Sara e Ígor, que visten el chándal de los Cebozetas, están delante de Lara y Pavel, que lucen el chándal rojo de los Sobresalientes. Los cuatro se miran perplejos, como si estuvieran ante un espejo y no se reconocieran en la imagen que reflejara.
¿No te resulta extraño ver a las gemelas con uniformes distintos?
Como recordarás, tras la fusión entre Cebolletas y Tiburones Azzules, refrendada en una votación por la gente del barrio, se creó un solo equipo que participará en la liga autonómica, pero no todos los chicos pudieron formar parte de esa flor. Por eso João, Aquiles, Dani, Lara, Julio, Pavel y Edu, antiguo portero de los Zetas, decidieron aceptar la invitación de los Sobresalientes, que se habían quedado sin jugadores.
En definitiva, en el campeonato podremos asistir a un encuentro de Cebolletas contra Cebolletas.
Hoy es la primera jornada.
Los Cebozetas se disponen a subir al Cebojet para ir a Alcobendas, donde tendrán que vérselas con los Corzos, mientras los siete chicos que se pasaron a los Sobresalientes esperan a que llegue el autobús que les conducirá a Torrejón de Ardoz, donde se medirán a los Águilas.
—Qué raro se me hace verte con ese chándal puesto… —comenta Sara.
Lara gira sobre sí misma, como si fuera una modelo, y contesta:
—¿A que me sienta bien el rojo?
—Sí, estás muy elegante —interviene Fidu—. Espero que, en lugar de la clasificación, te dediques a mirarte al espejo. Lo espero por ti…
—No te preocupes, devora-merengues —rebate como un rayo la gemela—. ¡Verás como nuestra clasificación también es mucho mejor que la vuestra!
—Exacto —aprueba Aquiles—, lo único que siento es que Sobresalientes-Cebozetas no se disputará hasta la última jornada de la liga. ¡Me muero de ganas de daros una lección!
Como ves, el duelo entre los dos equipos ya está en marcha.
Tres microbuses rojos, con una decena de asientos cada uno y la inscripción Sobresalientes en blanco, se detienen delante de la parroquia de San Antonio de la Florida.
Antes de subir, João da un abrazo a su amigo Tomi:
—Buena liga, capitán. Lamento no poder bombearte ya más balones al área.
—¡Y yo no contar con tus pases medidos! —responde el capitán con una sonrisa—. ¡Que tengáis buena liga vosotros también!
Los antiguos Cebolletas se despiden abrazándose y «chocándose la cebolla» ante la mirada complicada de Gaston Champignon, que los observa sonriendo con un dedo fijo en la punta derecha de su bigote: una hermosa flor siempre está unida, aunque sus pétalos se separen.
Ante la sorpresa general, Tino sube a un microbús rojo.
—¿No vas a seguir nuestro partido? —pregunta Ígor.
—No, quiero descubrir al nuevo equipo —contesta el aprendiz de periodista—. El artículo sobre vuestro partido lo escribirá un colaborador mío.
—¿Quién es? —pregunta Tomi.
—Secreto… —replica Tino con cara enigmática.
Los microbuses de los Sobresalientes salen hacia Torrejón de Ardoz, mientras que los Cebozetas suben al Cebojet. ¿Habías imaginado que algún día César y Vlado subirían al autobús de Augusto? ¿A que resulta extraño?
Los antiguos Zetas miran a su alrededor, ligeramente cohibidos.
—¿Dónde nos ponemos? —pregunta Ángel.
—Donde queráis —informa Sara—, pero dejad la última fila libre: está reservada para Tomi y los Cebolletas históricos.
En efecto, Fidu ya se ha instalado al fondo del autobús y, con la gorra sobre los ojos, trata de pegarse una cabezadita.
—Alcobendas está cerca y jugamos a las once y media. ¿Por qué hemos quedado tan pronto?
—Porque es muy interesante y es una pena no echarle un vistazo antes del partido —explica Nico—. Tiene un par de edificios religiosos importantes, como las iglesias de San Pedro Apóstol y de San Pedro Mártir, obra del arquitecto Miguel Fisac.
—¡Qué manía tienes con las piedras! ¡Es que no podemos descansar ni los domingos! —se queja con aspereza el guardameta.
Todos se echan a reír. Augusto arranca el vehículo.
Durante el viaje, el Gato acaricia su violín, Becan explica a Tamara las reglas del Ziao, el famoso juego de cartas de los Cebolletas, y Nico repasa en su libro los monumentos de los que tendrá que hablar. Augusto toma un desvío y se detiene junto a una iglesia de lo más original. El número 10 se pone de inmediato a contar las excelencias del edificio.
—Estamos ante una de las obras maestras del español Miguel Fisac, un símbolo de la modernización de la arquitectura en España a mediados del siglo pasado. Ya os había hablado de un par de obras de este importante arquitecto, ¿alguien se acuerda de ellas?
Antes de acabar su pregunta, Fidu, sin quitarse la gorra de la cabeza, contesta como el rayo:
—La pagoda y el Instituto de Química.
Todos se quedan mirando pasmados al portero. Ninguno de ellos habría apostado un céntimo a que respondería él.
Fidu, con la gorra todavía calada, añade:
—¿Por qué os sorprendéis? Los merengues son excelentes para la memoria.
Se oye una carcajada.
El Cebojet sale del desvío y continúa hasta la población de Alcobendas propiamente dicha, pero se detiene antes de llegar al centro.
—¿A que no sabíais que hay un museo dedicado al baloncesto en Madrid? —pregunta Nico—. Se trata del primer Museo del Baloncesto construido fuera de Estados Unidos. El edificio fue inaugurado en 1996 y tiene una cúpula que imita la forma de un balón de baloncesto. Y, como nos gusta hacer las cosas a lo grande, alberga la mayor biblioteca del mundo dedicada a este deporte. Fue creado debido a la tenacidad y la insistencia de la persona que le ha dado su nombre, y que jugaba… ¿en qué equipo?
—¡En el de los hermanos de Dani, los únicos baloncestistas que conozco! —salta Becan.
—No, hombre —contesta el número 10—, con lo fácil que era. Si estamos en Madrid lo lógico es que fuera el Madrid o el Estudiantes… Además, Ferrándiz fue un jugador merengue de primera fila.
—Hombre, pues si era tan fácil y tú ya sabías la respuesta, ¿para qué preguntas?
Se oyen algunas risitas discretas. Los jugadores, después de la parada turística, prosiguen su viaje hasta el campo de los Corzos.
Antes de iniciar los ejercicios de calentamiento en el campo, Gaston Champignon reúne al equipo delante del vestuario para hacerle un pequeño discurso:
—Queridos amigos, estamos a punto de emprender una nueva aventura. Tenemos una camiseta nueva, un nombre nuevo y nuevos compañeros, pero el único consejo que os quiero dar es el de siempre: ¡que os divirtáis! Y, como no podéis hacerlo sin reglas del juego y sin adversarios, ¡respetad unas y a otros! ¿De acuerdo? Ayer hablé con Charli, que esta mañana ha acompañado a Sofía e Issa a la carrera de minimotos y no puede estar en el banquillo conmigo. Pactamos la formación que hoy saldrá al campo, pero antes de anunciarla quiero aclarar algo muy importante: no tenemos titulares fijos. El que hoy juegue un poco menos la próxima vez jugará un poco más. Todos tendréis la posibilidad de divertiros. La última cosa. Morten, nosotros solemos jugar con el número estampado en la espalda…
El rubio danés mira el 11 que tiene en la barriga y entonces se da cuenta de que se ha puesto la camiseta al revés.
Esta es la alineación con la que comienza el encuentro. Formación 3-4-3:
Los Corzos de Alcobendas, que visten una camiseta de bandas verticales blancas y rojas, han adoptado en cambio un sistema 4-4-2, que crea muchos problemas a los Cebozetas en el primer tiempo.
De hecho, los blanquirrojos empiezan el encuentro a toda prisa, animados por los hinchas caseros, y aprovechan a la perfección las bandas, gracias a sus dos laterales y sus dos extremos. La defensa de Champignon pasa apuros, porque solo cuenta con tres jugadores y no puede cubrir a lo ancho todo el campo. Los rivales encuentran huecos para subir hasta el banderín y bombear pases al área. Por fortuna, David es imbatible de cabeza y desbarata todas las ocasiones de peligro.
El número 17 de los Corzos no para de hacer diabluras por la banda derecha. Se llama Ignacio, es un peruano con el pelo cortado a tazón y los ojos achinados. Acaba de volver a recorrer el flanco a paso de carga.
—¡Persíguelo! —grita César, preocupado.
Morten se lanza en pos del 17, que consigue enviar al área un balón a media altura. Esta vez el número 9 se anticipa a David y de media chilena dispara hacia la puerta del Gato, que desvía el balón a córner tras una estirada prodigiosa.
—¡Morten y Becan, tenéis que echarnos una mano! —aúlla Sara, mientras se prepara para el saque de esquina—. Nos están toreando por las bandas… ¡Tenéis que cubrir más campo!
—¡Pero nosotros somos extremos, no defensas laterales! —se justifica Becan—. Si bajamos demasiado a defender, ¿quién pasará balones a los delanteros?
—Yo también me estaba haciendo esa misma pregunta —comenta Pedro—. Delante no ha llegado un solo pase.
Los dedos de Champignon van al extremo izquierdo de su mostacho, el lado de las preocupaciones: sus pupilos están pasándolo mal, de modo que tiene que encontrar una forma de ayudarles desde el banquillo.
Estalla ruidosamente la alegría de los hinchas blanquirrojos, mientras que a los de los Cebozetas apenas si se les oye.
—Sin los tambores de Carlos, hemos perdido la mitad de nuestra voz —comenta desanimado Armando, el padre de Tomi.
—Tienes toda la razón —coincide Lucía, su mujer—. Tenemos que venir más equipados para los próximos partidos.
—Tranquilos, ya me ocuparé yo —asegura el padre de Diouff, que viste una llamativa chaqueta naranja.
Después del gol de la ventaja, los Corzos de Alcobendas bajan el ritmo y se repliegan en defensa.
Los Cebozetas consiguen elaborar jugadas de peligro, pero Tomi no parece tener su día. Falla tres goles en diez minutos.
El primero tras un pase filtrado perfecto de Nico: el capitán prueba a superar al portero con una vaselina, pero el balón se eleva por encima del travesaño. El segundo a un pase lateral de Morten, que cabecea demasiado suavemente y que el portero bloca sin problemas. El tercero es más clamoroso: un saque de falta de Ángel se estrella contra el larguero, Tomi se echa sobre la pelota con el guardameta en el suelo y, completamente solo, golpea de refilón el esférico, que acaba fuera del campo.
—Pero ¿qué le pasa hoy a tu hijo? —exclama Armando tirándose del pelo.
—No entiendo por qué es hijo mío cuando falla un gol e hijo tuyo cuando lo mete… —protesta Lucía.
Los espectadores que están a su lado ríen disimuladamente, incluido el esqueleto Socorro, que se sienta al lado de Adriana.
En la última jugada del primer tiempo los Cebozetas empatan.
Nico saca un córner, David vuelve a saltar más alto que nadie y marca: ¡1-1!
Los compañeros lo celebran abrazándolo y saltándole encima. Es el primer gol oficial del nuevo equipo surgido de la fusión.
Durante el descanso, Gaston Champignon explica los cambios que quiere hacer en la formación:
—Estupendo, chicos, habéis reaccionado muy bien ante las dificultades. En la reanudación intentaremos sufrir un poco menos. Adoptaremos también la formación 4-4-2, que nos permitirá aprovechar mejor las bandas. Vlado se sumará a los tres defensas, Diouff entrará por Becan, Bruno por Nico y Tomi sale. En la delantera solo jugarán Pedro y Rafa. Los demás entrarán más tarde.
Tomi pasa el brazalete de capitán a Pedro y se quita la camiseta número 9. Está decepcionado, pero sabe que Champignon ha hecho bien en sustituirlo. Ha cometido demasiados errores. Esperaba iniciar mucho mejor la liga.
Por lo tanto, la nueva formación de los Cebozetas es la siguiente:
En la primera jugada, Ángel hace un largo pase en diagonal a Diouff, que echa a correr como una locomotora y pasa raso. Pedro llega a la carrera y marca con el empeine: ¡1-2!
—Superbe! —salta Gaston Champignon, agitando en el aire su cucharón de madera.
A partir de ese momento, el cocinero-entrenador no se quita más los dedos del extremo derecho del bigote, el de las satisfacciones, porque el segundo tiempo de los Cebozetas es un auténtico espectáculo, gracias a su nueva estrategia. Como dice Nico, felicitándole: «Ha anotado una canasta de tres puntos, míster».
Diouff y Morten se apoderan de las bandas como dos ciclones y crean jugada tras jugada. Los de Alcobendas no logran salir de su campo y, cuando consiguen subir al ataque, no encuentran los mismos espacios de antes, porque con la entrada de Vlado se han tapado todos los huecos en defensa.
Pedro marca dos goles más: uno de cabeza a pase de Morten, el otro tras un cañonazo a saque de falta desde el borde del área. El gol del 1-5 definitivo es obra de Rafa, que de espaldas a la portería controla un pase de Bruno desde el punto de penalti, y con un inesperado taconazo engaña al guardameta. Cuando el árbitro pita el final del partido, el deportivo público de Alcobendas aplaude el espectacular segundo tiempo de los Cebozetas, que se abrazan satisfechos en el centro del campo.
—¿Te han gustado mis goles, capitán? —pregunta Pedro con orgullo.
—Has jugado de maravilla. Te has ganado la cebolleta que llevas en el pecho —lo felicita Tomi, antes de reunir a sus compañeros e invitarles a que se coloquen en dos filas, para chocarles la mano a los adversarios, que pasan desfilando por en medio.
La fusión no ha cambiado las buenas costumbres del equipo de Champignon.
En el viaje de vuelta reina la alegría en el Cebojet. La dura liga autonómica ha comenzado de la mejor manera posible, con una cómoda victoria a domicilio.
David desafía al Ziao a Becan; Vlado, un apasionado de la música, escucha arrobado el violín del Gato; Nico hojea la guía y cuenta a Tamara otros datos curiosos sobre Alcobendas. Los antiguos Cebolletas se han mezclado a la perfección con los antiguos Zetas.
—La fusión también funciona fuera del campo, querido amigo —comenta satisfecho Champignon, que va sentado al lado del conductor.
—Sí, ese es el sexto gol, el mejor —responde sonriendo Armando.
—Qué habrán hecho nuestros gemelos —se pregunta Ígor.
—Pronto lo sabremos —contesta Sara—. Lara me espera en la parroquia. Ellos han jugado antes que nosotros, así que ya tendría que estar allí.
Efectivamente, la gemela la espera al lado de João y Dani delante de la verja de la parroquia de San Antonio.
—¡Hemos ganado por 1-5! —vocifera Rafa por la ventanilla del Cebojet.
—Y a vosotros, ¿qué tal os ha ido? —pregunta Becan a João saltando del autobús.