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En el Cebojet, listo para emprender el viaje a Villalba, reina el silencio previo a los partidos importantes. Será porque los Cebozetas quieren ganar a cualquier precio el encuentro contra los Sobresalientes y acabar la fase de ida encabezando la clasificación, o porque, en caso de derrota, tendrán que soportar las burlas de João y Aquiles durante todo el invierno, hasta que se reanude la liga.

—¿Quién falta? —pregunta Augusto, sentado al volante.

—Solo el Gato —contesta Champignon—. Qué raro, siempre es muy puntual.

—¡Ahí está! —anuncia Nico, pegado a la ventanilla—. Pero si no lleva la bolsa.

—Seguro que se le ha deslizado entre las manos y no se ha dado cuenta —comenta Pedro.

César y Vlado sueltan una carcajada.

Fidu se queda serio y les hace una advertencia.

—Otra salida de mal gusto contra mi amigo el Gato y el que tendrá mal gusto seré yo.

Nadie le replica.

El Gato sube al Cebojet con el violín en la mano.

—Te recuerdo que no estamos yendo a un concierto de Los Esqueléticos, sino a un partido de fútbol —precisa Sara.

—Ya lo sé —replica el Gato—. Tengo la intención de tocar el violín junto a los bongos y las vuvuzelas. ¡Nuestra música os llevará a la victoria!

—Pero tu sitio no está en la tribuna, sino entre los palos —le recuerda Fidu.

—No, hoy no juego. Es más, creo que no volveré a jugar durante una temporada —explica el violinista.

—¿Y eso? —le apremia Fidu.

—Muy fácil. He perdido la magia en las manos, eso es todo —explica el Gato—. Antes blocaba los balones, ahora ya no lo consigo.

—Lo único que pasa es que has cometido algunos errores. Les ocurre también a los porteros de primera división, y no por eso dejan de jugar. Estoy seguro de que hoy vas a jugar como un crack. Te dejo mi ropa, aunque igual te viene un poco ancha —le propone Fidu.

—Gracias, pero estoy decidido —replica el violinista—. No os preocupéis por mí, chicos. No estoy triste. Si hubiera perdido el don de tocar habría sido mucho peor. Pero el violín lo toco como siempre.

—Pues cuidado que no se te caiga al suelo —se burla Pedro.

Fidu le lanza una mirada asesina, pero interviene enseguida Champignon.

—Creo que el Gato ha tomado una sabia decisión. Cuando vuelva a tener ganas de jugar que se vuelva a presentar a los entrenamientos. Mientras tanto que siga tocando y se quede con nosotros. Y ahora concentrémonos en el partido. Saldremos con esta alineación.

Es una formación inesperada, con el esquema 4-5-1. Inesperada porque no están Nico, Tomi, Becan, Rafa ni Sara.

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Después de algunos consejos y el deseo de que se diviertan, Gaston vuelve a su puesto junto a Augusto.

En los asientos traseros, donde van los antiguos Cebolletas, los chicos se miran con perplejidad.

—Creo que el míster ha querido darles una lección a los Zetas —explica Tomi.

—¿Cómo? —pregunta Becan.

—Ha leído en el MatuTino que se lamentaban porque en Leganés estuvieron todos los Cebolletas en el campo, así que hoy ha sacado a todos los Zetas —contesta el capitán.

—¿Y para darles una lección a ellos nos castiga a nosotros? —se extraña Sara.

—Yo me moría de ganas de vérmelas con João por la banda —se queja Becan.

—Y yo de enfrentarme con Aquiles en el centro del campo —suspira Nico.

—Lo haremos en el segundo tiempo —concluye Tomi—. En el primero animaremos a nuestros compañeros. No tenemos que cometer el mismo error que Pedro. Ha habido una fusión y hemos estado de acuerdo, así que ahora ya no hay Zetas ni Cebolletas, sino solo Cebozetas. Por eso tenemos que apoyar a los que lleven nuestra camiseta.

Todos aprueban las palabras del capitán, aunque sin excesivo entusiasmo.

Unos asientos por delante, Pedro se carcajea con César y Vlado.

—Mirad qué caras más largas tienen los Cebolluchos ahí al fondo.

—No esperaban quedarse todos en el banquillo —comenta Vlado.

—Al menos habrían podido jugar Rafa o Tomi, así me habría sentido más seguro —observa César.

—No hace falta —asegura Pedro—. Los Sobresalientes en ataque son como enanos: con David no verán un solo balón. Y en defensa tienen a un lateral patoso. Los acribillamos a goles, demostramos que somos los mejores y así obligamos al cocinero a que nos deje jugar más durante la fase de vuelta.

—Y los Cebolluchos que se queden a limpiar la cocina del Pétalos a la Cazuela —añade Vlado.

Sueltan una carcajada. No se imaginan que los Sobresalientes van a alinear una formación ligeramente diferente de la habitual.

Una enorme pancarta tendida a lo largo de toda la tribuna del campo de Villalba acoge a los Cebozetas: «¡Bienvenidos, amigos de Madrid!».

El míster Fontana da un abrazo a Gaston Champignon, que le agradece la simpática acogida.

—Sois campeones en hospitalidad, querido Juan.

—La idea de la pancarta ha sido de los chicos —explica el entrenador de los Sobresalientes—. Era lo menos que podíamos hacer, después de la maravillosa cena que nos regalasteis. Además, gracias a tus consejos el equipo ha mejorado un montón. Hace tres partidos que no perdemos y hoy tampoco tenemos la intención de hacerlo.

—En ese caso tenemos un problema —explica Champignon—, porque yo he venido aquí a ganar.

Los dos entrenadores ríen divertidos, se dan un nuevo abrazo y van con sus equipos a los vestuarios.

La primera sorpresa de los Sobresalientes sale a la luz durante el calentamiento.

—¡Pero si esos son Terry y Billy! —salta Nico.

¿Te acuerdas de los temibles gemelos ingleses que conocieron los Cebolletas en el lago de Como durante el Minimundial? Gastaban una broma tras otra, pero en el campo eran unos defensas totalmente compenetrados y despiadados.

El número 10 y los demás Cebolletas salen corriendo a saludarlos.

—¿Qué hacéis aquí? —pregunta Sara.

—Intentar evitar que marquéis —replica Terry.

—Los Sobresalientes tenían algunos problemas en defensa, así que cuando nos llamó João aceptamos encantados —explica Billy.

—¿Qué pasa, no os parece una buena idea? —pregunta el brasileño, que ha acudido corriendo para disfrutar de la sorpresa de sus amigos.

—Una idea excelente —reconoce Rafa—, al menos para vosotros. Así será mucho más difícil marcaros.

—Sobre todo si os quedáis en el banquillo y juega Pedro —comenta João—. ¿Qué mosca le ha picado a Champignon?

—Una historia larga, luego te cuento —dice Becan—. Tú procura quedarte en el campo también en el segundo tiempo, así nos veremos las caras por la banda.

—Diviértete en el primer tiempo, João —le aconseja Sara—, porque luego entraré yo y no volverás a ver el balón.

—Vale, os espero en el campo, amigos —concluye João, que se prepara para entrar en el terreno de juego.

El encuentro está a punto de comenzar.

Pedro y João, los dos capitanes, se estrechan la mano en el centro del terreno de juego.

—¿Crees de verdad que nos podéis ganar? —pregunta Pedro.

—Estoy seguro —contesta el brasileño—. Champignon ha sacado a los suplentes.

Cuando los equipos se distribuyen por el campo se descubre la segunda sorpresa de los Sobresalientes.

—¡Pero si Dani juega de delantero centro! —exclama Sara en el banquillo.

—Con la llegada de Terry y Billy han podido hacerle subir al ataque —aclara Nico—, y así han resuelto dos problemas: han reforzado la defensa y han encontrado una torre para los pases cruzados de Julio y João.

—Cada vez estoy más convencido de que Champignon tenía razón desde el principio —comenta Tomi—. Ese equipo es muy bueno.

Los Sobresalientes se han alineado con la formación 4-4-2.

Marta, Terry, Billy y Lara forman la rocosa defensa de los gemelos.

Julio, Aquiles, Marcos y João juegan en el centro del campo. En la delantera están el veloz Mario y la jirafa de Dani.

Marta y Lara se pegan enseguida a los dos extremos de los Cebozetas.

—Tienes la cara sucia de yeso —avisa Lara.

—Son señales guerreras, como las de los indios —responde Diouff.

—Lo siento, porque yo voy con los vaqueros: tendré que capturarte —replica la gemela.

En la banda contraria, Marta pregunta a Morten:

—¿Te has vestido con las luces apagadas?

—¿Por qué?

—Porque llevas botas de distinto color.

—La roja es temible: dispara y pasa. La otra le echa una mano.

—No tendrás que limpiarlas, ya verás —le amenaza Marta—. No van a tocar el balón.

El árbitro pita el inicio del encuentro.

El Gato desliza el arco sobre las cuerdas de su violín para acompañar el estruendo de bongos y bocinas. Le dan la réplica los tambores de Carlos, el padre de João. En tribuna parece que sea carnaval.

—¡Por las bandas, por las bandas! —aúlla el míster Fontana desde el banquillo—. ¡Ensanchad el campo!

El entrenador de los Sobresalientes ha comprendido enseguida cuál es el punto débil de la defensa de los Cebozetas, que tienen dos laterales muy poderosos, pero lentos en las distancias cortas.

Julio y João los pueden superar en velocidad.

El brasileño, que quiere lucirse delante de sus amigos, lucha como un poseso. En cada jugada hace enloquecer al público con sus fintas fantasiosas.

Diouff, que ha vuelto al centro del campo, trata de detenerlo. João le hace un túnel y luego se dirige hacia Vlado, que se le encara. El brasileño apoya un pie sobre el balón, hace una pirueta y con la suela arrastra la pelota junto a la raya lateral, dejando al defensa clavado como una estatua.

Del graderío se eleva un clamor admirativo. João pasa hacia el centro, Dani se levanta para cabecear, pero se le adelanta el alto David. El público aplaude a rabiar.

Si en el área de los Cebozetas llueve un pase tras otro, no ocurre lo mismo en el área opuesta, porque Marta y Lara, rápidas y fogosas, están marcando a la perfección a Diouff y Morten, que no consiguen liberarse, de modo que a Pedro no le llega ningún balón alto, pero tampoco raso, porque falta Nico, el mejor para los pases filtrados. Bruno y Ángel tienen más fuerza, pero les falta la técnica y el toque del número 10.

En cambio, los Sobresalientes cuentan con las genialidades de Marcos, que cada vez interviene más en el juego. Como David marca bien a Dani e impide que lleguen pases al área, los de Villalba intentan atacar por el centro.

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—¡Despertad, chicos! —vocifera Pedro, que reanuda el juego rápidamente.

Pero los Cebozetas las están pasando canutas. Los Sobresalientes tratan de aprovechar el desconcierto de sus rivales y siguen asaltando las bandas.

—Menos mal que David está en forma y llega a todas con la cabeza —comenta Nico.

—Si no fuera por él, ya nos habrían metido un quintal de goles —coincide Rafa.

João vuelve a salir como una flecha: es el mejor jugador en el campo. Echa la pelota por la izquierda de Vlado, lo rodea por el otro lado y finge un pase, pero esta vez entra en el área. En cuanto se adelanta Elvira para encarársele, suelta un disparo perfecto con el empeine derecho, que dibuja una parábola en el aire y se cuela por la escuadra: ¡2-0!

—¿Cómo te sientes, colega? —pregunta João.

Fidu se quita los guantes y choca la mano al brasileño.

—Un gol precioso, aunque haya acabado en el fondo de mi red.

João «choca esos diez» a todos sus compañeros de equipo, que acuden corriendo a abrazarlo mientras los tambores brasileños suenan con alegría en la tribuna.

Los hinchas de los Cebozetas no pueden creer lo que ven sus ojos.

—Ya sé que me he casado con él y tendría que conocerlo mejor que a nadie, pero ¿alguien podría decirme por qué ese cocinero ha dejado fuera a Tomi, Nico, Rafa y Becan? —se desespera Sofía—. ¡En ataque no hacemos nada de nada!

Armando extiende los brazos, entristecido.

—Yo tampoco me lo explico…

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Un batacazo imprevisible para los campeones madrileños.

Lara se venga de los comentarios de César.

—¿Has visto cómo saltan nuestros gnomos de jardín?

El pitido del árbitro, que decreta el fin del primer tiempo, provoca un aluvión de aplausos.

En la puerta del vestuario, Sara lanza una pregunta a Pedro:

—¿En la próxima entrevista para el MatuTino volverás a decir que esta derrota ha sido culpa de los Cebolletas?

Pedro no tiene tiempo de responder, porque Champignon levanta su cucharón de madera y exclama:

—¡No quiero polémicas! Ya habéis discutido bastante antes del partido y el resultado ha sido este 3-0. Ahora intentaremos arreglar los desperfectos. Becan, Tomi y Rafa entrarán por Diouff, Pedro y Morten. Nico sustituye a Ángel, mientras Sara e Ígor entran por Vlado y David. Pasamos a un esquema 3-4-1-2. Un defensa menos y un delantero más. No nos queda más remedio que arriesgar. ¿Alguna duda? Salid a divertiros, chicos.

La nueva alineación de los Cebozetas queda así:

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Mientras esperan el pitido para reiniciar el encuentro, João y Becan se ven uno delante del otro en el centro del campo.

—Se acabó la diversión —le reta Becan.

—Pero si acaba de empezar… —replica João.