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¡Por fin va a comenzar el Minimundial!

En el campo 1 se disputan los dos partidos del grupo A: Francia-Oceanía y luego España-China. En el campo 2 se podrán seguir los encuentros del grupo B: Italia-Inglaterra y después Brasil-África.

¿Tú qué partido seguirías antes de ver el encuentro de los Cebolletas? ¿La Francia de Tití contra los australianos y neozelandeses o la Italia del Niño contra los pelirrojos ingleses?

Es justamente lo que están decidiendo Tomi y sus amigos, que participarán en el segundo partido.

—A mí me parece que tendríamos que asistir al Francia-Oceanía, porque forman parte de nuestro grupo —propone el capitán.

—Estoy de acuerdo —aprueba Elvira—, así empezamos a estudiar a nuestros rivales. En el próximo encuentro nos mediremos precisamente con Francia.

Fidu tiene otra cosa en la cabeza.

—A mí me gustaría ver a Rafa dar una lección a los dos inglesitos que esta mañana me han hecho pegarme un castañazo en la playa.

—Dividámonos —sugiere Nico—. Así, en lugar de estudiar dos equipos, estudiamos a cuatro. También podríamos enfrentarnos a Italia e Inglaterra en semifinal.

Como ocurre a menudo, la idea del empollón es la que acaba imponiéndose…

Los Cebolletas se dividen en dos grupos y se citan en el vestuario al final de los partidos.

Francia viste su camiseta con rayas horizontales azules y blancas, la de visitante, mientras que Oceanía juega con una camiseta azul y rayas verticales amarillas.

A las pocas jugadas, ya se adivina que el encuentro no será demasiado equilibrado. Los australianos y neozelandeses son más altos y fuertes que los franceses, pero con la pelota al pie tienen algunos problemas.

—Es verdad que todos viven en Madrid —explica Nico—, pero en Australia y Nueva Zelanda se juega mucho más al rugby que al fútbol. Tengo la impresión de que juegan mejor con las manos…

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En tribuna, los Cebolletas sueltan una carcajada y miran a Nico, que se ve obligado a rectificar, ligeramente turbado:

—Quería decir que los chicos de Oceanía juegan mejor con las manos y el balón ovalado de rugby. A eso me refería.

El equipo de Jérôme Champignon redobla su ventaja cinco minutos después, gracias a un nuevo error del portero, que se ve superado tras un saque de esquina. El número 5 de Francia, completamente solo, marca de cabeza.

Jérôme anima a sus pupilos a que no aflojen la presión, a pesar de que ya van ganando por dos a cero, gritándoles un lema que conoces bien:

—¡Quien duerme no gana puntos!

En el segundo tiempo la situación se hace insostenible para Oceanía. Los amarillos y azules no tienen mala intención, pero, al ser tan grandes y estar acostumbrados a jugar al rugby, hacen muchas faltas, y el árbitro se ve obligado a expulsar a un par de defensas.

Los oceánicos, reducidos a nueve, encajan tres goles más, dos de ellos marcados por Tití, que está realmente inspirado.

El resultado final es Francia 5 - Oceanía 0.

—Creo que nos disputaremos con Francia la victoria del grupo —comenta Tomi.

—También tendremos que tener cuidado con Argentina —advierte Dani—. Hoy en la playa he conocido a un tipo que me recuerda a Perotti y a una chica que sabe jugar incluso tumbada: si en ese equipo todos juegan igual…

En cambio, el partido Italia-Inglaterra es de lo más equilibrado.

Los pelirrojos son los defensas centrales. En cuanto Fidu los ha visto pegados como lapas a Rafa, se ha frotado las manos como suele hacer antes de probar un merengue.

—Vale, perfecto… Ahora el Niño les quitará las ganas de gastar bromitas en la playa.

—¡Y de ir apuntando con linternitas a los ojos! —añade João—. Esos no le llegan a Rafa ni a los hombros. ¡El Niño marcará como mínimo cuatro goles de cabeza!

Pero, a pesar de que son más bajos, los dos marcadores ingleses no dejan que el italiano utilice su cabeza, porque logran elevarse mucho y tienen tanta garra como Sara o Lara. Aunque su verdadera fuerza radica en su complicidad: el chico del pelo cortado a tazón, que lleva el número 4, y la chica de trenzas, con el número 5, se mueven como si fueran un solo cuerpo y razonaran con el mismo cerebro. Ni siquiera les hace falta comunicarse, porque se entienden de inmediato con una mirada.

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Rafa, nervioso por sus problemas, comete cada vez más fallos y no logra crear ocasiones de peligro.

Inglaterra acaba el primer tiempo con ventaja, gracias a un gol de cabeza del número 9, un larguirucho que está a punto de pegar con la frente al travesaño.

Italia no logra empatar hasta el final, gracias a Giorgio, el capitán enamorado del Milan, que se lanza al área tras un saque de esquina y con un afortunado rodillazo bate al guardameta inglés.

Resultado final: Italia 1 - Inglaterra 1.

Antes del inicio de los dos partidos siguientes, João y los Cebolletas se encuentran delante de los vestuarios y se estudian sonriendo. Les resulta extraño verse con camisetas distintas…

Los Cebolletas llevan el uniforme que Gaston Champignon les ha hecho confeccionar adrede para el Minimundial: camiseta roja con la bandera rojigualda en el pecho. João viste la camiseta amarilla con ribetes verdes de la selección nacional brasileña, calzones azules y medias blancas.

—Mucha suerte, chicos, ¡yo me voy a comer a los Leones de África! —exclama el ala izquierdo, «chocando la cebolla» a los Cebolletas.

Luego Tomi conduce al equipo al campo para calentar. El número 10 se separa del grupo a hurtadillas y va al vestuario de China.

Se encuentra a Chen vestida de futbolista y sentada en un banco, sola.

—¿Dónde están tus compañeros? —le pregunta Nico.

—En el campo —contesta la amiga de Eva.

—Y tú, ¿qué haces aquí? —insiste el centrocampista.

—Me lo he vuelto a pensar. No me siento capaz… No quiero ponerme en ridículo delante de tanta gente. No sé jugar al fútbol —se desahoga la china.

—¡No es verdad! —intenta convencerla el número 10—. ¡Juegas mucho mejor que yo cuando empecé! Además, no hace falta que llegues a la selección nacional… Lo único que tienes que hacer es divertirte y, con lo que has aprendido, ¡estoy seguro de que te divertirás! Yo también estaré por ahí cerca, en el centro del campo, y te ayudaré cuando tengas problemas.

—¡Pues claro que tendré problemas! —se lamenta Chen—. ¡Sois todos grandes y fuertes!

—Bueno, no todos… —observa Nico—. Yo soy un poco más robusto que un colín, pero no temo a nadie porque llevo al cuello la Piedra del Rey, que me defiende de todos los peligros.

Chen sonríe al reconocer la piedra que regaló a Nico durante el viaje de los Cebolletas a Pekín.

El número 10 se quita el collar y lo pone al cuello de la china.

—Esta piedra hoy te servirá a ti, te infundirá valor. Ahora relajémonos un poco con los ejercicios de Tai Chi Chuan que nos ha enseñado tu abuelo Ziao y luego estaremos listos para saltar al campo.

Chen, mucho más tranquila, sale del vestuario y se dirige junto a Nico hacia los árboles del parque. Se detienen en una zona sombreada, uno frente a la otra y, como enseña el antiguo arte marcial chino, empiezan a mover con suma lentitud piernas y brazos, dibujando en el aire curvas y concentrándose en la respiración.

Después de un cuarto de hora de Tai Chi Chuan, Chen se para, sonríe a Nico y declara:

—Estoy lista, vamos a jugar.

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Fidu, que todavía tiene las posaderas doloridas por la broma que le han gastado en la playa los dos inglesitos, prefiere quedarse en el banquillo. España adopta la siguiente formación: el Gato en la portería; Sara y Lara de laterales, Elvira y Dani de centrales; Aquiles y Bruno por delante de la defensa, con la misión de interrumpir las jugadas de los rivales y preparar los ataques; Becan, Nico e Ígor más adelantados, listos para servir balones de oro a Tomi, el delantero centro.

Alineación 4-2-3-1.

El equipo chino, vestido con camiseta blanca con rayas laterales rojas, adopta en cambio la formación 4-3-3.

Chen jugará como centrocampista. El entrenador Wang, un tipo muy simpático que da clases de gimnasia en una escuela de Madrid, le da las siguientes instrucciones:

—Cuando te llegue el balón, pásalo a un compañero libre; si te equivocas no pasa nada. Estamos contentos de que juegues con nosotros porque acabas de llegar de China, nuestra tierra. ¡Jugar contigo nos hace sentirnos un poco en casa!

Los chicos chinos, todos ellos alumnos de la escuela de Wang, son muy rápidos y tienen algo de técnica, pero juegan muy embarullados… No forman un verdadero equipo, sino que cada uno lleva la pelota por su lado y trata de alcanzar la portería contraria corriendo con la cabeza gacha, como un toro que embiste.

Crean problemas sobre todo por las bandas, donde los extremos echan a correr y pasan al centro sin descanso. Pero Dani se impone de cabeza y la defensa cierra todos los huecos.

Los Cebolletas, mucho más experimentados, les dejan desfogarse y luego golpean.