Mientras Gianni, el hermano mayor de Giorgio, que entrena a Italia, anuncia la alineación y explica cómo hay que enfrentarse a Brasil, los chicos acaban de cambiarse.
—Tenéis que intentar conservar el balón el mayor tiempo posible —les aconseja—. Pasaos la pelota mil veces, hacia donde queráis, pero que no os la quiten. Brasil se vuelve peligroso cuando coge ritmo y puede aprovechar la técnica de sus mejores jugadores, como João y Rogeiro. En cambio, si les cuesta recuperar el balón, se ponen nerviosos y cometen errores. ¿Está claro? Así que muchos pases cortos y mucha paciencia. Cuando sea el momento oportuno, un pase a Rafa para que ataque. ¿De acuerdo? ¡Buen partido, chicos! —Luego el entrenador se vuelve hacia su hermano—. Giorgio, entrega el brazalete de capitán.
El defensa descalificado se saca el brazalete del bolsillo y se lo ata al brazo del Niño, sorprendiéndolo.
—Pero si soy el recién llegado del equipo… —murmura el Cebolleta.
—Te lo has ganado —contesta Giorgio—. Marca otros tres goles contra Brasil y te dejo que lo lleves hasta el final del torneo.
Rafa sonríe y estrecha la mano del defensa milanés.
Al salir del vestuario, el Niño se topa con Tomi y João, que ya están listos para salir al campo, y les enseña con orgullo su brazalete sobre la camiseta azul.
Tomi y João también llevan uno en el brazo.
Los tres amigos se echan a reír: tres Cebolletas con tres camisetas distintas y tres brazaletes de capitán…
—«Choquémonos la cebolla» y salgamos a jugarnos la clasificación —dice Tomi.
João y Rafa, que se enfrentan en el campo 2, se vuelven a «chocar la cebolla» bajo la mirada del árbitro, que tira una moneda al aire y pregunta:
—¿Cara o cruz?
Italia sacará y Brasil escoge campo.
—Siento tener que eliminarte, Rafa, pero después del partido seremos amigos como antes —exclama João, guiñando el ojo al italiano.
—Estaba a punto de decirte lo mismo… —replica el Niño.
Los tambores de Carlos y los padres brasileños luchan contra las sartenes y cacerolas de las madres italianas, que han formado una sección de lo más bullanguera. Llevan todas una camiseta azul con el lema «¡Aúpa azzurri!».
Italia trata de aplicar enseguida la táctica ideada por Gianni, y al inicio del primer tiempo Brasil permanece atrapado como una mosca en una telaraña. Pippo, que está en el centro de la línea de cinco mediocampistas, recibe balones sin parar y los pasa a diestro y siniestro.
—¡Tenemos que presionarlos más! —grita João, que manda a los defensas que ayuden a los volantes a recuperar el balón.
Es exactamente lo que quería Italia…
Los verdeoro se desequilibran en ataque y, tras un pase en profundidad de Pippo, Rafa se queda solo ante un defensa. Se deshace de él con un ágil cambio de dirección, entra en el área y fulmina al guardameta: ¡0-1!
El Niño corre hacia la tribuna haciendo la pipa, mientras los azzurri entrechocan alegremente sartenes y cacerolas. Nadira, que se encuentra sentada con los italianos, aplaude al delantero.
João corre a recoger la pelota y la lleva a la carrera al centro del campo.
Tadeu, el entrenador de Brasil y padre de Guto Tostão, o Calderilla, llama a Rogeiro desde el banquillo y le manda a la banda derecha. Será Guto quien suba al ataque.
Parece una idea descabellada, porque Calderilla no tiene ni la fuerza ni la altura suficientes para hacer de delantero, pero en realidad, en cuanto Brasil sube al ataque, Guto retrocede y deja su puesto a Rogeiro y a João, que se lanzan sobre el área desde la derecha y la izquierda.
Esta táctica permite empatar a Brasil: Manoel avanza, Guto se le acerca y recibe el balón al borde del área. Ve a João echar a correr a su espalda y le hace un pase de tacón. El número 11 dispara en carrera. La pelota rebota en el larguero y luego en el suelo. Rogeiro se lanza en plancha y la empuja con la cabeza al fondo de la portería: ¡1-1!
Como había dicho Gianni, una vez que han encontrado el gol y cogido ritmo, los brasileños se vuelven imparables, como una avalancha que va creciendo según avanza. Los tambores de Carlos cubren ahora el estrépito de las cacerolas azzurri.
La telaraña que había tejido Pippo se ha roto. El propio Rafa tiene que bajar a defender para ayudar a sus compañeros.
João está enchufado. Estrella un balón en el travesaño a saque de falta, obliga al portero italiano a realizar una gran estirada y al tercer intento en cinco minutos logra marcar.
En el segundo tiempo, Italia se presenta con un delantero en lugar de un centrocampista: Cesare.
Gianni se lo juega todo a una sola carta.
Ahora la defensa brasileña tiene que ocuparse de un punta más, y Rafa, que en el primer tiempo tenía siempre encima a tres marcadores, dispone de más espacios.
Lo aprovecha mediado el segundo tiempo: echa a correr tras un saque de falta de Pippo, que el cancerbero no logra blocar, se adelanta a todos y marca prácticamente desde la línea de meta: ¡2-2! El gol de un depredador del área.
—¡Muy bien, Rafa! —lo celebra Giorgio en el banquillo—. ¡Otro gol y te dejo el brazalete para toda la vida!
Gianni hace salir a un nuevo delantero y dispone una formación 4-3-3. Es el último cartucho que le queda a Italia. El empate no les da ninguna garantía de pasar de ronda; es más, probablemente supondría su eliminación. A Brasil le podría bastar, pero los equipos brasileños no están hechos para defenderse: en efecto, João no para de arrastrar a sus compañeros al ataque.
El partido se vuelve fascinante: cada jugada resulta emocionante.
A pocos minutos del final, Pippo saca una falta a cinco metros del área. Es un tiro raso y potente. El Niño, marcado sobre el círculo de yeso por dos defensas, está de espaldas a la portería. Ve que la pelota se le viene encima, abre las piernas y, con un toquecito del tacón, desvía la trayectoria del balón.
Riki, el portero brasileño, que ya se había lanzado hacia el ángulo derecho, ve cómo entra la pelota por el izquierdo… ¡Es el gol del 2-3, gracias al cual Italia se adelanta a Brasil y se adelanta un puesto en las semifinales!
El árbitro levanta el brazo y silba tres veces.
Los hinchas y los reservas italianos se lanzan al campo para celebrar la proeza, y Rafa cae al suelo, arrastrado por sus compañeros.
Los brasileños se dejan caer, agotados y decepcionados. Calderilla no logra contener las lágrimas.
Nadie puede creer lo que ha ocurrido: el magnífico equipo de Brasil, que había jugado hasta ese momento el mejor fútbol del torneo y era considerado el gran favorito del Minimundial, ha perdido y tiene un pie fuera de las semifinales… Si Inglaterra derrota a Alemania, los verdeoro quedarán eliminados. ¡Pobre João!
Pero vayamos al campo 1 a seguir a los Cebolletas, que tienen que ganar cueste lo que cueste a Argentina.
Dani ha salido al campo a regañadientes. Sin sus medias apestosas se siente como Superman sin su traje… A los Cebolletas les ha costado un montón convencerlo de que jugara.
España ha empezado el partido atacando por obra y gracia de Becan, que parece muy inspirado. El extremo derecho ya ha dado un par de pases medidos, primero a Bruno y luego a Tomi, que han estado a punto de marcar.
—¡Bien, Becan, igualito que tu padre! —vocifera Elvis a su hijo, con lo que provoca risas en medio estadio.
Argentina sufre, pero a mitad del primer tiempo empieza a recuperar terreno, porque Mara ha hallado finalmente la posición adecuada, tras retroceder hasta el centro del campo, desde donde hace pases milimétricos a Hernán y Claudio, que juegan por las bandas.
El guardameta mira abatido la pelota al fondo de la red, mientras Dani pega puñetazos al suelo y grita:
—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Todo por culpa de estas medias a la lavanda! Ya sabía yo que no tenía que jugar…
Nico se acerca y le tiende una mano para ayudarle a levantarse.
—Ánimo, Dani, tranquilo —le consuela—. Vamos, que le puede pasar a cualquiera. ¡Nos queda un montón de tiempo para darle la vuelta al marcador!
Pero el primer tiempo acaba con el resultado Argentina 1 - España 0.
De momento, los Cebolletas están eliminados.
De camino al vestuario, Hernán enseña a Dani el dibujo que se ha hecho en la barriga: una herradura.
—¡Sabía que me iba a dar buena suerte! —exclama el Monito.
—Ojalá pudiera decir lo mismo —responde el andaluz—. Mi amuleto ha acabado en la lavadora…
Gaston Champignon explica a su equipo los cambios del segundo tiempo y una nueva táctica.
—Hemos dejado demasiados espacios a Mara, que juega realmente bien —observa el cocinero-entrenador—. Si le paramos los pies, haremos lo mismo con su equipo. Nos hace falta alguien que no se despegue de ella, ni siquiera cuando baja al centro…
Sara levanta enseguida la mano.
—¡La marco yo!
—De acuerdo —aprueba Champignon.
El partido se reanuda, y la gemela se pega a la número 10 argentina como una lapa… Mara, que tiene una técnica perfecta, logra zafarse a menudo de su marcaje, pero Sara no afloja la presa, la persigue, la sujeta por la camiseta y se las apaña con alguna faltita, hasta que obliga al árbitro a intervenir.
—¡Si cometes otra falta, tendré que amonestarte!
Aquiles también se ha dado cuenta de que la gemela pone un empeño especial en su tarea.
—Mara no te cae demasiado bien, ¿verdad?
—Lleva toda la semana haciéndose la simpática con Tomi, y a mi amiga Eva eso no le gusta nada —contesta Sara.
—Ya me gustaría que una chica de ojos verdes se hiciera la simpática conmigo… —dice suspirando el antiguo matón.
La gemela le echa una mirada de través, con ojos de tigresa.
La «guardiana Sara», aunque con algo de rudeza, resulta sumamente eficaz, porque Mara crea menos ocasiones de peligro y Cebo-España se hace con el control del encuentro.
Es Becan quien una vez más se adentra por su banda, imparable, y pasa hacia el centro. Tomi salta para cabecear, pero la pelota le llega demasiado baja, así que, dando un giro en el aire, amortigua el balón con el pecho para Bruno, que aparece por detrás como una flecha y suelta un tremendo derechazo. El misil se cuela por la escuadra: ¡1-1!
En la tribuna estallan los platillos de Armando.
El esqueleto Socorro se agita de alegría y quizá también por las cosquillas que le hace el gato Sartén, que le ha metido la cola entre los huesos del pie… ¿A que no adivinas qué está haciendo en cambio el gato Cazo? Exacto: duerme.
—¡Ánimo, chicos! ¡Un gol más! ¡Uno más uno igual a semifinal! —grita el padre de Nico, que es profesor de matemáticas.
Sara no afloja su presa sobre Mara, más bien todo lo contrario…
La gemela, superada tras un regate, se lanza con los dos pies por delante contra la argentina, que cae rodando al suelo con un aullido de dolor. El árbitro amonesta a la Cebolleta.
Tomi, asustado por el grito, se acerca a Mara.
—¿Estás bien?
—No del todo —se lamenta la número 10—. ¡Tu amiga quería lanzar mi tobillo a las gradas!
Mara intenta levantarse, pero siente un pinchazo en el pie.
—Apóyate en mi hombro —le sugiere el capitán.
La argentina, dando botes sobre un pie y apoyada en el hombro de Tomi, se dirige al banquillo, mientras el público aplaude el hermoso gesto del capitán español.
Todos menos Eva, que susurra a su amiga Chen:
—Me juego el pescuezo a que podría haber salido perfectamente sola, con sus dos patitas…
Los argentinos, una vez que Mara vuelve al campo, logran defender el empate, que les llevaría a la semifinal, casi hasta el final, cuando España fuerza un saque de esquina.
—¡Espárrago, ve al área, que eres muy alto! —le sugiere Fidu.
—Con estas medias a la lavanda, qué más da… —refunfuña Dani.
—¡Qué lavanda ni qué niño muerto! —replica el portero—. Hace una hora que estás corriendo, así que a estas alturas deben de apestar como siempre…
—¡Tienes razón, a lo mejor he recuperado mis poderes! —dice el defensa con los ojos brillantes, antes de echar a correr y penetrar en el área contraria justo cuando llega el pase de Becan desde el banderín.
Dani no interrumpe la carrera, salta y atiza un tremendo cabezazo a la pelota. El guardameta está batido, pero Mara se lanza y despeja con la mano.
El colegiado pita el penalti y expulsa a la argentina, que comenta sonriendo al pasar junto a Tomi:
—El único capaz de tocar la pelota con la mano sin que lo viera el árbitro era el gran Maradona…
Nico le lleva el balón al capitán.
—¿Quieres sacarlo tú? —le pregunta Tomi—. Yo ya he fallado uno en el Minimundial.
—Capitán, no se lo digas a nadie, pero me temblarían las piernas —confiesa el número 10—. Con este penalti nos jugamos la Copa. ¡Te toca a ti!
Tomi coloca el balón en el círculo de yeso. En la tribuna se hace un silencio más propio del desierto.
El árbitro silba, el capitán echa a correr y dispara un trallazo al centro de la portería. El cancerbero se tira hacia la derecha, pero con un pie logra interceptar la pelota.
Tomi siente un escalofrío helado que le recorre de la cabeza a los pies, hasta que se da cuenta de que el balón se le acerca botando… Lo dispara al vuelo con la derecha y esta vez sí logra hinchar la red: ¡1-2!
¡Es el gol que lleva a Cebo-España a la semifinal!
Después de las celebraciones en el campo y una rápida ducha, los Cebolletas van corriendo a la tribuna para asistir al Alemania-Inglaterra, que está a punto de comenzar y que decidirá los dos semifinalistas del grupo B. Aunque João se hace pocas ilusiones…
—Alemania no tiene ningún punto —dice compungido el extremo izquierdo—, ¿cómo va a derrotar a Inglaterra?
—Si mi plan funciona, podría lograrlo —responde Nico con aire de misterio.