CAPÍTULO 13

—Que agradable verte, Maman.

Marguerite sonrió brillantemente a su madre, quien estaba sentada en el sofá de su sala de estar. Helene llevaba un elegante sombrero de plumas altas y una pelliza azul que la hacía parecer tan joven como Marguerite. Era tan poco característico de Helene abandonar la casa del placer durante la semana que Marguerite estaba ya cautelosa.

—Es agradable verte también, mi querida. Vine a ver como progresa tu relación amorosa, —Helene sonrió. —Aunque no tengo necesidad de preguntar. Estás brillante.

Marguerite tocó su mejilla. Demasiado para que su madre no se metiera en su vida amorosa. ¿Qué era lo que había ocurrido para hacer que Helene cambiara de opinión? Marguerite pensó que estaba pálida, pero quizá su madre veía cosas diferentes. Ella era, después de todo, una experta en todas las cosas sexuales y nunca tuvo miedo de expresar su opinión.

—Todo está bien, Maman, gracias.

Helene inclinó su cabeza hacia un lado, sus ojos azules considerando. —Pero no vas a compartir lo detalle íntimos conmigo, ¿verdad?

—Realmente no.

La sonrisa de su madre flaqueó. —Y así debe ser. Como Philip me sigue recordando, eres una mujer madura. Solo quería asegurarme de que todo estaba bien. Siempre sentí que te fallé con Justin.

Marguerite se tensó. —¿De qué forma?

—En muchos sentidos. No estaba allí para aconsejarte. No pude prepararte para la noche de bodas.

—Justin me preparó demasiado bastante bien, Maman. No creo que debas preocuparte.

Su madre se inclinó hacia delante, las manos fuertemente entrelazadas juntas. —Cuando me encontré contigo en Dover después de la boda, estaba preocupada por si habías sido forzada a casarte.

—Lo sabía. Espero haberte convencido de que no era el caso. —Había intentado tan arduamente fingir a su madre que todo estaba bien, para que la dejase y así ella podía regresar con Justin y Harry.

—De hecho lo hiciste, pero todavía no estaba segura si decirte lo que había encontrado sobre Justin. Con lo que sucedió con Sir Harry después, quizá debería haber sido más directa.

—¿Qué pasa con él?

Helene se encogió de hombros. —No es importante ahora, ¿verdad? Justin está muerto, y odiaría mancillar su memoria.

Marguerite apretó sus manos juntas. —Maman, has venido hasta aquí para verme, deberías también decirme lo que quieres decir. Como ya hemos tratado, soy una mujer adulta.

—Está bien. —Helene todavía dudaba. —¿Sabías que Justin llegó a la casa del placer como invitado de Sir Harry Jones?

—Justin me lo contó.

Helene asintió con la cabeza. —¿Alguna vez compartió contigo lo que hacía allí?

Oh Dios, su madre sabía, había sabido todo antes... Marguerite tragó duro. —Olvidas que, Sir Harry vino con nosotros en nuestra luna de miel. Se hizo obvio que mi relación con Justin era más complicada de lo que quizá debería haber sido.

—Eso es lo que pensaba también, aunque nunca les vi hacer algo indiscreto. Desde que recuerdo, siempre durmieron con mujeres. —Helene hizo una pausa. —Me pareció que Sir Harry estaba enamorado de Justin. ¿Fue eso como se sintió para ti?

La voz de su madre fue tan suave, tan comprensiva. Marguerite envolvió sus brazos alrededor de su pecho. ¿Podría compartir la verdad con su madre o era mejor estar simplemente de acuerdo? ¿No sería mejor echar la culpa a Justin que estaba muerto, en lugar de a Sir Harry, quien todavía vivía y sin embargo era incapaz de defenderse a sí mismo?

—Estuve totalmente sorprendía cuando oí que Sir Harry había desafiado a un duelo a Justin, —Helene continuó. —Estaba probablemente celoso de ti.

Marguerite cerró sus ojos. En verdad, Harry había sido el perfecto caballero. Fue Justin quien había demostrado ser el problema.

—¿Marguerite?

Se levantó y caminó hacia la ventana, presentándose a su madre con su espalda. —Maman, ¿Qué tiene que ver exactamente todo esta re-memorización con mi embarcación en esta nueva aventura?

Helene suspiró. —Solo quería asegurarme que no estabas todavía culpándote a ti misma por lo que pasó. Justin no podía dejar que Sir Harry le amara y tampoco tú. Algunas veces la culpa y el dolor pueden afectar como eliges una nueva pareja.

Marguerite se dio la vuelta. —¿Esta visita es porque has descubierto con quien me estoy viendo?

—Desafortunadamente, sí.

—¿Y crees que he hecho una mala elección, otra vez?

—Anthony Sokorvsky no es un hombre sin complicaciones.

—Sé que se acuesta con hombres. Me lo dijo.

—¿Lo hizo? —Helene todavía no sonreía. —Bien supongo que es un comienzo. Quizá el te diga el resto de ello antes de romper tu corazón.

—No estoy planeando dejarle hacer eso. Apenas hemos comenzado a intimar para eso. —Marguerite miró enfurecida a su madre. —Él no ha sido más que amable y honesto conmigo, y me molesta que insinúes lo contrario.

—De verdad. —Helene se levantó y se puso los guantes. —Entonces por favor siéntete libre de ignorar todo lo que te he dicho.

—Es un buen hombre, Maman. —Marguerite presionó su mano contra su corazón. —Lo sé, aquí.

—He conocido a Anthony Sokorvsky por años, y estoy segura de que tienes razón. —La tensa sonrisa de Helene vaciló. —Siempre le he deseado el bien. Solo que no esperaba que él tratara con uno de mis hijos. Prométeme que tendrás cuidado de ti misma, Marguerite.

—¿Qué piensas que me hará? —Marguerite trató de sonreír. —¿Golpearme?

—Yo... —Helene sacudió su cabeza. —Rezaré por ti, mi amor.

—¿Sin duda eso es un poco melodramático? No había pensado que creyeras en Dios de todos modos.

Helene la dio un abrazo rápido y palmeó su mejilla. —Desde que Philip reapareció en mi vida, me he dado cuenta que tiene que haber un Dios en algún lugar. Ahora, por favor, ten cuidado.

Marguerite volvió a sentarse mientras su madre salía y miró fijamente las tazas de té no usadas. Así que su madre sabía algo sobre la intensa naturaleza de la relación de Justin y Harry. ¿Quería decir esto que otros hombres lo hacían también? ¿Y por qué estaba Helene tan preocupada por su relación con Anthony? Él la había hablado sobre sus pecadillos sexuales, eso fue suficiente ¿no? Su madre pareció implicar que sus necesidades eran más complejas y que Marguerite no era la mujer para tratar con ellas.

¡Dios mío!, ¿por qué su vida amorosa era tan complicada? ¿Tenía razón su madre en que su culpabilidad sobre Justin la hacía incapacitada para elegir una pareja adecuada? Marguerite frunció el ceño a su confuso reflejo en la bandeja de plata. La gustaba Anthony, confiaba en él. ¿Cómo de peor podían ser los gustos sexuales de él?

Y ahora estaba en desacuerdo con su madre también. Suspiró. ¿Por qué tenía que llegar a eso? ¿Por qué no podía encontrar un hombre que fuera sencillo y fácil de complacer? Era como si no pudiera preparar a su mente para lo que quería; su deseo de ser prudente estaba en guerra con su propia sexualidad?

Un golpe en la puerta la hizo recomponer su compostura en lo que esperaba que fuera una sonrisa de bienvenida. ¿Había regresado su madre o finalmente la Sra. Jones había recordado que se suponía que era su carabina y levantarse de la cama?

—Milady, ¿recibe usted visitas?

Marguerite sonrió a su mayordomo. —¿Quién está preguntando?

—Lord Minshom, madam.

¿Ahora que se suponía que debía hacer? Minshom debía haber visto a su madre irse, así que sabría que ella estaba en casa. Y si había visto a Helena, ¿la habría reconocido? Sólo podía rezar para que no lo hubiera hecho. Después de su escandalosa conducta con Anthony esa mañana, ¿podría arriesgarse a ofender a un viejo amigo de la familia de los Lockwoods?

—Por favor, dígale que entre, y traiga un café nuevo. Y quisiera salir en alrededor de un cuarto de hora, así que tenga mi carro listo.

Esperó mientras el mayordomo salía con la bandeja de té y después regresaba con un sonriente Lord Minshom. Parecía como si se hubiera dedicado a algún tipo de actividad física, sus pálidos ojos azules estaban animados, sus mejillas sonrojadas. La extendió una elegante reverencia.

—Buenos días, Lady Justin. Gracias por recibirme.

—Buenos días, Lord Minshom. —Hizo un gesto hacia el asiento en el sofá enfrente de ella. —¿Ha venido cabalgando? Parece bastante vigorizado.

—De hecho lo hice, milady. Y antes de eso, pasé una hora en el establecimiento de esgrima de Angelo, afilando mi técnica.

—¿Le gusta la esgrima, señor?

Él se encogió de hombros. —Depende de mi oponente. La sesión de esta mañana fue estimulante, aunque probablemente podría llamar al resultado un empate.

—Y me imagino que preferiría ganar, señor.

Él encontró la mirada de ella. —Siempre lo hago al final.

El mayordomo apareció con una bandeja de bebidas, y Lord Minshom aceptó un brandy mientras Marguerite se sirvió a sí misma café.

—¿Hay algo en particular sobre lo que desee usted consultarme, Lord Minshom?

Él se recostó, una larga pierna sobre la otra, su brazo sobre el borde del sofá. —¿Duda sobre que algún hombre la busque simplemente por el placer de su compañía?

Marguerite se mordió el labio. ¿Intentaba contestar él a cada pregunta con una mordaz propia? Dio un sorbo a su café, negándose a satisfacer su ego con una respuesta.

—En realidad, hay algo que quería compartir con usted. —Lord Minshom bajó su copa de brandy. —Se trata de Sir Harry Jones.

Marguerite le miró fijamente y rezó porque la tensión no se mostrase en su cara. —¿Qué pasa con él?

—He oído que ha regresado a la Ciudad.

—Parece difícil de creer.

Lord Minshom se encogió de hombros, el gesto elegante. —¿Por qué? No es como si la familia Lockwood le fuera a perseguir. Batirse en duelo es ilegal. Si ellos implican a Jones, también arrojaran la sospecha sobre su hijo, y todos nosotros sabemos a quién preferirían culpar de la tragedia, ¿verdad?

Marguerite ignoró su observación provocadora y sostuvo su mirada. —Pero seguramente las autoridades...

—¿Qué autoridades? De todas las fuentes, el duelo se llevó a cabo de una manera perfectamente respetable. Incluso si a los pares de Jones no les gusta lo que pasó, difícilmente pueden condenarle. Por supuesto, el juez no habló sobre el duelo, sino que eligió no discutir cuando Lord Lockwood le informó que había sido un desafortunado accidente con una pistola cargada.

Lord Minshom medio sonrió. —Confíe en mi; los Lockwoods son suficientemente poderosos para detener alguna nueva investigación sobre la muerte de Justin. Y ambos sabemos que hay buenas razones para esa decisión. Lo que decidan hacer a Sir Harry en privado es otra cosa. Me he ofrecido a “hablar” a Jones en su nombre yo mismo.

—¿Usted realmente no le ha visto?

—Todavía no, pero una vez fuimos bastante... cercanos. Sospecho que podría venir a mí por ayuda.

Marguerite consideró verterse a sí misma más café pero decidió no hacerlo por si su mano temblaba demasiado y delataba su agitación. Lord Minshom podría parecer relajado, pero la observaba con toda la atención de un gato a punto de saltar sobre un gordo ratoncito.

—Si él aparece, ¿me mantendrá informada?

Minshom se levantó y se inclinó. —Por supuesto, mi querida. No me gustaría que usted se preocupara. —La lanzó una mirada de complicidad. —A pesar del hecho que usted pueda pensar que él vendrá a usted después, es una conjetura cualquiera. Él fue el que mató a su mejor amigo, ¿verdad? No usted.

—Y sin embargo es más probable que la sociedad le acepte de vuelta que me acepten a mí o a un hombre que es incapaz de honrar sus deudas de juego. —Marguerite se puso de pie también y esbozó una reverencia. —Gracias por venir, milord. Se lo agradezco.

—Siempre disfruto yendo... a visitar a una bella mujer. ¿Dispone de tiempo para un paseo por el parque esta tarde? Estaría encantado de escoltarla.

—Lamentablemente no, señor. Tengo que terminar un encargo para mi madre.

Lord Minshom se detuvo en la puerta. —¿Otra de sus pinturas en miniatura o algo más mundano?

—En realidad, es un retrato del marido de mi madre.

Él asintió con la cabeza y ella rogó para que su repentino interés por su madre pudiera desaparecer por su curiosidad por sus habilidades artísticas.

—Me gustaría que usted pintara un retrato mío un día.

—¿De su familia, sus hijos?

Su boca se torció. —No tengo hijos, ninguno que yo sepa de todos modos. Estaba pensando en un retrato de mi mismo. Me ahorraría tener que buscar mi reflejo en cada momento.

—Me temo que no acepto encargos externos, señor. Sólo pinto por placer.

—¿Y no haría el favor de pintarme?

Ella examinó los interesantes ángulos de su cara, sus altos pómulos, los ligeramente inclinados ojos azul pálido, la sensual boca... Sus dedos temblaron mientras se imaginaba capturando la esencia de su compleja personalidad en menos de dos pulgadas de porcelana.

—Como he dicho, milord, pinto solo ocasionalmente estos días. Me temo que no soy lo suficientemente disciplinada para tomar clientes reales.

Él inclinó su cabeza. —Si cambia de opinión, estaré más que feliz de sentarme para usted.

Ella hizo una reverencia y se alejó de él para abrir la puerta. —Caminaré con usted hasta la entrada. Estoy en realidad en mi salida.

Minshom miró con interés. —¿A visitar a los Lockwoods?

—No, a recoger un nuevo sombrero de mi sombrerera.

—Eso suena mucho más divertido.

Se arriesgo a sonreírle. —Espero que sí.

La siguió por las escaleras y recuperó su sombrero y sus guantes, después esperó con ella hasta que el mayordomo anunció que el carruaje de ella estaba listo. Marguerite extendió su mano enguantada y Lord Minshom la tomó.

—Gracias por venir a verme.

Él besó sus dedos y a continuación se enderezó; lanzando una mirada al oscuro cielo.

—Me pregunto si podría pedirla un favor, Lady Justin. Parece que va a llover y no tengo el deseo de mojarme. ¿Podría mandar mi caballo con su mozo de cuadra y llevarme en su carruaje en cambio?

Marguerite miró hacia arriba, sintiendo las primeras gotas de lluvia en su cara y gruño interiormente.

—Por supuesto, Lord Minshom. ¿Dónde le gustaría ser dejado?

—¿En mi casa? A penas fuera de su camino.

La siguió dentro del carruaje, tomó asiento frente a ella y sonrió. —¿La pongo nerviosa, Lady Justin?

Marguerite se forzó a si misma a mirarle a los ojos. —En absoluto, milord.

—Creo que lo hago. Pienso que me encuentra atractivo y está tratando de pensar en una forma de coquetear conmigo.

—¿Perdón, señor?

Él se sentó hacia delante. —No es necesario que me mienta. Una mujer joven en su posición, viuda, sola, extrañando los placeres de una cama de matrimonio. No es de extrañar que comience a arrojar sus señuelos en otros lugares.

—¡Créame, no estoy arrojándole nada en absoluto, milord!

—¿Está segura, mi querida? —La lanzó una perezosa mirada. —Quizá tiene algo más en mente. El día de la fiesta de cumpleaños, me di cuenta que lleva todos los escandalosos elementos necesarios para un romance ilícito en su retículo. Admiro esa organización en una mujer, y me estaría más que feliz de servirla sexualmente.

Marguerite simplemente le miró fijamente, sintiendo sus mejillas enrojecer mientras él continuaba sonriendo.

—No hay necesidad de sonrojarse. Estaría más que dispuesto a cumplir cualquier necesidad que usted tenga a su conveniencia. —Deslizó su mano desde su rodilla a su muslo, y pasó ligeramente sus dedos sobre su ingle. —Más que feliz de hacerla un favor. Y puedo prometerla absoluta discreción. Los Lockwoods nunca oirán de sus devaneos sexuales de mí.

Se encontró a si misma mirando fijamente sus dedos, dándose cuenta de su medio-erección, preguntándose cómo podía él compararse con Anthony, con Justin...

—Estoy halagada por su amable oferta, milord, pero no tengo necesidad de sus servicios.

—¿Por qué usted está casada con la memoria de Justin o por qué ya ha encontrado a alguien?

—Eso no es de su incumbencia, señor.

Él se rió y apretó suavemente su eje. —De hecho no lo es, pero como un viejo amigo y un preocupado pariente de su marido, quizá usted podría entender mi interés.

—¿Está usted sugiriendo que si no me acuesto con usted, podría elegir revelar mis acciones a los Lockwoods?

—Depende de con quién esté usted follando, ¿verdad?

Marguerite parpadeó fuerte. ¿Cómo su conversación había degenerado a semejante nivel intimo que él se sentía a gusto tocando a sí mismo y usando un lenguaje repugnante delante de ella?

—Creo que usted debería salir de mi carruaje.

Lord Minshom se recostó, su mano todavía agarrando su ingle. —Usted no se decepcionará. Soy un excelente amante, lo sabe. Pregunte a cualquiera.

Marguerite miró hacia afuera de la pequeña ventana y vio que estaban acercándose a la residencia de Lord Minshom. El carruaje redujo la velocidad y después llegó a un punto muerto.

—Adiós, Lord Minshom.

Él tocó su sombrero, sonrió y abrió la puerta del carruaje, deteniéndose a mirarla. —De hecho, pregunte a Sokorvsky. Estoy seguro de que dará una elogiosa recomendación de mí.

El golpe de la puerta hizo que Marguerite se estremeciera. ¿Qué en la tierra había dicho Lord Minshom? ¿Estaba implicando que había tenido relaciones intimas con Anthony, o estaba solo intentado escandalizarla? Sofocó un sonido a medio camino entre una risa y un sollozo.

O Lord Minshom estaba dispuesto a hacer algo para tenerla en su cama, o estaba haciendo saber que sabía sobre Anthony y estaba reclamando una prioridad sobre su nuevo amante.

Marguerite cubrió su cara con sus manos. Dios no quiera que se encontrara a sí misma en la misma situación de pesadilla de nuevo, atrapada entre dos hombres celosos, incapaz de detenerlos de llegar a las manos, tratando de matarse uno al otro...

Necesitaba hablar con Anthony, para saber donde se situaba con respecto a Minshom, y sin revelar exactamente por qué ella encontraba la idea de quedar atrapada entre ella demasiado horrible para contemplar.