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Después de los encuentros de la tarde, los Cebolletas se presentan en la carpa-restaurante con caras largas. Cuatro puntos en tres partidos son demasiado pocos para confiar en clasificarse para las semifinales del Minimundial, aunque todavía no esté todo perdido.

En cambio, Rafa, que llevaba unos días alicaído y preocupado, hoy contesta con alegría a las preguntas de sus compañeros de equipo, que le han levantado en vilo y le han obligado a comer con ellos.

Es el héroe del día gracias a su triplete, que ha permitido que Italia siga teniendo esperanzas de clasificarse.

En la mesa de los azzurri se han sentado también Nadira y los Leones, que no están tan contentos, porque por la tarde han perdido por 1-0 contra Inglaterra. Pero esta noche seguro que logran levantar la moral, porque es su fiesta. El menú corre a cargo de África, y luego harán una presentación en el anfiteatro, aunque no solos.

La organización ha previsto una velada mixta: África, China y Oceanía. Las respectivas selecciones nacionales no tienen una gran tradición en los mundiales, y por eso se han reunido en un solo día. La decisión tiene una agradable consecuencia para la cena, porque los chicos pueden escoger entre menús muy diferentes.

Nico, Otto y Chen, por ejemplo, comen espaguetis de soja chinos con palillos de madera, mientras que los italianos y los Leones han preferido el cuscús, un plato típico africano, a base de granos de sémola, verduras hervidas y carne de pollo.

—¿Os gusta? —les pregunta Yadiz, el número 3 de África—. A mí me vuelve loco. Hay mil formas de cocinarlo, pero el verdadero cuscús es el marroquí, es decir, el de mi país. Hoy es conocido en todo el mundo y se puede comprar ya preparado en los supermercados. Aunque mi abuela me ha contado que, cuando era joven, pasaba días enteros preparando los granos de sémola: las mujeres de su pueblo se reunían para trabajar pacientemente, respetando la tradición. Antaño el cuscús era como un juego de equipo, y hacía falta tiempo para prepararlo bien, como pasa con los goles…

Los Cebolletas y los argentinos han preferido la carne a la parrilla de los australianos.

—Prueba este pincho, Fidu —le propone Wollo—. ¡Me apuesto algo a que nunca has comido una carne ni parecida!

—¿Qué es? —pregunta el portero, lleno de curiosidad.

—Primero pruébala y luego te lo diré… —contesta su amigo.

Como sabes, a Fidu no hay que insistirle demasiado para convencerle de que coma algo.

—Bueno, ¿qué me acabo de comer? —pregunta el número 1 después de degustar su plato.

—Carne de cocodrilo —contesta Wollo.

Fidu detiene inmediatamente el movimiento de sus mandíbulas y pone los ojos como platos. Al final se anima a preguntar al australiano:

—¿Cocodrilo? ¿De verdad? Creía que eran ellos los que nos comían a nosotros, y no al revés.

Los Cebolletas se echan a reír. ¡Fidu sería capaz de devolver la alegría a un sauce llorón!

En el estrado del anfiteatro se presentan Chen, Wollo y Nadira, acompañados por el señor Demetrio.

—¡Buenas noches a todos! —exclama el organizador del Minimundial—. Espero que estos primeros días os hayáis adaptado bien y os estéis divirtiendo. El torneo está entrando en su momento más delicado, y los próximos partidos serán decisivos para la clasificación para las semifinales. Esta tarde hemos visto encuentros realmente emocionantes. Quiero felicitaros a todos. Os merecéis un gran aplauso, ¡que os podéis dar solos!

En el anfiteatro estalla una ovación de aplausos, gritos, cánticos y silbidos.

—¡Muy bien! —prosigue el señor Demetrio—. A diferencia de lo que ha ocurrido en las veladas anteriores, hoy hablaremos de selecciones que todavía no han ganado una Copa del Mundo de fútbol. Naturalmente, les deseamos que lo hagan lo antes posible, pero, mientras esperamos, pediremos a nuestros amigos que nos cuenten los primeros pasos de sus selecciones en esta gran cita. ¡Cedo la palabra a China!

Chen toma el micrófono entre los aplausos, saluda al público y explica:

—¡Yo había venido al Minimundial como espectadora y he acabado en el campo! Les doy las gracias a mis compañeros de equipo, porque me estoy divirtiendo muchísimo. Me han confiado la misión de hablaros de nuestra selección, porque saben que me gusta estudiar…

De las gradas se elevan muchos pitidos, incluido el de Fidu, que se gana un codazo en el vientre de parte de Nico.

—¡Ni se te ocurra abuchear a Chen! —le regaña el número 10—. Si estudiaras un poquito más, no te pondrían notas que recuerdan a las camisetas de los defensas: 2, 3, 4…

—En realidad, no he tenido que estudiar mucho —prosigue la muchacha china—, porque nuestra selección por ahora no ha llegado nunca muy lejos… China solo ha participado una vez en un Mundial, el de 2002, y no puede decirse que se luciera: perdimos todos los partidos y no marcamos un solo gol. Yo al menos ya he metido uno en el Minimundial.

En el anfiteatro se oye un fuerte aplauso. Por temor a un nuevo codazo en la panza, Fidu también bate las manos.

Chen lo agradece con una reverencia y continúa:

—Pero los últimos años el fútbol chino ha hecho grandes progresos. Tenemos buenos jugadores, que son contratados en las mejores ligas europeas, como la española, la inglesa o la italiana… El chino Ma Mingyu, que fue capitán de la selección, jugó hace unos años en primera división defendiendo los colores del Perugia. En China los futbolistas españoles son muy famosos: la televisión retransmite los partidos de primera división y la pasión por este deporte va en aumento. Jugamos al fútbol en las escuelas, incluidas las niñas. Es más, en China las chicas juegan mucho mejor que los chicos: no en vano nuestra selección femenina quedó segunda en el Mundial de 1999. Estoy segura de que pronto el equipo masculino logrará ganar algunos partidos y marcar algún que otro gol en la Copa del Mundo. En el fondo, como los chinos somos más de mil millones de habitantes, encontrar a once personas capaces de dar patadas a un balón no debería ser demasiado difícil, ¿verdad? ¡Adiós a todos!

El público se echa a reír y aplaude a la china, que cede el micrófono a Wollo.

—Yo tampoco he tenido que estudiar mucho —comienza el portero australiano—, pero tengo que hablar de mi selección porque, como sabéis, mi equipo representa tanto a Australia como a Nueva Zelanda, que forman parte del continente de Oceanía. Seguramente conoceréis a los famosos All Blacks, los «Todo Negros» de Nueva Zelanda, los mejores jugadores de rugby del mundo. La selección neozelandesa de fútbol va vestida con una camiseta blanca, por lo que les llaman los «Todo Blancos», y no son ni de lejos tan buenos… Solo han participado una vez en un Mundial, el de 1982 en España, donde perdieron todos los partidos, encajando doce goles en cuatro encuentros. A lo mejor tenían un portero tan inútil como yo…

El público ríe con sorna.

—En cambio, la selección australiana ha conseguido mejores resultados —prosigue Wollo—. Ha participado en dos ediciones de la Copa del Mundo: en 1974 en Alemania, donde quedó eliminada en la primera fase, y en 2006 también en Alemania, ¡donde llegamos hasta octavos! Ese Mundial es el orgullo de los Canguros, como llaman a los futbolistas australianos. En la fase de clasificación, derrotamos a Japón y empatamos con Croacia, pasando al siguiente turno con cuatro puntos. En los octavos de final, disputamos un partido memorable contra los italianos, los futuros campeones del mundo: ¡aguantamos hasta el último minuto, cuando nos ganaron gracias a un penalti! Me gustaría que vierais esa falta.

El señor Demetrio proyecta las imágenes en la gran pantalla del anfiteatro.

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—A mí me parece que Grosso tropieza y se tira a la piscina. ¿Qué pensáis vosotros? —pregunta Wollo al público.

—¡Un penalti clarísimo! —grita Giorgio.

—¡Se tira al suelo! —rebate Tití.

Por todo el anfiteatro resuenan los gritos y comentarios.

Wollo pide silencio y anuncia:

—Ahora, para que mis amigos italianos estén contentos, voy a mostraros el penalti lanzado por Francesco Totti.

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Los italianos gritan enfervorecidos, como si estuvieran en un estadio y Totti hubiera marcado realmente en ese mismo momento.

—Hoy, en el campo 1, los españoles nos han vuelto a gastar la misma broma pesada —continúa Wollo—. Un penalti justo en el último minuto… Pero por suerte Tomi no es Totti, ¡y además esta vez en la portería había un guardameta de verdad!

Por sorpresa aparecen en la pantalla las imágenes que el entrenador de Oceanía ha grabado esa tarde con su cámara de vídeo: Wollo para el penalti, Tomi lanza de nuevo y el balón golpea los tres palos con un solo tiro…

El capitán, en las gradas, se queda con la boca abierta: habría preferido no tener que volver a ver su error.

Todo el anfiteatro aplaude la proeza del portero de Oceanía, que da las gracias y concluye:

—Ahora le toca a Nadira, que os hablará de África, el continente que ha albergado la última Copa del Mundo, ¡en la que han vuelto a participar Australia y Nueva Zelanda!

La capitana de África toma la palabra:

—A diferencia de Chen y Wollo, yo he tenido que estudiar mucho, porque represento a un continente entero y muchas selecciones africanas han participado en la Copa del Mundo de fútbol. La primera en hacerlo fue la de Egipto, que intervino en la edición de 1934. ¿Sabéis cómo llaman a los futbolistas egipcios? Los Faraones, como en tiempos de las pirámides… Los jugadores marroquíes, en cambio, son los Leones del Atlas y fueron los primeros africanos en superar la fase de clasificación en un mundial. Ocurrió en 1986, en México: Marruecos se puso por delante de la gran Inglaterra y luego fue derrotado en los octavos de final. Esta información me la ha proporcionado nuestro lateral Yadiz, un gran devorador de cuscús, que viene precisamente de Marruecos…

Se oyen algunas risitas en las gradas.

—Pero hay muchas selecciones africanas que se han ganado los aplausos del público en un mundial —continúa Nadira—. Los jugadores de Camerún no fueron derrotados una sola vez en la Copa del Mundo de 1982, y por eso los llamaron los Leones Indomables. En ese equipo jugaba uno de los mejores futbolistas de nuestra historia, el delantero centro Roger Milla, el único africano que ha disputado tres mundiales. ¡Marcó un gol en el Mundial de 1994, cuando ya tenía cuarenta y dos años! En el Mundial de 1982, Argelia logró una victoria histórica contra Alemania, que acabaría llegando a la final. En el Mundial de 2002, los Leones de Senegal lograron derrotar a Francia, que era campeona del mundo, y llegaron a los cuartos de final. En resumen, el fútbol africano ha progresado mucho en los últimos años y nuestros futbolistas juegan en los mejores equipos europeos. Os voy a enseñar a algunos, que seguramente conoceréis. ¡Veamos unos cuantos goles espectaculares para poner fin a la velada!

El señor Demetrio vuelve a poner en marcha el proyector y en la pantalla se van sucediendo las proezas de Eto’o, el delantero camerunés que militó en el Barça; de Drogba, el delantero de Costa de Marfil que juega con el Chelsea; de Sissoko, el volante de la Juve nacido en Malí…

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Los chicos se entusiasman ante las jugadas de los campeones africanos y aplauden cuando reconocen a un jugador de su equipo favorito.

—¿Habéis visto cuántos cracks tenemos en África? —comenta Nadira—. Por eso era justo que se disputara también un mundial en nuestro continente. Y estoy orgullosa de que haya sido mi país, Sudáfrica, el que ha albergado la primera Copa del Mundo africana. No es que haya tenido una intervención muy destacada en el Mundial, pero os recuerdo que Ghana llegó hasta los cuartos de final después de derrotar nada menos que a Estados Unidos, una potencia emergente que un año antes había derrotado a España en la final de la Copa de las Confederaciones. Nuestra selección tiene un nombre curioso, Bafana Bafana, que significa «Nuestros chicos». Muchos creían que Sudáfrica tenía por primera vez en su historia posibilidades de ganar un Mundial. Es verdad que dimos buena cuenta de Francia y logramos empatar con México, pero nuestra derrota ante Uruguay nos impidió clasificarnos. De todas formas, nos divertimos como locos, así que, como dicen mis amigos los Cebolletas, ¡ganamos de todas formas!