Capítulo 20

En cuanto Peter Blakely se marchó con un cheque firmado por Ben en la mano, Autumn llamó a su padre. Como estaba con ella el día que había visto al secuestrador, era posible que él también lo conociera de vista, quizás el hombre vivía en Burlington.

No le había contado lo de sus sueños para que no se preocupara por ella, pero apenas podía esperar a hablar con él para ver si recordaba algo. Esperó mientras el teléfono sonaba y sonaba, pero al final saltó el contestador automático.

—Hola, has llamado a Max y a Myra. Deja un mensaje.

Al parecer, ya estaban viviendo juntos de forma oficial. Las cosas habían progresado con mucha rapidez desde que habían ingresado a su padre en el hospital.

—Papá, soy Autumn. Tengo que hablar contigo, llámame. Si no estoy en casa, llámame al móvil —al colgar, se volvió hacia Ben y le dijo—: No está en casa.

—Ya me he dado cuenta.

—Tenemos que esperar dos llamadas. No soporto esperar de brazos cruzados, ¿y tú?

—Tenemos los móviles. Será mejor que salgamos a que nos dé el aire, y a comer algo.

—Buena idea.

Fueron a The Shack, un local cercano, y pidieron sopa y unos sandwiches. Ya estaban en el postre, tomando café y compartiendo un trozo de pastel de queso, cuando el móvil de Autumn empezó a sonar. Le echó un vistazo a la pantalla, pero no reconoció el número.

—Hola, nena.

—Papá, ¿dónde estás?

—En Reno, con Myra. Estamos de luna de miel, ¡acabamos de casarnos!

—¡Papá!

—Alaska Air tiene un vuelo directo, así que llegamos en un momento. Íbamos a llamarte esta noche para darte la noticia.

Autumn sintió un barullo de emociones; la duda, la preocupación y la incredulidad eran sólo algunas de ellas.

—¿Te has casado? Pero dijiste que...

—Te dije que estaba planteándomelo —le dijo a Myra algo que Autumn no alcanzó a oír, y los dos se echaron a reír—. Es el día más feliz de mi vida.

Autumn empezó a darse cuenta de que su padre parecía entusiasmado. Lo único que quería era que fuera feliz.

—Felicidades, papá. Os deseo lo mejor.

—Gracias, cariño.

Autumn le indicó con señas a Ben que su padre se había casado, y él pareció sorprendentemente complacido.

—Saluda a tu nueva madrastra —le dijo su padre, antes de pasarle el teléfono a Myra.

—Hola, Autumn. Nunca me había sentido tan feliz.

—Estoy muy contenta por vosotros —Autumn deseó poder sentirse más entusiasmada. Después de una breve charla, añadió—: Ben también os envía sus felicitaciones.

—Agarra bien a ese bombón, cariño. No dejes que se te escape.

Autumn se puso tensa de inmediato. No pensaba «agarrar» a nadie, y mucho menos a Ben; afortunadamente, su padre se puso al teléfono de nuevo, aunque tuvo que esforzarse por no pensar en el hecho de que estaba de luna de miel, y que seguramente iba a hacer el amor con su nueva esposa a pesar de su afección cardíaca.

—Papá, quería comentarte algo.

—¿De qué se trata?

—¿Te acuerdas de una excursión que hicimos en las Cascade hace unos años? No me acuerdo de cuándo fue exactamente, pero era verano y fuimos de acampada. Antes de irnos, nos paramos en la tienda de deportes para comprar unas cosas... una tienda de campaña nueva, y me parece que yo compré también un saco de dormir. ¿Te acuerdas?

—La verdad es que no.

—Es muy importante. Había un hombre rubio, y nos saludó.

—¿Quieres que me acuerde de un tipo que nos saludó en una tienda?

Autumn soltó un suspiro, y le hizo un gesto de negación a Ben.

—Sabía que era poco probable, pero pensé que a lo mejor lo habías visto en algún otro sitio, o que lo conocías.

—Lo siento, cariño. Me parece que me acuerdo de la acampada, pero lo del tipo no me suena de nada.

—En fin, gracias de todos modos. Disfrutad de la luna de miel, ya lo celebraremos cuando volváis —Autumn colgó, y se metió el teléfono en el bolso.

—¿No ha habido suerte? —le preguntó Ben.

—Mi padre es el único que ha tenido suerte hoy.

—Me cae bien. Es un tipo que disfruta de la vida, todos deberíamos hacerlo.

Autumn no contestó, y no pudo evitar preguntarse cuánto duraría su padre con Myra. Nunca había tenido bastante con una sola mujer, ¿por qué iba a ser distinto a aquellas alturas? Aunque a lo mejor con la edad había cambiado. Deseó poder convencerse a sí misma de que realmente era así.

***

Como Doug Watkins no estaba de servicio, lo llamaron de comisaría a su casa. Ben McKenzie era un hombre poderoso en Seattle, y la policía no había olvidado el secuestro de su hija. Por suerte, Watkins había sido trasladado a la ciudad, a la Comisaría Este.

Mientras Ben y Autumn esperaban a que llegara, vieron entrar a Joe Duffy. A Autumn le sorprendió verlo allí, ya que su amigo trabajaba en la comisaría de Virginia Street.

—Hola, ricura, ¿qué haces aquí? ¿Te han robado?

—No, gracias a Dios.

—¿Es que el pervertido sigue rondando por la escuela? En ese caso, hay que...

—Hemos venido a ver a Doug Watkins —le dijo Ben, para que Autumn no tuviera que mentir aún más.

Joe le lanzó una mirada. Tenía la piel bastante enrojecida, así que seguramente le había dado demasiado el sol en alguna excursión reciente. Al policía le encantaba la escalada, y la practicaba siempre que tenía algo de tiempo libre.

—Eres Ben McKenzie, ¿verdad? Josh Kendall me comentó que ibas a una de las clases de Autumn. ¿Te va la escalada?

—Siempre me ha interesado, y la verdad es que me gusta bastante.

—Espero que lo único que estés haciendo con Autumn sea ir a su clase.

—¡Por el amor de Dios, Joe!

—Me parece que eso sólo le concierne a ella, ¿no? —la voz de Ben contenía un matiz de advertencia.

—Puede, pero resulta que es amiga mía y que no tiene nada que ver con tus otras mujeres. Como no la trates bien, tendrás que vértelas conmigo.

En vez de enfadarse, Ben esbozó una sonrisa y contestó:

—Me gusta ver que Autumn tiene amigos que se preocupan por ella.

Autumn deseó que la tierra se la tragara.

—No le hagas caso a Joe —le dijo, mientras le lanzaba una mirada firme a su amigo—. Como es policía, a veces se pasa de protector.

Joe observó con atención a Ben durante unos segundos, como si en cierta manera estuviera tomándole las medidas, y finalmente le dijo:

—A lo mejor podríamos ir todos de escalada cuando Autumn considere que estás listo.

—Me gustaría —le contestó Ben, con aparente sinceridad.

Joe asintió y se alejó por el pasillo mientras le hacía un gesto de despedida a Autumn por encima del hombro; al parecer, había quedado satisfecho de momento.

—Lo siento. Joe es un tipo muy majo, no sé qué le ha pasado.

—Se preocupa por ti, no tiene nada de malo —Ben siguió a Joe con la mirada, y se volvió al oír que la puerta principal se abría.

El inspector Watkins los vio de inmediato, y fue hacia ellos.

—Hola, Ben. Me alegro de verte —le dijo, antes de estrecharle la mano.

—Lo mismo digo, Doug. Deja que te presente a una amiga mía, Autumn Sommers —Ben esbozó una sonrisa casi imperceptible, y añadió—: Es Sommers, con «o».

—Encantado de conocerte, Autumn.

—Lo mismo digo, inspector.

Cuando concluyeron las formalidades de rigor, Watkins los condujo por un pasillo hasta una pequeña sala de reuniones donde había una mesa metálica y cuatro sillas, además de una foto enmarcada en blanco y negro de Yosemite realizada por Ansel Adams.

—Siento que hayas tenido que venir en fin de semana —Ben esperó a que Autumn se sentara antes de hacer lo propio.

—No te preocupes —Watkins sonrió—. Los niños estaban peleándose, y la madre de Vickie ha venido de visita. La verdad es que me alegré de tener una excusa para poder salir de la casa. Querías hablar de una niña desaparecida, ¿no?

Era un hombre bajo, fornido y musculoso, debía de estar cerca de los cuarenta, y tenía la cabeza rapada. A pesar de que parecía un tipo duro, algo en su rostro indicaba que no era intransigente.

—He estado intentando encontrar la forma de explicarte esto, Doug... porque la verdad es que es difícil de creer. Pero creo que es la única posibilidad que nos queda.

—Suele ser mejor ir con la verdad por delante —comentó Watkins, con sarcasmo.

Con la ayuda de Autumn, Ben pasó la media hora siguiente explicándoselo todo. Le hablaron de los sueños y del hombre rubio, le dieron la información que habían podido confirmar, le contaron lo del coche clásico blanco y que habían investigado a los posibles propietarios, y también mencionaron el encuentro que Autumn había tenido con el hombre años atrás en la tienda de deportes, que era el mismo tipo de establecimiento donde Joanne lo había visto.

Cuando acabaron, el inspector Watkins se recostó en su silla con una expresión cargada de escepticismo, y se pasó la mano por la cabeza como si aún tuviera pelo.

—Cuando pensaba que nada podía sorprenderme...

—Te entiendo perfectamente —le dijo Ben.

—Aparte de todo lo de los sueños que pueden ser reales, y del hecho de que crees que tu hija puede estar viva, lo que estás pidiéndome es que me entere de si han secuestrado hace poco a una niña con un aspecto parecido al de Molly.

—Exacto. Antes de venir, hemos echado un vistazo en missingkids.com, y sabemos que ha habido un total de seiscientas seis desapariciones a nivel nacional en el último año. El dato en sí ya es desalentador, pero en algunos casos no hay fotos y no sé si la página web está actualizada. Lo más posible es que la hayan secuestrado en la región oeste, pero no estamos seguros.

Watkins pareció pensar en ello durante un momento, y finalmente respiró hondo y soltó el aire lentamente.

—Vale, echaré un vistazo por los viejos tiempos, a ver si al menos puedo acortar la lista de posibles víctimas que encajen con vuestra descripción.

—Genial.

Cuando los tres se levantaron, Watkins añadió:

—Te diré algo a mediados de semana.

—No sabes lo que te lo agradezco, Doug —le dijo Ben.

—Hazme un favor: no comentes por aquí nada sobre víctimas que aparecen en sueños.

—No te preocupes —Ben esbozó una sonrisa.

—Sin ánimo de ofender —le dijo Watkins a Autumn.

—Tranquilo, lo entiendo —le contestó ella, con una sonrisa.

***

Al salir de comisaría, volvieron al piso de Autumn. El sol se había deslizado tras una fina capa de nubes, y había refrescado bastante. Al sentir la brisa húmeda, Autumn se tapó mejor con la chaqueta.

—He estado pensado... —empezó a decir, cuando entraron en el vestíbulo.

—Parece que los dos hemos estado pensando bastante últimamente —comentó Ben, antes de darle al botón de llamada del ascensor.

—Los nombres de las mujeres... si no son los de verdad, deben de tener algún significado, seguro que los eligieron por algo.

—Sí, a mí también se me había pasado por la cabeza.

—Riker dijo que el hombre tiene una especie de complejo de Padrino, y Rachael, Mary y Ruth son nombres bíblicos.

Cuando llegaron al piso doce y salieron del ascensor, Ben le quitó la llave de la mano. Después de abrir la puerta, se apartó para dejarla pasar.

—No se me había ocurrido, pero a lo mejor es algo relevante. Ese tipo podría ser una especie de chalado religioso, un fanático.

—Eso podría ser algo positivo, ¿no? Si es un hombre religioso, puede que no sea de los que abusan de menores.

—Supongo que depende de la religión. Fíjate en David Koresh, el de Waco, o en el tipo que secuestró a Elizabeth Smart.

Autumn no quiso ni imaginarse lo terrible que todo aquello era para Ben.

—Vamos a encontrarla, Ben. No pararemos hasta que lo hagamos.

Él la miró con una expresión llena de dolor, y le dijo:

—No dejo de pensar que a lo mejor la habríamos encontrado si no hubiera dejado de buscarla. Si no me hubiera rendido, quizás...

—Ben, no sigas. Creías que estaba muerta... todos lo creían, hasta la policía y el FBI —Autumn posó una mano en su mejilla—. La verdad es que es posible que lo esté. ¿Crees que no me he preguntado si todo esto no será más que una especie de alucinación paranoica?

Mientras ella luchaba por controlar las lágrimas, Ben la abrazó y le dijo con voz suave:

—Esto no es fácil para ninguno de los dos.

Autumn apoyó la cabeza contra su hombro, y se sintió reconfortada en el cobijo de su abrazo. Finalmente, respiró hondo y se apartó un poco para poder mirarlo a la cara.

—No puedes cambiar el pasado, Ben. Y tampoco puedes permitirte tener dudas.

—Tienes razón. Tenemos que seguir adelante, es lo único que podemos hacer en este momento.

Tenían que seguir, porque eran la única esperanza de Molly.

***

La noche del sábado al domingo, Autumn tuvo de nuevo el sueño en el que aparecía Mary, el nuevo miembro del clan; sin embargo, no se sintió demasiado cansada por la mañana, porque después de hablar del sueño con Ben, habían hecho el amor y había logrado dormir un poco.

—Tenemos que ir a Burlington. Les enseñaremos el retrato a los empleados de la tienda de deportes, puede que alguno lo reconozca.

—Sí, ya lo sé —le contestó él.

Acababan de desayunar, y estaban terminándose el café.

—Lástima que Deportes Burlington esté cerrado los domingos —comentó Autumn, mientras llevaba los platos sucios al fregadero—. Es una localidad pequeña, así que no abren cada día hasta las nueve como tus tiendas.

—Ah, sí... recuerdo con nostalgia aquellos buenos tiempos —Ben apuró su café, y fue a dejar su taza en el fregadero—. He llamado antes, pero me ha saltado el contestador automático. De todas formas, no podría ir, porque voy a llevar a Katie al lago —la miró a los ojos, y añadió—: He pensado que podrías venir con nosotros.

Autumn estuvo a punto de dejar caer el plato que estaba lavando.

—Lo dices de broma, ¿verdad?

—¿Por qué no? No podemos ir a Burlington hasta mañana, y Watkins no nos llamará hasta mediados de semana. Me gustaría que vinieras. Creo que te gustará Katie, y estoy seguro de que le caerás muy bien.

Autumn se mordió el labio. Ben acababa de tomarla totalmente por sorpresa, porque sabía lo mucho que protegía su vida privada. ¿Por qué quería que conociera a su hija?

—Ben, no sé si...

—Ven a hacer piragüismo con nosotros, y el fin de semana que viene nosotros iremos de escalada contigo.

Autumn le lanzó una mirada llena de indecisión. Ya estaba demasiado involucrada con él, y si no se andaba con cuidado, iba a enamorarse de él y acabaría con el corazón roto.

Y olvidar a aquel hombre sería mucho más difícil de lo que le había resultado con Steve Elliot o con Luke Noland.

—Venga, anímate —insistió él—. Estás enseñándome a escalar, así que yo te enseñaré a hacer piragüismo con un kayak.

Autumn siempre había querido probar aquel deporte. Se dijo que sería capaz de seguir siendo sensata, que no tenía por qué haber ningún problema. Además, como decía su padre, «si vas a ser un oso, que sea de los grandes».

—Vale, tú ganas —llevaba vaqueros, zapatillas de deporte y una camiseta, pero no estaba segura de lo que podía necesitar—. ¿Qué me hace falta?

—Ve a por tu jersey de lana, por si acaso. Pasaremos por mi tienda a por un casco de tu talla y todo lo demás.

Autumn no protestó. Prácticamente estaba obligándola a ir, así que no le importaba que pagara por su equipamiento; además, tenía la sensación de que la experiencia iba a gustarle.

Una vocecilla le advirtió que todo lo relacionado con Ben le gustaba demasiado, pero no le hizo caso.