AGRADECIMIENTOS

En cierto sentido, se necesita a muchas personas para escribir un libro, y en otro sentido, sólo a una, y no me estoy refiriendo en modo alguno a mí misma. Si mi marido, Gabriel, no fuera el tipo de hombre que me repetía que iba bien encaminada en mi trabajo cuando yo estaba convencida de que debería dedicarme a descargar barcos en los muelles, y que me decía que fuera a la biblioteca en lugar de conminarme a que aceptara un trabajo de verdad, jamás habría escrito Los dioses de Gotham. Gracias, Gabriel, por hacer posible la existencia de este libro, por ser la persona que eres. Y gracias a mi familia, que repetía obstinadamente las frases de ánimo totalmente descabelladas que él no paraba de decir.

Gracias a Amy Einhorn y a su espléndido equipo al completo en Amy Einhorn/Putnam, por recibir un manuscrito y convertirlo en un libro mucho mejor de lo que yo habría llegado a soñar. Amy, eres una incansable defensora de las narraciones poderosas, una lectora y editora apasionada, y no podía estarte más agradecida por tus ideas. Gracias por el enorme regalo de ayudarme a traer estas personas al mundo.

Erin Malone conoció a Timothy Wilde cuando éste existía en sólo seis capítulos terriblemente recargados, y por alguna razón todavía quiso verlo publicado. Y cuando eran veintisiete los capítulos terriblemente recargados, ella los reparó. Erin es mi Mickey Goldmill. Gracias por creer en este libro. Gracias también a las demás personas inteligentes de William Morris Endeavor, entre ellas, aunque no sólo, a Cathryn Summerhayes y Tracy Fisher, por sorprenderme constantemente con el nivel de vuestra Excelencia. A todos mis editores extranjeros, gracias por vuestro interés por estos personajes, y por compartirlos con otras partes del mundo.

He contraído una gran deuda con los historiadores y los estudiosos a los que he recurrido ampliamente para recrear este mundo con la mayor autenticidad de la que he sido capaz. Gracias a la Bryant Park Research Library y a la New-York Historical Society por existir, y gracias a Tyler Anbinder, Edwin G. Burrows, Timothy Gilfoyle, Mike Wallace y muchos otros por sumergirme en la historia de la ciudad más fascinante del mundo. Todas las pifias que hayan quedado son de mi responsabilidad exclusiva. Muchas de mis fuentes principales eran textos originales, así que gracias también a todos los diaristas, periodistas, redactores de panfletos y de discursos del siglo XIX que dejaron miguitas de pan tras de sí por todo el bosque.

Gracias a sir Arthur Conan Doyle por enseñarme qué es un relato con héroe, y a Jim LeMonds por enseñarme cómo escribirlo y revisarlo.

Cuento con una red de amigos de inapreciable valía cuyo amor y apoyo dan sentido a la palabra generosidad, y a quienes me aterra mencionar individualmente por no olvidarme de ninguno. Pero a todos los que me cuidan, a mis primeros lectores, invitados a banquetes, colegas artistas, actores, humoristas, fotógrafos, músicos y compañeros de barra de bar, a mis colegas aficionados a Shakespeare in the Park, a todos los sherlockianos, a los empleados del Markt Restaurant y a los viejos clientes del BLT Steak, a la gente con la que compartí cervezas artesanales y que fueron lo bastante amables para probar los platos que yo cocinaba, todos ayudasteis a que esto cobrara vida. Gracias. No podría ser más afortunada.