Capítulo XI
El diagrama escalonado y el eneagrama

Ouspensky volvió muchas veces al tema del Rayo de Creación para reconsiderarlo desde algunos puntos de vista diferentes. En una ocasión dijo que nos proporciona una escala de conciencia y de inteligencia en la cual están marcados cada uno de los grados de esas cualidades, desde la inteligencia latente de los metales, hasta la suprema inteligencia del Absoluto. Nos recordó que, según el sistema de pensamiento de G., todas las formas de la materia poseen propiedades psíquicas y cósmicas, como asimismo físicas. La tabla de hidrógenos que nos había dado anteriormente registraba por lo tanto, no solo las densidades y escala de vibraciones de las distintas variedades de la materia, sino también su conciencia y su inteligencia. Mientras menos densa sea la materia y mayor la cantidad de sus vibraciones, más inteligente es. La materia muerta y carente de inteligencia tiene principio solo cuando cesan las vibraciones, y como no estamos familiarizados con esta clase de materia que no vibra, no tenemos necesidad de hablar de ella. Luego se dedicó a una consideración de esas mezclas sumamente complejas de hidrógenos conocidos como criaturas vivientes, y dijo que determinando el centro de gravedad o el promedio de hidrógeno en cada uno de ellos, podíamos también evaluar su inteligencia.

Al llegar a este punto, alguien le pidió que diera una definición de la inteligencia, y Ouspensky contestó la pregunta definiendo la inteligencia en términos de adaptabilidad. Dijo que la mesa de madera al lado de la cual estaba sentado tenía su propio grado de inteligencia, en el sentido de que se adaptaba a un peso colocado sobre ella, doblándose levemente. Pero si se aumentaba el peso hasta más allá de cierto punto, la mesa se rompería mostrando de ese modo cuales eran los límites de su adaptabilidad. Era completamente incapaz de ajustarse de ningún modo, en caso de que se encendiera fuego debajo de ella, pero un gato, dueño de una inteligencia mucho mayor que la de la mesa, inmediatamente se alejaría de la proximidad del fuego. Un hombre es aun más adaptable, porque no solo se retira, sino que adopta además medidas para extinguir el fuego, y salva así de la destrucción la habitación y la casa.

Si limitamos nuestra atención a los animales, podemos hacer una evaluación de su inteligencia, fijándonos en el número de pisos que poseen. Ouspensky dijo que hasta ahora no hemos hecho más que estudiar la estructura de la maquinaria de un hombre, y el hombre es único entre todas las cosas vivas de la Tierra, en el sentido de que posee tres cerebros o pisos, mientras que otros animales tienen solamente uno o dos. Al llegar a este punto, Ouspensky dibujó en el pizarrón, un ser de tres pisos, uno de dos pisos y uno de un piso, y los calificó «hombre», «oveja» y «gusano», respectivamente. Dijo que cuando se los toma juntos, los pisos medio e inferior del hombre representan aproximadamente el estado de la oveja, y que este piso más bajo de todos se corresponde hasta cierto punto con el estado del gusano.

«Eso quiere decir —continuó— que en todos nosotros existen una oveja y un gusano; y que en alguna gente, la oveja es lo más importante de los dos, y en otra el gusano. De este modo, es el gusano el que desempeña el rol determinante principal en el hombre número uno (instintivo-motor), y la oveja lo que predomina en el hombre número dos (centro emocional). En el hombre número tres, en quien el centro intelectual toma el mando, puede decirse que predomina el “hombre” mismo, pues solo él posee un centro intelectual».

«Pero —agregó Ouspensky— eso solo es de aplicación a hombres y mujeres en forma individual, pues el comportamiento de la humanidad como un todo se asemeja al de la oveja, siendo gobernado principalmente por el piso del medio. El centro de gravedad, o promedio de densidad del piso medio del hombre es 96, así que éste puede considerarse como índice de su inteligencia. Si un hombre posee, por añadidura, un cuerpo astral, su centro de gravedad y su inteligencia serán 48; si posee también un tercero y cuarto cuerpos, su inteligencia será 24 y 12, respectivamente».

Ouspensky decía que hay otra forma de clasificar a las criaturas vivientes desde el punto de vista cósmico. Los científicos clasifican a los animales de acuerdo con características tales como la estructura de su esqueleto, sus dientes, y su formación general, pero existe un método mucho más exacto para clasificar todas las cosas, y determinar con precisión su relación con el resto del Universo. El criterio que se aplica a este método cósmico de clasificación es triple, y depende primero de la comida que ingiere el animal, segundo de la clase de aire que respira y tercero del medio en que vive.

Para ilustrar este método de clasificación, Ouspensky eligió al hombre y empezó por discutir las tres clases de alimento que usa:

  • Comida común (H 768).
  • Aire (H 192).
  • Impresiones (H 48).

Es completamente imposible —dijo— que un hombre produzca hidrógenos mucho más elevados, y levante de ese modo el nivel de su ser, haciendo trampas con su dieta, pues si procediera de ese modo hasta cierto punto podría morir. La comida que entra por su boca y el aire que respira están fijados por sus necesidades fisiológicas, pero puede cambiar la calidad de sus impresiones, y fue la capacidad del hombre para proceder de ese modo, lo que le posibilitó la evolución. Si por ejemplo, se las ingenia para cambiar la opaca impresión H 48 por las impresiones mucho más finas, H 24, H 12 y H 6, tendría lugar una producción mayor de hidrógeno fino, que es necesario para su evolución.

Podría hacerse con toda impunidad un cambio más grande en la dieta de un animal. Por ejemplo, un perro puede vivir tanto de la comida con que se alimenta el hombre (H 768), como también de los hidrógenos de la región de 1536, dieta con la que un hombre sería incapaz de sobrevivir. La abeja vive de un «hidrógeno» que es considerablemente más elevado que el que usa el hombre, pero vive también en una atmósfera dentro de la colmena en la que un hombre sería incapaz de respirar.

El gusano harinero se las ingenia para vivir de harina podrida (H 1536), y también respira en una atmósfera que es completamente inadecuada para las necesidades del hombre.

En la reunión siguiente Ouspensky nos dio otro método de clasificación, el cual, según dijo, está basado en el hecho de que el Universo está manejado por lo que G. llama el principio de la manutención recíproca. Ninguna energía se ha perdido jamás en el Universo, sino que cuando aquélla ha llenado sus fines en una esfera, se la utiliza en alguna otra parte. Este principio cósmico de manutención recíproca estaba resumido en la expresión de G., de que todo lo que existe en el Universo come, y a su debido tiempo es comido a su vez, por todos los demás. Explicó que en el diagrama que estaba a punto de dibujar en el pizarrón llamado «diagrama escalonado» y también «diagrama de todas las cosas vivas», la posición de cada entidad en ella, está determinada por lo que come y por lo que la come a ella. El principio general subyacente de estas «comidas», es que una criatura siempre se alimenta con algo que es más bajo que ella, y sirve de comida a algo que existe en un nivel superior al suyo, Ouspensky dibujó entonces en el pizarrón la figura N.° 8.

«Cada uno de estos cuadrados —dijo— muestra un diferente nivel de ser. El número del medio de los tres muestra el promedio de hidrógeno de la criatura, el número de abajo de qué se alimenta, y el número de más arriba a quien le sirve de alimento».

El hombre ubicado en el séptimo cuadrado, partiendo de la base del diagrama, puede ser empleado como ilustración. De acuerdo con el diagrama, el promedio del hidrógeno del hombre es 24, se mantiene con el hidrógeno 96, y le sirve de comida a algo, con un hidrógeno de promedio 6. El cuadrado que está directamente debajo del cuadrado del hombre está ocupado por los vertebrados que tienen un promedio 48 de hidrógeno, y el de abajo de éste, contiene a los invertebrados con un hidrógeno de promedio 96. Por consiguiente, de acuerdo con este diagrama escalonado, el hombre vive de los invertebrados, los vertebrados viven de las plantas, y los invertebrados de los minerales. Por debajo de los minerales están los metales, que constituyen un grupo cósmico separado entre los minerales. El cuadrado más abajo de todos no tiene nombre, porque nunca nos encontramos con «materia muerta» de esta clase sobre la superficie de la Tierra. En el fondo de este cuadrado, el más bajo de todos, está colocado el símbolo de un triángulo invertido que significa «nada».

Al lado del hombre hay un cuadrado que contiene hidrógenos 3, 12 y 48, y al costado de éste otro cuadrado con hidrógenos 1, 6 y 24. Estos cuadrados representan entidades más elevadas que nosotros, de las cuales no tenemos la menor noticia, y podemos llamarlas ángeles o arcángeles si queremos. El cuadrado que está sobre el de los arcángeles contiene dos círculos concéntricos, y se denomina «El Eterno Inalterable».

El más alto de todos es el Absoluto, marcado con el símbolo usual de un círculo dentro de un triángulo.

«El diagrama va a parecerles muy extraño al principio —continuó diciendo Ouspensky— y pueden hasta pensar que se contradice con lo que han aprendido antes. Puede parecerles que sus cifras difieren de las que se utilizaron en la fábrica de tres pisos, pero no se preocupen por ahora por las cifras. Conténtense con comprender los principios generales ilustrados por estos diferentes diagramas, y más tarde volveremos a estudiar las cifras».

En realidad Ouspensky nunca nos proporcionó ninguna información más sobre el diagrama escalonado, aun cuando varias veces volvió sobre él, y parecía estar él mismo profundamente interesado. Todo lo que agregó a su narración original fue que él y algunos otros miembros del grupo de San Petersburgo habían convenido en igualar a los «Ángeles» con los «Planetas» y a los «Arcángeles» con los «Soles», basados en que los planetas y el sol son los mundos que en el Rayo de Creación están justo encima del nivel de la Tierra.

Pero ¿resulta de algún modo más fácil —me preguntaba yo—, visualizar las esferas invisibles de los planetas y el sol, que representan sus niveles más elevados de ser, que visualizarse ángeles o arcángeles? Lo dudo muchísimo. No son los planetas que espiamos por un telescopio y las llameantes órbitas que observamos en el cielo, los que viven en un nivel tanto más alto que nuestra Tierra, sino los reinos invisibles del espíritu, del que son símbolos. ¿Por qué motivo, entonces, no pueden los ángeles y los arcángeles quedarse en el diagrama?

Éste es un tema al que posteriormente le dediqué algún pensamiento, y a cuyo respecto he llegado a ciertas conclusiones.

Fig. 8 – El diagrama escalonado o clasificación de todas las cosas de acuerdo a sus niveles de ser.

La conciencia y la vida son para mí las llaves de la comprensión del gran drama cósmico que se está representando allí, en ese gigantesco teatro del espacio y el tiempo, pues sin conciencia y sin vida, el drama carecería totalmente de significado. Sir Robert Kolze ha observado en su libro The Scheme of Things, que «la majestuosa cabalgata de la vida que atraviesa las edades geológicas por miles de millones de años, presenta una característica de suprema importancia». Esta característica es el hecho de que la conciencia ha ido ascendiendo a niveles cada vez más altos, pari passu con la evolución del cuerpo físico que habita. Los materialistas consideran a este ascenso de la conciencia como el resultado de la evolución de formas físicas más altamente organizadas, pero es por lo menos, tan probable que estas formas físicas sean el resultado, así como son la causa de este ascenso, y en lo que a mí respecta, ésta es una explicación mucho más acertada de lo que ha estado sucediendo, pues, como ya se ha señalado, parecería como si existiera un impulso hacia este nivel superior, que no es sino otra forma de decir lo que G. ya había dicho antes, que existe un movimiento en el Rayo de Creación, que es a la vez evolucionario e involucionario. Concuerdo, por lo tanto, entusiastamente con Sir Robert Kolze, en que el drama cósmico se está representando allí, en el espacio, y el tiempo es el drama de la evolución de la conciencia y la mente, y que la evolución paralela de formas físicas más elevadas que las ha acompañado es un medio para llegar al gran fin.

Habiendo aceptado que la conciencia y la mente son las fuerzas primarias creadoras del universo, no veo la razón de que no hayan podido producir conciencia y seres inteligentes que están por encima del nivel del hombre, como éste está por encima del nivel de la ameba. Para mí, sería completamente ridículo imaginar que la pequeña criatura bípeda que vive en este planeta, en alguna parte del imponente universo ilimitado, determine el cenit de los logros de la Conciencia, por ello no tengo ninguna dificultad en aceptar los dos cuadros marcados como «ángeles» y «arcángeles» en el diagrama escalonado de G. Tampoco siento el menor deseo de sustituir por otros términos estas palabras arcaicas, nimbadas por el uso respetuoso y el tiempo.

Pero ¿qué significado tiene la expresión «ser comido por algo de un nivel superior»? Cuando la comida ha sido digerida y absorbida se transforma en parte de otro ser, y por lo tanto participa de la naturaleza de ese ser. Tanto Ouspensky como Gurdjieff nos dijeron que la humanidad como un todo, provee de alimento a la Luna, pero nos dijeron también que los hombres y mujeres, en forma individual, tienen la oportunidad de convertirse en parte de algo que existe en un nivel muy superior al suyo. Me baso en tales afirmaciones para interpretar esa extraña idea de ser comido por seres superiores.

G. utilizaba liberalmente las parábolas y símbolos en sus enseñanzas, en su libro All and Everything (Todo y todas las cosas); una vez Ouspensky nos habló acerca de la utilidad de los símbolos en la transmisión del conocimiento esotérico. Comenzó diciendo que todo nuestro conocimiento ordinario está basado en la observación, seguida por la inferencia, en el nivel de vigilia de la conciencia. Ese conocimiento es de naturaleza objetiva, y considera que el mundo está partido en miles y miles de diferentes fenómenos. Pero en un plano más elevado de conciencia, el observador se impresiona no tanto por la diversidad de los fenómenos, como por la unidad de todas las cosas en el universo, y es excesivamente difícil trasladar esta idea de la unidad a gente que no la ha experimentado por sí misma. La idea de que existe una unidad detrás de la diversidad puede, por supuesto, lanzarse como una idea abstracta, pero teniendo en cuenta que todo el lenguaje ha sido construido con el fin de expresar lo que se ve en estado ordinario de conciencia, es muy difícil hacer uso de él, con el propósito completamente distinto de expresar ideas de un estado superior de conciencia. Apercibiéndose de ello, aquellos que poseen conocimiento objetivo a menudo buscan trasladarlo a otros por medio de mitos y símbolos[3]. Los mitos forman parte del idioma del Centro Emocional Superior, y los símbolos son utilizados por el Centro Intelectual Superior.

Pero los intentos de transmitir ideas en esta forma, comportan serios riesgos. En manos de una persona incompetente que solo vea forma externa, un símbolo se habrá de convertir en «instrumento de engaño», pues está completamente incapacitada para darse cuenta de que un símbolo posee muchos aspectos distintos que tienen que ser enfocados simultáneamente. Lo mismo ocurre con esa gente cuya mente tiene inclinaciones literarias, capaces de ver solo la forma externa de los mitos, de tal modo que pierden completamente lo que tanta importancia tiene: sus verdades internas. La idea de fondo en todo escrito sagrado es trasladar a la persona no iniciada un significado más alto, por medio de mitos y parábolas, un significado más elevado que tiene más bien que ser visto y sentido, que pensado. La comprensión literaria es una cosa, y la comprensión interior y psicológica otra y existe muy poca comprensión verdadera de las palabras y los mitos de la literatura sagrada en el momento actual. Esto es así porque la educación moderna impulsa a la gente a buscar definiciones lógicas y argumentos en relación con todas las cosas que ven y oyen, y al dirigir la atención exclusivamente hacia la forma externa, es posible perder el significado interior.

Después de discutir distintos símbolos con nosotros, Ouspensky dibujó en el pizarrón un diagrama importante, llamado el Eneagrama, que afirmó era peculiar del sistema de pensamiento de G. Cuando G. entregó el Eneagrama por primera vez a su grupo, dijo que muchas de las ideas que anteriormente les había expuesto podían ser encontradas en otros sistemas antiguos de conocimiento, aun cuando con frecuencia estaban deficientemente dispuestas, de modo que resultaba difícil descubrir la relación existente entre las distintas partes de la enseñanza. Pero trasladando al Eneagrama las distintas partes de su propia enseñanza, podrían ser vistas siempre juntas como un solo todo viviente. El Eneagrama era por lo tanto una parte importante de su enseñanza.

Ouspensky dibujó en el pizarrón un gran círculo y dentro de éste un triángulo. Dividió la circunferencia del círculo en nueve partes iguales, representando cada una de ellas una nota en una octava, junto con los dos intervalos. Ouspensky numeró los puntos marcados sobre la circunferencia del círculo de 1 a 9, y ubicó el triángulo interno de modo tal que tocara la circunferencia en los puntos 9, 3 y 6. Al lado de los números en la circunferencia del círculo, escribió las notas de la escala solfa tónica, la nota do coincidente con 9.

De acuerdo con Ouspensky, todo en el sistema puede ser representado en forma diagramática en el Eneagrama, de modo que puede leerse con tanta claridad como si hubiera sido escrito en un libro. Pero debemos saber cómo leerlo —agregó— y estaríamos en lo cierto si dijéramos que solo cuando podemos insertar una idea en el Eneagrama podemos asegurar que la comprendemos. Nos dijo que G. había declarado una vez que un hombre que tenga la llave de la lectura del Eneagrama, puede decir que es dueño de toda una biblioteca, aun cuando esté solo en un desierto. Todo lo que tiene que hacer es dibujar el símbolo en la arena, y leer en él el funcionamiento de las grandes leyes eternas del Universo. Cada vez que vuelva a emprender un estudio más amplio del diagrama que dibujara, habrá de encontrar en él algo nuevo. Debe considerarse al Eneagrama como el jeroglífico fundamental de un idioma universal.

Pero el Eneagrama no estará completo hasta que se agreguen al círculo y al triángulo que contiene, las líneas que unen los puntos numerados 1, 4, 2, 8, 5, 7, 1 (ver fig. 9). Ouspensky nos explicó el origen de esta complicada figura interior manifestando que las leyes de la unidad están reflejadas en todos los fenómenos, y que el sistema decimal ha sido elaborado sobre la base de esta ley.

«Tomando una unidad —escribe— como una nota que contiene dentro de sí misma una octava completa, debemos dividir esta unidad en siete partes desiguales, para poder llegar a las siete notas de la octava. Pero en la representación gráfica no se toma en cuenta la desigualdad de las partes, y para la construcción del diagrama se toma una séptima parte, después dos séptimas, luego tres séptimas, cuatro séptimas, cinco séptimas, seis séptimas y siete séptimas». Calculando estas partes en decimales obtenemos:

1/7    0.142857.

2/7    0.285714.

3/7    0.428571.

4/7    0.571428.

5/7    0.714285.

6/7    0.857142.

7/7    0.9.

«Examinando las series de decimales periódicos obtenidos de este modo, vemos que en todos ellos con excepción del último los períodos están compuestos exactamente por los mismos seis dígitos, los cuales corren en una secuencia determinada, de modo que, conociendo el primer dígito del período, es posible reconstruir todo el período en forma total». (P. D. Ouspensky, In Search of the Miraculous).

Si conectamos los puntos que están en el círculo en la secuencia dada de 1, 4, 2, 8. 5, 7, nos da la figura 9. que representa el Eneagrama completo. Los números 3, 6 y 9 no están incluidos en la secuencia, pues forman el triángulo y tríada del símbolo.

Como dije antes, el Eneagrama puede ser utilizado para representar todas las ideas del sistema, y Ouspensky lo usó en más de una ocasión para representar las tres octavas del diagrama de las comidas que nos había dado antes. Comenzó por tomar el punto 3 como representante del intervalo mi-fa en la primera octava de comida que se ingiere por la boca, el lugar en donde entra do 192 de la segunda octava, la del aire, y ayuda a mi 192 a pasar de esta primera octava a fa 96. Pero ahora se presenta una dificultad en la lectura del Eneagrama. Es obvio que el punto 6 debiera de representar la sacudida requerida en el segundo intervalo en la octava de comida, pero es igualmente obvio que está en el lugar que no le corresponde. En lugar de estar situado correctamente, entre si 12 y el do de la octava siguiente, lo está entre sol 48 y la 24, en donde no existe ningún intervalo.

Ouspensky explicó que la solución de esta dificultad está en que el punto 3 marque el lugar en donde empieza la segunda octava de aire, y si ponemos esta nueva octava en el diagrama y la examinamos, descubriremos que su primer intervalo (entre mi 48 y fa 24) cae en el 6, precisamente en donde se requiere una sacudida adicional. Esa sacudida está proporcionada por el comienzo de la tercera octava de impresiones, o sea do 48, Cuando las octavas de las tres clases de alimentos del hombre —el alimento común, el aire y las impresiones— se registran en el Eneagrama, da origen a la figura 10, y un examen de ésta, muestra que cualquier idea anterior, que pudiéramos haber tenido de que las tres sacudidas impartidas por el triángulo que representa la ley de tres, estaban fuera de sus lugares, es completamente equivocada. Las sacudidas están todas en los lugares que les corresponden: el punto 3, es el punto por donde entra la sacudida requerida por la primera octava, o sea la del alimento común; el punto 6 representa la segunda octava, la del aire, y le es impartida por la tercera octava, la de las impresiones.

Cuando se proporciona esta sacudida de impresiones, las tres octavas avanzan hasta H 12 en forma de si 12, sol 12 y mi 12, respectivamente. La primera sacudida que entra en el 3 es proporcionada por la octava de aire, y es enteramente automática.

Como esta sacudida es esencial para la vida, y como todo lo que hay en el Universo «respira», incluyendo hasta la tierra misma, siempre se imparte de ese modo.

Como ya se expusiera en el Capítulo IX, hay otras dos sacudidas que son posibles en el hombre, pero nunca aparecen mecánicamente, y tienen que ser creadas en forma especial. G. dijo que sería posible dividir a la humanidad en tres categorías de individuos, de acuerdo con el número de sacudidas que les ocurren; un hombre que experimenta solo la primera sacudida mecánica (en el 3), es una clase de hombre; un hombre en quien funcionan dos shocks (3 y 6) es otra clase de hombre; un hombre en quien están funcionando los tres shocks (3, 6 y 7) es un hombre en el sentido más completo de la palabra: es decir, el hombre N.º 7.

Fig. 10. El Eneagrama usado para representar la digestión del alimento en el diagrama anterior de la fábrica de tres pisos. La octava de aire (192) penetra en 3 y la octava de impresión (48) en 6.

Ouspensky nos ayudó a lograr una comprensión mejor del Eneagrama, diciendo que nunca debía ser considerado como algo estático, sino que está siempre en estado de movimiento. El diagrama es una cosa viviente, no muerto, emblema de ese movimiento perpetuo que el hombre nunca ha sido capaz de imitar en las muchas máquinas que ha construido. Ouspensky dijo también que a fin de ayudar a sus seguidores a obtener un sentido interior del movimiento del Eneagrama —y solo en esa forma podrían comprenderlo plenamente—. G. había marcado un Eneagrama grande en el piso del salón del Instituto del Desarrollo Armónico del Hombre. Los discípulos que tomaban parte en las complicadas danzas y movimientos, realizados por las noches, se paraban en los puntos marcados del 1 al 9 en el círculo, y se les ordenaba que se movieran de acuerdo con la secuencia 1, 4, 2, 8, 5 y 7, girando unos alrededor de los otros en los puntos en que se encuentran, es decir, donde las líneas interiores del Eneagrama se cruzan entre sí. Tomando parte en esos movimientos, los danzarines aprendían a experimentar el Eneagrama tal como realmente era, un diagrama que representa los movimientos de la vida.

¿Pero cuál —podría preguntarse uno— es el significado del movimiento interior del Eneagrama a lo largo de las líneas 1, 4, 2, 8, 5 y 7? La respuesta es que en el diagrama del alimento, representa el proceso interior por el que las materias más densas se transforman en más finas, y también el modo como se produce la interacción de las tres octavas de alimentos. Muestra cómo la fuerza interior, o materia más densa, es elevada a un nivel superior, que no es tan alto como el de la fuerza o materia que actúa sobre ella. Esto está en concordancia con la ley de tres, ley que enuncia que, cuando una fuerza activa actúa sobre una pasiva, el resultado es la aparición de una tercera fuerza, que es intermedia entre las dos. Tomemos como ejemplo de lo dicho, al lado derecho del Eneagrama, marcado con los números 384, 192 y 96. Se verá que en el proceso digestivo, el movimiento interior va de 384 a 96, y luego vuelve a 192. Algunas veces va hacia delante, y luego se traslada en un movimiento inverso. En otras palabras, detrás de la pantalla externa de las apariencias sobre la periferia del círculo, está operando un movimiento interior que realiza los cambios requeridos.

Ouspensky estaba profundamente interesado en el Eneagrama, y cargó sobre la circunferencia del círculo muchas cosas, tales como los sistemas respiratorios, vascular y digestivo del hombre y hasta los diferentes días de la semana.

Me invitó a que tratara de descubrir, con la ayuda del Eneagrama, el movimiento interior que está detrás de estos variados procesos fisiológicos, y me dijo que prestara muy especial atención a la circulación de la sangre. G. había dicho en una ocasión que existen siete variedades distintas de sangre en el cuerpo humano, de modo que era posible que estas diferentes clases de sangre suministraran la clave para la comprensión de este movimiento interior. Pero la división de actividades en el cuerpo realizada por los fisiólogos no siempre concordaba con la división realizada por G. y aun cuando yo podía demostrar sobre el Eneagrama lo que llamaba la «circulación de energías», no era capaz de encontrar en él «la circulación de la sangre». Ouspensky me aconsejó, por lo tanto, que no me contentara con nada de lo actual, que no fuera lo que G. dijera que podía ser representado en el Eneagrama: la circulación de diferentes clases de sangre.

Yo estaba dispuesto a creer que a veces nos esforzábamos para que los fenómenos se ajustaran al Eneagrama, más bien que para lograr una comprensión más profunda de estos fenómenos con la ayuda del Eneagrama. No obstante eso, yo consideraba al Eneagrama un símbolo enormemente superior de los procesos fisiológicos, que el que con tanta frecuencia usan los científicos la máquina. Observarlo por unos pocos instantes bastaba para producir la sensación de que uno estaba vivo y en constante movimiento avanzando unas veces, retrocediendo otras, pero siempre en estado de flujo, y el flujo es la esencia misma de la vida.

Muchas lecciones pueden extraerse del Eneagrama, y Maurice Nicoll ha extraído la siguiente, que figura en Commentaries:

«El Eneagrama describe una serie de transformaciones de lo inferior en superior, de lo más denso en lo más fino. Bien, para que lo más bajo pueda transformarse en lo más elevado, tiene que ser pasivo. Es decir, tiene que permitir que actúe sobre él una influencia superior. ¿De qué otro modo podría la comida que ingerimos convertirse y reconvertirse en sustancias cada vez más elevadas, a menos que se someta a las seis etapas de la digestión? La digestión es transformación. El trabajo es transformación y si queremos que las influencias superiores del trabajo actúen sobre el hombre, él tiene, en cierto sentido, que volverse pasivo a ellas y permitirles que actúen sobre él. Puede darse cuenta de que no puede hacer, pero tiene que advertir también que la Mente Mayor existe, pues de otro modo caerá en un estado de confusión. Si no admite que exista nada que sea superior a él, no se puede actuar sobre él y entonces no puede evolucionar. Pero tiene que ser pasivo —es decir, capaz de escuchar y luego de captar—, no tiene que esperar a llegar más allá de su propia etapa, para empezar. No puede igualar al trabajo… No puede igualar a las fuerzas que lo están transformando. Si uno reflexiona, verá que tiene que haber siempre algo que sea superior a cualquier hombre, cualquiera sea su etapa, si es que la evolución es posible, y entonces tiene que haber algo supremo que sea inalcanzable».