capítulo doce
¿Podría haber evitado todo esto? Si le hubiera dicho a Cal Omas al comienzo que dejara que Corellia siguiera por su camino, ¿estaríamos aquí ahora? Intentar forzar a todos los mundos de la Alianza a aunar sus fuerzas de defensa era un principio. En realidad no teníamos una amenaza externa que enfrentar. Pero hemos creado una.
Y si alguna vez aparece otro enemigo como los yuuzhan vong… estoy seguro de que los corellianos vendrán corriendo a defender la galaxia de todos modos. Como siempre lo han hecho.
—Luke Skywalker, a Han Solo
CINCUENTA KILÓMETROS FUERA DE LA ZONA DE REUNIÓN DE LA FLOTA, CERCA DE FONDOR
Caedus estaba furioso.
Él no era ningún tonto, no estaba loco, y había explorado técnicas de la Fuerza más arcanas que cualquier miembro del Consejo Jedi. Él no caía en ningún truco.
Pero aunque esa flota fantasma había sido un truco y no un extraño fenómeno de una física más allá de su entendimiento… ¿entonces quién lo estaba creando? Dio un largo rizo alrededor del área en el InvisibleX.
Caedus no estaba revisando para asegurarse de que no se había perdido ninguna otra humillante nave inexistente más. Estaba explorando en busca del origen de la ilusión. Y era una ilusión… sí, eso era mucho más probable a que las leyes del universo tuvieran un mal día.
Él mismo había hecho algunos trucos muy convincentes, había escondido a Lumiya justo bajo las narices de Luke, literalmente. Él también había sido atrapado en ilusiones fabricadas y aún podía sentir la aparente realidad del mundo conjurado por Lumiya en su asteroide hábitat.
Niathal, como la mundana seguidora de reglas que era, simplemente había probado la realidad con el disparo de un torpedo, con la mente sin estorbar por ningún pensamiento de sala de espejos que la haría preguntarse si que el torpedo no golpeara nada no era también parte de la misma construcción elaborada y convincente.
Pero yo soy un Lord Sith.
Debería estar más allá de esto. Debería estar anticipando estos ataques contra mí.
Tenía que ser uno de los Jedi renegados. Lumiya estaba muerta. ¿Quién más podría ser capaz de engañarlo? Ben… no, Ben tenía sus habilidades como desaparecer en la Fuerza, pero pensaba en líneas rectas y honestas, canalizando su poder de la Fuerza como extensiones de talentos ordinarios como derribar puertas, localizar explosivos, y cegar holocámaras de vigilancia. Dos oficiales fornidos de la FSC y un sabueso akk podían hacer eso. Así que sería uno de los sospechosos de siempre: Luke, probablemente, o tal vez Zekk, porque no era el estilo de su madre o de su hermana. ¿Dónde estaban? ¿Hasta dónde podría Luke extender sus poderes?
¿Y por qué nadie más podía verlo? Las ilusiones podían hacerse visibles para mucha gente. Por lo tanto esta estaba diseñada para molestarlo, y sólo a él, no para atraer a sus naves a disparar y lo que pudiera resultar de eso.
Caedus no podía sentir nada más allá de una sensación distante que aún había Jedi en la Fuerza, de la misma forma en que las luces de una ciudad eran un telón de fondo constante y pasaban desapercibidas hasta que se apagaban. Estaba persiguiendo fantasmas de nuevo. Eso era lo que querían. Tenía que enfocarse, tragarse la rabia, y evitar ser provocado.
La tripulación del Anakin Solo ya lo había oído quedando como todo un tonto. Tendría que trabajar para restaurar su imagen de infalible.
Luke. Después Niathal, antes de que el orden fuera restaurado… tenía que hacer algo acerca de Luke. Tal vez Luke tendría el sentido común de los últimos Jedi que quedaron después de la Purga de Palpatine, y partiría al exilio.
Por delante de Caedus, un buque auxiliar se enganchaba a un crucero para reaprovisionar los suministros a través de un largo túnel en forma de tubo, prueba de la rapidez con la que algunos de la Tercera Flota habían partido. Se estaban poniendo al día con tareas rutinarias que normalmente se habrían completado en el camino. Los imperiales también habrían presentado sus naves: tan pronto como aparecieran, podrían terminar con esto.
Ocupar Fondor no era una opción.
No… se convertiría en Corellia, pero peor. Los mundos miraban a Corellia, magullada, pero aún confederada, e incluso podrían verse lo suficientemente envalentonados por el desafío arrogante como para tratar de emularlo. Fondor podría hacer eso mientras preparaba cientos de miles de soldados y sus naves. Caedus tenía intención de hacer un ejemplo de Fondor, del tipo que dijera: No intenten hacer esto de nuevo.
Incendiar Kashyyyk debería haberlo anunciado, pero la mayoría humana de muchos planetas probablemente notaría más lo que le pasaba a una especie íntimamente emparentada con la suya que vivía en bonitas y limpias ciudades.
Ahora estaba entre las naves dispersas. El nivel de luz en su cabina —la luz del distante sol a su espalda— disminuyó ligeramente.
No podía ver nada en sus instrumentos.
No podía sentir nada cerca de él más allá del general peso opresivo de las naves de guerra preparándose para la batalla.
Recuerda lo que pasó la última vez. Caedus no caería dos veces. Si se inclinaba ligeramente hacia un lado, el reflejo de su seis a menudo aparecía en la pantalla visora frente a él. Se inclinó en su asiento, pero no había nada.
Si ahora salto por cada sombra, me ha atrapado. Ridículo.
Un instante después, el sherrnkkk de fibroplast desgarrado vibró por la estructura del caza y por su pecho, y fue arrojado a babor, dando vueltas fuera de control. Algo lo había golpeado. No había roto nada volando en forma descuidada. Tenía demasiada experiencia, era demasiado bueno. Con un corto impulso del InvisibleX detuvo la rotación y se desvió por debajo de las naves para poner distancia entre él y lo que fuera que lo había embestido.
Obviamente, no podía verlo. No tenía sentido enviar una señal de socorro, no era algo que compartir con la flota de nuevo. Aceleró, tratando de tomar ventaja, buscando lo que no estaba allí: estrellas.
Se esforzaba por encontrar un área de estrellas oscurecidas, la única forma en que podía detectar un caza que fuera tan camuflado e imperceptible como el suyo.
Ya me han cazado en un InvisibleX antes, Luke. ¿Crees que soy estúpido?
Si no podía ver a Luke, maniobraría adonde Luke no pudiera detectarlo.
No iba a volver a estar en la misma posición de no ser capaz de utilizar su cañón como lo había estado con Mara. Corría el riesgo de ser golpeado por los fragmentos. No tenía mucho para correr en busca de ayuda si sufría una descompresión lenta. Esta vez, tendría que utilizar lo que había aprendido.
Aunque por primera vez, comenzó a preguntarse si era Luke el de ahí afuera.
¿Ben?
Caedus no había sentido a nadie. Luke… siempre podía sentir a Luke. Pero Ben había aprendido a ocultarse en la Fuerza al instante. Mara lo había conseguido para los momentos críticos y casi lo mató, pero esto olía a Ben.
Bang.
Algo lo golpeó esta vez por debajo del fuselaje, sacudiéndole los dientes. Corrigió el curso. No necesitaba los instrumentos para saber que tenía una brecha en alguna parte. Cuando hizo otro rizo, vio a un fino rastro de un escape de vapor o líquido, probablemente refrigerante. Los InvisiblesX habían cambiado los escudos por la negación de sensores; todavía tenían pieles muy duras en las colisiones, pero golpear a otra nave a estas velocidades normalmente arrancaba partes y terminaba mal.
Estas eran embestidas con las puntas de las alas increíblemente precisas, o una suerte asombrosa dos veces seguidas. Y él ya no era indetectable. Dejaba un rastro de vapor.
Abrió un canal de comunicaciones. Después de todo, no había ninguna razón para intentar una fusión. El sistema de comunicaciones del InvisibleX se había usado hoy más que en toda su historia de servicio.
—Enfréntame, y terminemos con esto —dijo.
¿Ben, o Luke? Si se trata de Luke, entonces tiene nuevos trucos. Incluso podría ser Jaina, si Ben le ha enseñado a todo el mundo a apagarse en la Fuerza.
No me importa.
—Da la vuelta y dirígete a los orbitales —dijo la voz de Luke—. Puedes lograrlo. Entonces aterriza, y hablaremos.
Caedus puso rumbo hacia el Anakin, preguntándose hasta dónde llegaría Luke para obligarlo a aterrizar. Ahora las probabilidades eran diferentes. Esto no era como Kavan. Caedus tenía una flota a su lado.
—¿No vas a abrir fuego?
Hubo un destello de oscuridad en la cabina cuando la nave perseguidora bloqueó el sol por un momento. La presencia de Luke apareció creciendo lentamente en la Fuerza como un amanecer.
—Si quisiera matarte, ya podría haberlo hecho varias veces.
—¿Crees que un severo regaño, desprogramación, y el amor de una buena familia va a volver a ponerme bien?
—Estoy dispuesto a intentarlo. Te sorprenderías.
Caedus estaba atrayendo a Luke más profundo en la zona de reunión de la flota. Luke parecía estar volando a sólo la anchura de un ala de su cola, una táctica suicida para cualquier otra persona.
—Vas a tener que derribarme para detenerme —dijo Caedus.
—Siempre aprendo de la historia.
—Intenta… ahh. —Caedus luchó para corregir el InvisibleX cuando el cañón del ala de estribor dañada se cayó. Ahora el vapor que escapaba estaba manchado con gotitas redondas—. ¿Tú hiciste eso?
Chunkk. El cañón de babor fue arrancado.
—Podrías contraatacar —dijo Luke—, y ambos vamos a terminar muertos. Da la vuelta y dirígete otra vez a Fondor.
Caedus estaba llegando a los auxiliares de la flota con sus conductos de reabastecimiento estirados entre las naves. Si pudiera alertar a sus baterías anti-aéreas en las fragatas, podría conducir al InvisibleX de Luke entre ellas y confiar en la sincronización de los artilleros.
—Yo no soy tu padre, Luke y no necesito ser redimido —dijo Caedus.
Luke reaccionó; lo había azuzado, y Caedus en realidad no había querido hacerlo. Lo sintió estremecerse.
—Mara me dijo lo de Lumiya.
El nombre hizo que esta vez Caedus se estremeciera.
—Ella estaba en lo cierto, Luke.
Unos puntos de luz señalaban las vainas de mantenimiento moviéndose sobre cascos de las naves. Ahora Caedus se estaba preparando para hacer una finta y correr hacia el hangar del Anakin. Luke era demasiado inteligente como para hacer alboroto en el corazón de la Flota de la AG; Niathal debía de haber hecho un trato. Aquí Caedus estaba siendo conducido hacia algo. Le estaban tendiendo una trampa.
Luke no había mencionado la muerte de Mara. Extraño: o tenía algo peor planeado para Caedus, o no creía que él fuera responsable. El hacha que esperaba que cayera se hacía cada vez más grande. Fett tampoco había venido tras él, y si una cosa era segura, era que él encontraría una forma de llegar a él.
Pero no esta vez.
El InvisibleX de Luke le dio otro empujón desde atrás… ¿cómo? Caedus no podía ver. ¿Empujón de la Fuerza? Algo metálico chilló dentro del fuselaje. Tenía la sensación de alguien hurgando furiosamente en los motores como si buscara una llave hidráulica caída, lanzando fragmentos dentro de las bobinas. La está destrozando…
Caedus intentó bloquear a Luke en la Fuerza y de repente tuvo una idea de cuánto poder podía acumular Luke. Su asiento se disparó hacia adelante, arrancado de sus correderas, inclinado hacia un lado, y golpeó la consola en un ángulo antes de que él pudiera amortiguar la colisión con la Fuerza. Algo crujió en su pecho. El dolor estalló, quitándole el aliento. Entonces fue consciente de una luz blanca y brillante viniendo hacia él. En los momentos antes de que se las arreglara para desviarse a estribor, casi ciego, tuvo una visión del contorno irregular de un InvisibleX con dos brazos de agarre extendidos y la sensación de otro Jedi aparte de Luke.
Habían intentado parar al InvisibleX y agarrarlo, con fuselaje y todo, en medio de la flota. Descarado; increíble. Nunca permitiría que nadie excepto su propio aprendiz volviera a volar un InvisibleX, ni siquiera un piloto normal. Luke seguía muy cerca por detrás, se sentía como si realmente estuviera inclinado sobre su hombro; Caedus cambió a instinto puro. Hizo un rizo, abriéndose paso entre los cruceros espaciados a intervalos regulares —alguien ya debía de haberlo captado visualmente, ¿seguramente?— y luego maniobró para alinear los auxiliares con el Anakin Solo acelerando. O llegaba directamente o se estrellaría, pero si los otros InvisiblesX trataban de interceptarlo de frente a esta velocidad los dos se harían pedazos.
Caedus se dirigió al auxiliar de la flota que reaprovisionaba una nave de desembarco. Estaba tripulado por civiles, no-combatientes, de la flota mercante; sólo tenía un cañón ligero para la defensa propia. El largo túnel de conexión era en realidad un extensor de la esclusa de aire, una forma fácil y rápida de transferir suministros sin atracar lanzaderas, y habría tripulación trabajando en él. Luke estaba justo en su cola.
Atravesarlo sería muy perjudicial para el InvisibleX, pero partiría el túnel, y habría muertes.
Veamos quién parpadea primero.
Caedus se dio cuenta de que nadie podía ver a ninguno de los InvisiblesX. Lo que fuera el fluido que estaba perdiendo ya se había derramado por completo. Los auxiliares ni siquiera podían verlos en las alarmas de colisión.
Hazlo.
El Anakin Solo se cernía detrás de él.
—No… —Sí, Luke podía ver lo que estaba haciendo.
—Ya no me importa —dijo Caedus, mintiendo.
Vas a apartarte antes de correr el riesgo de romperlo… matando a los trabajadores… pensó Caedus.
Yo puedo vivir con eso.
El túnel naranja se abalanzó sobre él más rápido de lo que esperaba y tiró de los controles. Nada se le enganchó; al menos no lo sintió. No podía mirar atrás. Pero sintió el momento de horror de Luke al casi golpear, comprándole los segundos que necesitaba para pasar disparado por debajo del Destructor Estelar y volver a lo largo de su longitud hacia una de las cubiertas hangar.
—Anakin Solo, aterrizaje de emergencia, InvisibleX Uno-Uno dañado… abran Hangar Cinco-Alfa…
Podría haber jurado que quebró la punta de un mástil de comunicaciones. Estaba estabilizando el caza tanto con la Fuerza como con los controles y también tratando de frenarlo con la Fuerza, porque los impulsores de frenado no eran suficiente. Tenía que caer justo en esa ranura o se llevaría la sección con él.
Podría haber activado el transpondedor, dejar que me rastreen los últimos segundos, pero no puedo ubicar a los Jedi…
Demasiado tarde.
Caedus dejó de pensar y sintió. Estaba frenando con todo lo que tenía. Al salir de la oscuridad del espacio, las luces del hangar fueron repentinas y cegadoras, y entonces se dio cuenta de que eran chispas. Cruzaba patinando la cubierta del hangar. El mamparo llenaba su visión; el amortiguador de parada lo atrapó. Fue arrojado contra lo que se sentía como un muro de permacreto. Mientras las luces a su alrededor se atenuaban y ya no pudo ver a través de la carlinga, por un absurdo momento pensó que se estaba muriendo.
No, ya has hecho eso. No se siente así.
Era la espuma retardadora de fuego automática del caza. El fuselaje estaba completamente inmóvil; no estaba incrustado en un mamparo. Inhaló rápidamente, maldijo la costilla rota y se dedicó a intentar curarla, con los ojos cerrados, mientras esperaba a que el equipo de incendios decidiera que no iba a explotar y abriera la carlinga desde el exterior.
Después de unos momentos, el nivel de luz aumentó. La espuma se estaba dispersando, y la carlinga se abrió.
—Señor, espero que su seguro cubra esto…
Di lo correcto. Lo de Jacen Solo. Muéstrales que no eres un loco.
—Me desvié para evitar un Jedi —dijo Caedus—. No conseguí su número. Denme una mano, ¿quieren?
Esperaban que él rabiara contra ellos por algún fallo imaginario, podía notarlo. Sintió su alivio cuando salió de la cabina y se sacudió los restos de la espuma. Cuando miró atrás, el InvisibleX era un desastre. Eso lo disgustó mucho.
—Con una rápida mano de pintura, señor, nunca notará que tuvo un choque —dijo el jefe de equipo de accidentes—. El droide médico viene en camino.
—Al menos sé quién generó la flota fantasma —dijo Caedus. Este contra-rumor también podría circular por la flota. Cuerdo, humilde, incluso con sentido del humor ante la adversidad—. La próxima vez que trate de perseguir las bromas de Luke Skywalker, confisquen mi tarjeta de identificación, ¿quieren?
Se rieron; el viejo y buen coronel Solo, uno del equipo, para nada el que mataba oficiales subalternos. Se controló a sí mismo lo suficiente como para ir cojeando hacia su camarote de día pasando por el puente, donde encontró que la historia de la ilusión Jedi lo había precedido y cerró la escotilla antes de dejar que la rabia acumulada escapara como vapor. Miró en el espejo; unos pocos cortes y los ojos de un extraño, amarillos, pero unos ojos a los que se estaba acostumbrando.
Ahora podía canalizar su enojo. Podía guardar su enfoque e impulso para tomar Fondor.
NAVE DE GUERRA DE LA AG OCÉANO, ÁREA DE REUNIÓN DE LA FLOTA, CERCA DE FONDOR
Niathal escuchaba la charla en el puente, con un caf en la mano.
—Dijo que los Jedi crearon la ilusión de la Fuerza de una enorme flota, dirigida exclusivamente a él —dijo uno de los oficiales de señales.
—Oh, los Jedi, por supuesto… —El oficial subalterno de guardia estaba pegado a la pantalla del sensor, pero se las ingenió para girar los ojos imitando que acababa de comprenderlo—. ¿No odias cuando eso sucede?
Niathal lo creía, pero seguía esperando oírlo de los labios de Jacen. La ausencia de la flota fondoriana la preocupaba, la primera ola del Remanente Imperial había salido del hiperespacio, y estaba esperando una comunicación de Pellaeon. Había tomado una decisión. Buscaría una rendición, y si Fondor se negaba a las conversaciones, podría desactivar las defensas de los orbitales para permitir que las tropas aterrizaran y las aseguraran, de una a la vez, y luego pasar a iniciar ataques de precisión a las bases de la flota en el planeta. No tenía sentido crear una devastación.
Y si —cuando— reapareciera la flota fondoriana, también tendría que pasar por encima de Pellaeon.
Y luego estaba Jacen Solo. Luke tendría que aprender a disparar a matar, realmente tenía que hacerlo. Se preguntó si ella habría disparado si hubiera tenido una solución de tiro sobre Jacen; se imaginó sus dedos cerrándose alrededor de los controles de un Ala-X, y su pulgar presionando el botón, y no estuvo segura de si lo haría.
Pero ¿qué hacer con un Sith? ¿Cómo se detiene a un hombre que tiene los poderes de Luke Skywalker, pero ninguna regla, ni límites morales? Era difícil verlo como simplemente alguien que creía en una dictadura benigna, pero cuya política de la ley y el orden a veces se le iba de las manos. Su alteridad la perturbaba. Ella apenas podía recordar el reinado de Palpatine, sólo su imagen por todas partes, y a Vader en los desfiles en las holonoticias… de vez en cuando. Pero ella no sabía que eran Sith. Entonces ni siquiera sabía que existían los Jedi. Cuando estudió historia en la escuela, aprendió de memoria acerca de las guerras Sith-Jedi, pero ahora que en realidad podía ponerlo en un contexto personal de la gente con la que trabajaba, había adquirido un nuevo significado. Estaba un poco alarmada por ambos lados. La influencia mental fue la comprensión más corrosiva que había tenido, ¿cuánto de lo que ella había hecho era puramente por su propia voluntad? Luke incluso pudo engañar a Jacen a luchar contra una flota que no estaba allí.
No hay excusas. Sabías lo que iba a hacer esa filtración a Luke. Pero eso no significa que debas examinar cada impulso que tengas para ver si es realmente tuyo.
—Señora, el Almirante Pellaeon para usted. —El oficial de señales enlazó el comunicador—. También visual.
—Gil, te perdiste el acto de calentamiento —dijo ella.
Pellaeon llenó la pantalla holográfica, con su bigote blanco impecablemente recortado y túnica gris marengo. Vio la velada reacción positiva de la tripulación; él exudaba fiabilidad.
—Eso he oído, Cha. Todo está bastante tranquilo allí abajo, ¿no es así?
—No voy a decirlo…
—Si tienen una sorpresa para nosotros, puede ser que tengamos que encontrar una para ellos.
—¿Has tenido la oportunidad de examinar mi nuevo plan de batalla?
—Lo he visto —dijo Pellaeon—. ¿Va a sobrevivir al contacto con el coronel Solo?
Pellaeon siempre podía aligerar el ambiente si ponía su mente en ello.
—¿Vamos a ver si se ha recuperado lo suficiente como para reunirse con nosotros? —preguntó Niathal.
—¿Tu nave insignia, o la mía? ¿O incluso la suya?
—Le diré el Aleta de Sangre. Quiere que tú estés contento.
—Media hora. Soy muy consciente de la ausencia de siquiera una patrulla fondoriana.
Mucho se dijo en frente de los subordinados, y en la mayoría de los casos no era político insinuar un desacuerdo con los demás comandantes, pero Niathal estaba poniendo distancia entre ella y Jacen, y necesitaba que lo supieran. Si Luke le hubiera advertido que iba a intentar atraparlo, incluso podría haber sido capaz de ayudarlo, pero él parecía reacio a implicarla. Se preguntó cuándo podría ser la próxima vez que reapareciera. Si no lo hacía, tendría que seguir adelante con el plan precipitado que se había cristalizado durante el salto de entrada. Tendría que destituir a Jacen del mando, y ordenar al Anakin que volviera a la base; el momento exacto dependería del progreso de la operación, pero sería antes de la retirada a Coruscant. Con Pellaeon, ella tenía suficiente poder de fuego para forzarlo si tenía que hacerlo. Era probable que un tercio de los comandantes de naves en su fuerza de operaciones la apoyara, y algunos de los demás se opusieran activamente a ella.
Todavía era un riesgo importante en el medio de una guerra, pero esperar a que la guerra hubiera terminado, no era una opción.
Tahiri Veila ahora parecía ser la portera de las comunicaciones a Jacen, al menos cuando estaba en el puente.
—Teniente, ¿está el coronel Solo lo bastante bien para transferirse al Aleta de Sangre para una reunión de personal de mando a las dos mil doscientas?
—Él está bien, Almirante. —Tahiri hizo una pausa y el vínculo quedó en silencio como si lo estuviera consultando—. Allí estaremos.
Estaremos. Entonces se había quedado con el papel de ayudante de campo. Los miembros más insidiosos de la tripulación asumieron que ella era un nuevo interés romántico, pero Niathal había observado la dinámica de cómo se comportaba Jacen con Ben Skywalker, y era mucho más como una relación de jefe de matones y subordinado de confianza. Tahiri sería su arregladora, mensajera, y posiblemente incluso espía. ¿Posiblemente? Definitivamente. Jacen sabía instintivamente cómo dirigir tropas, pero su verdadera vocación era de director de juego político.
—¿Cuál es la estimación con el InvisibleX? —preguntó Niathal—. Estamos un poco cortos de ellos hasta la entrega de Incom. Podría tener que agruparlo con los Ala-X.
—Operativo en cuarenta y ocho horas. El taller está volviendo a montar los cañones ahora.
—Reciclando de otras naves, sin duda. ¿Vas a volar en combate?
—No, tengo orden de hacer de enlace con el Remanente Imperial.
Ah, una espía. Tenía razón.
—Hasta luego, teniente.
Niathal habría consultado a Jacen acerca de contactar al presidente fondoriano —Shas Vadde— pero había poco tiempo, y esa era la excusa que le daría. Ella mantuvo un ojo en el crono, mientras que se establecía contacto con la oficina de Vadde, dándose cuenta por primera vez que ser Comandante Suprema y Jefe de Estado conjunta era una mezcla extraña al hacer un contacto diplomático. Que le pidieran que se volviera a unir a la AG nunca podría ser llamado conversaciones exploratorias cuando la solicitud provenía del comandante en jefe de una fuerza de operaciones en pie de guerra.
—Jefe de Estado —dijo Vadde—. Esto me parece una decisión ya tomada que busca una justificación retroactiva.
Tenía razón; sólo lo hacían por compromiso.
—Presidente Vadde, sólo puedo pedirle una vez más que acepte unirse a la Alianza Galáctica y contribuir a la defensa común de los mundos miembros.
—Habiendo recién llegado a una especie de recuperación económica después de los yuuzhan vong, y como nuestra economía depende esencialmente de la industria de construcción naval y de defensa, no nos hacemos ilusiones de que nos vean como cualquier cosa que no sea otro recurso de flota útil para la defensa de Coruscant.
Era exageradamente piadoso para el líder de un mundo que minaba hasta agotar cada luna, asteroide, y guijarro suelto en el sector Tapani.
—Le voy a dar hasta las veintitrés cincuenta y nueve para presentar la petición a su gabinete y responderme formalmente.
—Le puedo dar una respuesta ahora.
—Sin embargo, me siento obligada a ofrecerle ese plazo.
Era una advertencia, y a veces el viento frío soplando desde el borde hacía que la gente se espabilase. La flota iniciaría el ataque en cualquier momento después de la medianoche. Ya no quedaba ninguna ventaja en la sorpresa para ninguno de los lados en esta última etapa.
—Tomo nota, Jefe de Estado. Recuerde que rotos no somos de ninguna utilidad para ustedes.
Tal vez había un margen de maniobra; había que mantener un ojo en eso. Jacen Solo, sin embargo, iba a estar decepcionado si no conseguía su oportunidad de demostrar lo que significaba un gobierno firme.
—Señora —dijo el oficial de comunicaciones—, hay algunas unidades de transmisión móvil de la NEH acercándose a la zona.
—No hemos declarado una zona de exclusión.
—¿Debo emitir una advertencia?
—Dígales que bien podrían quedar en un fuego cruzado en cualquier momento. Que sea bajo su propio riesgo.
—Uno ya ha solicitado una entrevista con el coronel Solo. Al parecer, él los ha autorizado para acompañar el desembarco de tropas en el primer orbital.
—Entonces más le vale ganar —dijo Niathal—. O el horario central va a mostrar cómo repite nuestros fracasos de Corellia.
Y si lo hacía… lo iba a hacer solo.
COMPARTIMIENTO DE TRIPULACIÓN, TRA’KAD, PUNTO DE REUNIÓN ORI’RAMIKADE, EN ALGUNA PARTE CERCA DEL SECTOR TAPANI, 2200 HORAS: ESPERANDO ÓRDENES DE LA ALMIRANTE DAALA
—¿Sabrá tu hermano cuando estés cerca? —preguntó Mirta Gev.
Jaina casi dejó de masticar. Era la primera vez que Mirta había mencionado a Jacen, y como ella sólo podía querer una venganza letal contra él por la muerte de su madre, mostraba o bien tacto o tácticas. Las mujeres Mando no se caracterizaban por el tacto. Jaina tomó otro trozo de uj’alayi y utilizó el silencio forzado por la masticación para ordenar sus pensamientos. El pastel era como una mezcla de mortero sólida hecha de nueces, jarabe, frutos secos y especias, empalagosamente dulce. Era tanto un ejercicio como un alimento. Le preocupaba que sus dientes cedieran mucho antes que el resto de ella.
—Sí, probablemente lo hará —dijo. Y estaría desconcertado por las impresiones que reciba, por decir lo menos—. Somos gemelos. Dicen que incluso los gemelos que no son sensibles a la Fuerza están vinculados de alguna manera a través de la distancia. Con los Jedi, eso es real. Excepto que él disfraza su presencia en la Fuerza, así que yo nunca puedo saber que él está cerca.
Mirta tenía los mismos ojos de su abuelo: parecía como si estuviera permanentemente evaluando el riesgo de que algo malo sucediera, y si podía dispararle o venderlo.
—Siempre se puede seguir el rastro de cuerpos, supongo…
Iba a pasar tarde o temprano. ¿Qué le decías a alguien cuya madre había muerto durante el interrogatorio de tu hermano? Lo siento no terminaba de encajar. De alguna forma el hecho de que Ailyn Vel había sido una cazarrecompensas y asesina, aparentemente contratada para matar a la familia Solo, no le daba a Jaina el combustible de justa indignación que imaginaba cuando estaba cara a cara con los restos humanos esparcidos por esas decisiones ocasionales.
Está bien. Ailyn simplemente estaba siguiendo los pasos, usando a papá para atraer a su propio padre a su muerte. En realidad, ella no estaba tras nosotros. Y ella fue contratada por el primo de papá para asesinarnos de todas formas… no es como si él no lo hubiera intentado antes. Familias. ¿No son geniales?
—Si hubiese algo que yo pudiera hacer para expiar por él, lo haría —dijo Jaina—. Haré lo que pueda para impedir que lo haga otra vez. Por cierto, lo lamento. Pero eso ya lo sabes.
—Así que es cierto que mató a tu tía Mara.
Volvía a ser chocante cada vez. Jaina todavía no podía verlo yendo tan lejos, pero entonces había torturado a Ben, pensando que lo estaba haciendo por su bien. Si hizo algo, podría no haber planeado que saliera tan mal.
¿Había una diferencia real entre estar enfermo y ser malo?
—No lo sé, Mirta.
—¿Crees que es capaz de eso?
—Ya no lo conozco. Ni siquiera sé por dónde empezar.
Mirta apoyó la cabeza contra el mamparo, con los brazos cruzados. Había una docena de soldados en la nave de asalto Tra’kad: Jaina y once mandalorianos en armadura completa, todos a la espera de la orden de la almirante Daala que en realidad podría no llegar nunca. Los otros diez eran miembros de las fuerzas especiales de elite de Fett, los Ori’ramikade —supercomandos—, las tropas que habían salvado la Estación Caluula y a sus padres de los yuuzhan vong. Era una red social muy enredada; también era aleccionador mirar las puntuaciones netas de incidentes y darse cuenta de que los Solo le habían hecho un daño más duradero a Fett que el que Fett les había hecho a ellos.
—Aliit ori’shya tal’din —murmuró Mirta.
—¿Qué significa eso?
—La familia es más que el linaje. Lo que significa que las familias son acerca de quién te cría y se preocupa por ti, no quiénes son tus padres biológicos. O, dicho de otra manera: tus verdaderos parientes te pueden tratar peor que los chakaaryc extraños.
Jaina podría deducir el significado. Aunque no estaba entendiendo la mayor parte del lenguaje, todos los mandalorianos parecían ser al menos trilingües: básico, Mando’a y huttés, y pasaban mucho tiempo con sus cascos, hablando entre ellos. Cualquiera que fuera la lengua que los diez comandos estaban usando en los comunicadores de sus cascos, Jaina sólo era consciente de su lenguaje corporal, gestos, y movimientos de cabeza; era una discusión animada que se llevaba a cabo en aparente silencio. El efecto era inquietante, como si tuvieran sentidos que ella no, y se estuviera perdiendo el panorama general. Se preguntó si estaban chismorreando sobre ella. Irradiaban diversión.
Ajá.
Siempre era edificante ver sus propias características reflejadas en los demás. La próxima vez que algún ser ordinario la tratara con recelo, ella pensaría cómo se veían desde afuera sus habilidades en la Fuerza.
Mirta volvió la cabeza y le dijo algo a los comandos. Un torrente de palabras ininteligibles surgió de los cascos, seguidos de risas.
—Es todo en lo que pueden pensar —murmuró Mirta—. Me alegro de que sea sólo una vez cada cinco años.
—¿Qué cosa?
—El torneo galáctico de bolo-ball. Se ha apoderado de la HoloRed.
Entonces, te has vuelto a equivocar. Las desgracias de Jaina no eran tan fascinantes como un evento deportivo. La vida no se centraba en su pequeño círculo, otro recordatorio de que había un mundo más amplio que ella rara vez veía.
—¿Dónde está Fett?
—En el Esclavo I. ¿Dónde más?
La pequeña flotilla mandaloriana incluía la nave de Fett, el Tra’kad parecido a un tanque, y un escuadrón de Gladiadores y Agresores. El holomapa integrado en el mamparo mostraba otras naves esperando en el punto de reunión: un portanaves, a juzgar por las escotillas, y una nave de aterrizaje centinela que parecía muy modificada. El portanaves era pequeño: no más de cien metros de largo.
—¿Beviin? —Jaina se sentía casi protectora hacia él. Él parecía recoger los pedazos de Fett con demasiada frecuencia—. No lo vi embarcarse.
—Ba’buir le pidió que se quedara. O para aplacar a Medrit, o para mantener un ojo en Ba’buir. —Mirta hizo una pequeña sacudida rápida de la cabeza—. Quiero decir la abuela. Es la misma palabra en Mando’a. Quiero decir Sintas.
Al menos Beviin no iba a morir siguiendo el capricho de Fett. Jaina siempre tenía un interés en sus misiones, así que le era difícil imaginar cómo los soldados corrían riesgos como este por créditos o por alguna lealtad a un hombre que simplemente los alquilaba. Aunque se abstuvo de juzgarlos. Había visto el estado de Mandalore, y ella nunca había tenido que preocuparse de donde iba a venir la comida siguiente.
—¿Cómo te las arreglas para odiar a un hombre al que nunca has conocido, Mirta? —Jaina podía sentir las emociones entre Mirta y su abuelo con bastante claridad; Mirta anhelaba amarlo, pero parecía maltratada por las constantes decepciones, y Fett estaba tratando de hacer las cosas bien, desconcertado por el fracaso—. ¿Tu madre siquiera lo recordaba? Tú ni siquiera conocías a Sintas.
—Crecí escuchando como Fett había abandonado a la abuela y mamá, y ella no hubiera estado luchando para pagar las cuentas o tenido que tomar recompensas peligrosas si él hubiera tomado parte de la responsabilidad.
—Sí, ¿pero darle caza para matarlo? ¿Durante años? La mayoría de la gente busca un abogado.
—Mamá la pasó mal cuando era niña. Mudándose de un lugar a otro. Siempre metiéndose en peleas porque era diferente. —Mirta se encogió de hombros, pero no dio más detalles—. Incluso se casó con un mandaloriano para mejorar sus posibilidades de encontrar a Ba’buir. Mi padre.
—Wow —dijo Jaina. Ese era un odio dedicado. No preguntó por qué Mirta había seguido la cultura de su padre, o por qué no se había dado cuenta antes de que Ailyn era un poco obsesiva—. Lo siento.
—Y Ba’buir no era lo que yo esperaba cuando crecía, algún matón mujeriego que dilapidaba su fortuna en las cantinas. No era más que este hombre… desperdiciado, austero y solitario… es difícil siquiera que te guste, y sin embargo, encontré que me sentía orgullosa de él.
Mirta dejó escapar un largo suspiro y cogió su casco. Era una señal de que ya había tenido suficiente de desnudar su alma. Jaina contaba como algo bueno que incluso se hubiera molestado en hablarle, y además en esos términos francos.
—Todavía amo a mi hermano, pero ya no queda nada que pueda gustar en él —dijo Jaina—. El amor es una cosa muy diferente. Tiene una vida propia e independiente.
—Bueno, si tienes que ganarte el amor por puntos, no es amor, ¿verdad? Es aprobación.
Jaina se quitó un trozo de uj’alayi pegado a su dedo, y decidió que el jarabe serviría como sellador de juntas. Uno de los comandos, el hombre tatuado llamado Carid, se quitó el casco y ladeó la cabeza hacia un lado en un gesto de oh-vamos.
—Hey, planifica la celebración que tendrás después de tu casamiento. ¿Qué sentido tiene sobrevivir a una misión, si vas a estar tan deprimida?
Esa era la simpatía Mando.
—Es una cosa Fett —dijo Mirta.
—Ah, apuesto a que Orade te enseñará a reír. Vas a ir entendiendo.
Mirta pareció lograr una contraída sonrisa ante la mención de su prometido. Los minutos pasaron. Jaina tenía la sensación de estar en la sala de máquinas de una antigua nave marina, rodeada de cañerías y sistemas hidráulicos, en lugar de estar deslizándose imperceptiblemente por el espacio. Un sonido de roce la hizo levantar la mirada al techo.
—Buy’cese —dijo Carid. Mirta selló su casco, y él miró a Jaina por encima de ella—. Ponte el respirador, Jedi. Eso fue alguien atracando encima. Por si fallan los sellos.
—Repárenlos con esto —dijo Jaina, levantando su último pedazo de uj’alayi envuelto. Todos rieron, y esta vez ella los oyó—. Siempre estoy contenta de ser una tripulante de pruebas en una nave totalmente sin probar.
—Aguantará —dijo Ram Zerimar—. Hubo una época en la que los Mando’ade cabalgaban droides de guerra por el espacio profundo, sin sofisticados habitáculos, el duro vacío a esta distancia de tus shebs. —Indicó una pequeña abertura entre su pulgar e índice—. Así fue como ganamos un imperio. ¿Te estás ablandando o algo, Car’ika?
—Oh, ya lo sé, entonces éramos duros. Pasábamos semanas sin respirar, y medio pygmy borrat muerto era suficiente para alimentar a todo un clan por una semana. —Carid cruzó los brazos sobre su pecho de barril y estiró las piernas—. Si alguno de nuestros bebés no podía levantar su beskad para cuando era destetado, lo endurecíamos atrapando un trandoshano adulto y haciendo que lo matara con su chupete y se lo comiera crudo. Ah, esos fueron los buenos tiempos. —Eructó—. Disculpen. Ahora, ya saben, somos demasiado cultos y sensibles.
Jaina se mordió el labio para reprimir una risa. Una de las escotillas de arriba se abrió, y Fett se deslizó por una escalera de mano para aterrizar entre ellos.
—Se acopla perfectamente con el Esclavo I —dijo, enganchando el pulgar en su cinturón. Realmente estaban probando al Tra’kad en el trabajo. No parecía inmutar a nadie—. Ahora tenemos los detalles de la misión.
—¿Ya empezamos, entonces? —preguntó Jaina.
—No, pero sabemos lo que tendremos que hacer cuando recibamos la señal. —Fett repartió unos chips de datos—. Aquí están los últimos planos y esquemas del piso. O vamos a cortar líneas de energía para deshabilitar las baterías de cañones en los astilleros orbitales, si es necesario, o retrocederemos hasta la nave insignia de Pellaeon, el Aleta de Sangre, para defenderla si se mete en problemas.
—¿Pellaeon? ¿Incluso metido en un Turbulento de juguete? —Entonces había una mujer bajo el casco: esa tenía que ser Isko Talgal. Beviin hablaba de ella en susurros—. ¿Quién puede abollar eso?
—Daala quiere que alguien lo cuide personalmente.
—¿Sabe algo que nosotros no?
—Daala tiene planes de contingencia para todo. En alguna parte, le está dando instrucciones a alguien para que mate a los Mandos si no nos comportamos. Por eso es que es tan difícil de matar. —Fett olía ligeramente a combustible de mochila jet y antiséptico. Los olores eran más llamativos en el compartimento estrecho—. Mis órdenes personales: si se encuentran con Jacen Solo, lo dejan. A menos que realmente tengan que matarlo. Nada de cacerías, nada de trofeos, nada de vengar al Mand’alor. Es de Jaina, cuando ella esté lista y preparada. O sino yo y Beviin habremos perdido un tiempo valioso en ella.
—Entendido, Mand’alor —dijo Carid.
Jaina no estaba segura de si era una cortesía mandaloriana, o simplemente que Fett quería compartir algo de miseria en concepto de recuperación general de la inversión. Lo dejó pasar.
—¿Qué quieres que haga yo? Todos parecen conocer cuáles son sus roles.
—Tú eres la piloto as, Jedi. —Fett hizo un gesto con la cabeza en dirección del mamparo de popa, como si hubiera algo detrás de ellos—. Hay un Bes’uliik adicional en el portanaves. ¿Te atreves?
Jaina sintió una punzada de emoción y entonces se sintió culpable al instante. Parecía mal encontrar cualquier pequeño placer en la vida tan pronto después de la muerte de Mara. Había sido lo mismo después de que su hermano Anakin fue asesinado, como si sentir cualquier cosa que no fuera dolor permanente fuera alguna forma de traicionarlo. Odiaría pensar que alguien que yo dejo atrás no puede vivir totalmente de nuevo. Tengo que superar esto. Pensó en Mara riendo con ganas cuando una Jaina de cinco años pasaba corriendo con pistolas bláster, y aprovechó la oportunidad.
—¿Por lo menos puedo echar un vistazo a los controles primero? —preguntó—. Es difícil aprender durante el trabajo en combate.
—Al mismo tiempo podemos probar cruzar de cubierta al portanaves.
Fett no estaba bromeando. El piloto del Tra’kad bajó el navío hacia la cubierta del portanaves y se posó alineándose contra una escotilla. La escotilla del vientre del Tra’kad se abrió; Jaina, sintiéndose como un insecto arrojado desde una caja, saltó hasta la cubierta cinco metros más abajo, suavizando su aterrizaje con la Fuerza. Cuatro cazas gris oscuros en forma de cuña descansaban en la cubierta del hangar, el lugar apretado y el familiar olor de motores calientes, aceite lubricante y refrigerante eran tranquilizadores. Se quedó admirando sus líneas; sí, era la máquina de un piloto. Fett bajó por unos peldaños fijados en el mamparo, con las botas sonando cuando las púas de las punteras chocaban con el metal.
—¿Mirta? —Fett nunca levantaba la voz, ni siquiera cuando llamaba a alguien—. Tú también.
—Déjamela a mí, Ba’buir. —Mirta se acercó a un Bes’uliik y pulso algo en la placa de su antebrazo para abrir la carlinga—. ¿Tenemos tiempo para flotar por unos minutos?
—Date el gusto —dijo Fett, y volvió a subir los peldaños para desvanecerse en el vientre del Tra’kad.
—Biplaza —dijo Mirta—. Sube. Tú conduces.
—¿Estás calificada para estos?
—Si te refieres a si puedo volar uno, sí. —Mirta era notablemente ágil, incluso con armadura, y había trepado al fuselaje y bajado al asiento del copiloto antes de que Jaina tuviese oportunidad de preocuparse—. La única calificación es no matarte a ti misma. No somos grandes llenadores de formularios en Keldabe.
La carlinga hizo clic al cerrarse y la cabina estuvo repentinamente amortiguada de los sonidos del exterior. Mirta, encajada justo detrás del asiento de Jaina, señaló el botón de encendido del motor.
—Presiónalo.
Jaina apretó el botón cuidadosamente con un dedo cauteloso. El Bes’uliik hizo un pequeño ack como la tos de un animal viviente, y entonces el fuselaje se estremeció cuando el rumor gutural inicial del motor subió de tono a una nota constante, cantante y pura.
—Si estás nerviosa, Jaina —dijo Mirta—, recuerda que yo soy la que pone toda mi fe en ti.
Sí. Nada de presión.
Jaina siguió las señas de mano para retroceder de un mandaloriano con armadura color bronce, y movió los controles intuitivamente, sorprendida cuando el caza respondió como ella esperaba. El turboascensor del hangar subió; ella observó las secciones transversales de las cubiertas pasando la cabina mientras se elevaban, y oyó las escotillas herméticas siseando y cerrándose automáticamente por debajo de ellos. Eventualmente, estuvo mirando el espacio moteado de estrellas; estaba lista para despegar.
—No hay nada con que estrellarse —dijo Mirta. Su brazo serpenteó junto a la mejilla de Jaina y señaló los diversos instrumentos—. Casi la misma disposición del panel de un Ala-X, excepto que los sistemas de armas están de este lado. Sácala de aquí, Jaina.
Soy una Jedi. Puedo volar cualquier cosa.
—¿Especificaciones completas locales? —preguntó Jaina.
—De exportación y todavía supera lo que vuelas en casa…
Jaina dejó que la vaga familiaridad se apoderara de sus manos, y su habilidad de la Fuerza para percibir la posición y cada pequeño matiz del manejo del Bes’uliik hicieron el resto. Se había apartado de la pequeña flotilla antes de que se diera cuenta y de que se acostumbrara a lo cerradas que podían ser las curvas. Se sentía maravilloso. Era como una herramienta bien diseñada, y fabricada a mano con amor: se sentía como una extensión de su cuerpo, no como una plataforma diseñada en torno a las armas con un espacio cedido a regañadientes a quien tenía que manejarlas.
—Es fácil dejarse seducir por ella, ¿verdad? —dijo Mirta.
Ella se refería al Bes’uliik, eso estaba claro, pero Jaina pensó en la facilidad con la que ella se deslizaba hacia la oscuridad, y lo fácil que estaba empezando a sentirse entre esta gente, lo natural que era aprender a tratar a su hermano como una recompensa; se preguntó donde yacía la línea entre estar abierta a nuevas ideas y traicionar demasiado fácilmente a las viejas.
—Es perfecta —dijo Jaina.
Mirta no era tan difícil de leer en la Fuerza como su abuelo. La sensación de agitación colgaba en la cabina.
—¿Crees que un curandero Jedi sería capaz de ayudar a mi abuela?
Jaina pensó en Gotab, y el por qué encontró que Mandalore era tan irresistible como este caza lo era para ella. Sabía que a él no le iba a gustar que se entrometiera en sus asuntos.
—No puede hacer ningún daño. Encontraré uno.
—Gracias, Jaina.
Se dio cuenta que había dejado de ser Jedi o incluso Solo y ahora era Jaina. Por alguna razón, eso la alentaba aún más que el hecho de que no la hubieran ejecutado inmediatamente como a una espía.