capítulo seis
Haatyc or’arue jate’shya ori’sol aru’ike nuhaatyc.
Mejor un gran enemigo al que puedes ver que muchos pequeños que no puedes.—Proverbio mandaloriano
CORUSCANT: DEPARTAMENTO DE LON SHEVU
—¿Se puede confiar en el capitán Girdun? —preguntó Ben.
—Tanto como en un hutt —dijo Shevu, sentado con los codos apoyados sobre las rodillas y la cabeza apoyada en las manos. Se quedó mirando el holomapa apoyado en la silla, como si estuviera tratando de levitarlo—. Heol, bendito sea, es un hombre de carrera, y la confianza tiene un significado muy diferente para nuestros colegas que fueron reclutados de los servicios de inteligencia. Digamos que es flexible.
La brecha entre los antiguos espías y la gente reclutada de la policía en la Guardia de la Alianza Galáctica se había comenzado a abrir temprano, justo después de que se formó el Comando 967. Los espías aceptaban que la pérdida de los prisioneros —como en darles muerte— era parte del trabajo; el personal entrenado por la FSC no. Después de eso, nunca habían vuelto a mirarse a los ojos.
—Inténtalo de nuevo —dijo Ben.
Tenían que lograr acceder al InvisibleX de Jacen. Ben tendría dificultades para infiltrarse en los hangares de la GAG —no sería imposible, pero tampoco un paseo—, e incluso Shevu, con todas sus tarjetas de identificación válidas, llamaría la atención si tan sólo abriera la carlinga. Necesitaban una hora en un espacio estrecho y poco llamativo para hacer un trabajo minucioso. No era como entrar y adjuntarle un artefacto explosivo y volver a salir a hurtadillas. En un mundo más cuerdo, podrían haber solicitado una orden de registro. Ben sabía que se convertiría rápidamente en una sentencia de muerte para Shevu si intentaba hacerlo según el libro.
Pero Shevu, a su manera, podía ser tan flexible como Girdun.
—Mantenimiento —dijo Shevu—. De algún modo, necesitamos una excusa para solicitar un servicio técnico.
—¿No tienen los InvisiblesX un intervalo de mantenimiento de mil horas?
—Por desgracia. Y no creo que Incom nos complazca con un retiro.
—¿En quién podemos confiar del personal de tierra?
Shevu se sentó derecho.
—No es una cuestión de confianza. Cuantos menos lo sepan, más corta será la cadena… así correremos menos riesgo de ser descubiertos.
Ben casi tuvo otro breve impulso de abandonar la idea y sólo seguir su instinto en lugar de poner a Shevu en riesgo. Ojalá mamá hubiera dicho una sola palabra: Jacen. No habría sido una prueba perfecta en un tribunal, pero habría sido una conclusión para Ben, y tal vez al final habría sido lo mismo de todos modos… y enjuiciar a Jacen era una quimera.
—Será mejor que llame a papá —dijo Ben—. No te preocupes, ya pensaremos en algo.
Ben sospechaba que su padre tendría una buena idea de lo que él estaba haciendo, incluso si no sabía dónde lo estaba haciendo. Se lo contaría como lo había planeado, con suavidad, audio solamente.
—Hola, papá. ¿Cómo te va?
Luke sonaba como si estuviera haciendo un esfuerzo para poner una voz alegre.
—Estoy bien. ¿Dónde estás? No puedo rastrear la comunicación.
—Coruscant.
—Ya me lo imaginaba.
—¿Sería realmente de ayuda oírme decir las mismas cosas otra vez, papá? Siento no habértelo dicho.
—En realidad yo podría soportarlo. Pero gracias por intentar protegerme.
—Papá, estoy… estoy bastante seguro de que Jacen estuvo implicado. —Si Ben usaba el lenguaje objetivo y oblicuo de la investigación, Luke sabría que estaba en pleno control de sus emociones y no a punto de hacer algo tonto. Pero no dijo el asesinato de mamá. Encontró que se detuvo antes de llegar a eso—. Tengo que probarlo o refutarlo por mi propia tranquilidad mental. Es peor de lo que te imaginas, papá. Acaba de matar a un miembro de su propia tripulación. Le rompió el cuello.
Hubo una pausa con un ligero chisporroteo, y entonces Luke dijo:
—Lo sé. La Almirante Niathal me lo dijo.
—¿Niathal?
Shevu levantó la vista ante la mención de ese nombre.
—Ella pasó de ser útil para nosotros a correr el riesgo de entrar en contacto directamente conmigo. Ben, le he dicho que confíe en Shevu.
—¿Dónde crees que estoy yo?
—Ahí tienes… tú también confías en él.
—¿Hasta dónde crees que ella va a arriesgar su cuello?
—Bastante lejos.
Tan lejos como lo hicieron Cal Omas y Dur Gejjen cuando se reunieron en secreto para discutir la eliminación de Jacen, y mira lo que yo hice entonces. Si yo no hubiera asesinado a Gejjen, ¿estaríamos aquí ahora? ¿Es todo esto culpa mía por simplemente obedecer a Jacen?
—Entonces puedes escuchar que le he pedido un favor a ella, papá… tarde o temprano.
Ben luchó de nuevo con la idea que predominaba en su mente, más importante incluso que demostrar que Jacen era culpable… que había visto el fantasma de la Fuerza de su madre. Lo primero que había querido hacer era contarle la noticia a Luke, y entonces se preguntó cómo se sentiría su padre al saber que su esposa no se le había aparecido a él. Ahora Ben sabía exactamente lo desesperado que podías estar por tener un minuto más —incluso un segundo más— con alguien que habías perdido. Era el mayor hambre que jamás había experimentado, ciega y que todo lo consumía, pero a él se le había cumplido ese deseo.
A papá no.
¿Se sentiría robado? ¿Se atormentaría preguntándose por qué mamá había elegido a Ben?
¿He siquiera visto lo que pensé que vi?
Ben estaba seguro que sí. Y que habría un mejor momento para contarle a papá. Tal vez él también la había visto, pero todavía no se lo había dicho exactamente por la misma razón.
—Sólo dime si es probable que me encuentre contigo mientras lo estás haciendo —dijo Luke, haciendo que la atención de Ben volviera al aquí y ahora—. Y también puedes escuchar rumores locos acerca de Jaina. Van a ser ciertos.
—¿Qué tan locos?
—Ha ido a pedirle a Fett que la entrene para atrapar a Jacen.
A Ben eso no le pareció para nada loco.
—Todos tenemos que ser creativos estos días, papá.
Podría haber jurado que su padre se echó a reír por primera vez en meses.
—Sabes, debo haber parpadeado y me he perdido cuando creciste. Y te me adelantaste.
Ben casi cedió y se arriesgó a contarle lo de mamá, pero el momento se perdió. Ya volvería.
—Cuídate, papá.
Shevu estaba inquieto, esperando a que Ben cortara la comunicación.
—¿Qué pasa con Niathal? ¿Qué dijo?
—Ella fue a ver a papá. Ha empezado a actuar en contra de Jacen, al menos en privado.
—Eso podría ser un avance.
—¿Específicamente?
—Ella puede autorizar cosas. Todo lo que tengo que hacer es pedírselo.
—Eso es peligroso.
—Igual que irrumpir en los hangares de la GAG y ser atrapados hisopando el asiento del InvisibleX personal del Jefe de Estado.
—Podríamos abandonar esto ahora.
—No, porque ahora yo también tengo que saber, y este es un delito denunciado, ¿verdad? «Olvídese de ese asesinato que mencioné, oficial…» No funciona así.
—Podría hacer que te maten.
—Podría hacer que te maten a ti. —Shevu se llevó el holomapa a su regazo, equilibrándolo sobre sus rodillas—. Aunque Jacen esté alejado en uno de sus paseos sin el Invisible, entonces alguien tendrá que tener una muy buena razón para examinarlo o él entrará en alerta paranoica completa. Voy a encontrar una razón y hacer que Niathal haga que esto ocurra. Y voy a asegurarme de estar siempre equipado con un holograbador cuando tenga contacto con el querido Jacen, aunque sea sólo de audio. Nunca se puede ser demasiado cuidadoso.
Shevu estaba registrando cualquier evidencia que pudiera agarrar. Cada cabo suelto que Ben seguía, cada conexión que hacía, parecía tan frágil y débil como un cabello. Todo era si esto, o si aquello. Podrían arriesgar sus vidas llegando al InvisibleX y no encontrar nada. Ben volvió a ver a Mara Skywalker, arrancándose mechones de su cabello y soltándolos en su palma que habría esperado una eternidad para atraparlos. Tal vez todavía estaban cayendo en algún lugar; él esperaba que fueran cuales fueran las fuerzas desconocidas que determinaban la existencia de los fantasmas le permitieran aparecerse a Luke cuando su padre más la necesitara.
Mamá sabría el momento adecuado, si ella podía elegir.
SUITE DE LA JEFE DE ESTADO CONJUNTO NIATHAL
Niathal consultó la pantalla repetidora de estado de la flota en la pared de su oficina —conocido como el tablero totalizador dentro del servicio— y notó que el Anakin Solo había regresado de Fondor.
—Él siempre ha sido un excursionista de un día —le dijo a su droide administrador, recordando las inexplicables ausencias de Jacen en meses anteriores—. Si no supiera que estaba desperdiciando municiones en ejercicios sin sentido, diría que tenía una amante secreta.
—Hubo un contacto menor con el enemigo cerca de Fondor.
—¿Cuán cerca?
—En el espacio fondoriano.
—Odio cuando él lanza piedras y los incita. Voy a asumir que está probando su resolución antes del gran impulso.
—Yo creo que estaba entrenando a su nueva asistente.
—¿Está esa chica siquiera alistada? No permitiré que haya civiles jugando en las naves de combate. No en mi armada. Por lo menos el chico Skywalker tenía una comisión adecuada.
—Sigue siendo una civil, almirante.
—Eso lo veremos. —Escribió una nota para Jacen y la envió al sistema. Él la vería aparecer en su cuaderno de datos la próxima vez que se dignara a comprobarlo—. Tiene que haber algunos límites a este estilo de liderazgo desestructurado.
Mostrar una fachada de molestia persistente era superfluo con un droide, pero Niathal tenía que mantener el personaje para evitar equivocarse. Si se notaba que estaba hirviendo, Jacen volvería su atención hacia ella; sabía lo suficiente sobre él para darse cuenta de que su estado de ánimo era transparente a sus sentidos de la Fuerza, y por eso lo mantenía ajustado a una temperatura constante de desprecio y desdén irritado.
En realidad no se necesitaba de mucho esfuerzo. Venía naturalmente.
Niathal todavía lograba mantenerse informada sobre la mayor parte de los movimientos de Jacen registrando los movimientos de su nave o las veces que su InvisibleX faltaba del hangar… un método incompleto, pero más de lo que ella esperaba ser capaz de hacer en esta etapa de su megalomanía. Y le gustara o no, el procedimiento decía que tenía que haber alguien localizable para tomar decisiones si surgía la necesidad, y eso significaba que él tenía que entregarle completamente las riendas a ella o decirle dónde iba si quería ser consultado.
De todos modos, el Anakin Solo no era difícil de rastrear. Ni siquiera Jacen podía hacer desaparecer un Destructor Estelar. Y no parecía ser capaz de asegurar la nave contra intrusos, así que o era menos omnipotente de lo que la mayoría suponía, o utilizaba la nave como una trampa para insectos.
Si lo presionaba, ella tenía el presentimiento de que él diría que era lo último. Sin saber cuán poderoso era en realidad… eso la preocupaba. Ningún estratega militar podría estar cómodo mientras que la fuerza y recursos del enemigo seguían indefinidos. Niathal se quedó mirando ligeramente desenfocada a la imagen de Mon Calamari en la pared de su oficina, perdiéndose por un momento en el horizonte ininterrumpido detrás de Hogar Arrecife —su hogar— y preguntándose cuándo podría encontrar tiempo para volver a desembarcar.
Yo quería el puesto más alto, y lo conseguí. Me lo merezco.
—El coronel Solo quiere verla, almirante —dijo el droide, utilizando sus títulos militares. Tampoco necesitaba que le recordaran que compartían el control de la Alianza Galáctica, pero Niathal necesitaba oír la palabra almirante, para recordarle que ella había firmado primero para servir al estado. Era demasiado fácil caer en el otro papel.
Jacen se acercó a zancadas y sentó su parte posterior en el borde de una mesa frente a su escritorio. Estuvo cerca de volcar un montón de flimsi y cuadernos de datos con su larga capa negra, y esos modales casuales la molestaban casi tanto como el hecho de que su uniforme de trabajo negro de la GAG había dado paso a este guardarropa innecesariamente dramático.
—Estoy escuchando ruidos interesados de algunos de los moffs acerca de unirse a la AG —dijo él—. Están volviendo a tener ideas del imperio.
—¿Los has oído personalmente? —preguntó ella. Jacen había dicho que no negociaría sin la participación explícita de ella—. ¿O esto emana otra vez de clubes de caballeros y cafés llenos de humo?
—Digamos que lo segundo.
—¿Cómo? Estoy harta de las adivinanzas como si esto fuera un juego en una fiesta.
—El agregado militar pasaba por Muunilinst al mismo tiempo que un moff que tiene parientes allí.
—Sin duda haciendo obras de caridad para los empleados del banco…
—Si lo hubiera enviado a hablar con los moffs en la misma Ravelin, me habrías acusado de pasar por encima de ti.
—Lo habría hecho. —Niathal se preocupaba por los moffs. El Remanente Imperial había estado tranquilo y conforme con vivir dentro de sus fronteras durante años, o al menos eso había pensado. Conforme era un término relativo—. ¿Qué impresión les has dado?
Jacen se deslizó del borde de la mesa y activó el holomapa de Niathal, el que ella utilizaba cuando tenía reuniones de personal. Se enfocó en el cuadrante noreste, llenando la mesa con planetas y estrellas translúcidas, y hebras de luz de colores que representaban las principales rutas hiperespaciales.
—Aquí está sobre la mesa lo que hemos insinuado —dijo, metiendo su dedo en un conjunto de mundos del lado de N’zoth del Núcleo—. Borleias y Bilbringi.
—Eres tranquilizadoramente transparente.
—Vamos, Bilbringi siempre va a ser un sistema que ellos querrán de vuelta. No hemos consolidado nuestra reivindicación sobre él desde la Guerra Yuuzhan Vong, todo lo que hicimos fue defenderlo. Digamos que ahora no vamos a defenderlo, los recursos minerales siguen estando ahí, y, como dicen en el sector inmobiliario, está maduro para una restauración simpática, como volver a darle astilleros.
Niathal pensó que todo estaba un poco demasiado cerca de Coruscant para su comodidad.
—Y Borleias les da un rápido acceso a las principales rutas hiperespaciales.
—Recursos, infraestructura, con un poco de trabajo, por supuesto, y movilidad. ¿Qué más podría querer un moff de sangre roja y caliente?
—De sangre azul. Son tan presumidos. Estoy preocupada de que ya estén preparados y sin un lugar que conquistar, y les estamos dando falsas ilusiones de gloria otra vez.
—Todavía no tienen tamaño suficiente como para preocuparnos. El acuerdo es que si comprometen su considerable maquinaria militar al esfuerzo de guerra, entonces su recompensa será una importante expansión de su territorio. —Jacen inclinó la cabeza a un lado y a otro para tener en cuenta el punto de vista tridimensional del disco aplanado de la galaxia—. Así que le sugiero que les pidamos que nos ayuden a tomar Fondor.
Jacen, no puedes dejar simplemente tranquilo a Fondor, ¿verdad?
Estaba claro que, políticamente, Fondor lo molestaba. No quería conformarse. Era todo lo de Corellia de nuevo, y aunque él admitiera o no la ironía, la propia sangre corelliana del mismo Jacen lo hacía un hombre al que no le gustaba la palabra no. Estratégicamente, sin embargo, tenía un punto: Fondor alimentaba de naves y armas al esfuerzo de guerra confederado a un ritmo prodigioso, por lo que tenía sentido cerrarle los astilleros orbitales. Tomar el planeta y apropiarse de su capacidad industrial, sin embargo… eso tomaría más recursos, y un ejército de ocupación para mantener a la fuerza de trabajo que hacía funcionar los astilleros y evitar que los sabotearan. Niathal tenía sus dudas al respecto, y por varias razones.
—Te das cuenta —dijo— que el Remanente podría pensar que Fondor también está en la oferta, viendo que Borleias y Bilbringi ampliarían su rango a una corta distancia de ese lado del Núcleo.
—Bien podrían pensar eso.
—No juegues con ellos, Jacen. Serían unos vecinos terriblemente cercanos a Coruscant.
—Y con suficiente corredor que defender entre Bastion y Borleias para mantenerlos demasiado ocupados para empezar a tener ideas acerca de nosotros. Y… Pellaeon. Nunca olvides a Pellaeon. Él sabe cómo mantener en línea a los moffs, así que cuando tengamos su bendición, podremos actuar.
—Si —dijo Niathal—. Si tenemos su bendición. Te odia a muerte.
—Igual que tú, almirante. —Dijo sonriendo Jacen—. Pero seguimos trabajando bien juntos. Es una estrategia eficiente, dos seres que no se aprecian mutuamente, maniobrando…
Este era el problema con Jacen. Si hubiera sido demostrablemente, consistentemente o visiblemente incompetente o loco, habría sido fácil destituirlo, y mucho más fácil considerar eliminarlo del modo difícil. En las noches de insomnio, Niathal incluso se preguntaba cómo podía ella asesinar a un usuario de la Fuerza con poderes prodigiosos y la conciencia del peligro inminente. Siempre elegía bombardearlos desde órbita con un mata-planetas… hipotéticamente, al menos. Por lo general pensaba en un motín, aunque ella podría estar en el extremo receptor de ello si no se decidía. Nunca había tenido esos pensamientos antes en su vida. Pero entonces Jacen la confundiría y negaría todas esas fantasías justificadas siendo estratégico, sensato, y exitoso.
Tenía que hacer algo muy loco para maniobrar a un lado o al otro, y el asesinato de la teniente Tebut estaba bastante cerca de ser la ficha final para deshacerse de Jacen que necesitaba agregar para tranquilizar su conciencia.
Como si yo pudiera encargarme de él sola.
—Estoy de acuerdo en que debemos sacar a Fondor del juego lo antes posible.
—¿Es eso un sí a acercarse formalmente al Remanente Imperial?
—Va a hacer que parezca que no podemos hacer el trabajo por nuestra cuenta, pero… sí, estamos sobre-extendidos. No me puedo quejar, después de haberte fastidiado por eso tan a menudo.
—Excelente —dijo Jacen. Parecía tan contento como un niño al que le decían que podía hacer una fiesta e invitar a amigos—. Voy a enviar a Tahiri Veila a ver a Pellaeon.
—¿No tenemos un oficial más experimentado disponible para hacer el trabajo?
—Ella puede ser muy persuasiva. También es mucho más dura de lo que parece.
—Muy bien, pero la próxima vez que quieras que juegue con cañones… asegúrate de que sea un miembro de la Fuerza de Defensa. Dale una comisión. Enlístala si no crees que ella es material de oficial. Pero asegúrate de que entienda que las guerras no son para los civiles.
La guardia de Jacen parecía tan baja como nunca lo estaría. Habían discutido, en cierto modo, admitieron que no se caían bien el uno al otro, y sin embargo, llegaron a un acuerdo; toda la desconfianza parecía haber salido al aire. Niathal deslizó su cuchillo.
—¿Qué clase de Jedi eres, Jacen? —preguntó—. Porque en mis reuniones con el Consejo Jedi nunca estuvieron tan orientados a atacar ni fueron tan despiadados.
—Yo no hago las cosas a su manera, es cierto.
—¿Eres un Sith?
La pérdida de compostura de Jacen siempre era traicionada por sus ojos. Él podía controlar el resto de su rostro y su lenguaje corporal, Niathal ya conocía la psicología humana casi tan bien como la mon cal, pero siempre había algo en sus ojos cuando era atrapado. Ni siquiera podía precisarlo más allá de un ligero destello. Pero fuera lo que fuera, lo vio ahora.
—¿Qué sabes acerca de los Sith? —preguntó, totalmente razonable y tranquilo.
—Oh, no mucho. Sé que Palpatine era un Sith, y él era un táctico brillante, no daba cuartel, todas las salidas selladas, la clase de guerra total que nunca podría ver librando al Maestro Skywalker ni en una eternidad. Por eso te pregunto, porque tu capacidad de ver el panorama completo me recuerda a eso.
La primera frase era verdad; la segunda por supuesto, era una mentira.
—Sí —dijo Jacen en voz baja—. Soy un Sith.
—Entonces deberíamos enseñar tácticas Sith en la academia —dijo Niathal, sabiendo que en su lugar ella probablemente preferiría tener de vuelta a los yuuzhan vong.
Jacen le dio esa sonrisa condescendiente que decía que no creía que ella entendiera lo que estaba pasando y la compadecía por ser tan inadecuada. Eso estaba bien. Estaba conforme con su progreso, y esperaba que él detectara eso e interpretara erróneamente como que estaba contenta con su aprobación provisional.
—Informaré a Tahiri —dijo, y se fue.
Niathal sospechaba que Tahiri ya estaba en camino, pero no importaba. Se sentó mirando el holomapa y preguntándose cómo podría verlo un moff imperial, qué tentaciones podría sugerir. Si Pellaeon no siguiera administrando Bastion, el Remanente ya podría haber entrado en la guerra, o al menos circundaría el campo de batalla en busca de aprovecharse del caos. Pero él estaba en sus noventas y no viviría para siempre, así que tal vez ocuparse de sus ambiciones ahora les impediría desbordarse del sector Braxant en unos pocos años como niños que salen de la escuela para hacer travesuras.
Odio cuando tienes razón, Jacen…
—Almirante —dijo el droide—, el capitán Shevu pregunta si puede darle cinco minutos.
—Sí, hazlo pasar. —Niathal apagó el holomapa y tuvo la sensación de que podría tener que borrar un poco de la memoria del droide—. Si alguien llama, dile que estoy en una reunión de planeamiento de provisiones.
Shevu no era el tipo de oficial que se aparecía a conversar. Niathal casi lo había esperado desde que Luke Skywalker se lo había identificado como un aliado potencial, y él no había perdido nada de tiempo; considerando que era el oficial de más alto rango en la élite personal de Jacen, el Comando 967 de la Guardia de la Alianza Galáctica, estaba corriendo un enorme riesgo… y Jacen no podría haber hecho un enemigo en una posición peor.
Le hizo un gesto de que tomara asiento y se preguntó quién lo diría primero.
—Está bien —dijo ella—. Barro la oficina en busca de dispositivos de vigilancia cada vez que entro en ella.
Shevu sacó un pequeño escáner de su bolsillo y lo apuntó a varios puntos alrededor de la oficina antes de verse un poco más relajado.
—Yo también.
—Así que nos entendemos.
—Eso creo.
—¿Qué puedo hacer por usted?
—Necesito llevar a cabo pruebas forenses en el InvisibleX de su colega. —No dijo Jacen. Este era un hombre acostumbrado a dar a los demás muy poco que usar en su contra—. ¿Hay alguna forma de que pueda tener acceso a él, sin interrupciones, durante unas horas?
—Se ha ido para informar a su nueva secuaz de una misión a Bastion. —Niathal recorrió todos los procedimientos de rutina que tendría un InvisibleX y por qué. El de Jacen era uno de los pocos que los pilotos Jedi no se habían llevado cuando se retiraron—. ¿Qué tan urgente es esto?
—Tendríamos que haberlo hecho hace tres meses —dijo Shevu. Ella pudo leer Mara en sus labios—. Podría no encontrarse nada, por supuesto.
Entonces no era sólo Ben el que pensaba que Jacen había estado involucrado en la muerte de Mara. A pesar de que Luke se lo había dicho a Niathal, la idea parecía mucho más impactante viniendo de alguien objetivo y ajeno, un investigador profesional como Shevu.
—Si lo hace —dijo Niathal—, ¿no sentirá él que usted ha estado en la nave?
—Es por eso que voy a usar un droide para hacerlo.
—¿Una unidad de la GAG?
—No, una de la FSC. Deje que yo me preocupe por falsificar los identichips.
—Muy bien, capitán, voy a arreglar que los droides y el personal de tierra sepan que necesita un examen especial de comprobación de la integridad del sellado de la carlinga, fugas de combustible en la cabina, lo que se me ocurra. De hecho, también hagamos que sean todos los navíos capaces de volar por el espacio que tiene la GAG, para que se vea convincente. No tiene tantos.
—Gracias, almirante.
—Y será mejor que pensemos en una buena historia de cobertura en caso de que alguien felicite a la Guardia por su especial atención a las normas de seguridad, y llegue a oídos de Su Alteza Celestial…
—Hace algunos meses —dijo Shevu—, habría esperado que él se enterara de todo de inmediato. Conocía de cerca a sus tropas. Pero ahora ha apartado la mirada de la gente pequeña, y sólo se centra en los grandes jugadores. Usaremos eso.
—¿Sabe lo peligroso que es ir tras él, verdad? —Dijo Niathal, un poco avergonzada de que ella no estaba liderando esta revolución silenciosa contra Jacen.
—Ni la mitad de peligroso de lo que sería si no lo hago —dijo Shevu.
CAFÉ OYU’BAAT, KELDABE
—¿Qué puedo yo enseñarte a ti, Jedi? —preguntó Fett.
En cualquier otro momento, la súplica de Jaina Solo habría sido divertida… no, satisfactoria. No había nada gracioso en esto. Una voz dentro de Fett todavía le decía que él personalmente debía hacer que ese barve de Jacen pagara por lo que le había hecho a Ailyn, pero cuando vio el cuerpo de su hija había tomado la decisión que su venganza tendría que ser más sustancial, más completa, del tipo que debería haber planeado cuando su padre fue asesinado en frente de él. Los Jedi le habían robado la poca familia que tenía, y ahora esperaban que él los ayudara a limpiar su propio desorden.
—Has matado y capturado a más Jedi que nadie —dijo Jaina, mientras parecía que las palabras la ahogaban.
—Oh, no estoy seguro… algunos de mis hermanos acumularon una muy buena puntuación en los viejos tiempos.
Ella no reaccionó.
—Jacen y yo estamos igualados en términos de poder de la Fuerza. Pero él ha tenido entrenamiento en técnicas de la Fuerza que yo ni siquiera entiendo, así que mi mejor oportunidad de atraparlo es usar habilidades que él no tiene. Y estoy bastante segura de que tú nunca le has dado los diez consejos mandalorianos para cazar Jedi.
—Sólo si me pagara —dijo Fett—. ¿Pero, porqué te importa Ailyn?
—No sólo ha matado a tu hija. —Jaina estaba haciendo un buen trabajo de parecer desesperada, perdiendo esa mirada firme por un momento. Estaba desesperada. Fett podía saborearlo—. Incluso podría haber estado involucrado en la muerte de Mara Skywalker.
—Ah, así que ahí es cuando decides que necesita ser detenido. —No estaba nada sorprendido por la idea, sólo lo tomó desprevenido de que Jaina hubiera venido aquí. Las familias reñían; no era ningún shock—. Cuando los que mueren son Jedi.
Beviin se sentó en un taburete de la barra y puso su casco a un lado mientras hojeaba su cuaderno de datos.
—También mata a sus subordinados, Mand’alor. —Le tendió el cuaderno de manera que Fett pudiera ver el mensaje de uno de su larga lista de informantes. Coruscant no estaba ni la mitad de lejos de mandalore de lo que pensaba—. Mira, mamá, sin manos. Está aprendiendo a romper cuellos con la Fuerza. Algún teniente llamado Tebut, y es de lo que habla toda la flota, bueno la gente que yo conozco en la flota, por lo menos. Es tan adorable.
—Como en los viejos tiempos —dijo Fett—. Excepto que Vader casi me caía bien.
El rostro de Jaina mostró una ligera sorpresa, como si ella no hubiera sabido de la última víctima de Jacen. Tampoco lo acusó de mentir para provocarla, porque ambos sabían en lo que Jacen se había convertido. Era curioso cómo las víctimas importaban más cuando tenían nombres. Fett resistió las ganas de recordarle que los seres en todos los lugares que Jacen había atacado también tenían nombres.
—Tú enviaste los aplastahuesos —dijo Jaina—. Así que tomamos eso como una gran sugerencia.
—Intenta con diez toneladas de detonador termal de alto rendimiento.
—Lo queremos vivo.
—Vivo siempre es más complicado. Sólo búscalo vivo si pagan extra, Jedi.
Fett puso el bláster en la mesa y se quitó el casco con las dos manos. Ahora estaba más cómodo revelando su rostro. Hasta hace unos meses ni siquiera habría dejado que sus propios hombres lo vieran sin el casco, excepto Beviin, pero había visto la mirada en el rostro de Han Solo cuando el hombre lo había mirado a los ojos de cerca por primera vez. Pudo leer la reacción de Solo: que el casco de duracero endurecido, frío e implacable, no ocultaba un corazón de oro, sólo más duracero, más frío y menos corazón. Si querían ver un mandaloriano feliz y bien ajustado bajo la armadura, entonces podrían ir a admirar a Beviin.
Fett observó los ojos de Jaina asimilándolo.
—Si yo no lo hago —dijo—, no creo que nadie más pueda hacerlo.
Beviin estaba acostumbrado a jugar un doble acto con Fett en momentos como éste, Mando bueno, Mando malo. Se metió en el papel, incluso sin necesidad de ninguna señal, mientras que Fett se quedó mirando a la cara de Jaina, poniendo a prueba sus nervios.
—Tú tienes un sable de luz, señora, y Jacen Solo no tiene un beskar’gam —dijo Beviin—. ¿Qué podríamos enseñarte? ¿Emboscadas? ¿Clase magistral de bláster? —Sacó su antiguo beskad, el tradicional sable de hierro mandaloriano, a medio camino de su empuñadura—. ¿Mi práctica técnica para partir vong?
Los ojos de Jaina nunca dejaron los de Fett.
—El beskar es su hierro especial, ¿verdad? El metal del que estaban hechos los aplastahuesos.
—Ahora disponible en todos los buenos vendedores de armas —dijo alegremente Beviin—. Tenemos un hermoso nuevo suministro. ¿Es eso todo lo que realmente quieres? ¿Unos pocos consejos sobre golpear a la brigada en batas de baño?
—Fett —dijo Jaina sin distraerse—, tú puedes enseñarme a atrapar Jedi. Lo has hecho con suficiente frecuencia.
Fett contó dos latidos.
—¿Y terminar la guerra justo cuando nuestra economía está volviendo a ponerse en pie?
—¿Sacrifican mundos enteros por sus propios fines?
—Ustedes sacrificaron Mandalore a los Vong por sus propios fines.
—Lo lamento si no les dimos la ayuda para la reconstrucción que deberíamos, Fett. No estoy orgullosa de eso. ¿Pero no puedes ver lo que Jacen va a hacer si continúa? Tengo que detenerlo antes de que consolide su poder.
Ella no se iba a echar atrás, tenía que concederle eso. Si Sintas no hubiera vuelto de entre los muertos, con toda la miseria que se desplegaba con eso, Fett podría haber encontrado que el entrenamiento de Jaina Solo estaba cerca de ser agradable, tan cerca de la dulce venganza, como había llegado en las últimas décadas.
Hazlo. Jacen Solo necesita ser removido, porque todavía quedará un montón de negocios a su paso, y no hay más fina ironía que la élite Jedi luchando contra los suyos. Combate de gemelo contra gemelo, como los chicos vong siempre quisieron. Lástima que la mayoría de ellos están demasiado muertos para disfrutarlo.
Pero él realmente escuchó la inquieta voz en su mente, y no la silenció de una bofetada, escuchó lo que le susurraba: que cuanto más se extendiera la guerra, más probable era que Shalk y Briila pudieran ver que su padre moría en acción. Ningún niño merecía pasar por lo que Fett había pasado.
Los Mando’ade luchan, siempre lo han hecho. ¿Qué te pasa?
Lo que estaba mal era que eran los nietos de Beviin, que Beviin y Medrit habían adoptado a la madre de los niños —Dinua— cuando su propia madre murió luchando contra los vongese con Fett. Todos ellos habían tenido suficiente duelo. Toda la vida de Fett estaba enredada con huérfanos y vidas no vividas y deudas morales.
Miró a Jaina de arriba a abajo. Era pequeña, y sus manos suaves decían que ella nunca había tenido que construir un atrincheramiento con ellas. Pero era una Jedi —podía triplicar su peso y alcance basado solamente en eso— e iba a ir por su hermano, la entrenara o no Fett. Podía verlo en sus ojos; un poco de miedo, tal vez no de él, y vergüenza por haber tenido que pedir el favor. Rogarle cualquier cosa al viejo enemigo de su padre claramente se le atascaba en la garganta, pero iba a aguantarlo para poder hacer lo que había que hacer.
Fett respetaba eso. Era la primera lección que cualquier cazador de recompensas necesitaba aprender: olvidar el bagaje emocional y enfocarse exclusivamente en un objetivo.
Si hubiera estado ahí para Ailyn, la habría entrenado a ella para pelear, a cuidarse, tal vez también a cazar Jedi. Cada Mando entrena a sus hijos, incluso los hijos de otras personas. Dicen que no eres un hombre a menos que lo hagas.
Últimamente la voz moribunda de Shysa había vuelto a estar demasiado en su cabeza después de estar en silencio durante tanto tiempo. Si sólo cuidas tu propio pellejo, entonces no eres un hombre. Se unía al coro que lo fastidiaba la mayoría de los días, todas aconsejándolo sobre lo que debía hacer. Todos sus muertos regresaban para atormentarlo de una forma u otra.
—Está bien, lo haré —dijo Fett—. Y te va a costar.
—No estaba pidiendo caridad. —Jaina alzó una ceja devastadora, sí que era la hija de Leia, pero relajó una fracción los hombros. Sacó un chip de crédito de denominación muy grande del bolsillo del pecho de su traje de vuelo y lo sostuvo entre sus dedos perfectamente manicurados—. Ni siquiera la venganza se interpone en el camino de los negocios, ¿verdad, Fett?
—Esa es tu primera lección, Jedi. Te la voy a facturar más tarde. —Fett no necesitaba los créditos, pero tenía que considerar su propio respeto, y ella tenía que aferrarse al suyo. Iba a ser bastante maltratado—. Pero vamos a evitar la factura. ¿Qué más puedes hacer para ganarte el sustento?
—Soy un piloto de combate. Pero también soy bastante hábil con las cosas mecánicas.
—Aquí todos somos pilotos —dijo Fett—. Pero los mecánicos siempre sirven. Muchos de los exiliados están volviendo, y la infraestructura se parte bajo la carga. Serás útil.
Fett se puso el casco y se volvió para irse. Jaina lo llamó.
—¿Cuándo empezamos?
—Ya lo hemos hecho. Volveré mañana. Alquila una habitación aquí y duerme una buena noche de sueño.
No parecía como si ella tuviera otro sitio adonde ir, y Fett no iba a pedirle a Beviin que encontrara espacio para otra extraviada. Baltan Carid, a cuyo tatuaje de enredadera parecían haberle brotado un par de hojas nuevas, llamó al cantinero:
—Será mejor que saques al strill de la suite ejecutiva, Cham’ika. Tienes a la realeza.
Fett se detuvo fuera del Oyu’baat a evaluar la situación, y entonces paseó por la plaza a la caída en picado que miraba al río Kelita. Beviin cumplió su consejo y esperó con él, ambos apoyados en la balaustrada mirando la corriente mientras arrojaba pequeñas ramas recién quebradas sobre las rocas. Había muchas obras de construcción río arriba.
—Los Jedi pueden ser sanadores —dijo Beviin—. Eso es algo que ninguno de nosotros puede hacer.
Fett se aferró con las manos a la baranda.
—No quiero que ella arregle a Sintas. Evitemos que los problemas se entrecrucen.
—Sólo era una idea.
—Gracias de todos modos.
—Pero si necesitas mantener a raya a la Jedi, siempre hay espacio en la granja.
Beviin sería un Mandalore mucho mejor de lo que Fett había sido nunca. Encajaba más en el molde de Shysa, tan listo para levantar la moral y construir alianzas como para atravesar a su enemigo más cercano con su beskad, y le caía bien a todo el mundo. Todo lo que Fett tenía era su récord en el campo de batalla y su nombre dinástico; era una imagen que a los Mando’ade les gustaba que presentara al mundo, no alguien a quien realmente necesitaban, más un talismán viviente que un líder. Cada Mandalore tenía su propio estilo. Al final, eso no parecía cambiar ni un poco la esencia de Mandalore.
—Le conté a Mirta que maté a Shysa —dijo Fett.
Beviin suspiró.
—Sería mejor que toda tu osik golpee el ventilador al mismo tiempo y acabe de una vez, Bob’ika…
—No se lo expliqué. Sólo se lo conté.
—¿Alguna vez me lo vas a contar a mí?
—Está bien, terminé con el sufrimiento de Shysa. Estábamos rodeados, estaba demasiado malherido para escapar, y yo no podía dejarlo a los Sevvets.
—Una decisión difícil. Pero lo imaginábamos.
—Él me pidió que lo hiciera.
—Así que conseguiste el puesto más alto. De todos modos nadie discutió al respecto.
—No puedes volarle los sesos a un hombre sin tomar en serio su último deseo. Me hizo darle mi palabra. —Era innegociable: Jango Fett le había enseñado a su hijo desde la cuna que su palabra lo era todo—. Me hizo jurar que yo sería su sucesor. Él siempre quiso que yo fuera Mandalore. Si supiera que no es así diría que él lo arregló.
—No hay testigos.
—¿Crees que yo quería este trabajo?
—Eso dice mucho de ti.
—Dije, «yo nunca quise ser Mandalore».
Beviin sonaba un poco irritable.
—Quise decir, Bob’ika, que podrías haberle jurado cualquier cosa a Shysa y nadie se hubiera enterado de si rompías tu palabra o no.
Fett se agarró al borde de la balaustrada de piedra.
—Yo me hubiera enterado.
Beviin se limitó a asentir.
—Tú nunca abandonas nada sin una buena razón.
No, esta vez Beviin estaba equivocado. Y si Sintas recuperaba su mente, se lo diría.