Capítulo 10

Autumn abrió la puerta de su piso, cada vez más nerviosa. ¡Por el amor de Dios, Ben McKenzie iba a pasar la noche con ella! Bueno, no exactamente, porque no iba a dormir en su cama.

La mera idea hizo que una calidez reveladora se le extendiera por el estómago. Dios, no iba a poder estar tranquila ni aunque se quedase en el sofá. Le resultaba demasiado atractivo, y lo iba a tener en su propia sala de estar, durmiendo a unos metros de distancia.

Se recordó que él estaba allí por un buen motivo, e intentó convencerse de que aquello no era nada fuera de lo común; al fin y al cabo, Josh había dormido en su sofá cuatro o cinco veces. El problema radicaba en que Ben no tenía nada que ver con su amigo.

Le echó una mirada de reojo. Después de dejar sobre una silla la chaqueta del esmoquin, Ben se quitó la corbata y los gemelos de oro y ónice, y empezó a desabrocharse la camisa.

Al ver que empezaba a sacársela de la cintura de los pantalones, Autumn levantó una mano y exclamó:

—¡Oye, espera un momento! ¿Qué estás haciendo?

—Estoy quitándome la camisa. No pretenderás que duerma vestido, ¿verdad?

—No sé, eh... en fin, tendrías que haberte traído algo de ropa, o...

—Mira, no tenía planeado quedarme aquí, pero he pensado que sería una buena idea al leer tus anotaciones sobre el sueño.

Autumn empezó a mordisquearse el labio con nerviosismo.

—A lo mejor deberíamos intentarlo otra noche, cuando estemos más preparados.

Cuando Ben acabó de desabrocharse la camisa, la prenda se abrió y dejó su pecho al descubierto. Era ancho y musculoso, y un poco velludo. Autumn no pudo evitar recorrerlo con la mirada, y se le contrajo el estómago.

—Estás mirándome como si no hubieras visto un pecho de hombre en tu vida.

—Bueno, he...

—¿Es que no te acuerdas del bueno de Steven Elliot?

—Steve no tenía tu físico —Autumn cerró los ojos, y deseó poder tragarse sus palabras. Ben sonrió de oreja a oreja.

—Me parece que me caes bien, Autumn Sommers. Eres la mujer más honesta que he conocido en años —su sonrisa se desvaneció de repente, y añadió—: Al menos, eso espero —dio media vuelta y se acercó al sofá, que no era demasiado grande—. ¿Tienes una almohada y una manta de sobra?

Autumn fue al dormitorio a buscar las dos cosas, y se las dejó en un extremo del sofá. Cuando él fue al cuarto de baño, le dio uno de los cepillos de dientes que siempre tenía para casos de emergencia, y esperó a que saliera.

Ben fue hacia el sofá, pero se detuvo al ver que ella aún llevaba el vestido.

—A menos que estés pensando en ofrecerme una copa antes de dormir, sugiero que nos acostemos.

Autumn se apresuró a asentir, porque no tenía intención alguna de tomarse una copa con Ben McKenzie medio desnudo.

—Si necesitas algo...

Él la recorrió de pies a cabeza lentamente, y la expresión sensual de sus ojos reveló claramente lo que necesitaba.

—De hecho, hay una cosa más.

Autumn supo por el tono ronco de su voz que se acercaban a terreno peligroso, pero fue incapaz de moverse mientras él se le acercaba.

—La velada de la Cenicienta no estaría completa sin un beso de buenas noches.

Antes de que pudiera protestar, Ben inclinó la cabeza y sus labios se rozaron. Se suponía que iba a ser un beso dulce y romántico de buenas noches, y así fue por un breve instante. Él sabía a chocolate y a champán, y sus labios, que eran más suaves de lo que parecían, encajaban a la perfección contra los suyos.

Autumn tenía intención de apartarse, de dar por terminado aquel momento con naturalidad, pero abrió la boca para dar paso a su lengua y un torrente de placer la golpeó de lleno. Ben la atrajo hacia su cuerpo de repente, y antes de que se diera cuenta de lo que pasaba, le rodeó el cuello con los brazos y empezó a besarlo con pasión.

Las rodillas le flaquearon, sentía el cuerpo tan laxo como un espagueti pasado, y empezaron a temblarle los labios ante el placer que él estaba dándole con su boca y con su lengua. Parecía estar bebiéndola, saboreándola, y la mordisqueó suavemente en las comisuras de la boca antes de volver a besarla profundamente.

Estaba temblorosa, tenía los pezones doloridos, y su cuerpo entero ardía de deseo. Cuando sus manos traidoras se deslizaron por debajo de su camisa, sintió la intrigante textura de sus músculos, pero fue el contacto de su piel cálida lo que hizo que recobrara la cordura de golpe.

Se apartó de él como si se hubiera quemado, se metió en su dormitorio y se apresuró a cerrar la puerta. Tuvo que apoyarse contra la pared, porque el corazón le palpitaba como si acabara de participar en una carrera y tenía las piernas de gelatina. Dios, nunca la habían besado así. No le extrañaba que las mujeres cayeran rendidas a sus pies... ¿si era tan bueno besando, cómo sería en la cama?

Autumn se sintió horrorizada. No quería pensar en Ben desde un punto de vista físico, porque teniendo en cuenta su fama de conquistador y su propio historial desastroso en lo concerniente a los hombres, besarlo siquiera ya era un tremendo error.

Respiró hondo y luchó por mantener su mente alejada de aquel hombre y de cualquier cosa que tuviera que ver con el dormitorio, pero podía oírlo colocando la almohada y las sábanas en el sofá. Como sabía que iba a quitarse los pantalones del esmoquin para dormir, tuvo que hacer un esfuerzo titánico por no preguntarse si llevaba calzoncillos anchos o ajustados.

Se obligó a apartarse de la pared, y después de quitarse el vestido, la ropa interior de encaje negro y las medias, se puso una camiseta enorme que tenía estampado A los escaladores les va ir por todo lo alto. Solía ponerse su camisón corto para dormir, pero teniendo en cuenta que Ben McKenzie, el hombre que mejor besaba en el mundo entero, iba a dormir al otro lado de la pared, prefirió optar por algo menos sexy.

—No te olvides de dejar la puerta abierta —le dijo él, desde la sala de estar.

Autumn se acercó a la puerta y la abrió de un tirón, lista para presentar batalla, y se sintió aliviada al ver que la luz estaba apagada.

—Así te oiré si empiezas a soñar —le explicó él desde el sofá—. Puede que digas algo importante.

Ella se dio cuenta de que tenía razón; al fin y al cabo, estaba allí para intentar conseguir más información sobre los sueños.

—Vale, tú ganas.

Autumn dejó la puerta entreabierta, y se acostó después de ir al cuarto de baño. Tardó un poco en conciliar el sueño, pero estaba exhausta y finalmente lo consiguió.

***

Después de aquel beso ardiente, Ben había tardado una hora en calmarse lo suficiente para lograr sumirse en un sueño ligero, pero no tardó en despertarse de nuevo. Maldición, el deseo brutal que lo había golpeado en cuanto sus labios se habían tocado lo había tomado totalmente desprevenido. Autumn tenía unos labios dulces y deliciosos, un cuerpo que había parecido derretirse entre sus brazos, y una sensualidad que lo había enloquecido.

Hacía muchísimo tiempo que una mujer no lo afectaba de aquella manera, y eso le preocupaba. Le gustaba la vida que llevaba, sin ataduras ni compromisos emocionales. Sabía de primera mano lo que suponía perder a un ser amado, y no estaba dispuesto a volver a pasar por ese infierno.

Aun así, era innegable que Autumn había captado su interés, y que le intrigaba aquella mezcla de su exterior duro y su interior dulce y cálido. A ambos les gustaba estar al aire libre y disfrutar de la naturaleza, y durante la cena habían charlado sobre excursionismo y acampada. Cuando le había dicho que le encantaba hacer piragüismo, ella había comentado que siempre había querido probar aquel deporte.

Era una verdadera deportista, tenía una forma física fantástica y, según el informe de Pete Rossi, era una de las mejores escaladoras de todo el estado de Washington, pero mientras permanecía allí tumbado entre el delicado mobiliario Victoriano de su sala de estar, mientras inhalaba el tenue rastro de perfume que aún flotaba en el ambiente y recordaba lo sexy que estaba con su vestido de gala, no podía dejar de pensar en lo femenina que era.

No había duda de que Autumn Sommers era una mujer intrigante, y que quizás incluso podía suponer un peligro para su mundo perfectamente ordenado.

Ben soltó un suspiro. En ese momento, el peligro más inmediato era el insomnio. A pesar de que el día siguiente era domingo, tenía que trabajar en su despacho por la mañana antes de ir a buscar a Katie. Ahuecó la almohada y se esforzó en dejar la mente en blanco para intentar descansar, pero al poco de cerrar los ojos, oyó la voz de Autumn.

Se levantó de golpe, y fue corriendo al dormitorio. Como parecía profundamente dormida, se arrodilló sin hacer ruido junto a la cama. Debía de estar soñando, porque no dejaba de mover la cabeza de un lado a otro mientras murmuraba algo. La miró con atención para asegurarse de que no se trataba de un truco, pero si estaba fingiendo, era una actriz fantástica. Se inclinó un poco más hacia ella, para intentar descifrar sus murmullos.

—No... Ruthie no... Molly...

Ben no tenía ni idea de a qué se refería, pero se apresuró a tomar la libreta y el lápiz de encima de la mesita de noche y anotó sus palabras; al cabo de un rato, alargó la mano para despertarla al ver que parecía entrar en un sueño más profundo, pero justo en ese momento ella abrió los ojos y se incorporó de golpe.

—No pasa nada, sólo ha sido un sueño. ¿Lo recuerdas? —le dijo con voz suave.

Autumn parpadeó varias veces mientras intentaba aclararse las ideas, y entonces asintió.

—Cuéntamelo.

Ella se apartó el pelo de la cara con una mano temblorosa, y susurró:

—Estaban en la cocina... Molly y las otras dos mujeres.

—¿Qué estaban haciendo?

—La mayor estaba regañando a Molly por algo que había hecho, pero no sé de qué se trataba.

—¿Qué más?

—La mujer mayor dijo algo así como... «Él está a punto de volver, así que tenemos que tenerlo todo listo. No le gusta tener que esperar».

—Sigue, ¿qué más has visto?

—Las montañas a través de la ventana, igual que antes... la cocina sencilla con la lámpara colgando encima de una mesa larga de madera —Autumn cerró los ojos para concentrarse y recordar todo lo posible, pero finalmente sacudió la cabeza—.Ya está, no me acuerdo de nada más.

—¿Qué me dices de Ruthie?

—¿Quién?

—Estabas murmurando su nombre antes de despertarte. Has dicho «Ruthie no... Molly».

Autumn frunció el ceño mientras intentaba concentrarse.

—¿Ruthie no...? —levantó la cabeza de golpe, y añadió—: Sí... sí, ya me acuerdo... la mujer mayor la llamaba Ruthie, pero era Molly. No sé por qué no la llamaba por su nombre.

—A lo mejor te has equivocado, y estás soñando con otra niña.

Autumn lo agarró del brazo, y le dijo con firmeza:

—Es ella, Ben. Estoy segura.

—Entonces, ¿por qué la llaman Ruthie?

Autumn respiró hondo y empezó a buscar posibles explicaciones.

—Necesito un poco de agua, ¿puedes acercarme mi bata? —le dijo al fin.

Ben agarró la bata de satén rosa con encaje que había al pie de la cama, y no pudo contener una pequeña sonrisa al ver que se ponía aquella prenda tan femenina encima de una camiseta enorme donde ponía A los escaladores les va ir por todo lo alto. Era una mujer realmente intrigante.

Autumn fue a la cocina y sacó una botella de agua de la nevera; después de tomar varios tragos, se volvió de nuevo hacia él y le dijo:

—A lo mejor quien secuestró a Molly no sabía cómo se llamaba, y se inventó un nombre.

—Ella le habría dicho cómo se llamaba.

—Entonces, puede que al tipo no le gustara, o que se lo cambiara para no arriesgarse a que alguien la reconociera.

Ben le dio vueltas a aquella posibilidad, y al final admitió:

—Podría ser. Es lógico que se lo cambiara si tuviera miedo de que alguien pudiera ver su nombre en el periódico, o si se enterara de alguna noticia sobre ella.

—Maldita sea, ojalá pudiera recordar algo más. Si el sueño avanzara un poco...

—Puede que con el tiempo veas más cosas.

—Has acertado de pleno al querer quedarte, porque no me habría acordado de lo de Ruthie de no ser por ti —alargó el agua hacia él, y añadió—: ¿Quieres?

Ben bebió un poco, pero al notar su sabor en la botella, recordó el beso que habían compartido y empezó a excitarse de nuevo. Se apresuró a devolverle el agua, y se esforzó por controlarse.

—Gracias.

Autumn le recorrió el pecho con la mirada, y sus ojos felinos se abrieron como platos al bajar un poco más y ver sus calzoncillos.

—Los llevas anchos.

—Sí, pero no demasiado. Tampoco me gustan demasiado holgados. ¿Por qué?, ¿pensabas que los llevaría ajustados?

A pesar de que la luz que entraba por las puertas que daban al balcón era muy tenue, Ben alcanzó a ver que se ruborizaba.

—La verdad es que no me lo había planteado.

—Qué lástima, tenía la esperanza de que hubieras pensado en el tema.

Autumn le lanzó una mirada de soslayo antes de darle la espalda.

—Nunca he tenido dos sueños en una misma noche, así que puedes irte o quedarte, lo que prefieras.

—Me quedaré, no me apetece encontrarme con algún indeseable a estas horas de la noche.

Autumn se limitó a asentir.

—¿Vas a poder dormirte otra vez? —le preguntó él.

—Siempre me cuesta bastante.

Ben bajó la guardia por un momento, y le recorrió la mejilla con un dedo. Como sabía su respuesta de antemano, no pudo resistirse a la tentación y le dijo:

—Yo podría ayudarte a conciliar el sueño.

Ella se apresuró a retroceder.

—Puede que sea mejor que te vayas.

—Intenta descansar, buenas noches —Ben no pudo contener una sonrisa.

—¿Vamos a... empezar a buscar?

Su sonrisa se desvaneció de inmediato, y le respondió con firmeza:

—Sí.

—La encontraremos, Ben.

Él no contestó. La posibilidad era dolorosamente remota, pero había tomado una decisión y, a partir de aquel momento, iba a dedicar toda su atención a la búsqueda de su hija.

Volvió a tumbarse en el sofá, pero fue incapaz de dormirse.

***

A Autumn le resultó un poco raro que hubiera un hombre en su casa por la mañana. Cuando Josh se quedaba a dormir, solían ir a alguna cafetería, pero por razones en las que no quiso pararse a pensar, aquella mañana le apetecía preparar el desayuno. Mientras Ben se duchaba, preparó dos zumos de naranja, beicon con tostadas, y tortilla con cebolla y tomate, y puso la mesa justo antes de que él apareciera secándose el pelo con una toalla. Se había puesto los pantalones del esmoquin, pero tenía el pecho desnudo.

—Hay algo que huele genial.

Autumn intentó apartar la mirada, pero no le resultó nada fácil. Aquel hombre tenía un cuerpo impresionante, musculoso y perfectamente proporcionado; a pesar de que veía a tipos aún más musculosos en el gimnasio a diario, no era lo mismo.

—Espero que te gusten el beicon y la tortilla —le dijo, mientras él se ponía su camisa blanca—. Bueno, la tortilla no la he hecho con huevos, sino con un preparado sustitutivo que me he acostumbrado a usar porque mi padre tiene el colesterol alto.

—No soy melindroso, sobre todo cuando estoy hambriento —se sentó sin molestarse en ponerse los gemelos ni en abrocharse la camisa, y añadió—: Gracias por preparar el desayuno, hacía años que nadie me cocinaba algo.

—¿A tu mujer no le gustaba cocinar?

—No no soportaba la cocina, decía que no le gustaba limpiarla. Comíamos fuera muy a menudo, aunque cuando las niñas nacieron era un poco más complicado.

Al ver que su expresión se cerraba en banda y que no añadía nada más, Autumn le dijo con naturalidad:

—A mí me gusta cocinar, aunque sólo sé hacer cosas bastante sencillas que me ha enseñado mi padre. Casi siempre como en casa.

—Fue tu padre quien te crió, ¿verdad?

—Mi madre murió en un accidente de tráfico cuando yo tenía trece años, un conductor borracho invadió su carril. Supongo que ya lo sabes.

—Debió de ser muy duro para tí.

A Autumn le resultaba doloroso hablar de aquel tema, pero sabía que tenía que ser completamente sincera si quería que Ben confiara en ella.

—Su muerte estuvo a punto de acabar conmigo. Siempre fui bastante tímida, pero me encerré por completo en mí misma después de aquello. Mi padre decidió que necesitaba algo que me distrajera, así que empezó a llevarme de escalada. Como tiene la tensión alta ha tenido que dejarlo, pero aún sale de excursión de vez en cuando y hace ejercicio para mantenerse en forma.

Ben no hizo comentario alguno y se limitó a mirarla. Autumn se había dado cuenta de que solía contemplarla con una expresión intensa, como si estuviera intentando descubrir todos sus secretos.

Después de llenar dos tazas de café, se sentó frente a él y tomó un poco de zumo de naranja.

—La verdad es que me alegro de que te quedaras, porque necesitamos un plan.

—¿Ah, sí?

—He estado pensando en cuál sería el mejor punto de partida, y en lo que tenemos que hacer para poner todo esto en marcha. ¿Puedes dejarme alguna foto de Molly? Tengo las que imprimí de los artículos de periódico, pero necesito una foto de verdad.

—Tengo varias en casa, aunque voy a tener que buscarlas.

Autumn no supo qué decir. Era obvio que había guardado las fotos de su hija porque le resultaba demasiado doloroso verlas.

—¿Qué pasa? —le preguntó él—. Te he dicho que las buscaré, ¿no?

—Genial.

—¿Para qué quieres una foto?

—Quiero que apliquen un programa de ordenador para ver su aspecto al cabo de los años, he visto cómo lo hacían por la tele. Tengo que asegurarme de que la niña de mis sueños es Molly.

—Pero estás bastante segura de que es ella, ¿no? —Ben le lanzó una mirada suspicaz.

—Sí, pero no quiero descartar ninguna posibilidad; además, necesitaremos esa imagen si vamos a empezar una nueva búsqueda. Ahora tiene doce años, y tendremos que enseñar su posible aspecto actual.

—De acuerdo, yo me encargo. Mi empresa tiene una página web muy sofisticada, así que tengo varios genios informáticos en mi plantilla. Seguro que sabrán cómo envejecer la imagen, o a lo mejor conocen a alguien que pueda hacerlo.

—¡Perfecto! ¿Qué más podemos hacer?

—Como has soñado con el secuestrador, quizás sería buena idea que le echaras un vistazo a los archivos de la policía, para ver si lo reconoces.

—Ya lo hice. Un amigo mío, Joe Duffy, es inspector de policía, y me pasé una tarde revisando las fotos de los pedófilos registrados de Seattle y de las zonas circundantes.

—¿Le contaste lo de los sueños?

—No, le dije que había visto a un hombre sospechoso rondando por la escuela, y que quería asegurarme de que no era peligroso.

—Eres muy lista.

—No se me da bien mentir, así que me sorprendió que Joe me creyera.

—Aunque no encontraras nada, valía la pena intentarlo.

—¿Se te ocurre algo más?

—Supongo que podríamos hacer algunas preguntas en la zona donde desapareció. A lo mejor alguien recuerda algo que en aquel momento le pareció sin importancia.

—Buena idea. Sabía que si trabajábamos en equipo...

—Será mejor que nos lo tomemos con calma. De momento, sólo tenemos un sueño sobre un tipo rubio con un perrito, y otro sobre una tal Ruthie que vive en la montaña.

—Perdona. ¿Cuándo vamos a ir a Issaquah?

—Hoy estoy ocupado. Tengo trabajo en el despacho, y después voy a llevar a Katie a navegar por el puerto. Le encantan los barcos, y todo lo que tiene que ver con el agua.

—Me gustaría llegar a conocerla.

Al ver que no contestaba, Autumn se sintió un poco decepcionada al sentirse excluida, pero entendía que quisiera mantener al margen su vida privada.

—Entonces, ¿cuándo podríamos ir? Tenemos que empezar con la búsqueda —era obvio que aún se sentía un poco reacio y que en el fondo creía que todo aquello era inútil, pero ella se negaba a considerar siquiera una posible derrota—. ¿Ben?

—¿Qué te parece el lunes?, ¿cuándo acabas las clases?

—A las dos en punto.

—Estaré en mi despacho, nos veremos en el vestíbulo a las dos y cuarto.

Autumn se dio cuenta de que no le propuso que subiera, y supo que era porque no quería que nadie se enterara de lo que pasaba. Estaba claro que le preocupaba que su familia se enterara; de hecho, ya había mencionado varias veces a su ex mujer. De repente, se preguntó si aún estaba enamorada de ella, y la idea la molestó más de lo que debiera.

En cuanto acabaron de desayunar, Ben agarró la chaqueta del esmoquin del respaldo de la silla, se metió los gemelos en uno de los bolsillos, y se la puso al hombro.

—Gracias por el desayuno.

—De nada.

Cuando abrió la puerta, se quedó inmóvil y la miró con un brillo extraño en los ojos que la dejó sin aliento.

—El beso de anoche... me temo que esto podría complicarse un poco.

—Ni hablar, no va a pasar nada. Lo de anoche sólo fue... una fantasía. Estamos trabajando juntos por necesidad, nada más.

Ben la observó en silencio durante unos segundos, y al final asintió antes de marcharse. Autumn no supo si se había sentido aliviado o decepcionado.