—He visto el trofeo que entregarán al pichichi del Minimundial —cuenta el Niño—. Es magnífico: un balón de oro con una corona de cristal por encima. Qué pena que no puedas llevártelo a casa…
—¿Y por qué no? —pregunta el capitán.
—¡Porque lo ganaré yo! —exclama el italiano.
—¿Tan seguro estás? —rebate Tomi.
—Claro —asegura Rafa—. Tú solo has marcado tres goles, yo el doble. Me preocupan un poco Tití y Rogeiro, pero uno de los dos caerá derrotado hoy, y al otro lo venceré en la final.
—Así que ¿das por descontado que hoy nos vas a ganar y mañana triunfarás en la final? —comenta el capitán sonriendo.
—¡Por supuesto! —contesta el Niño—. Y, para ilustrar la lección que os vamos a dar hoy, ¡te reto a una partida de Ziao!
Tomi se saca el mazo de cartas del bolsillo, el italiano extiende la toalla y se sientan.
—¡Venid a ver cómo se gana a España! —exclama Rafa, llamando a sus compañeros.
Giorgio y los demás se acercan a seguir la partida. A estas alturas ya no queda un solo chico en el campamento que no conozca las reglas del Ziao, el juego sobre el fútbol que en pocos días ha contagiado a todos los participantes en el Minimundial.
—Tú eres Tomi, ¿verdad? —inquiere Giorgio.
—Sí, hola —le saluda el capitán.
—Entonces empezaré a pedirte disculpas ahora mismo, porque me voy a pasar toda la tarde pegado a ti y es posible que te dé alguna patadita —explica el defensa italiano—. ¡Rafa me ha ordenado que use todos los medios posibles para evitar que marques!
Los italianos sueltan una carcajada.
Tomi intenta reír también, pero al ver los hombros anchos y musculosos de Giorgio no se siente demasiado tranquilo.
Dani está tocando la guitarra, echado sobre una tumbona y acompañado por Nadira, que aporrea con las manos dos bongos, los típicos tambores africanos. Una decena de chicos se ha sentado a su alrededor a escucharlos, incluidos Hernán y Mara, que lleva un tobillo vendado por culpa de la dura entrada de Sara durante el España-Argentina.
Hacia mediodía entran en acción los Terribles.
—Ahora os demostraremos que se nos ocurren bromas nuevas constantemente… —advierte Billy.
Terry llama a algunos compañeros de equipo y les explica lo que tienen que hacer.
El grupito, guiado por los gemelos, rodea la colchoneta de Armando, que se ha dormido con el diario deportivo posado sobre la tripa.
Sara y Lara se miran y se tapan la boca para ahogar una carcajada.
Los ingleses aferran la colchoneta de Armando, la levantan muy despacio y la dejan sobre el agua. Luego le dan un empujoncito.
Gaston Champignon, Sofía, Lucía y Daniela también asisten a la escena, divertidos.
—Con este viento, en unos minutos mi marido estará en medio del lago… —comenta la madre de Tomi.
—A lo mejor llega hasta la playita de la villa de George Clooney —aventura Sofía.
—¡Qué suerte!
Todos se echan a reír, mientras Armando, que sigue roncando, se adentra en el lago de Como. Igual que el barco de vapor Concordia.