Capítulo XII
La idea del esoterismo

Durante largo tiempo la gente que asistía a las reuniones de Ouspensky en Warwick Gardens seguía siendo más o menos la misma. Una cara nueva aparecía ocasionalmente durante unas pocas reuniones, y luego no se la veía más. No era sorprendente que hubiera tan pocos asistentes nuevos, pues se nos había prohibido hablar con nadie de lo que llamábamos «el trabajo». Hasta se nos había pedido que le ocultáramos a nuestros amigos que estábamos concurriendo a las reuniones de Ouspensky. Pero una noche, y en forma completamente inesperada, anunció Ouspensky que estaba ahora en situación de aceptar una cantidad limitada de personas nuevas y que contábamos con su permiso para hablar con aquellos de nuestros amigos a quienes pudiéramos considerar convenientes.

De inmediato surgió la pregunta: «¿Cómo podemos decidir cuál es conveniente, y cuál no?». Ouspensky estuvo de acuerdo con nosotros en que se trataba de una cuestión que era sumamente difícil de juzgar. Dijo que los grupos de San Petersburgo y Moscú habían expresado con frecuencia sorpresa ante la falta de interés y comprensión mostradas por sus amigos, cuando G. les dio permiso para hablar a otras personas de las ideas del sistema. Algunas personas a quienes se habían acercado dijeron que no había en las ideas absolutamente nada de nuevo; otras contestaron que no estaban particularmente interesadas en lo que se les había dicho, y hubo otras que hasta llegaron a expresar su convencimiento de que no era cosa buena ir a buscar a nadie en procura de una filosofía de la vida ya confeccionada, pues eso tiene que descubrirlo y elaborarlo cada uno por sí mismo, y habiendo expresado esa opinión desalojaban el tema de su mente para siempre, para seguir viviendo como lo habían venido haciendo hasta el momento, a ciegas y sin pensar. Pero a veces, y a menudo en forma completamente inesperada, amigos que en un principio habían sido descartados como inconvenientes, mostraron un interés muy real en las ideas de G,. y un agudo deseo de escuchar más sobre ellas. Es por lo general más fácil —decía Ouspensky— determinar quien es inconveniente, que decidir quien es conveniente. Nos advirtió que de ningún modo consideráramos los métodos psicológicos que estábamos empleando, apropiados para la gente necesitada de ayuda psiquiátrica.

«El Cuarto Camino —nos decía— empieza por encima del nivel ordinario de la vida. Es difícil de seguir y sumamente impropio para las necesidades del enfermo. Los métodos que nosotros empleamos pueden llegar hasta a empeorar los casos psiquiátricos, y es de suma importancia que ustedes se den cuenta de que no somos una clínica para el tratamiento de los mentalmente inestables».

Se mencionaron los nombres de varios hombres bien conocidos, como posibles reclutas convenientes y sumamente deseables, pero Ouspensky sonrió:

«Tienen demasiado equipaje personal —dijo—. La gente que tiene mucho éxito generalmente piensa que ya lo sabe todo, y no tiene ganas de considerar la posibilidad de que alguna de sus ideas pueda ser errónea y que tengan que abandonarla. Cada vez que una persona de esa clase oye hablar de la idea del crecimiento interior o evolución, visualizan este crecimiento como algo que empieza desde donde él ya está, lo que, naturalmente, significaría que su personalidad y todas sus debilidades inherentes aumentarían también con este crecimiento. Gente de ese tipo no siente la necesidad de destruir algo en ellos mismos, como medida preliminar para lograr algo nuevo. No, la gente muy triunfadora generalmente está demasiado satisfecha de sí misma como para sernos de utilidad. Quizá la única cualidad que pueda decirse que hace a una persona conveniente para el trabajo, sea la de que ya tiene que estar un poco desilusionado de la vida diaria y, lo que es aun más importante, estar un poco desilusionado de sí mismo y naturalmente, es esencial que posea un Centro Magnético».

Al preguntársele qué significaba ese término Centro Magnético, contestó Ouspensky que no teniendo voluntad y siendo gobernado por su personalidad antes que por la esencia, puede decirse que un occidental moderno vive casi enteramente sometido a la ley de accidente. Reacciona automáticamente a cualquier influencia a que pueda quedar expuesto, y como no tienen voz en cuanto a lo que sean estas influencias, es la casualidad la que controla su vida.

Si las variadas influencias a las que responde un hombre fueran examinadas con más cuidado, se vería que son de dos o tres clases. Ouspensky dibujó luego la figura 11 sobre el pizarrón, y dijo que las primeras influencias, que son por supuesto las más comunes que encuentra el hombre, son creadas interiormente por la vida misma, a éstas las llamaría influencias A. Las influencias A incluyen acontecimientos tan casuales como:

  • El país en que ocurrió nuestro nacimiento.
  • La familia de la que formamos parte.
  • Nuestra educación.
  • Nuestra posición social.
  • Las ideas y costumbres temporarias a las que constantemente nos vemos sujetos.
  • Y finalmente los grandes sucesos políticos y nacionales en que nos vemos entreverados, incluyendo los grandes accidentes de la guerra y la paz.

Pero ocasionalmente nos encontramos con influencias B, que están mezcladas con las A, pero originadas fuera del círculo de la vida ordinaria. El rasgo distintivo de las influencias B, es que provienen de un nivel más elevado, y fueron conscientes en su origen. En realidad han sido creadas en forma deliberada por hombres más altamente evolucionados, y arrojadas en el remolino de la vida con el fin de que guíen a la poca gente capaz de reconocer su elevado origen, y de comprenderlas y utilizarlas. Las influencias B de esta segunda clase se encuentran incorporadas:

  • A las enseñanzas religiosas y filosóficas.
  • Y también se hallan ocasionalmente en obras de arte y literatura objetivas.

Arrojadas de ese modo en el remolino de la vida diaria, las influencias B, igual que todas las demás cosas dentro de ese remolino, quedan sujetas a la ley de la casualidad, de modo que es completamente casual que las encontremos o no, y que reconozcamos o no su verdadera naturaleza, que las aprovechemos o las descuidemos.

«Los hombres difieren —continuaba Ouspensky— en lo tocante a su capacidad para discriminar entre estas dos clases de influencias, A y B. Un individuo no percibe ninguna diferencia de calidad entre ellas, mientras que otro siente un cierto peso en B, que no existe en las influencias A. Un hombre que sea sensible a esta diferencia de calidad entre las influencias A y B, es también un hombre que ha llegado a la conclusión de que es imposible comprender al Universo en términos del Universo mismo; que un gran misterio yace no solo tras el Universo, sino también detrás de su propia existencia sobre esta Tierra».

Fig. 11 – Representa las variadas influencias a las que puede estar sujeto un hombre en forma individual: A, B y C. La medialuna oscura representa el Centro Magnético.

V = Vida

A = Influencias creadas por la vida

B = Influencias creadas fuera de la vida, pero que son arrojadas al medio de las influencias de la vida.

C = Influencias conscientes que se originan en los círculos esotéricos.

H1 y H2 = Hombres conectados indirectamente con influencias conscientes.

Puede no ser un hombre religioso en el sentido más estricto en que se emplea esa palabra, pero experimenta momentos de asombro y de una creencia intuitiva en la existencia de algo infinitamente más grande que él mismo. Las influencias B tienen un efecto muy definido sobre un hombre de esa clase, quien las pone a un lado y las asimila a ideas de naturaleza semejante que ha hallado antes. Con el correr del tiempo adquiere un pequeño tesoro de influencias B, las que estimulan en su interior el crecimiento de una nueva facultad, a la que G., ha dado el nombre de «Centro Magnético» (ver fig. 11). Si esta nueva función dentro de él, sigue siendo alimentada y se libra del olvido debido, y la feroz competencia que se entabla en la existencia mecánica ordinaria; impartirá una cierta orientación a sus pensamientos y emociones, de modo que habrá de estar siempre al acecho de conocimientos de esa clase. Puede tener eventualmente la buena suerte de encontrarse con una persona que está en condiciones de darle ayuda, como, por ejemplo, ponerlo en contacto con alguien que esté conectado directa o indirectamente con influencias conscientes designadas como C en el diagrama. También la conexión que haga con influencias conscientes puede ser menos directa que esa, por vía de varios intermediarios. Cualquiera sea el caso, el hombre en cuestión al llegar a este punto, en lo que concierne a su búsqueda de conocimiento, sale fuera de la esfera de la casualidad y se pone al alcance de las influencias conscientes. Siendo así, ya no depende más para su dirección, de su «Centro Magnético», pues éste ya ha cumplido con todo lo que se necesita de él. De ahí en adelante dependerá de fuerzas de una naturaleza más consciente para que lo guíen.

«Según G., el “Centro Magnético” empieza a formarse —si es que se forma— en los primeros años de la vida, y que alguien desarrolle o no un “Centro Magnético”, depende en gran medida de cómo ha sido criado cuando era chico».

A causa de la decadencia de la religión y la vida familiar en Occidente, el niño que crece, está expuesto a encontrar cada vez menos influencias B en su hogar; y esto significa que sus facultades emocionales y las partes superiores de su naturaleza recibirán muy poca nutrición. Ésta no es la única forma en que se descuida al niño en sus primeros años, que son los formativos. Un niño de corta edad es mucho más sensible a la atmósfera del hogar que lo que mucha gente cree, y en lugar de recibir enseñanza positiva de los adultos que lo rodean, recibe con frecuencia de ellos solo ideas negativas, tales como:

  • Nada en el Universo tiene significado real.
  • El hombre es un viajero solitario en el mismo espacio.
  • Aquellos que piensan en forma diferente son solamente soñadores e idealistas alejados de la práctica.

La marca de humanismo por la que abogan muchos de nuestros intelectuales, proporciona un alimento emocional muy pobre al niño que está creciendo.

Ouspensky nos previno que un «Centro Magnético» no es forzosamente una guía infalible hacia la verdad, y que a veces confunde una influencia A con una B. También que un hombre guiado en una u otra dirección por un «Centro Magnético» en el que no se puede confiar, quedaría al final tan descorazonado por sus muchas equivocaciones y por no poder llegar a encontrar nada que valiera la pena, que adoptaría el único remedio de que dispone la persona en bancarrota espiritual: convertirse en un cínico.

En otra persona, el «Centro Magnético» puede faltarle persistencia, y, aun poseyendo la capacidad suficiente para discriminar entre influencias A y B, puede ser que abandone la búsqueda de la verdad. Finalmente es necesario recordar que, aun cuando el «Centro Magnético» esté capacitado para poner a un hombre en contacto con las influencias conscientes, nunca podría asegurarle que él vaya a hacer buen uso de sus oportunidades.

Después que el hombre ha establecido un contacto directo con el conocimiento proveniente de un nivel superior, depende para su guía posterior de dos cosas: su maestro, y su comprensión de lo que su maestro le enseñe. Pero está ahora en una posición mucho más fuerte que antes, y numerosas ideas y pensamientos que antes habían sido vagos e inciertos, quedan ahora para él mucho más claramente definidos. Tiene también la inmensa ventaja de saber qué esfuerzos le resultan provechosos, y qué esfuerzos son inútiles. Puede también estar seguro de que si hace los esfuerzos adecuados, a su debido tiempo recibirá la seguridad interior de que está encaminado en la dirección correcta. En otras palabras: tendrá la prueba pragmática de que su trabajo está rindiendo resultados positivos, por pequeños que puedan ser estos resultados.

En una reunión posterior, Ouspensky amplió una afirmación suya anterior: que el Cuarto Camino empieza en un nivel más alto que el de la vida ordinaria. Dijo que el momento en que el «Centro Magnético» pone a un hombre en contacto con alguien que en realidad conoce el camino, se llama el primer umbral, o primer paso, en el camino. De este umbral parte una escalera que lleva hacia arriba, a un nivel ligeramente superior y solo cuando asciende por esta escalera puede el viajero entrar en el camino propiamente dicho. Pero para ascender por la escalera necesita la ayuda de otras personas. Ouspensky agregaba que, mientras asciende por la escalera, el hombre no puede estar seguro de nada, y a veces lo consumen las dudas sobre si puede confiar en quien lo guía, la exactitud del conocimiento que está recibiendo, y finalmente de su propia capacidad para sacar algún provecho del mismo. Pero después que ha cruzado el segundo umbral, al tope de la escalera, y se encuentra frente al camino mismo, sus dudas se disipan. Sabe que ahora está orientado en la dirección correcta y que con el tiempo hasta podrá prescindir de su guía, sabiendo hacia donde va y qué tiene que hacer para llegar allí. También está un poco menos expuesto a perder todo lo que ha ganado, y le resultará más difícil volver a sus formas anteriores de vivir y de pensar, si es que decidiera abandonar todos sus esfuerzos.

Ouspensky expresó más de una vez, la opinión de que la gente nueva que se iba incorporando al trabajo, estaba menos bien dispuesta hacia él, que lo que habían estado los que la precedieran. También declaró que los hombres y las mujeres que se habían unido a G. en Moscú y San Petersburgo durante la Primera Guerra Mundial eran mejor material que nosotros, y hasta estaba inclinado a creer que sus últimos reclutas de Londres eran de una calidad aun inferior a la nuestra. Esto significaba que había que efectuar más trabajo preliminar sobre ellos, y que dependían más de la ayuda ajena, para ascender por la escalera que lleva al camino.

Estas declaraciones de Ouspensky provocaron una discusión entre nosotros sobre por qué, en el momento en que tan rápidos adelantos tienen lugar en todos los campos del conocimiento, el hombre posee tan poca discriminación y comprensión. Por cada invención susceptible de beneficiar a la humanidad, tales como, los numerosos grandes descubrimientos en el campo de la medicina, aparece una invención de naturaleza diabólica, tal como la bomba atómica. ¿Por qué toda esta confusión y falta de comprensión entre los hombres? Es porque el conocimiento y la comprensión, son dos cosas completamente distintas.

Para poder comprender algo, es necesario percibir la relación que existe entre la parte y el todo, y la primera característica de la investigación moderna es que el todo se fracciona en partes tan pequeñas, que se pierde su relación con el todo. Los especialistas pierden su vida con los ojos puestos sobre partículas de información, a través de vidrios de aumento, sin poder tener la menor esperanza de relacionar lo que ven con el mundo en que viven. No es sorprendente que existan inmensas cantidades de información, pero muy poca comprensión.

Se formuló en la reunión siguiente una pregunta sobre la fuente de las influencias B. Se nos había dicho que las influencias B, son conscientes en su origen, y que son lanzadas a la vida con cierto propósito. ¿Quiénes son los responsables de eso? Advertimos que, evidentemente, la pregunta le había gustado a Ouspensky, «Esto nos lleva a la cuestión tan importante y tantas veces rebatida del esoterismo —comenzó diciendo—, y luego siguió explicándonos que la humanidad a que pertenecemos, y la humanidad sobre la que los historiadores han escrito, constituían el más externo de varios círculos de humanidad, que con frecuencia es conocido como el Círculo de la Confusión de Lenguas». El undécimo capítulo del Génesis comienza con estas palabras: «Y toda la Tierra tenía una lengua y una sola forma de hablar».

Esta declaración coincidía con la opinión de G., de que hubo un tiempo en la historia del mundo en que la gente estaba en contacto directo con el conocimiento superior, y vivía bajo su influencia. El capítulo continúa como sigue: «Y sucedió que viniendo del Este, encontraron una llanura en la tierra de Shinar; y habitaron allí, y entonces se dijeron unos a otros, vayamos, hagamos ladrillos y cocinémoslos y tuvieron ladrillo por piedra, y fango por argamasa». Este relato de un viaje fue interpretado simbólicamente por algunas autoridades en la materia; según ellos, viajar desde el Este a un valle quiere decir que la gente que había vivido antes de acuerdo con los principios esotéricos los había abandonado ahora y confiaban en su propio nivel de comprensión, que es muy inferior. La afirmación de que hicieron ladrillos en lugar de piedra, y fango en lugar de argamasa significa, en otras palabras que inventaron sus propias «verdades» y se imaginaron que podían «hacer». El resultado final de toda esta total dependencia de sí mismos y de sus propias ideas, fue la construcción y la confusión de la Torre de Babel.

Fig. 12 – Los tres círculos esotéricos de la humanidad más altamente desarrollada. Fuera de estos círculos se encuentra la región de la confusión de lenguas.

«Sin embargo —continuaba diciendo Ouspensky— el conocimiento esotérico se las arregló aun así para sobrevivir». Dentro del gran círculo de la Confusión de Lenguas, siguieron existiendo todavía tres círculos concéntricos de hombres altamente evolucionados.

El círculo Esotérico o más interno de todos, está compuesto por gente que ha llegado al máximo de desarrollo que es posible para el hombre, plena conciencia, unidad y voluntad (ver fig. 12). Los hombres de este elevado nivel de desarrollo son absolutamente incapaces de realizar acciones que sean contrarias a su comprensión, o poseer una comprensión que no pueda también ser expresada por la acción. Tampoco es posible que haya entre los que pertenecen a este círculo la menor incomprensión, y eso quiere decir que todas sus acciones están coordinadas hacia una aspiración común.

El círculo que sigue a éste es el Mesotérico o Círculo Medio, en el que se encuentran las mismas cualidades psicológicas existentes en el más interno, siendo la única diferencia entre los dos, que el conocimiento del Círculo Mesotérico es de naturaleza más teórica que el del Círculo Esotérico.

El tercer círculo es el Círculo Exotérico. Los que pertenecen a él poseen la mayoría de las cualidades de los dos círculos interiores, pero su conocimiento es de una naturaleza más teórica aún, de modo que con frecuencia es solo filosófica.

Esta diferencia en la calidad del conocimiento puede expresarse diciendo que, mientras un miembro del Círculo Mesotérico calcula, un miembro del Círculo Exotérico contempla. Siendo así, la comprensión de aquellos que pertenecen al Círculo Exotérico no puede siempre encontrar expresión en la acción, como sucede con la comprensión de los círculos interiores. Pero es imposible que exista incomprensión entre los distintos individuos dentro de este Circulo Exotérico; lo que uno comprende, todos los demás lo comprenden en la misma forma. Más allá de estos círculos concéntricos, se extiende la región exterior de la Confusión de Lenguas, la gran región en donde mora todo el resto de la humanidad.

No podría existir y jamás ha existido, ninguna verdadera comprensión entre individuos que habitan en esta región exterior.

Es posible que exista alguna poca gente, que se ponga de acuerdo sobre cosas de muy poca importancia en general para la humanidad, pero aun así, ese acuerdo dura muy poco tiempo. En este círculo externo todo el mundo entiende las cosas que son de importancia para la humanidad en forma enteramente subjetiva, y la única esperanza que les queda a aquellos que habitan en esta tierra de la Confusión de Lenguas, es:

  1. Que eventualmente se den cuenta del verdadero estado de las cosas allí.
  2. Que traten de procurarse la ayuda del Círculo Exotérico.

Solamente en esta forma les será posible llegar a la comprensión. Al llegar a este punto, Ouspensky se levantó de su silla, y se dirigió al pizarrón, en el que dibujó los tres círculos internos, trazando cuatro grietas en el Círculo exterior, las que dijo que representaban las entradas hacia las cuatro diferentes vías de desarrollo: la del faquir, la del yogui, la del monje y el Cuarto Camino.

Me resulta muy difícil imaginarme en términos de geografía, historia y la vida de todos los días, a este núcleo de una humanidad más altamente evolucionada, que se supone ha ejercido una influencia tan fuerte sobre la pasada historia de la cultura.

¿Cómo se ingenió para sobrevivir esta gente, en medio del cataclismo de incontables guerras y revoluciones? ¿Llevaban los hombres y mujeres que formaban este núcleo más consciente, alguna forma de vida comunitaria, o vivían ellos y sus discípulos en pequeños grupos, en las partes más remotas del Asia? Los teósofos creen en la existencia de ciertos maestros o Rishis, que viven en las remotas alturas del Himalaya, pero nunca he podido tomar en serio esta idea de los Rishis. Pero quizá, después de todo, su creencia en la existencia de estos grandes conductores esté justificada.

Cuando un miembro del grupo interrogó a Ouspensky, sobre si los hombres altamente evolucionados de que él había hablado, todavía sobrevivían, él le contestó que no había razones para suponer que hubieran desaparecido del todo. Apremiado a darnos alguna idea del número de hombres evolucionados que existe actualmente, respondió que esa pregunta no puede ser contestada.

«Pero —continuó— existe una antigua tradición que dice que el hombre que se ha ingeniado para evolucionar, tiene la obligación de ser el maestro de otras cien personas. De modo que, aun cuando empezáramos solamente con siete hombres número siete y cada uno de ellos impartiera instrucción a cien discípulos sobre cómo alcanzar el nivel del hombre número seis, y cada uno de ellos a su vez llevara a otros cien hasta el nivel del hombre número cinco, el resultado en cuanto a hombres altamente evolucionados sería aún muy considerable».

Los diagramas solo pueden representar un cierto número de ideas, y no puede esperarse demasiado de ellos. La figura que muestra los varios círculos de la humanidad, es un buen ejemplo de las limitaciones de los diagramas. Muestra una cierta relación entre los varios niveles de la humanidad, pero tomado muy literalmente puede llevarnos en dirección equivocada con suma facilidad. La cultura no se difunde por medio de movimientos de masas, sino por la acción de individuos, y de pequeños grupos de individuos. La humanidad no avanzó en un amplio frente a través de las edades paleolítica, neolítica, del bronce y del hierro, pues ejemplos de estas épocas existieron simultáneamente en distintos puntos de Europa. De modo que también es factible que hombres elevadamente desarrollados, hayan vivido solamente en comunidades muy pequeñas y muy distantes unas de otras, que mantienen entre sí muy poco contacto. Esto no es más que la impresión que he recibido leyendo el libro de Gurdjieff «Remarkable Men I have Met».

Ouspensky estaba particularmente interesado en esto del esoterismo y en el tema afín de las Escuelas Esotéricas. En «A New Model of the Universe», dice que estas escuelas permanecen ocultas a los ojos de la humanidad común, pero que su influencia persiste ininterrumpidamente a través de la historia. Su propósito hasta donde nosotros podemos comprenderlo, es doble: ayudar a las razas que han retrogradado al barbarismo, y producir maestros. De acuerdo con la tradición, los siguientes personajes históricos salieron de escuelas esotéricas: Moisés, Gautama el Buda, Juan el Bautista, Jesucristo, Pitágoras, Sócrates y Platón, lo mismo que los más místicos: Orfeo, Hermes Trismegisto, Krishna y Rama. Ouspensky incluye también en su lista de productos de las escuelas a los constructores de las Pirámides y la Esfinge, algunos de los viejos alquimistas, los sacerdotes de los misterios griegos y egipcios, los arquitectos de las catedrales góticas construidas en la Edad Media, y los fundadores de ciertas Órdenes Sufíes y derviches.

Para mí, la idea de que las escuelas esotéricas y sus maestros habían sobrevivido la violencia y la persecución de la humanidad, y habían podido transmitir su conocimiento en forma oral, durante un período de varios millares de años, me resultaba difícil de aceptar o rechazar. Una cosa que podía decirse en su favor era que explicaba lo que de otro modo hubiera sido extremadamente enigmático: la repentina aparición en distintas épocas de la historia de maestros en la escena, quienes impartieron a un pequeño séquito, doctrinas de naturaleza esotérica y luego murieron o se fueron a alguna otra parte; hombres como Pitágoras, Apolonio de Tiana, Amonio Sacas (el maestro de Plotino) y Saint Martín «le philosophe inconnu».

A esta lista de maestros podría agregarse muchísimos nombres más, incluyendo el del hombre cuyas ideas estudiamos en este libro. Gurdjieff no era un hombre común, y era imposible estar mucho en su presencia sin advertir eso. ¿Pero cómo y dónde había adquirido su conocimiento y su ser? En «Remarkable Men I have Met» describe monasterios en los que vivió muchos meses, situados en partes remotas e inaccesibles de Asia Central, y escribe también sobre antiguas Hermandades religiosas, y otras viejas Órdenes religiosas; habiendo conocido a G., y leído además su libro, soy quizá menos escéptico que lo que era antes en cuanto a la existencia de un pequeño centro esotérico compuesto de hombres más altamente evolucionados.

Durante los últimos años de su enseñanza, Ouspensky volvió repetidamente sobre la cuestión que tanto le interesaba, la existencia en alguna parte de genuinas escuelas esotéricas. Señalaba, lo que indudablemente es cierto, que un hombre puede hacer muy poco por sí mismo, ya que en la vida todo está dispuesto en forma de hacerle olvidar su aspiración. Pero en una escuela se encuentra a sí mismo viviendo con gente a la que él no ha elegido, gente con quien a él le resultaría muy difícil vivir y trabajar. Se crea por ese medio la tensión entre él y esas otras personas, de modo que constantemente se le recuerda la necesidad que tiene de luchar contra sus identificaciones y sus emociones negativas. Además, en una escuela tiene la inmensa ventaja de estar constantemente bajo la supervisión de un maestro que lo ve más claramente que lo que él se ve a sí mismo.

Ouspensky decía que el trabajo en una escuela adopta tres formas:

  1. Trabajo sobre uno mismo.
  2. Trabajo con otra gente.
  3. Trabajo para el propósito más grande de la escuela.

La Ley de Siete hace que sea necesario, que estas tres líneas de trabajo procedan en forma simultánea, de modo que cada vez que una forma de trabajo se hace más lenta en un intervalo, recibe una sacudida, de la actividad de las otras dos líneas de trabajo. Por ejemplo, cuando el trabajo sobre uno mismo alcanza el intervalo mi-fa, puede impartírsele una sacudida adicional por parte de una o las dos otras líneas de trabajo que se activen más. Al preguntársele qué se quería decir con la tercera línea de trabajo, o «propósito más grande», Ouspensky contestó que esto iría haciéndose gradualmente visible a los miembros mayores de la escuela, pero que era provechoso que todos pensaran en él desde el comienzo. El maestro tiene una aspiración muy definida al hacerse cargo de todo el trabajo que realiza, y les corresponde a todos los que se benefician con su trabajo, estudiar este propósito y ayudarlo en la mejor forma que puedan. Como ya se ha dicho antes, Ouspensky nunca afirmó haber fundado una escuela. Todo lo que siempre dijo sobre el punto fue, que sería muy útil para nosotros vivir tanto como nos fuera posible bajo las condiciones de una escuela, y hacer estudios especiales de los métodos de las escuelas. Al principio nos resultaba completamente imposible reproducir las condiciones necesarias en Londres, pero en 1936 compramos una finca grande en Virginia Water, donde vivían muchos miembros del grupo, en tanto otros llegaban durante los fines de semana. Esto nos permitió observarnos, viviendo en ambientes desacostumbrados, donde teníamos que ocuparnos de tareas que no conocíamos y que, a menudo, eran incompatibles con nosotros; de ese modo adquirimos un gran conocimiento de nosotros mismos. Descubrimos, por ejemplo, hasta qué extremo éramos esclavos de nuestros propios cuerpos, y lo esencial que era para nosotros estar menos sometidos a sus exigencias. Es cierto que las condiciones de vida en Virginia Water eran mucho menos rigurosas que las que imperaban en el «Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre» de G., pero eran lo bastante difíciles como para permitirnos vernos en una cantidad de circunstancias capaces de ponernos a prueba, y en diferentes estados de fatiga, hambre e irritación.

Ouspensky se refería en ocasiones a una escuela en la que estaba muy interesado, escuela que había sido anteriormente establecida en Coblenz durante el verano, y que se mudó a Italia para los meses de invierno. Parecía ser solo una escuela para pintores, pero él nos dijo que eso no era otra cosa, que la fachada detrás de la cual se llevaban a cabo actividades mucho más importantes: V. gr., el estudio de ideas de naturaleza esotérica.

También nos dijo que había razones para creer que, Ibsen y Alexis Tolstoi (primo de León, el escritor) eran miembros de esta escuela, pero que Ibsen se había retirado posteriormente de ella. En su obra «El Constructor», dio las razones que tuvo para hacerlo. Se recordará que el constructor le explica a Elsa que ya no quiere más construir grandes catedrales y trepar a alturas de vértigo, sino que piensa dedicarse en lugar de eso, a la construcción de casas modestas para hombres y mujeres comunes, y el motivo por el que el maestro abandonara sus anteriores ideales, fue que sintió que tenía el deber de cuidar de su enferma y desilusionada esposa.

Soy de opinión que Ouspensky, siempre esperó establecer contacto con alguna escuela, quizá con alguna que funcionara en el Medio Oriente, pero tan grande fue la destrucción que en Europa hizo la Guerra y la Revolución Rusa, que era muy improbable que ninguna escuela hubiera podido sobrevivir allí.

Ouspensky quedó profundamente impresionado por los derviches Mevlevi cuando visitó sus establecimientos en Constantinopla en el año 1908, y esperaba volver algún día para renovar sus conversaciones con su sheik; pero poco tiempo después de su visita, Turquía empezó a occidentalizarse, y en ese proceso los derviches Mevlevi fueron expulsados de Constantinopla. La idea de las escuelas estaba constantemente presente en la mente de Ouspensky durante los últimos diez años de su trabajo en Londres, y esa idea suya me fue claramente sugerida por una observación que me hizo, poco antes de la publicación de su libro «A New Model of the Universe»:

«Sería muy interesante —dijo, con una estudiada calma que tenía un tinte de emoción— que a través de este libro mío estableciéramos una vinculación con otras escuelas».

Su esperanza nunca se vio realizada.