—. Hay equipos mucho mejores que los que hemos encontrado hasta ahora.

—Es verdad —coincide Lara—. Creo que tenía razón Tino: la formación de los Cebozetas nacida de la fusión es un «equipo de ensueño»… Están jugando muy bien.

—Espero que nosotros no nos convirtamos en un «equipo de pesadilla»… —añade Dani, preocupado.

Faltan pocos minutos para que acabe el primer tiempo cuando Bruno envía a Pedro un delicado pase en el centro del área de penalti enemiga. El de la coleta, que está de espaldas a la portería, trata de controlar con el pecho, pero el defensa le empuja un poco y el esférico, en lugar de detenerse, rebota y sale del área. Tomi ve que se le viene encima, como en el ejercicio del tobogán.

Y le atiza un zambombazo al vuelo. La pelota choca contra el travesaño, rebota sobre la línea de meta y, antes de que el portero logre sacarla de un manotazo, rueda al fondo de la red: ¡2-1 para los Cebozetas!

Adriana se pone en pie, salta como loca y abraza al esqueleto Socorro.

Eva la mira, furiosa.

—Perdona, pero ¿tú no tienes que escribir un artículo para el MatuTino?

—Claro —contesta la hermana de Rafa—, ¿por qué lo preguntas?

—Porque normalmente los periodistas no apoyan a un equipo en el estadio —explica la bailarina—. Tendrían que ser imparciales.

—Ya lo sé —replica tranquilamente Adriana—, en realidad he celebrado el gol como hincha, no como periodista. En cambio, cuando escribo me convierto en periodista y soy absolutamente imparcial.

—Será como tú dices… —suspira Eva, que no quiere seguir discutiendo.

El primer tiempo acaba con el resultado de 2-1. Los equipos entran en los vestuarios entre los aplausos de los espectadores, satisfechos. Ha sido todo un espectáculo.

Durante el descanso, Gaston Champignon retoca la alineación.

—Su número 10 nos lo ha hecho pasar mal. Se desmarca y tira a puerta muy bien.

—Es culpa mía y de Tamara —reconoce Bruno honestamente—. Nos tocaba a nosotros pararlo.

—¿Sabéis cuál ha sido vuestro error? —pregunta el míster—. Os ha sorprendido a menudo juntos, así que con un solo regate se deshacía de los dos a la vez. En el segundo tiempo, tú, Bruno, jugarás un poco por delante y Tamara por detrás, de modo que si regatea a uno el otro pueda intervenir enseguida y detenerlo, ¿vale?

—Vale —contestan los dos mediocampistas.

—También cambiaremos algo en ataque —anuncia el cocinero—. Pedro ha tenido muchos problemas porque tienen una defensa de lo más sólida.

—¡Esa pareja se me ha pegado a la coleta desde el primer minuto al último! —se lamenta el hijo de Charli—. No me ha llegado un solo balón.

—Estabas demasiado solo —reconoce Champignon—. Ahora jugaremos con dos delanteros centro, Tomi y Rafa. Pasamos al esquema 4-4-2. Salen Pedro e Ígor, que deja el puesto a Morten. David sustituye a Vlado. Los demás entrarán más tarde.

Hoy los cambios del míster también aciertan en la diana.

Los dos rocosos centrales del Dínamo de Móstoles ahora sufren más, porque no tienen que marcar a un solo delantero, sino a dos. Además, Tomi y Rafa se mueven mucho más que Pedro, se cruzan sin parar y seguirles es más complicado.

Image

Armando lo celebra chocando con estrépito sus platillos y Lucía, soplando con alegría la vuvuzela.

Ángel y Nico ocupan el puesto de Bruno y Tamara y se colocan uno delante del otro, como ha sugerido Champignon. A Patricio le cuesta cada vez más desmarcarse y chutar. Es como si tuviera que pasar por dos controles de aduana. En cuanto alarga el balón para driblar a Nico, llega Ángel y se lo arrebata.

A pesar de todo, el número 10 de los mostoleños logra elaborar una jugada de peligro a cinco minutos del pitido final.

Saca una falta desde la izquierda, la pelota toca en la barrera la cabeza de David, cambia de dirección y pilla descolocado a Fidu: Cebozetas 3 – Dínamo de Móstoles 2.

El partido sigue abierto.

El miedo empuja al equipo de Tomi a replegarse en defensa, a fin de proteger su ventaja. En cambio, el entrenador del Dínamo hace entrar a dos delanteros más y se juega el todo por el todo. El graderío se convierte en un guirigay. Un final apasionante, como el de una novela policíaca.

Cuando el número 5 del Dínamo, que ha subido al ataque en un saque de esquina, salta como un cohete por encima de los hombros de Elvira y alcanza el esférico con la cabeza, con Fidu por tierra, el empate parece inevitable. Pero Rafa despeja el cuero sobre la línea de meta. Los hinchas de los Cebozetas resoplan sus trompetas con un gran suspiro de alivio.

Es el último suspiro.

El árbitro pita tres veces: Cebozetas 3 – Dínamo de Móstoles 2.

—¡Magnífico, capitán! —aúlla Adriana desde la tribuna.

Eva se da la vuelta y le lanza una mirada torva.

La hermana de Rafa se apresura a aclarar:

—Lo estoy felicitando como hincha, no como periodista.

João, Dani y Lara esperan a sus antiguos compañeros de equipo ante la puerta del vestuario, para felicitarlos.

—Qué grandes, habéis jugado un partidazo —reconoce João.

—Gracias, ha sido duro, pero creo que hemos merecido los tres puntos —contesta Tomi.

—Esta tarde os toca a vosotros: ¡mucha suerte! —exclama Nico.

—Haremos lo que podamos, pero no soy demasiado optimista —admite Dani.

—Pues yo estoy seguro de que vais a ganar —rebate Nico—. Mucho cuidado con el extremo derecho, que se llama Patricio y es rapidísimo. Pero en defensa los Corzos de Alcobendas cometen muchos errores, así que cuento con que João haga doblete.

—Fidu, Sara, el sabelotodo y yo iremos a animaros —promete Tomi—. Champignon nos llevará a Villalba.

João, Dani y Lara sonríen y «chocan la cebolla», agradecidos a sus amigos. Aunque jueguen en equipos distintos, los Cebolletas siguen formando una hermosa flor.

Como sabes, Nico es una enciclopedia andante. No en vano lo llaman «el lumbrera». Pero esta vez sus previsiones son totalmente equivocadas.

João no marca ningún doblete y los Sobresalientes no ganan, sino que encajan tres goles de los Corzos de Alcobendas.

A mitad del segundo tiempo, Tomi tiene que reconocer una evidencia:

—Creía que Tino los había criticado demasiado, como de costumbre, pero es cierto que los Sobresalientes no tienen trazas de aprobar.

—Cierto —coincide Sara—. Siento decirlo, porque yo también soy gemela, pero esos trillizos son un auténtico desastre. El primer y tercer gol han sido culpa de Marcos, que ha intentado regatear dos veces en su propia área, ha perdido la pelota y ha provocado el gol. Mario, el centrocampista, no ha parado de disparar, pero siempre desde lejos. Marta, la delantera, ha hecho una gran presión y ha luchado por recuperar balones, pero no ha chutado una sola vez a puerta.

—En el centro del campo es el pobre Aquiles quien tiene que hacerlo todo —observa Fidu—. Los números 4 y 8 son demasiado pequeños para jugar en una liga tan dura como esta.

—¿Y qué me dices del número 5? —pregunta Sara—. La defensa es un colador. Ha encajado ocho goles en dos partidos. Y eso que Edu ha hecho milagros en la portería.

—Creo que si pudiera dar marcha atrás João volvería con nosotros, aunque fuera a costa de hacer de reserva a Morten —concluye Fidu cuando suena el pitido final—. Vamos a animarlo un poco.

—¿Qué le parece, míster? —pregunta Tomi.

—He visto un montón de detalles que vosotros no habéis captado y por los que no me extrañaría que los Sobresalientes ganaran la liga —contesta Gaston Champignon, masajeándose el bigote por la punta derecha y dirigiéndose hacia los vestuarios, porque quiere decir algo al entrenador de João y Dani.

Los chicos se miran, perplejos.

¿El míster bromeaba o hablaba en serio?