Capítulo 18

—Se está haciendo tarde y aún no hemos cenado, podríamos parar en algún sitio —comentó Autumn, mientras el todoterreno avanzaba entre la estrecha carretera flanqueada de árboles.

—Buena idea.

En vez de ir a un restaurante, Ben se detuvo frente a una tienda. Era un establecimiento bastante pequeño, la puerta estaba abierta, y había varios coches aparcados delante.

—Es una tienda de comestibles —le dijo Autumn.

—Exacto. Voy a preparar la cena a bordo.

—¿Vas a cocinar? Pero el día que desayunamos en mi piso me dijiste que...

—Que hacía años que nadie me cocinaba algo, y es verdad. Después del divorcio, me cansé de comer fuera y aprendí a hacerlo yo mismo.

Hizo que esperara en el todoterreno mientras él compraba, para poder sorprenderla. Había sido un día fantástico, pero el estado de ánimo de Autumn empezó a cambiar poco a poco. Iba a pasar la noche con Ben. Él iba a preparar la cena y tomarían vino, disfrutarían de una velada a bordo de su yate en un lugar precioso.

Durante toda la tarde, mientras exploraban la isla, había ido recordando la noche en que habían hecho el amor, el cuerpo desnudo de Ben presionándola contra el colchón, la sensación de sus pezones contra su pecho musculoso mientras él se movía en su interior. Había intentado apartar de su mente aquellos recuerdos, pero estaban surgiendo de nuevo a la superficie.

De repente, sintió pánico. Le pediría que la llevara a casa, le diría que la habían llamado por teléfono, que había surgido un imprevisto y tenía que volver... algo relacionado con su padre, o...

Autumn soltó un suspiro, y se recostó de nuevo en el asiento. Estaba siendo ridicula, Ben no la había llevado a la isla para seducirla. Después de la primera vez, se había comportado como un caballero en todo momento, así que estaba claro que era ella la que tenía el problema; en todo caso, seguro que podría seguir manteniendo las distancias como hasta el momento.

En cuanto regresaron al barco, Ben empezó a preparar la cena y Autumn fue a cambiarse de ropa. Se puso unos pantalones holgados color lavanda y una chaqueta a juego, y dejó los vaqueros y el jersey en el camarote pequeño, junto con sus zapatos y su bolsa de viaje.

Al volver a la zona de la cocina, vio que Ben estaba cortando tomates y lavando lechuga para preparar una ensalada, y que en uno de los fogones había una olla con agua hirviendo. Cuando fue a la zona del comedor, él le llevó un vaso de Chianti. No se había cambiado de ropa, pero iba descalzo.

Autumn observó sus pies y sonrió. Estaban bronceados, eran muy masculinos, y las uñas estaban impecables. No pudo quitarle la vista de encima mientras él preparaba la cena, porque era increíblemente atractivo. Le encantaba su cuerpo... su pelo oscuro, el tono marrón dorado de sus ojos, su mandíbula sólida, sus músculos firmes y sus anchos hombros... se le aceleraba el pulso cada vez que la miraba, y se le contrajo el estómago al recordar el contacto de sus manos fuertes cuando la había ayudado a subir al barco, y el roce de sus brazos contra sus senos.

—¿Tienes hambre?

—Muchísima.

—¿Por qué no acabas la ensalada mientras yo preparo la salsa para la pasta?

—Claro.

Autumn bajó los dos escalones que llevaban a la zona de la cocina, que era apenas lo suficientemente grande para que pudieran trabajar los dos. De repente, sus senos rozaron contra su musculoso pecho, y se le tensaron los pezones de inmediato.

Se quedó inmóvil, con la mirada fija en sus ojos, y vio en ellos el deseo que él había mantenido bien oculto hasta ese momento.

—Ben...

El aire de la cocina estaba cargado con el vaho del agua hirviendo, con el aroma a ajo, tomates y pan. Ben apagó el fuego que había bajo la olla, y le dijo:

—La cena puede esperar —empezó a besarla sin más, y se negó a soltarla cuando ella intentó apartarse—. No voy a dejar que sigas huyendo. Lo deseas tanto como yo, y los dos lo sabemos.

—Te equivocas, Ben.

—Tengo razón, Autumn.

Antes de que pudiera contestar, volvió a apoderarse de su boca en un beso húmedo y desbocado, ardiente y profundo. Autumn se aferró a su camisa mientras él la aprisionaba contra la pared con su cuerpo, y cuando intentó apartar la cara, la agarró por la barbilla y la besó hasta que sus labios se suavizaron y se abrieron para volver a aceptar la penetración de su lengua.

Por un momento, Autumn se preguntó qué pasaría si intentaba detenerlo, se preguntó si él tomaría lo que quería aunque ella se resistiera, pero a pesar de que la mera idea tendría que haberla asustado, sólo podía pensar en que así tendría una excusa para conseguir lo que anhelaba.

Ben se apartó de repente. Tenía la respiración entrecortada, y sus ojos dorados parecían quemarla.

—Dime que deseas esto, Autumn. Por Dios, ten el valor de admitirlo.

—Sí que lo deseo —Autumn enterró los dedos en su pelo oscuro—. Estoy enloqueciendo de deseo, Ben. Quiero que me toques por todas partes, quiero tenerte dentro de mí.

Ben soltó un gruñido gutural, y empezaron a besarse enfebrecidos. Le desabrochó la chaqueta, y cubrió uno de sus senos con la mano. Autumn se había quitado el sujetador al cambiarse de ropa, y se estremeció al sentir su palma callosa contra su piel desnuda.

Él le quitó la chaqueta y los pantalones, y quedó cubierta sólo con un pequeño tanga rosa que no tardó en seguir el mismo camino que el resto de su ropa. Cuando empezó a acariciarla entre las piernas, ella gimió contra su boca.

Ben no se molestó en quitarse la ropa. Se limitó a bajarse la cremallera y a liberar su erección, y entonces alzó a Autumn y la instó a que le rodeara la cintura con las piernas antes de penetrarla.

—Oh, Dios, Ben...

—Me estás volviendo loco —gimió él contra su cuello—. Pienso en ti durante todo el día, y por la noche sueño con estar hundido dentro de ti.

Salió lentamente, y volvió a entrar. Empezó a acariciarla, a penetrarla con fuertes embestidas hasta que Autumn gritó extasiada y dejó caer finalmente la cabeza sobre su hombro; sin embargo, él no la soltó, y la mordisqueó en el cuello.

—Agárrate, cielo. Aún no hemos acabado.

Autumn sintió que el deseo renacía de nuevo en su interior. Ben la besó profundamente y empezó a moverse una vez más, la agarró por las nalgas mientras incrementaba el ritmo y la penetraba con envites cada vez más potentes y profundos, hasta que ambos estallaron en un climax que los dejó temblorosos y cubiertos de sudor.

Autumn apenas se dio cuenta cuando él la llevó al camarote principal, la tumbó en su cama y la cubrió con una manta.

—Te avisaré cuando la cena esté lista —le dijo, después de besarla suavemente en la boca.

Ella no protestó. Lo único que quería era seguir acurrucada bajo la manta, relajada y satisfecha, sintiéndose completamente saciada e increíblemente femenina. Más tarde ya pensaría en lo que había hecho, y en lo que iba a hacer respecto a Ben.

***

—Venga, dormilona, la cena está servida —le dijo Ben, mientras le alargaba su ropa para que se vistiera.

Autumn se estiró con un bostezo, y se incorporó en la cama.

—Ahora voy, antes tengo que ir al lavabo.

Después de vestirse y de ir al lavabo, fue a la zona del comedor. Ben había puesto en la mesa unos platos blancos de porcelana sobre salvamanteles color azul a juego con el interior del yate, y había vuelto a llenar los vasos de vino.

—Tiene una pinta estupenda —Autumn sintió que se le hacía la boca agua al ver la pasta complementada con mejillones, almejas, vieiras y gambas.

—Espero que te guste.

¿Cómo no iba a gustarle? La comida parecía deliciosa, así que Autumn empezó a comer con apetito y tomó un trago de Chianti. Su cuerpo aún hormigueaba después del fantástico sexo que habían compartido.

—Quería decirte algo —comentó, después de dejar el vaso sobre la mesa.

—¿Lo mucho que disfrutas cuando hacemos el amor?

—Aparte de eso —Autumn se ruborizó de inmediato.

—¿De qué se trata?

—Creo que estoy empezando a entender por qué estoy teniendo estos sueños.

Ben se recostó contra el asiento acolchado de cuero, y la miró con atención.

—¿Por qué?

—La otra vez que tuve sueños recurrentes, cuando iba al instituto, empezaron cuando conocí aTim Wiseman. Conocía a Jolie y a Jeff desde hacía años, pero no empecé a soñar con el accidente hasta que conocí a Tim, el chico que conducía el coche.

—Sigue.

—He tardado doce años en volver a tener ese tipo de sueños, y creo que hay alguna conexión entre las personas implicadas. En este caso, vi o conocí al secuestrador antes de conocerte siquiera, y debió de ser sólo de pasada porque sigo sin acordarme de dónde fue. Pero no empecé a soñar con él hasta que te vi en el gimnasio, así que tú eras la conexión, igual que Tim Wiseman lo era en aquel caso. Creo que si no os hubiera visto tanto a ti como al secuestrador, no habría empezado a soñar con Molly. Me parece que tenía que entrar en contacto con los dos, igual que en el caso de mis amigos y de Tim.

—Supongo que en cierto modo tiene sentido.

—Y también creo que tiene que ser un suceso traumático... como la muerte violenta de tres adolescentes o, en este caso, el secuestro de una niña.

—Si eso es verdad, al menos no te pasará muy a menudo.

—Si no vuelve a pasarme, mejor.

Acabaron de cenar mientras charlaban. Ben le habló de su infancia en el Medio Oeste y de sus años en el instituto, y le explicó que sus padres habían muerto y que los echaba mucho de menos. Dejaron el tema de Molly aparte, porque con un poco de suerte podrían hablar con el criminólogo del FBI al día siguiente y ambos sabían que sería una jornada dura.

En cuanto lavaron los platos y despejaron la cocina, fueron a la zona de los camarotes, que estaban en la proa. Autumn no protestó al ver que Ben abría la puerta del principal y se apartaba a un lado para que le precediera. En sus ojos color whisky brillaba un deseo inconfundible que encendió una cálida excitación en su interior. Ben quería volver a hacer el amor... y ella también.

De repente, mandó al diablo las posibles consecuencias y decidió disfrutar al máximo aquella aventura pasajera. Se puso de puntillas, y empezó a besarlo mientras él la tomaba en sus brazos y la tumbaba en la cama.

***

El yate se mecía suavemente sobre las olas. La noche anterior, después de volver a hacer el amor, el ritmo la había acunado hasta que se había quedado dormida. Se despertaron bastante tarde y fueron a desayunar a la zona del salón, desde donde se veía el color azul cristalino del cielo y se oía el chillido ocasional de las gaviotas.

Autumn lo miró por encima del borde de su taza, y comentó:

—Hay algo que he estado preguntándome...

—¿De qué se trata?

—Anoche... cuando estábamos en la cocina, y empezaste a besarme... ¿habrías parado si te lo hubiera pedido de verdad?

Sus miradas se encontraron, y la mandíbula de Ben se tensó.

—Si fueras cualquier otra mujer, la respuesta sería fácil. Nunca obligaría a ninguna mujer a hacer algo en contra de su voluntad. Anoche... te deseaba tanto... la verdad es que no lo sé.

Autumn estaba convencida de que sí que se habría detenido, porque Ben sería incapaz de forzar a una mujer. El hecho de que estuviera siendo tan honesto le resultó gratificante e increíblemente halagador.

—La verdad es que te traje para seducirte, Autumn.

Ella se quedó boquiabierta.

—Estaba decidido a tenerte. Quería volver a acostarme contigo, y estaba seguro de que tú también lo querías. Anoche fue tan increíble como había estado soñando... Dios, fue fantástico. Supongo que tendría que sentirme culpable, pero la verdad es que me alegro de lo que pasó.

Autumn tuvo que admitir que ella tampoco lo sentía, porque había sido la mejor noche de su vida.

—Hay algo entre nosotros, Autumn. Estoy seguro de que tú también lo sientes, y no quiero que vuelvas a huir de mí.

Ella sintió que se le aceleraba el corazón. Jamás había podido llegar a imaginar que el sexo pudiera ser algo tan increíble, pero tenía que tener en cuenta muchas otras cosas aparte de la potente atracción física que ambos parecían compartir. Ben empezaba a hablar como si quisiera tener una relación, y eso era imposible. Eran completamente incompatibles, ella nunca podría bastarle a un hombre como él y ni siquiera quería intentarlo. Abrió la boca para decírselo, pero la interrumpió el sonido de un teléfono y él se apresuró a sacar su móvil.

—McKenzie.

Autumn no podía oír lo que estaba diciéndole la persona que había al otro lado del teléfono, pero Ben asintió y pareció aliviado.

—Llegaremos en veinte minutos —dijo, antes de cortar la comunicación.

—¿Era Riker?

—Sí. Hemos quedado en vernos en una cafetería dentro de veinte minutos.

Autumn se levantó de inmediato, llevó las tazas medio vacías a la cocina, y fue por su bolso. Después de bajar del barco hasta el amarradero, se apresuraron a subir por la escalera que llevaba a la casa, y fueron a buscar el todoterreno rojo. Veinte minutos después, llegaron al Seaside Café, un local cercano al muelle del transbordador.

Eran las once, así que no había demasiada gente porque el ajetreo del desayuno ya había pasado y aún era pronto para la comida. En una de las mesas del fondo había un hombre moreno con una calva incipiente y una cazadora azul marino. Estaba solo, y algo en su expresión aguda que parecía no perderse nada de lo que le rodeaba hacía que destacara del resto.

—¿Riker? —le dijo Ben, cuando se acercaron a él.

—Burt Riker. Supongo que usted es Ben McKenzie —le contestó el hombre, al levantarse de su asiento.

—Sí. Ella es Autumn Sommers.

Al ver que Riker enarcaba una ceja al oír su nombre, Autumn sonrió y le dijo:

—Es Sommers, con o.

Se sentó en el banco, y Ben se colocó a su lado mientras Riker hacía lo propio en su sitio. Cuando Ben dejó encima de la mesa las dos carpetas que llevaba, el criminólogo se puso unas gafas y empezó a examinar la información. La camarera se les acercó, y Ben pidió unos cafés.

Riker tardó unos veinte minutos en leer los informes. Finalmente, miró a Ben y le dijo:

—Su amigo, Lee Walker, me pidió que hablara con usted como un favor personal. No me dijo gran cosa, sólo que usted tenía una información sin verificar que podía ser válida. Comentó que probablemente me sorprendería si supiera de dónde ha sacado los datos, así que no voy a preguntárselo.

Autumn se sintió aliviada al ver que iba a poder ahorrarse el problema de tener que dar explicaciones sobre los sueños.

—Si damos por sentado que la información que hemos recogido es correcta, ¿cuál es su opinión? —le dijo Ben.

—Según el informe, el sospechoso es rubio, de piel clara, tiene unos cuarenta años, y pesa entre setenta y ochenta kilos.

—Exacto.

—A partir del primer retrato y de sus datos, parece un tipo de aspecto inofensivo sin nada destacable. En el segundo retrato parece más duro, pero su capacidad para no llamar la atención sigue formando parte de su defensa. Por otro lado, la forma en que atrajo a la niña hasta el coche indica que puede ser amigable. Fue capaz de ganarse la confianza de la pequeña en un espacio de tiempo muy corto... aunque es posible que ya hubiera empezado a fomentar esa confianza anteriormente. A lo mejor habló con ella en el colegio, o en otro sitio.

—Mi ex mujer ha recordado recientemente que se les acercó a Molly y a ella en una tienda, poco antes del secuestro.

—Es posible que hablara con la niña en más ocasiones. Molly desapareció un día laborable después de salir del colegio, así que seguramente conocía sus horarios y había estado vigilándola, esperando el momento adecuado para atraparla sin que lo pillaran.

—Así que hizo sus deberes.

—Sí, está claro que no es un sujeto impulsivo —Riker tomó un trago de café, y volvió a dejar la taza sobre la mesa antes de seguir—. Ustedes creen que la niña está viviendo con dos mujeres más y que ambas son rubias como ella, así que no la escogió al azar. Quería una niña rubia, como él. Es posible que fuera porque quería que pareciese hija suya, pero es probable que además sea una cuestión de racismo.

—¿Se refiere a que puede ser uno de esos que abogan por la supremacía de los blancos? —le preguntó Ben.

—No tiene por qué ser miembro de una organización necesariamente, puede que sólo se trate de una persona con esa mentalidad. En sus notas se describe una interacción del sospechoso con las mujeres de su grupo familiar, y se menciona que le tienen miedo. Eso se debe a que es muy controlador, sobre todo con las mujeres.

—Así que es un machista —comentó Autumn.

—Hasta un punto extremo —le dijo Riker—. No le gusta perder el control, ni la desobediencia... real o imaginada, y lo más probable es que se enfade y quiera castigar a quien le haya ofendido. Gobierna con mano férrea, pero no de forma injusta. Las mujeres le temen, pero también le respetan; seguramente, resulta atrayente para las mujeres en general.

Autumn le lanzó una rápida mirada a Ben, y vio su expresión tensa y su mandíbula apretada.

—A juzgar por la ropa que llevan las mujeres, yo diría que se mantiene un poco al margen de la sociedad, que es introvertido. Prefiere mantenerse bastante aislado, y exige que su familia haga lo mismo. Debe de tener un trabajo en el que le pagan al contado y que puede realizar solo, probablemente en su propia casa.

—¿Qué más puede decirnos? —le preguntó Ben.

—Sabemos que el sospechoso tiene un grupo familiar de tres mujeres. Como la mayor tiene su misma edad más o menos, creo que podemos dar por hecho que no la retuvo por la fuerza, sino que se fue con él por voluntad propia. Es posible que secuestrara a la chica de quince años, y que el hecho de que consiguiera hacer lo mismo con Molly cimentara su seguridad en sí mismo. Es arrogante, y se cree más listo que nadie. Molly tiene seis años más, es casi una adolescente, está convirtiéndose en mujer, así que es posible que intente secuestrar a otra niña pequeña para añadirla a la unidad familiar.

Autumn miró a Ben de nuevo, y vio en sus ojos un brillo de furia apenas controlada.

—Eso es todo... si la información que me han dado es correcta —añadió Riker.

—No ha mencionado un punto pertinente —le dijo Ben con suavidad—. ¿Cree que está abusando sexualmente de Molly y de la otra chica?

—Puede parecer la conclusión más obvia, pero creo que no tenemos suficientes datos para saberlo con certeza. El sospechoso parece tener una especie de complejo de Padrino, creo que quiere que la familia que ha construido lo considere así. Es difícil saber si necesita tener relaciones sexuales con las menores —Riker cerró las carpetas, y se las devolvió a Ben—. Espero que tengan suerte. Me gustaría quedarme con una copia del segundo retrato, para cotejarla con el Registro Nacional de Pedófilos. Si encuentro alguna correspondencia, los avisaré.

—Gracias —le dijo Ben. Los tres se levantaron de la mesa, y añadió—: Le agradezco que se haya tomado la molestia de vernos.

Riker lo miró cara a cara, y le dijo:

—Walker me ha dicho que la niña es su hija. Sé lo duro que debe de resultarle ser objetivo, pero tiene que intentarlo.

Era obvio que estaba advirtiéndole que no se esperanzara demasiado, sobre todo teniendo en cuenta que la información podía resultar ser errónea. Autumn sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que el criminólogo tenía razón.

—Gracias de nuevo —le dijo Ben, mientras le estrechaba la mano.

—Llámenme si encuentran alguna prueba tangible.

—De acuerdo —cuando Riker se fue, Ben suspiró y admitió—: Ha sido incluso peor de lo que pensaba.

Autumn tragó con dificultad. Todo lo que había dicho Riker parecía plausible, y si el secuestrador se parecía al hombre que acababa de describirles, era un verdadero monstruo.

Y seguían sin tener ni idea de cómo encontrarlo.