CAPÍTULO 8
Nickolas dejó la cama antes de que ella despertase, los estores seguían bajos impidiendo el paso de la luz del sol, pero no necesitaba mirar por la ventana para saber que era ya mediodía. Recogiendo la ropa interior y los pantalones se dirigió a la cocina, el día lo recibió con todo su esplendor mientras se servía un vaso de agua bien fría. La calidez que penetraba por los amplios ventanales acarició el pecho desnudo transmitiéndole una paz que recién empezaba a sentir ahora después de la tortuosa necesidad de las últimas horas.
Echó un vistazo atrás, hacia el dormitorio dónde ella descansaba, su cuerpo agotado por la pasión compartida y los excesos del emparejamiento. La noche anterior, o más bien tendría que hablar de madrugada, la encontró suave y dispuesta, un bálsamo en medio de las ardientes horas en las que los sentidos estuvieron dominados por la necesidad y la lujuria, dónde el felino que ahora dormitaba plácidamente en su interior se encontró arañando la piel como si quisiese tomar el control y reclamarla él mismo.
Se bebió todo el contenido del vaso de un trago y dejó que el frío lo espabilara; necesitaba pensar. Los retazos de su previa conversación surgían de entre la niebla de la lujuria para tomar ahora plena conciencia.
Ella creía en el amor. No era necesario que lo dijese con esas palabras, el significado estaba allí para quien quisiera leerlo. Pese a todo, Mónica ocultaba mucho en su interior, su forma de replegarse ante la sincera respuesta que le ofreció lo preocupaba. No la creyó completamente pero tampoco quiso indagar, no quería pensar en algo que complicaría su vida, la de ambos.
Ella le conocía. No era una mentira, de algún modo, en algún momento alguien los presentó pero él no tenía ni una pequeña noción al respecto, aunque conociéndose, no le sorprendía. Dudaba incluso que la hubiese mirado una sola vez si hubiesen acudido a él cuando se enfrascaba en alguna de sus tareas. Pero, si era su compañera, ¿cómo podía ser posible que no lo hubiese visto antes? ¿Cómo no la reconoció al instante, al igual que anoche?
Dejó el vaso vacío sobre el mostrador y abrió la puerta corredera que llevaba directamente al patio, la hierba verde llegaba hasta la entrada, cubriéndolo todo a excepción del camino de piedra que conducía al garaje adyacente a la casa.
—Tenía que suceder así —se dijo, intentando convencerse de la idea que siempre había estado presente en su mente—. No puedes huir de ella cuando la encuentras, pero sí conservar lo que tienes después de hacerlo.
No existía otro camino para él, se había emparejado, tenía compañera y se responsabilizaría de ella pero eso no cambiaría su vida, no podía permitir que esta nueva condición le costase su libertad. Para él lo era todo.
—Nada ha cambiado. —Estaba convencido de sus palabras, nada lo haría dudar ahora.
Nick dejó escapar el aire lentamente, la decisión estaba tomada y a pesar de ello parecía difícil llevarla a cabo cuando el rostro femenino se aparecía en su mente. Tenía que ser realista, ellos ni siquiera se conocían, su acercamiento era producto del vínculo del emparejamiento, daba igual que fuesen dos extraños, las parejas escogidas se atraían una a la otra como la luz atrae a la polilla y su encuentro fue más que satisfactorio para ambos. De que se entenderían en la cama no tenía dudas, ese sería el menor de sus problemas. Ella era agradable, cálida, con un humor peculiar, era cierto que no deseaba una pareja, pero ahora la tenía y ella le gustaba lo suficiente como para arriesgarse a seguir viéndola, a conocerla. A la manera de su raza, era su mujer, su esposa, eso no podía cambiarlo ya, pero esperaba poder encontrar un término medio en el que ambos pudiesen entenderse y seguir adelante con sus respectivas vidas.
Sacudiendo la cabeza se giró para volver a dentro y reunirse con Mónica en la cama, su cuerpo vibraba ante la oportunidad de sentir su piel contra la suya. No era la arrolladora necesidad que sintió la noche anterior si no más bien el deseo de un amante hacia la mujer con la que comparte la cama y de cuyo cuerpo disfruta.
—Esto será más complicado que enseñar a un gato a dar la patita —resopló entrando de nuevo en la cocina. Apenas dio dos pasos cuando el ronroneo de un motor lo obligó a detenerse y dar media vuelta.
Reconoció el todoterreno de color verde como uno de los que utilizaban en la plantación, debido a la enorme extensión de esta, Dimitri y él llegaron a la conclusión de que un par de vehículos podrían serles útiles, especialmente en caso de algún accidente. El coche se detuvo frente al garaje y el jefe del clan tygrain bajó de él, sus movimientos eran como siempre demasiado felinos, con él nunca sabías dónde empezaba el humano y acababa el tigre.
—Tenemos un problema.
La declaración llegó a él incluso antes de que lo hiciese el hombre.
—Buenos días a ti también —le dijo en respuesta. La ironía presente en su voz.
Dimitri desestimó el saludo con un gesto de la mano y caminó hacia su segundo.
—Necesito tu ayuda —explicó sin detenerse—. La veterinaria no ha vuelto a la mansión, lo último que sabemos de ella…
Sus palabras murieron al tiempo que su rostro se fruncía ligeramente y alzaba la nariz como si oteara el aire… o a él.
—No me jodas —lo oyó decir entonces—. No me digas que llevo toda la maldita mañana poniendo la mansión patas arriba por una mujer que ha pasado la noche contigo. Joder, Nick, ¿tienes idea del lío que se ha montado? Jasmine casi le arranca los ojos a Lisbeth.
El interés cambió los rasgos del tygrain mientras se cruzaba de brazos y lo miraba.
—¿Y eso se debe a…?
—No conozco todos los detalles, pero parece que la chica acompañó anoche a las gatas al club y tuvieron alguna diferencia de opiniones y Nica se marchó —contestó Dimitri, su ceño frunciéndose cada vez más—. Joder… realmente hueles a…
Las palabras del hombre se perdieron, en su mirada aparecieron las primeras huellas de sorpresa y comprensión.
—Mierda, dime que no es lo que estoy pensando.
Él dejó escapar un profundo suspiro en respuesta.
—¿Qué no te diga que me he emparejado con la humana que ha venido a visitar a Jasmine y que ha estado haciendo de veterinaria por aquí? —Su respuesta no podía ser más irónica—. ¿Quieres que te mienta?
Para satisfacción de Nick, su amigo se quedó sin palabras.
—Joder.
—Sí, eso es lo que hicimos toda la noche —aseguró con absoluta ironía—. Mónica es mi compañera, Mitia y sí, está conmigo. No hace falta que la busques más, ella está bien. No sé lo que ocurrió anoche en el club, pero lo averiguaré.
Él sacudió la cabeza como si no pudiese procesar todavía toda la información.
—Pero Mint habló de Nueva York —comentó un tanto sorprendido todavía.
Nick puso los ojos en blanco.
—Lo sé —aseguró y añadió—: No preguntes.
La mirada del hombre se posó entonces sobre él, de todas las personas que le conocían, Dimitri era el que mejor lo tenía calado. Ni siquiera su hermano era tan cercano a él como ese hombre.
—¿Y qué vas a hacer ahora? —preguntó con suavidad, casi como si temiese escuchar la respuesta—. Un tygrain no abandona a su compañera, Nick, sabes como funciona esto, si antes de la vinculación mantenerse separados es un infierno, después puede hacerse un poco más fácil, pero necesitamos el contacto, no puedes simplemente dejarla a un lado. Y Mónica tiene un trabajo, una vida lejos de aquí…
Él esbozó una mueca y lo miró.
—No veo que eso te detuvo a la hora de traer a Jasmine contigo.
Dimitri sacudió la cabeza.
—Jasmine tuvo tiempo para decidir —confesó—. Si ella no quisiera quedarse, me habría marchado con ella.
Aquello sorprendió a Nick.
—¿Habrías dejado la manada? —la sorpresa se filtraba en su voz.
No hubo duda en la respuesta del hombre.
—Por ella, por su felicidad, habría entregado hasta mi propia vida —aceptó con firme seriedad—. Si no pudiese vivir aquí conmigo, la llevaría a cualquier lugar dónde pudiésemos seguir juntos.
—Tú la amas —replicó como si eso lo explicase todo.
Él asintió.
—¿Qué harás ahora? —insistió. Sabía que la decisión que tomase Nick podría afectar toda su vida.
Nick suspiró, eso, todavía no lo sabía ni él.
Mónica se desperezó lentamente, todo su cuerpo protestaba con cada movimiento recordándole los excesos de una noche cargada de lujuria y sensualidad. Su rostro empezó a ponerse del color de la grana, sus ojos se abrieron de golpe y se incorporó haciendo que la sábana resbalase por su cuerpo hasta agolparse sobre sus caderas. Estaba sola en el dormitorio, la luz de lo que imaginaba ya era la mañana intentaba entrar a través de los estores que alguien había bajado para mantener el dormitorio en penumbras.
—¿Nick? —murmuró subiendo la sábana para cubrirse, su mirada vagó por la habitación hacia el pasillo, todavía le sorprendía la forma en la que estaba distribuida la casa—. ¿Nickolas?
Un lejano murmullo llegó hasta ella desde algún punto de la casa, por el sonido supuso que sería la cocina.
Ella frunció el ceño, hizo las mantas a un lado y se deslizó sobre la suave alfombra que cubría el suelo, sus ropas habían quedado desperdigadas y lo único que tenía a mano era la camisa que él vistió la noche anterior.
—De acuerdo —suspiró y se puso la camisa, al menos esta la cubría más que su propia falda—. Peor es nada.
Con una última mirada a la habitación, se pasó una mano por el pelo y se dejó guiar por el sonido de lo que parecían dos voces, si no estaba equivocada una de ellas pertenecía a Mitia, el compañero de Jasmine. ¿Qué estaría haciendo allí? La respuesta llegó casi al instante de boca de su amante.
—No estaba buscando una compañera, lo sabes —oyó la voz de Nick—. Cuando Mint habló de Nueva York tenía intención de mantenerme lo más alejado de esa ciudad como fuese posible, pero entonces, no se trataba de la ciudad y ella estaba en el único lugar en el que nunca debería haber entrado. No pude dar media vuelta y marcharme, sabes mejor que nadie que es imposible eludir aquello que está destinado a ti, así que hice lo único que podía hacer, reclamarla. Ella es mía, Mitia, soy perfectamente consciente de ello, pero no es algo que estuviese buscando en estos momentos, no deseaba una compañera.
—No, lo sé y por ello tampoco planeas conservarla junto a ti, ¿me equivoco?
Aquella inesperada respuesta hizo que Mónica se helara en el lugar, el corazón dejó de latirle y el aire nunca encontró el camino hacia sus pulmones.
—Ella me acusó de no conocerla y tiene razón —oyó como él respondía—. No recuerdo verla antes de anoche, no dudo de su palabra…
—No deberías, yo estaba allí cuando Jasmine te la presentó —aseguró él—, y ni siquiera la miraste. No me sorprendió, cuando estás enfrascado en tus cosas, respondes a lo que se te dice, pero no estás realmente allí.
Él se encogió de hombros.
—Me gusta, me parece atractiva y la deseo, pero eso no es suficiente como para que deje mi forma de vida, aquella que yo escogí y con la que estoy satisfecho —aseguró con firmeza—. Y ella no pertenece a este mundo, Mitia, tiene su propia vida lejos de aquí, su trabajo.
El hombre lo miró con muy poco convencimiento.
—¿Has hablado con ella de todo esto?
Él sacudió la cabeza.
—Le expliqué los términos de nuestro emparejamiento —respondió con una mueca—, y ella preguntó por amor. ¿Quieres decirme qué se yo de eso? La sola idea de que ella se sienta de esa manera hacia mí… me aterra. Yo no puedo corresponderla, Mitia, no… no la veo del mismo modo.
—Todavía es pronto, Nick —le dijo—. El romance puede llegar a nacer entre vosotros, puedes llegar a enamorarte de ella, al menos te gusta, no sería algo imposible. Pero si la alejas de ti… vais a sufrir los dos… tendrás que verla sí o sí, tu vínculo con ella lo exigirá.
—¿Y qué propones? ¿Qué la mantenga aquí? Eso no funcionaría, lo sabes, me gusta mi libertad, si he construido mi propio hogar aquí desde el principio es por que soy un solitario y necesito mi propio espacio.
—Las cosas cambian.
Él sacudió la cabeza.
—Esto no, Mitia, ella…
El sonido de algo chocando con el suelo atrajo la atención de los dos hombres, Nick no tardó en volver a entrar y dirigirse al pasillo sólo para encontrársela a ella de rodillas en el suelo recogiendo los pedazos de lo que fue una figura abstracta.
—¿Mónica? —la llamó al tiempo que caminaba hacia ella.
—Se ha caído —respondió en voz baja.
Él se detuvo a su lado y la apartó de los pedazos de cerámica.
—Deja eso. —Nick empezó a examinarle automáticamente los dedos en busca de corte alguno—. ¿Estás bien?
Ella retiró las manos lentamente de las suyas y se enderezó, apartándose de su contacto.
—Estoy bien —respondió con la misma nota distante que antes imprimió su voz. Sus ojos se encontraron entonces con los de Dimitri, quien se había mantenido en la parte de la cocina—. Hola, Mitia.
Él asintió con la cabeza.
—Hola, Nica —la saludó—. Nos has dado un buen susto a todos.
Su sorpresa era genuina cuando preguntó.
—¿Por qué?
Nick estaba entonces allí, a su lado, enorme y demasiado atractivo para su salud.
—No regresaste a la mansión, y Lisbeth dijo que no te había visto después de que abandonases el club —le dijo, en su mirada una obvia pregunta—. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Ella se volvió hacia él, en su mirada no había lágrimas pero él debió encontrar algo por que su expresión se entristeció al comprender que había escuchado sus palabras.
—Mónica.
Sacudiendo la cabeza volvió a mirar a Mitia.
—¿Podrías decirle a Jasmine que recoja mis cosas y me las traiga? —pidió en voz baja, firme—. Y si después pudieses acercarme a la estación de autobuses…
El hombre miró a su amigo antes de volverse hacia ella.
—Nica, quizás debieses tomarte un par de días…
Ella se enderezó, su expresión estoica, dura.
—Tengo trabajo que atender —respondió y lentamente alzó la mirada hacia Nick—. Me vuelvo a Richmond.
—Mónica —pronunció una vez más su nombre—. Esto… también es difícil para mí. No eres… tú… no se suponía que esto ocurriese ahora.
Ella negó con la cabeza.
—No voy a robarte tu valiosa libertad, Nickolas —declaró con firmeza—. No me has mentido en ningún momento, siempre has sido muy claro… y sé que no querías este… emparejamiento, pero ninguno ha podido huir de él. No se trata de firmar un “felices para siempre”, ambos somos personas adultas.
Su mirada decía claramente que no le gustaba la frialdad que escuchaba en su voz, de hecho, lo oyó gruñir.
—No iba a funcionar, Mónica —aseguró y se pasó una mano por el pelo.
—Yo… iré a buscar a Jasmine —se excusó Nick dejándolos solos.
—No, supongo que no —susurró ella dando ya media vuelva para volver al dormitorio.
Nick resopló con fuerza y la siguió deteniéndola al cogerla del brazo.
—Espera —le pidió y vio sus ojos brillantes por las lágrimas no derramadas.
Ella se soltó.
—Ya has dicho lo que tenías que decir, ahora, déjame ir —siseó dando un paso atrás—. Ha sido una noche divertida, memorable en realidad. Ha sido un verdadero placer. Hola y adiós. No hay más que decir, Nick, no es necesario. Sé como funciona esto, ¿vale? Así que, déjame en paz a no ser que quieras que me ponga a llorar como un bebé.
Él hizo un mohín.
—No me gustan las lágrimas —aseguró con tal convencimiento que la hizo reír—. Y no soporto verlas en ti.
—Debiste haberlo pensado antes de meterme en esta mierda —respondió con enfado—. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Voy a morirme o algo por estar lejos de ti? Porque morirme no entra en mis planes, la verdad… Eres un maldito gilipollas, ¿sabes? Yo no te he pedido que me quieras, yo…
—Eres exasperante —le soltó con un profundo suspiro—, y mi compañera. Esas dos cosas juntas no funcionan bien para mí. Antes de ti, ninguna mujer ha dormido en esta casa, ¿lo entiendes? Este es mi espacio, Mónica, soy un hombre solitario, necesito… mi libertad… y ahora… ahora tú la tienes atada.
Ella jadeó.
—Claro, échame la culpa a mí —se quejó, una lágrima resbalando ya por su mejilla—. Yo siempre soy la mala, la culpable de todo.
Nick empezaba a exasperarse.
—Necesito tiempo para acostumbrarme —declaró por fin—. No te quiero, Mónica, te deseo y eres fabulosa en la cama, pero no siento amor por ti… cariño, es posible, me preocupas… eres mi compañera… pero no sé si eso es suficiente ahora mismo. Necesito espacio, pero tampoco puedo mantenerte lejos demasiado tiempo, sólo… déjame encontrar ese término medio.
Ella lo miró entre dolida y exasperada.
—Eres un capullo —le soltó cuando las primeras lágrimas empezaron a descender por sus mejillas.
Él suspiró al ver sus lágrimas y la abrazó.
—No llores.
—No pienso evitarlo —hipó escondiendo la cara en su pecho, aferrándose a sus brazos.
Él se rió, no pudo evitarlo y finalmente suspiró, no sabía si podría conseguirlo, pero por ella, lo intentaría.
—Lo intentaré —le susurró besándole la coronilla—. No te haré promesas, pero lo intentaré, ¿de acuerdo?
Ella asintió y se apretó más contra él.
—Ahora, ¿puedes dejar de llorar?
Ella fue contundente.
—No —y rompió a llorar con más fuerza.
Nick suspiró y la sostuvo, saboreó la sensación de esa mujer en sus brazos y descubrió que mantenerla así, acunándola, compartiendo su angustia, era algo a lo que podía acostumbrarse.