capítulo ocho

El Tra’kad es primitivo. Pensábamos que querían tecnología de última generación, y es por eso que se aliaron con nosotros. ¿Cuál es el punto de esta máquina?

—Sass Sikili, negociador de las colmenas de Roche, a Jir Yomaget, jefe de MandalMotors, al ver holoimágenes del prototipo de nave de combate multimisión Tra’kad

OFICINA DEL JEFE DE ESTADO CONJUNTO, CORUSCANT

Caedus pasó los dedos sobre la placa de identificación en las puertas exteriores y se preguntó cuándo iba a hacer cambiar el grabado para reemplazar CORONEL JACEN SOLO por DARTH CAEDUS.

¿Necesitaría una placa en la puerta, o incluso una oficina en absoluto? Todavía tenía la intención de dejarle los asuntos de rutina del gobierno a Niathal, pero ella se estaba volviendo irritante, y era hora de que él comenzara a buscar a un administrador para asumir el control en caso de que tuviera que retirarla. Caedus esperaba que pudiera recobrar el sentido y volver a Mon Calamari, o incluso aceptar una transferencia de vuelta a funciones operativas de la flota, pero ella había probado el poder, y pocos estaban dispuestos a volver a rebajarse a obedecer órdenes cuando las habían dado.

La carne y hueso eran herederos de la ambición. Le gustaba la ambición en un aprendiz o en un oficial subalterno, pero cuanto más se acercaban a su propio rango, más se interponía en el camino de los asuntos ordenados de administrar una galaxia estable y pacífica. Mantener una vigilancia constante de usurpadores consumía tiempo y era molesto. Estaba empezando a preferir el servicio de droides; un droide legal le había permitido explotar la ley para hacerse con el poder, y no esperaba ningún favor ni alto cargo a cambio. Simplemente hizo su trabajo. Quizás necesitaba una administración de droides.

Sólo un empujón más. Sólo uno más, para romper la espalda de la resistencia. Hacer un ejemplo de Fondor.

El Remanente Imperial se iba a unir a él, y eso hacía toda la diferencia.

La sensación de Caedus de estar al borde de un momento crucial se hacía más fuerte. El estado de lealtades galácticas podría no haber parecido numéricamente a su favor, pero el reclutamiento de los moffs a su causa era un golpe de estado. Su peso militar era lo que más había querido, pero su esfera de influencia —que también incluía a los centros bancarios de Muunilinst y Mygeeto— era un premio en sí misma.

Tengo los recursos, si llego a necesitarlos, pero también puedo restringir los recursos de los demás… la economía también es un arma.

—Tahiri —dijo—. ¿Dónde has estado?

Tahiri se sentó en la silla frente a su escritorio, ahora viéndose como la subteniente ideal. Incluso se había atado el cabello.

—Pensé que lo sabía. ¿No puede usted detectarme?

Caedus activó el holomapa y magnificó el sistema Fondor, moviendo iconos de recursos a diferentes posiciones.

—No tengo tiempo para vigilar a todo el mundo. Y hablando de detección, ¿has hecho algún progreso con la localización de la base del Consejo Jedi?

—No, no lo he hecho… señor.

—¿Por qué?

—Hay un montón de galaxia donde buscar, y el InvisibleX necesita un mantenimiento regular. Ya perdí un día.

—Me doy cuenta de que el programa de servicio parece haberse intensificado, pero eso no explica la falta de resultados de una Jedi.

—Señor, eso es injusto. —Tahiri se tomaba en serio su nueva condición de militar; no lo había llamado Jacen en días—. Si esto es una prioridad, entonces usted tiene sentidos de la Fuerza mucho más poderosos que yo, y usted debería de ser capaz de localizarlos. Yo sigo pensando que huyeron hacia uno de sus viejos sitios favoritos.

Caedus no creía que Luke fuera tan poco imaginativo, y por supuesto lo sabría; entonces podría hacerlo, y dirigirse a un lugar como Hoth o Endor, tanto para revivir algo de nostalgia triste de su juventud como para esconderse. Pero Luke también sabría que la búsqueda en Hoth o en algún otro lugar salvaje abandonado por la Fuerza sería ocupar los escasos recursos de élite de Caedus, y así estaría feliz de hacer que Caedus creyera que era un tonto, o encerrándolo en la indecisión tratando de adivinar la estrategia de Luke.

No voy a darle a Luke la satisfacción. Es el hombre del ayer. Yo no bailo al son de su melodía.

—Él quiere que desperdiciemos el tiempo buscando en sus viejos lugares favoritos —dijo Caedus—. Así que no lo haremos.

Movió con su dedo los Destructores Estelares y fragatas alrededor del mapa del sector Tapani, considerando sus opciones para poner a Fondor en línea. De alguna manera, importaba más que Corellia. Corellia siempre había sido una espina en el costado de todos los gobiernos, un planeta de disidentes aficionados a los que no les importaba quién conducía el programa o cuáles eran las políticas mientras que pudieran rebelarse contra ellas. Tal vez lo peor que se le podía imponer a Corellia era un régimen en Coruscant que hiciera caso a cada una de sus objeciones y quejas, enviándolos a una espiral de confusión. Pero Fondor era psicológicamente diferente. Era un mundo normal, normalmente un mundo obediente y responsable, y por lo tanto su secesión de la AG era una señal más peligrosa para otros en la AG. Caedus estaba seguro de que esto había envalentonado a otros sistemas a romper filas. Ahora tenía que ser visto reprimiéndolos, algo que debería haber hecho hace meses si no hubiera estado distraído por asuntos más domésticos.

No he pensado en Allana en horas. Ni en Tenel Ka.

Si hago un esfuerzo, puedo olvidarlas con el tiempo.

—Después de que recuperemos Fondor, te ayudaré a darle caza —dijo Caedus. No planeaba cometer los mismos errores que con Corellia, escuchando a burócratas de voluntad débil que no tenían estómago para una lucha. Le dije a Cal Omas que debíamos aplastar a Corellia enseguida y cortar de raíz la rebelión. Es culpa suya por limitarme. Y de Niathal. He probado mi punto. O apagas enseguida un incendio forestal, o sigue ardiendo bajo el suelo incluso cuando la vegetación superficial está convertida en cenizas. Ahora Caedus lo sabía todo acerca de los incendios forestales. Le gustaba la analogía. Al igual que los incendios forestales reales en Kashyyyk permitirían que un nuevo bosque sano creciera otra vez, igual que purgar el viejo orden del caos y las mezquinas políticas planetarias—. Después de Fondor. ¿Estás pasando algo de tiempo con el personal de la flota?

—¿Lo siento?

—Quise decir: ¿oyes el ánimo de las cubiertas inferiores?

—Yo… comí en el comedor del cuartel general un par de veces, sí.

—¿Y?

Caedus se forzó a olvidar Fondor por un momento y dio un paso atrás, con los ojos cerrados, para aquietar su mente y enfocarse en un punto elegido al azar en el tiempo y el espacio, el comedor de oficiales subalternos en el cuartel general de la flota. Si cerraba todo lo demás, podía sentir el estado de ánimo colectivo del personal de la flota, degustar la mezcla de anticipación, miedo, curiosidad, soledad, incluso las preocupaciones sobre la remuneración y las promociones… como si fuera una única entidad. Se hundió más profundamente en el remolino de luz, sonido y textura, sintiendo al comedor como ruido blanco, y entonces fragmentos de emociones específicas y charla brotaron del borrón con una claridad nítida.

No puedo creerlo.

Te digo que es verdad. Él la mató. Le rompió el cuello.

Él es el mejor oficial que hemos tenido. Se preocupa.

Te digo que la mató. Tebut era buena. Si es capaz de matarla…

Mucha gente ha acabado muerta desde que él asumió. Omas, Gejjen, la esposa de Luke Skywalker…

No seas estúpido. Ella era de su familia.

Caedus salió del trance de escucha y su oficina pareció muerta, sus colores lavados por un momento. Estaba furioso. ¿Yo maté a Mara? ¿Están diciendo que yo la maté? Ella vino por mí. Ella estaba tratando de matarme a mí. Si no la hubiera matado, ahora sería a mí al que le estarían haciendo un funeral de estado. Con el destino dirigido por la Fuerza o no, ella trató de matarme. Era una asesina. Eso era todo lo que ella fue alguna vez, todo lo que estaba destinada a ser, en relación con lo que se contaba aquí. Sintió que se ruborizaba, caliente y herido. La fuerza de su reacción lo sorprendió. Podía enfrentarse a sí mismo cuando se afeitaba cada mañana, y a pesar de las muchas vidas que esta guerra estaba costando, él hacía lo que tenía que hacer; cada vida perdida era para salvar a muchas otras, y él no iba a pedir disculpas por ello, ni considerarse como un criminal común.

—Señor, ¿está bien?

Caedus se sentó y abrazó la angustia temporal como otro dolor inevitable en el camino hacia el dominio del sendero Sith. Si no podía sentirse picado y herido, si podía ignorar las púas… entonces no podría emplear las pasiones de las que un Sith tenía que alimentarse. Eran su fuerza. El dolor era su fuerza.

Si Ben sólo se hubiera dado cuenta del valor del dolor. Él era mucho más perspicaz, más reflexivo, más digno que Tahiri, a pesar de todos sus defectos sentimentales. ¿Dónde voy a encontrar al adecuado? ¿Cuándo voy a encontrar un aprendiz que lo merezca?

Tendría que esperar.

—Yo no debería tener que hacer el trabajo de un soldado de infantería, Tahiri. Sé mis ojos y oídos. No me gustaría tener que utilizar árboles ch’hala. Tú eres más inteligente que un árbol, ¿verdad?

—Sí, señor —dijo, y el resentimiento de ella le supo como jugo de vattle amargo en la parte posterior de la lengua. Esa era una señal positiva, mejor que la desesperación necesitada que la había motivado a esforzarse cuando ella sólo quería ver de nuevo a Anakin. Si iba a ser algo más que una mensajera, tenía que encontrar el duracero en su columna, alguna emoción poderosa que la hiciera devolver la lucha e incluso retarlo. Su fuego, su motivación, tenía que venir de su propio ser viviente y no de un chico muerto al que nunca podría tener.

Esta fijación con lo que se había ido para siempre no era saludable. Caedus a veces se sentía incómodo usando la carnada de caminar en la corriente, pero sólo fue una forma de colocar a Tahiri en la posición correcta para entonces poder mostrarle algo real y duradero. Era un mal necesario y temporal.

—Entonces vas a entender esto —dijo. La llamó a la mesa del holomapa, aunque ella podía ver fácilmente la proyección si se giraba en la silla—. Ven aquí. Mira mi estrategia para Fondor.

Caedus movió nubes de pequeños iconos como cúmulos de estrellas en miniatura formando un anillo irregular alrededor de Fondor.

Su estrategia. —Tahiri no se intimidaba por las bofetadas verbales de Caedus. Bien. Todavía estaba adolorida y enojada—. ¿La almirante Niathal no participa?

—¿Quién dirige el estado mientras yo estoy fuera? Tenemos que evitar que los dos Jefes se ausenten al mismo tiempo, a menos que haya una crisis abrumadora lejos de Coruscant que lo haga realmente necesario. —Caedus pensó en la frecuencia con la que ambos se habían ido no sólo fuera del planeta, sino al mismo compromiso. Aunque no hubo ningún intento de derrocarnos… que obedientes pueden ser los seres—. Ella está al tanto de mis planes.

—Pero tú confías en ella lo suficiente como para darle la espalda.

Nunca doy mi espalda —dijo Caedus—, no importa donde esté.

Sembrando semillas de duda, ya sea porque me quiere sacudir, o porque realmente sospecha. Ambas cosas eran dignas de una Sith. Quizás Tahiri al fin ha dado un giro.

—¿Entonces qué es lo que estoy viendo? —preguntó.

Caedus sintió que Niathal llegaba por el corredor. Su sincronización era impecable; debió haber visto a Tahiri pasando por el vestíbulo fuera de su propia oficina.

—Los iconos pequeños son minas —dijo él—. No voy a repetir el mismo error que cometimos en el bloqueo de Corellia. Entonces, todavía nos engañábamos pensando que podíamos poner al planeta de rodillas manteniendo un bloqueo civilizado… como si fuera una operación de aduanas e impuestos. No, eso se come los recursos, sobre todo cuando hay un anillo de estaciones orbitales que aislar de ambos lados, del planeta y del espacio. Cuando despliegue naves de guerra y cazas, será para hacer la guerra y luchar, no para agotarnos impidiendo que los confederados pisen el césped. Hoy voy a llevar al primer elemento de la Cuarta Flota a Fondor. Los minadores ya han partido.

—¿Alrededor de todo el planeta?

—Esa es la única opción. Minar los pasos principales desde la Ruta Comercial Rimma simplemente permite que las naves de suministros eludan los campos de minas, o atrapa a los descuidados, y aunque quiero disuadir al comercio de apoyar a Fondor, no ganamos nada alienando a los mundos comerciales con víctimas civiles.

La presencia de Niathal se sintió llegar soplando como una tormenta formándose en el horizonte unos momentos antes de que ella apareciera. Caedus y Tahiri se detuvieron y se volvieron juntos.

—Sí, eso es malo. Estoy de acuerdo. Nada de civiles muertos. —Niathal se acercó al mapa, con las manos entrelazadas detrás de la espalda; de prístino blanco con galones de oro, era la quintaesencia del almirantazgo mientras inclinaba la cabeza para estudiar el mapa holoesquemático del sistema. Caedus sabía que los ojos de los mon cals estaban ubicados de manera que la inclinación era necesaria para enfocar de cerca, pero para un humano el gesto siempre parecía de duda, como si ella pensara que él era el chico tonto de la clase que nunca tenía la respuesta correcta—. Así que, el impenetrable anillo de detonita, ¿eh, Jacen? —Se volvió hacia Tahiri—. Qué elegante te ves con un uniforme adecuado, querida. Bienvenida a la flota.

Caedus la interrumpió. Niathal estaba en uno de sus estados de ánimo petulantes e irritantes, sin duda emocionada ante la perspectiva de su ausencia.

—Esta noche voy a partir a Fondor, recuerdas. Estoy seguro de que me vas a extrañar.

—Tendría que responder a eso con una broma, pero yo no soy una comediante.

—Cinco minadores deben estar en posición unas horas por delante del resto de la fuerza de operaciones. —Jacen miró el crono de la pared—. Habrá una coraza alrededor de todo el planeta cuando lleguemos allí.

Niathal extendió una de las largas aletas huesudas que tenía por dedos hacia el nido de líneas brillantes enredadas salpicadas de luces multicolores.

—Pero no te olvides de poner el anillo interior primero, ¿quieres?

—Oh, eres muy modesta cuando dices que no eres comediante, almirante…

Niathal se sentía como si estuviera saboreando la lucha cuidadosamente redactada.

—Y estas no se activarán hasta que hayamos advertido a Fondor y demos una alerta general de tránsito de una hora estándar, ¿verdad?

No emitir una advertencia sobre redes planetarias de minas sería un crimen de guerra, almirante, debido al tráfico civil…

—Por eso pregunto. Has estado muy olvidadizo últimamente. Y tomaremos la decisión de activarlas en forma conjunta, ¿verdad?

—Soy un jugador de equipo. Lo estaré esperando.

No necesitaba sus sentidos de la Fuerza para saber que ella no lo extrañaría.

—He puesto a la fuerza de reacción rápida de la Tercera Flota en alerta, así que si necesitas ayuda, sólo llama.

—Le daré al bloqueo una semana antes de pasar a la fase de asalto.

—Eso no lo discutimos.

—Oh, se me ocurrió más tarde…

—¿Para qué crear una coraza de minas si no tienes la intención de esperar a que haga efecto? No es como si tuviéramos naves y tropas de sobra.

—Porque todavía creo que deberíamos tomar los astilleros más temprano que tarde, y podremos capturarlos una vez que el planeta esté bloqueado. Entonces, cuando los astilleros estén asegurados, tengo la intención de capturar la capital y los principales centros regionales.

—Sí, ya dijiste eso, pero déjame recordarte que todavía quedan cinco mil millones de fondorianos, al menos la mitad de ellos en la superficie del planeta, y la mayoría en esas ciudades.

—Espero que no se llegue a esa etapa. Puedo sacrificar un astillero para mostrar que hablo en serio, pero Fondor no querrá que su infraestructura industrial sea destruida. ¿Verdad? Es un mundo pequeño y rico, que verá razones.

—La población de Corellia es aún más pequeña, y mira lo bien que salió eso. —Niathal comprobó el espléndido crono de bolsillo de oro en su chaqueta—. Vaya, ¿ya es hora? Debo irme. —Se dirigió hacia las puertas.

—Wow —dijo Tahiri, cuando Niathal ya estaba demasiado lejos como para oír—. ¿Siempre se tratan con tantas púas el uno al otro?

—Así es cómo nos mantenemos atentos. —Caedus habría estado mucho más preocupado si Niathal rezumara dulzura y luz mientras sentía que lo menospreciaba, y lo sentía, y si ella exhibía abiertamente su desdén, él sabía que todavía podía confiar en que no lo atacaría. Ella era mucho más transparente de lo que había esperado—. Ella realmente es muy, muy buena en su trabajo. Sólo desearía que aceptara que no es muy buena en el mío.

—Usted puede sentir su odio. Yo seguro que puedo.

—No es odio, Tahiri —dijo Caedus—. Es desdén, desprecio y un cierto placer superior por ser mejor y más agradable que yo, según lo ve ella. Es aborrecimiento, quizás. Pero no odio. El odio es cercano al miedo, y siempre hay un elemento de temor en él. Igual que el amor tiene un componente de compasión, y es igual de difícil ver la línea entre los dos.

Tahiri podría haberlo tomado literalmente, o podría haber estado desglosando un significado oculto. Esperaba que estuviera haciendo lo último.

—Me presentaré a las mil ochocientas —dijo, como si hubiera aprendido toda la nueva jerga para impresionarlo y posiblemente asegurarse otra infructuosa y tentadora visión de Anakin—. Señor.

Salió caminando de la oficina con una espalda más rígida. Tal vez también está eligiendo el dolor.

—Por cierto, lo hiciste bien con el almirante Pellaeon —llamó tras ella—. Buen trabajo, teniente.

Algo más acababa de cambiar en la Fuerza, algo pequeño, un engranaje giró sólo un solo diente, pero se había movido, y con él el resto de la maquinaria fue sutilmente alterada. Esa era la naturaleza del destino. Caedus sintió a su alrededor en la Fuerza en busca de donde podrían estar Luke y su séquito. Pero su mente estaba muy inquieta, fija en la necesidad de derribar a Fondor.

Va a ser un asedio breve, lo prometo. Uno decisivo.

Trató de buscar a su hermana gemela, sólo por… curiosidad.

Jaina. No puedo creer lo fácil que es olvidar a la gente. Puedo pasar días sin ni siquiera acordarme que existes. Jaina…

Se extendió en la Fuerza, pero algo más también había cambiado en la gran máquina. No podía sentir a Jaina, no la mezcla familiar de temperamento, pasión y —siempre aplicada demasiado tarde— la necesidad de controlarlo todo. Tal vez Ben también le había enseñado a Jaina cómo apagarse en la Fuerza, igual que como probablemente le había enseñado a su madre para poder matar a Jacen Solo más eficientemente. Caedus se detuvo cuando se dio cuenta que veía a Jacen como una entidad separada. Era más que haber cambiado: era una separación. Jacen todavía existía para la familia que trataba de comprenderlo, pero no era el hombre que estaba sentado aquí.

Será mejor no enseñarle a Tahiri a ocultarse en la Fuerza. Sólo complica las cosas.

Jacen Solo. Ahora se había ido; no estaba oculto. Se había ido, y nunca regresaría.

Caedus pasó la tarde moviendo recursos por el espacio imaginado de Fondor, sintiendo un placer fresco cada vez que su dedo se conectaba con la luz ámbar que representaba los nuevos recursos, los acorazados y escuadrones de cazas del Remanente Imperial. Este no sería el largo, quejoso y humillante fracaso de intentar doblegar a Corellia. Tenía una buena parte de la Cuarta Flota, y no había nadie en posición de acudir en ayuda de Fondor. Ahora todos los demás tenían sus propios problemas y la guerra para mantenerlos ocupados.

Esta vez será diferente.

Sería diferente porque Jacen Solo ya no existía, ni quedaba ninguna de sus palancas que pudieran manipular.

Y si Jacen Solo ya no existía, entonces Darth Caedus no tenía una hermana gemela.

Caedus se relajó.

HANGAR DE LA FLOTA DE LA AG, CIUDAD GALÁCTICA: SEIS HORAS MÁS TARDE

—Es ahora —dijo Shevu—. El Anakin Solo ha dejado la órbita.

Ben podía ver a Shevu en el monitor ubicado en el tablero del deslizador de la FSC. No sabía, ni preguntó, cómo el capitán había conseguido prestado un patrullero de la policía de tráfico, pero era una tapadera muy útil para cualquiera que quisiera quedarse esperando en el cruce de unas carreteras aéreas cerca de una instalación militar sin atraer el tipo equivocado de atención.

También estaba enlazado a una red de holocámaras de vigilancia de las carreteras aéreas. Todo lo que Ben tenía que hacer era sentarse allí y monitorear las imágenes que el droide forense retransmitía desde el interior de la cabina del InvisibleX.

—Está bien —dijo Ben—. Avísame si necesitas un poco de distracción.

Shevu se ajustó el casco mientras caminaba hacia las puertas abiertas del hangar. La luz amarilla se derramó a la rampa de permacreto.

—Si alguna vez tienes una vida de crimen, Ben, lo vas a hacer asombrosamente bien. Menos mal que los Jedi son muy honestos.

Ben había averiguado que, incluso para él, había un principio de necesidad de conocer… y él ahora no necesitaba saber hasta dónde estaba involucrada la FSC. La policía cuidaba de los suyos, sin hacer preguntas; y por lo que a ellos respecta, Shevu seguía siendo uno de los muchachos, aunque ahora usaba el negro de la Guardia de la Alianza Galáctica.

Sólo era cuestión de introducir al droide forense de la FSC al InvisibleX. Era una pequeña esfera del tamaño aproximado de una pelota de smashball, inquietantemente parecida a un detonador térmico, y equipadas en sus entrañas había sondas, espectrómetros, reactivos, paquetes de muestra, y una amplia gama de sensores que grababan todo lo que se registraba en la escena del crimen. Era perfecto para enviar a lugares peligrosos o inaccesibles a los que un oficial de carne y hueso de escenas de crimen de la FSC no podía llegar, y también era lo suficientemente pequeño como para ser discreto.

El único problema era que no se parecía a un droide de mantenimiento, y alguien podría darse cuenta. El trabajo de Ben era asegurarse de que no lo hicieran.

Shevu, de uniforme y aprovechando el hecho de que los oficiales de la GAG ​​podían hacer lo que quisieran en el nuevo orden galáctico de Jacen, deambulaba por el hangar, y el remoto de tráfico externo lo perdió en la sombra. Hubo una breve niebla de estática en el monitor mientras Ben cambiaba de la holocámara de control de tráfico a la cámara en el casco de Shevu.

—Aquí vamos —dijo Shevu. La imagen hacia adelante mostraba al InvisibleX personal de Jacen reposando en su bahía, con la carlinga cerrada, en una fila de Alas-X conectados a la red de diagnóstico por medio de cables y alambres. Los droides de mantenimiento y un par de técnicos humanos entraban y salían del campo visual con aspecto acosado—. Tengo al droide listo.

—Lo estoy observando.

Ben siguió el campo de visión de Shevu mientras que el capitán se acercaba a los técnicos y les preguntaba cuándo empezaría el ciclo de mantenimiento del InvisibleX del coronel Solo. Ellos asumieron que les estaban solicitando que hicieran que la nave fuera una prioridad.

—Está bien, vamos a hacerlo antes que el siguiente lote de Ala-X —dijo un técnico en tono exasperado—. Mire, los estamos procesando tan rápido como podemos, sabe.

—Está bien. —Shevu sonó como si estuviera cediendo—. Voy a quedarme por aquí, si no les importa. Ya saben que él es un dolor en el cuello con la eficiencia.

Los técnicos se quedaron en silencio aturdido, con la boca ligeramente abierta de horror. Sólo era una frase hecha, pero con los rumores acerca de la pobre Tebut circulando por la flota, sonaba como una broma muy perversa. No parecían estar seguros de si era mejor reírse o no. El humor de las Fuerzas Armadas a veces era muy insípido, justo al límite entre la risa y el llanto. Shevu se encogió de hombros y se alejó.

Era una excusa perfecta para que él se quedara en el hangar, pareciendo estar matando el tiempo metiendo las narices en todas partes. Era un policía secreto. Eso era lo que se esperaba que hiciera. Trepó por las escaleras a un par de Ala-X, tiró de algunos cables, y en general hizo todos los movimientos de un hombre que debía seguir adelante con algo, porque tenía un jefe muy poco razonable.

¿Al resto de la flota todavía le caería bien Jacen? Hace unos días, él había sido su héroe, uno del equipo. Envió a los gerentes de compras a la línea del frente por proporcionar kits de mala calidad a las tropas, o no proporcionarlos en absoluto. Dirigía desde el frente; nunca le pedía a su personal que hiciera ninguna cosa que él mismo no estuviera dispuesto a hacer. Esto, Ben sabía, era lo que creaba la lealtad que hacía que los seres pusieran sus vidas en la línea por un oficial. No era el fervor político ni un deseo de gloria. Era la devoción basada en el riesgo compartido, en el conocimiento de que los camaradas —cualquiera fuera su rango— se cuidaban el uno al otro.

Pero Jacen no lo había cuidado a él. Lo había torturado. Ben no podía imaginarse haciendo eso a alguien por el que se suponía que se preocupaba, sobre todo por su propio bien.

¿Realmente sabes lo mucho que ha cambiado, Jaina?

—Ben, preparado.

El enlace del casco de Shevu mostró que ahora estaba en el InvisibleX. Era uno de los tres que quedaban. Los Jedi se habían llevado con ellos a los demás, y un InvisibleX no era muy útil para los no-usuarios de la Fuerza, ya que tenían que utilizar comunicadores. Ben vio que el campo de visión de Shevu se sacudía con el uno, dos, tres de subir la escalerilla hasta la cabina del piloto, y el destello de un dosel transparente levantándose seguido por el interior oscuro y el panel de instrumentos mate mientras Shevu miraba adentro.

—En el hoyo… —Shevu murmuró al comunicador de su casco. Entonces volvió a bajar y a vagar aparentemente sin rumbo por el hangar—. El droide está en la caja.

La mayor parte de la atención de Ben se desplazó al monitor que mostraba la vista del ojo del droide en la cabina; una fracción de ella permaneció en el monitor de Shevu, en busca de complicaciones que pudieran requerir de un poco de ingenio con la Fuerza de Ben. Podía ver las suaves curvas negro mate del panel de instrumentos, y las pequeñas proyecciones similares a cepillos del droide frotando el plastoide y el duracero, recogiendo rastros y analizándolas antes de almacenar las muestras hisopadas dentro de la caja. Un icono en la pantalla mostraba los resultados mientras el droide trabajaba; había rastros de células de piel, lubricante de máquina, virutas microscópicas de metales, y sudor de manos. Incluso había polvo con el perfil mineral de Kavan, pero claro que Jacen había aterrizado para encontrar a Ben. No era evidencia.

El droide trabajó metódicamente, cubriendo la cubierta de la carlinga y los mamparos. También recogió algunos pocos cabellos, de cinco centímetros de longitud, cortos y masculinos. El corazón de Ben se hundió; la cabina debió haber sido limpiada varias veces en las últimas semanas.

A continuación, el droide continuó sobre el asiento aparentemente limpio. Una vez más, los iconos mostraron células de piel, polvo, aceites. Las sondas siguieron las costuras, y luego entre las secciones que formaban el ángulo del asiento, unos pliegues profundos en la tela.

Los iconos cambiaron.

PARTÍCULAS: LADRILLO, ORIGEN DESCONOCIDO. ARCILLA. SILICATOS.

MATERIA ORGÁNICA: CABELLO, FEMENINO, 29 CMS. PRESENCIA DE RAÍZ FOLICULAR. RASTROS DE SANGRE EN EL NÚCLEO DEL CABELLO. MUESTRAS DE ADN EN EL CABELLO.

—Oh, oh, oh —susurró Ben.

—¿Lo tienes? —La vista de Shevu mostraba que estaba cerca de las puertas, moviendo lentamente la cabeza como si no estuviera mirando a nada en particular—. ¿Qué es, Ben?

—Cabello con sangre, y una raíz folicular. Cabello femenino.

—Si se tiene la raíz, Ben, es que probablemente ha sido arrancado.

Ben vio a su madre en su memoria, tirando de su cabello y soltando las hebras en su mano mientras él miraba atónito a su fantasma en Kavan.

Lo lograste, mamá.

—Vamos a salir —dijo Ben—. Lo tenemos.

—Stang —dijo Shevu.

Cuando Ben cambió su atención hacia el monitor de Shevu, vio lo que lo había hecho maldecir. El capitán Girdun caminaba hacia él, con las manos hundidas en los bolsillos, silbando sin hacer ruido.

—Hazlo que se aleje —dijo Ben—. Yo voy a extraer al droide.

—Espera hasta que se vaya. Me desharé de él.

—No, sólo aléjalo del InvisibleX. Déjamelo a mí.

—Está bien. —Ahora la voz de Shevu era totalmente diferente, externa, dirigiéndose a Girdun—. Te mantenemos despierto, ¿verdad?

—No te vemos por aquí a menudo —dijo Girdun.

—Sólo me aseguro de que el juguete de Solo esté listo si él decide regresar antes. No quiero que me sacuda calurosamente por el cuello, ¿verdad?

Girdun hizo un resoplido.

—Ah, tú eres su pequeño Maestro Perfecto. No te va a estrangular. Además, va a tener que quedarse en Fondor durante mucho tiempo.

Shevu comenzó a alejarse muy lentamente del InvisibleX, haciendo que Girdun lo siguiera sin siquiera pensarlo. Ben observó a la cámara del casco de Shevu cambiar de perspectiva del moteado irregular de fibroplast del fuselaje del caza a una visión amplia del hangar con los Alas-X alineados a lo largo de las dos paredes, y esperó hasta que hubiera pasado a tres de ellos antes de extraer al droide.

¿Estoy parándolo demasiado pronto? ¿Habrá otra evidencia ahí?

No, Ben tenía lo que importaba. El droide era autopropulsado, pero él le dio un poco de ayuda con la Fuerza y ​lo sacó de la cabina, moviéndolo al suelo para luego enviarlo afuera por las puertas hacia la noche. Una vez que pasó la rampa del hangar, lo levantó en el aire y lo llevó hasta él tan rápido como pudo, en su prisa casi estrellándolo contra el costado de un camión repulsor que pasaba. Cuando se dejó caer en el asiento junto a él en el deslizador de tráfico, no pudo evitar apretar los puños y sisear triunfante «Sí, sí, ¡sí!».

Ahora todo lo que tenía que hacer era esperar a que Shevu se alejase de Girdun y se reuniera con él. Movió el deslizador a la siguiente intersección y se sentó con una mano en el droide como si fuera una mascota obediente que había hecho un truco ingenioso. Finalmente oyó a Shevu decir:

—Olvídalo, volveré por la mañana… —y el alivio inundó su cuerpo.

Para cuando Shevu lo llamó para que lo recogiera en la siguiente carretera aérea, el capitán llevaba un mono negro liso, sin insignias ni rango, el aspecto de un oficial de armas tácticas de la FSC. Dejó a Ben y al droide a dos cuadras del departamento y desapareció para devolver el deslizador a la FSC. Ben se preguntó cuán flexible era el sistema de administración de la FSC para que un oficial pudiera tomar prestados vehículos para un amigo en una operación muy irregular que no tenía nada que ver con la FSC… no oficialmente.

De vuelta en el departamento, Ben colocó al droide en la mesa y se quedó mirándolo como si fuera a salir corriendo, y casi esperaba que su madre volviera a aparecérsele con algún gesto de felicitación. Pero no lo hizo, y eso lo decepcionó. Aunque por primera vez desde que encontró su cuerpo, sintió que ella no se había ido del todo. Simplemente estaba en otro lugar. A diferencia de la mayoría de los seres de la galaxia, él en realidad sabía que eso era verdadero y real, no sólo una esperanza sincera. Significaba que ahora podía seguir adelante. Él iba, como se había prometido a sí mismo, a vivir por ella, y viviría bien.

Esa noche, él y Shevu comieron su cena en silencio. Había una sensación de anticlímax.

—Voy a hacer de abogado de Palpatine —dijo Shevu, masticando lentamente—. El cabello. Primero tienes que poder compararlo con el de tu madre…

—Papá agarró la mayoría de sus cosas antes de irse. Tiene sus cepillos. Hay suficiente cabello para una comparación de ADN.

—Iba a decir que tienes que demostrar que no hubo otra forma de que la traza pudiera haberse metido en el InvisibleX.

—Estaba en la ropa de Jacen. —Ben trató de imaginar cómo fue arrancado el cabello de su madre. Aunque se había desangrado; pudo ver eso cuando la encontró—. Debieron de haber luchado mano a mano. Eso es… triste.

—No tenía ningún rastro de su piel bajo las uñas ni nada, entonces ¿qué estaban haciendo para que él le agarrara el pelo? ¿Él le tendió una emboscada?

—No lo sé.

—Un abogado defensor diría que Jacen pudo haber recogido los cabellos de ti.

—Yo no toqué su cuerpo. Era una escena de crimen. Quería hacerlo, pero sabía que era importante dejar las cosas como estaban.

—Dirían que es tu palabra contra la de Jacen.

Ben se sintió irracionalmente enfadado.

—Y yo diría: «Miren el cuerpo de evidencia que estoy acumulando». Pero es papá, ¿no es así? Me estás preguntando si esto va a ser suficiente para convencerlo a él.

—Si yo todavía estuviera en la FSC, diría que es suficiente para arrestarlo para el interrogatorio. Al menos.

—Y entonces es circunstancial.

—Toma el droide —dijo Shevu—. Y vamos a llevarte de vuelta a dondequiera que sea que estás viviendo. —Ben abrió la boca para decir Endor, pero Shevu levantó una mano para pedir silencio—. Yo no necesito saberlo. ¿De acuerdo?

Ben reflexionó sobre la naturaleza de la duda razonable. Ahora él estaba seguro. No sabía si papá lo estaría.

Realmente necesitaba un factor decisivo más. Pero no tenía ni idea de qué más podía ser que demostrara sin lugar a dudas que no fue Alema Rar la que había matado a Mara Jade Skywalker, sino Jacen Solo.

CUARTEL GENERAL DE LA FLOTA CENTRO DE OPERACIONES, CORUSCANT

Niathal se aseguraba de ser una visitante diaria al cuartel general de la flota, pero este era su segundo viaje de hoy, hecho sin previo aviso.

Su llegada había lanzado al centro a un pánico tranquilo y apenas perceptible, pero pánico de todas formas. El personal ordenaba las consolas y vaciaba discretamente las tazas de caf, pensando que ella no se daría cuenta de su intento de llevar al lugar a la altura de las inspecciones a pie del capitán para cuando ella levantara la vista de la pantalla que estaba estudiando. Nunca parecían notar lo amplio que era el campo de visión de una mon cal.

Es sólo caf. Olvídalo. Tenemos problemas mucho más grandes.

—Almirante, ¿hay algo que yo pueda hacer? —El sullustano comandante del centro de operaciones se movía inquieto por tener a toda una Almirante de Flota instalada en la sala de operaciones en una terminal, y además una que era también Jefe de Estado conjunta. Tenía el aire de alguien que estaba esperando que el hacha cayera, y le dijeran que había fallado en una inspección sorpresa por razones que nunca llegaría a entender—. Siempre hay una oficina privada disponible para usted.

Niathal también podría haberse quedado en su asiento y observar el progreso de Jacen en el holomapa repetidor en su suite en el Senado, pero el panorama general no era en lo que ella estaba interesada. Quería ver los detalles. Quería ver cómo se estaban preparando e informando las tripulaciones antes de que Jacen saltara al hiperespacio, y quería ver si él había agregado cualquier extra que hubiera omitido mencionar… como se le habían olvidado los tiempos del asalto.

Haría falta un mes o más para que los astilleros orbitales gastaran sus suministros, e incluso entonces tenían suficiente capacidad de reciclado de agua para resistir durante otro mes con media o un cuarto de raciones sin reabastecimiento. La tripulación de los astilleros fondorianos era principalmente de humanos, que podían vivir con muy pocas calorías durante mucho tiempo mientras estuvieran hidratados. Una semana era demasiado pronto.

No podía creer que Jacen no había aprendido la lección de Corellia. Estaba segura de que lo había hecho. Y si era la mitad de astuto e ingenioso de lo que ella sabía, él habría ido con la intención y suficientes tropas y pertrechos militares para pasar a las fases de asalto —orbitales, luego al planeta— tan pronto como pudiera.

¿Ya sabía que ella le estaba pasando información a Luke? ¿Era esto parte de su prueba?

Deja de pensar así, o te tendrá donde los tiene a todos los demás. Eres una estratega demasiado buena para caer en eso.

—¿No tiene la supervisión de los planes del coronel Solo? —preguntó el comandante. Su nombre era Kenb pero ella sólo podía ver la K y la E en su túnica, porque él tenía los brazos cruzados con fuerza, arrugando la tela—. Si hay algún problema…

—Si lo hay, entonces es mi problema y no el suyo, Comandante —dijo ella amablemente. Se oyó el roce ligero de las tazas de caf; y el crujir del flimsi. Cuando volvió la cabeza, las consolas volvían a estar inmaculadas. Yo no soy Jacen. No tienen que tenerme miedo—. He estado descuidando la logística, y quiero volver a ponerme al día.

—Desde luego, Almirante. —Los rostros sullustanos obviamente no eran tan móviles y expresivos como los humanos, pero ella reconocía la incredulidad cuando la veía—. Llámeme si necesita algo.

Sí, en cualquier gobierno normal, el jefe de estado y el secretario de defensa discutirían con los jefes de personal acerca de cómo se iba a luchar una campaña importante, y de dónde iban a salir sus recursos. Sin embargo, allí estaban, un duunvirato que combinaba todas las funciones del estado y el ejército, y él todavía era económico con la información. Eran más bien como unos seres que trataban de fingir que estaban solos en un turboascensor lleno de gente; siempre y cuando pudieran evitar el contacto visual, se mantenía la ilusión de privacidad anónima. Jacen hizo unos ruidos vagos acerca de la estrategia, agarró una cantidad de naves, y se fue a jugar. Y ella se lo permitió, porque no tenía idea de cómo detenerlo con su primer disparo.

Sólo tendría una oportunidad. Herido, sería un enemigo terrible.

Y quiero ver lo que empacaste para tu pequeño viaje.

Jacen siempre tenía al Anakin Solo, por supuesto, y Fondor era un mundo relativamente pequeño, una mota en comparación con Coruscant. Su vecino Nallastia era aún más pequeño, y no podría ni siquiera intentar llegar al rescate. Niathal abrió el holomapa del nodo de la oficina de Jacen y trató de deducir qué era lo inapropiado para Fondor. Porque algo no encajaba.

Las minas —especialmente las últimas autodispersantes tipo Vigilante Merr-Sonn— eran fáciles de desplegar, y Jacen no necesitaba muchas naves para hacerlo; dos para el lado del planeta, y quizás tres para el cordón exterior, simplemente porque se necesitaba esa cantidad de minas para crear una doble coraza alrededor de un planeta. Aparte de eso, simplemente había que decirle a su programa lo que tenían que hacer y dónde, dispersarlas, y las pequeñas máquinas inteligentes iban a su posición y formaban su propia red de comunicaciones. Montarían guardia durante tanto tiempo como fuera necesario, matando todo lo que intentara pasar. Incluso podían ser desactivadas y recuperadas más tarde, como un rebaño obediente.

Hubiera sido una gran idea hacer eso con Corellia.

Pero las minas eran asesinos indiscriminados, diseñadas para serlo, para enviar el mensaje claro de que nadie podía pasar. Todo el bloqueo corelliano había sido como una palanca psicológica, concebida en un momento cuando Cal Omas había pensado que la guerra podría terminar en negociaciones, y cuando Jacen podía ser contenido, y cuando las víctimas aún podían —habían pensado— hacer que todos se lo pensaran mejor.

—Los minadores han estado una hora en el hiperespacio —dijo Kenb—. Deles una hora para desplegar al llegar al objetivo y retirarse fuera de los límites fondorianos.

Niathal tenía que hacer saber a Luke el panorama. Él sólo tendría a Jacen como objetivo, pero cualquier comandante necesitaba el contexto más amplio.

Ella había luchado con esa decisión en el corto viaje al cuartel general, porque sería lo mismo que advertir a Fondor, y las tripulaciones y soldados arrastrados a la excursión de Jacen eran su gente. Ella podría haber estado firmando su sentencia de muerte.

Pero si me resisto a esto… ¿hay alguna información útil que pueda darle de forma segura a los Jedi? Casi siempre va a haber personal de la AG involucrado.

No, no podía ser selectiva. Tenía que elegir ahora. Era literalmente una sensación nauseabunda.

Si Fondor no obedece cuando se enfrente a la perspectiva que una o dos de sus ciudades se conviertan en un estacionamiento de transpariacero… cómo iba a hacer Jacen para ocupar el planeta?

Se había embarcado con 150.000 soldados. Tomar diez astilleros orbitales podría ocupar a la mayoría de ellos; y suponiendo que lo lograran, vigilar un proceso industrial donde los trabajadores descontentos podrían sabotear las operaciones en mil pequeños lugares era un trabajo intensivo. Ni siquiera era a corto o mediano plazo. La conciencia de batalla de Jacen era extraordinaria —una habilidad Sith, había dicho Luke— e incluso él podría haber sabido algo que ella no, pero eso no garantizaba que no se presentarían problemas, o que su tripulación lo intentaría tan duro como lo había hecho antes de que Tebut fuera asesinada. La moral era algo sutil. A menudo era la diferencia entre las acciones inspiradas y el fracaso.

—¿Cuál es la última estimación de fuerzas de la fuerza de operaciones del Remanente —preguntó.

—Cuentan con veinte Destructores Estelares y portaaviones con el grupo aéreo embarcado. Una variedad de cruceros, auxiliares, naves de desembarco y patrulleras rápidas. No hay números firmes acerca del número de personal, pero hay una primera oleada de cincuenta mil soldados para el bloqueo, y pequeñas unidades de fuerzas especiales embarcadas para tomar objetivos estratégicos según sea necesario. Planean unirse al coronel Solo justo antes del asalto.

—Será mejor que hable con Pellaeon. A ver si él piensa que esto es una genialidad o una locura.

—Creo que puedo adivinar lo que dirá el Caballero Gil…

Era conmovedor, la mayoría del personal todavía tenía un aprecio especial por Pellaeon. Niathal no, pero ahora que tenía que volver a trabajar con él, encontraría uno de forma temporal.

—Muy bien, he terminado por hoy. Llámenme si algo cambia.

Niathal valoraba el tiempo de tránsito entre el cuartel general y el Senado. Su deslizador oficial tenía ventanas oscuras y aislamiento acústico, así que era un refugio, unos pocos minutos de cada día cuando podía despejar su mente.

Jacen no es estúpido. Al menos no tan estúpido como para tratar de tomar Fondor con una fracción de las tropas que necesita. Sólo espero que los imperiales cumplan con su palabra. Apuesto a que piensan que van a obtener Fondor como un bono por su esfuerzo…

La vaguedad de Jacen acerca de las órdenes de operaciones, parte de su forma ad hoc de dirigir las cosas últimamente, la frustraba inmensamente. Todo era una sensación intangible, intuición en la Fuerza, y muy pocos datos concretos; funcionaba la mayoría de las veces, pero a ella todavía no le gustaba lo que no podía ver ni medir. Jacen no podía retener Fondor con esos números a menos que toda la población se rindiera, e incluso si los gobiernos lo hacían, los ciudadanos a menudo tenían sus propias ideas acerca de la resistencia. O bien la Fuerza le estaba diciendo que Fondor iba a encogerse de hombros y aceptarlo después de un mínimo intercambio de fuego, igual que en el enfrentamiento en los límites del espacio de Fondor y no lo llevarían mucho más lejos, o estaba sobrestimando sus posibilidades.

Tal vez tenía alguna táctica secreta Sith que nadie había visto antes.

Se frotó la cara cansada. De cualquier manera, Luke Skywalker necesitaba saber que el ataque era inminente. El chofer la dejó en su club para pasar la noche, y en lugar de saborear ese breve respiro cuando la decisión más importante que tenía que hacer era qué pedir del menú, ella barrió la habitación en busca de dispositivos de escucha y entonces compuso una hoja de datos cifrada para Luke Skywalker con todos los detalles que pudiera necesitar.

No estaba segura de cuántos Jedi se habían reagrupado en Endor, pero tenían una forma de golpear muy, muy por encima de su peso.

Dale un golpe por mí, Luke…

Cuando Luke apareció, habló rápidamente.

—Maestro Skywalker, Fondor será rodeado por minas Vigilante. Doble coraza. Estimo cuatro o cinco horas y la flota los seguirá a continuación.

Luke hizo una pausa, como si estuviera visualizando eso.

—Creo que Fondor esperaba algo después de la escaramuza con el Anakin Solo.

—Sí, eso fue una provocación. Pero hay más. Jacen los seguirá a las veintitrés cincuenta y nueve con parte de la Cuarta Flota y ciento cincuenta mil soldados. Está planeando aislar los astilleros orbitales con las minas y forzar una rendición, o al menos eso dice. El Remanente Imperial lo está respaldando. Ahora te estoy enviando los datos… los actualizaré cuando pueda.

—¿Qué te hace pensar que podría estar mintiendo?

—Es Jacen. Es lo que hace. Tampoco creo que sea estúpido. Son muy pocos soldados para tomar y mantener a los orbitales y al planeta, pero tiene gran cantidad de poder de fuego en las naves capitales. Mi opinión personal es que planea hacer salir a las fuerzas fondorianas y luego golpearlas para que los imperiales puedan entrar. —Los pensamientos surgían mientras hablaba, creando ideas—. Pero no es invencible.

—¿Es un ataque señuelo?

—No he visto otros movimientos de naves ni despliegues de tropas que incluso insinúen que va a organizar una operación más grande en otro lugar.

—¿O una más pequeña?

—Simplemente no lo sé. Pero voy a pasar la noche informando a unos capitanes para preparar a mi gente si todo esto termina pudriéndose.

—Gracias, almirante.

—De nada, Maestro Skywalker. Adelante y arruínele el día.

Y tal vez también el día de mi propia gente. Espero que no. Realmente lo hago.

Niathal vagó hasta el comedor y se esforzó por sentir un poco de entusiasmo por el menú, pero había perdido todo deseo de comer. Se sentó mirando desenfocada al fino plato de porceplast con bordes dorados de Naboo, y encontró que incluso el agua que bebía se le atascaba en la garganta.

Había estado tan segura de que socavar a Jacen Solo era lo correcto. Pero nunca se podía evitar el daño colateral. Era parte de la guerra. Ella enviaba a seres a la batalla, y algunos de ellos no regresaban.

Pero eso era cuando ella los miraba a los ojos, y casi siempre estaba en esa misma cubierta que ellos.

Nunca se había sentido menos digna del uniforme en toda su vida.