CAPÍTULO 5
Mónica empezaba a pensar que en algún momento de la noche el suelo se había abierto bajo sus pies y fue a parar al infierno, no existía otra forma de explicar lo que estaba ocurriendo. Allí, frente a ella, estaba el hombre por el que secretamente suspiraba, el mismo que no detectó su presencia ni una sola vez en las innumerables ocasiones en que visitó la mansión, el cual acababa de besarla como si deseara devorarla y cuya mirada no desmentía ese hecho; el que dejó caer como si tal cosa que ella… ¡ella!... era su compañera.
Ahora sería un buen momento para que empezase a darle vueltas la cabeza, al estilo de la niña del Exorcista; era lo único que faltaba para rematar la disparatada noche que estaba teniendo.
—Esto… Nickolas…
—¿Sí?
—Um… cómo te lo digo —se lamió los labios suavemente, todavía hinchados por su beso. Su sabor grabado en su boca—. ¡¿Te has vuelto loco?!
Él se echó a reír, el maldito se echó a reír.
—No, menta, no me he vuelto loco —aseguró mientras la recorría con la mirada—. Ojalá lo estuviese y esto fuese producto de una buena borrachera, o se extinguiese con tan sólo rascarme lo que me pica… eso sería mucho más sencillo y satisfactorio y no traería consigo consecuencias que no deseo.
Lo miró sin saber que decir ante tan sincera declaración, ¿había escuchado realmente un lamento en su voz? Una nueva punzada aguijoneó su pecho, a este paso su corazón se desangraría.
—No quieres una compañera. —El pensamiento abandonó su boca antes de poder detenerlo.
Él volvió a clavar la mirada en sus ojos, no había engaño alguno en su mirada.
—No tenía planes de emparejarme, Mónica, esa es la verdad. —Pronunció su nombre con suavidad y el tono de su voz le erizó la piel; su cercanía la calentaba, la seducía y no la dejaba pensar.
—No te acerques —pidió estirando una mano hacia él como si de ese modo pudiese mantenerlo al margen—. Necesito espacio… esto… esto es una locura. <<Señor, ¡ni siquiera recordabas haberme visto alguna vez antes de ahora!>>
Ella vio como sus palabras lo sorprendieron.
—Esto no tiene sentido —murmuró más para sí que para él, su cerebro corriendo a toda velocidad a través de la información de la que disponía—. ¿Cómo es posible que te hayas dado cuenta de esto ahora y no antes? Me has visto, he estado cerca… en la misma casa… Jasmine dijo que su emparejamiento fue instantáneo, vosotros sabéis en el momento preciso en el que estáis cerca de la que será vuestra pareja que ella es la elegida, entonces, ¿cómo…?
Él sacudió la cabeza, su rostro parecía tan confuso como el de ella.
—Puedo ver que tienes conocimientos sobre el emparejamiento y como funciona —comentó mirándola—. Lo cierto es que no podría responder a tu pregunta, por que no tengo una respuesta. No es algo que haya ocurrido anteriormente, yo no sabía que mi compañera estaba ahí fuera, que estaba tan cerca hasta que nuestra Chamán me lo recordó.
Ella arqueó una delgada ceja ante la mención de la mujer de pelo violeta y ropa hippie que se paseaba entre los tigres repartiendo paz y amor.
—¿Ella te lo recordó? —murmuró.
Su encogimiento de hombros fue suficiente respuesta.
—Mint es una criatura extraña, pero su palabra a menudo es ley —declaró con seguridad—. Y más allá de todo ello, está la forma en la que reaccionas a mí y en la que yo reacciono a tu presencia.
Sus labios se separaron para decir algo pero volvieron a cerrarse. No sabía de él, pero su propia reacción se debía más a su estúpida obsesión por él que a cualquier tipo de magia extraña, tenía que serlo.
—¿Mónica?
Ella alzó la mirada al escuchar aquel suave y felino ronroneo.
—¿Qué?
—Deja que me acerque a ti.
Ella se sonrojó involuntariamente.
—No veo que antes pidieras mi permiso.
Él no dejó de mirarla.
—Antes no temblabas como una hoja ante mi presencia —respondió en voz baja—. Al menos no de la forma en que lo haces ahora, hay una buena distancia entre estremecerse de deseo y de temor. No deseo que temas.
Ella se alisó nuevamente la falda, un gesto al que recurría mucho.
—No te tengo miedo. —No, no se lo tenía. Su mano resbaló de nuevo por su falda y no pudo evitar dar un respingo cuando sus dedos rozaron un poco más abajo la piel del muslo.
Él no perdió aquel pequeño gesto, pues acordó la distancia entre ellos.
—Estás lastimada. —Fue una confirmación, no una pregunta.
Ella bajó la mirada y vio bajo sus dedos como su piel había empezado a cambiar de color por uno morado.
—Ha sido una caída estúpida —declaró y se atrevió a mirarlo—. Estoy segura que has disfrutado del espectáculo.
¿Ver como la falda se subía por encima de sus caderas dejando a la vista la cremosa piel de su trasero y parte del encaje negro de sus braguitas? Demonios, sí, lo disfrutó inmensamente pero no estaba lo suficiente loco como para admitirlo ante ella o en aquel momento.
—No había suficiente luz como para ello —dijo dando un nuevo paso que la dejó cerca de ella—. ¿Te duele?
Ella alzó la mirada y lo contempló durante un breve instante.
—Los felinos tienen una estupenda visión nocturna.
Él la miró a los ojos.
—¿Prefieres que diga que te he visto las bragas? —replicó sin más.
Ella suspiró.
—No me digas nada —negó ella y dejó escapar un suspiro—. No estoy segura de que mi cerebro pueda procesar ahora mismo mucha más información. Esta ha sido una noche infernal, yo… sólo deseo irme a casa, meterme en la cama y olvidarme de todo esto.
Él ladeó la cabeza y chasqueó la lengua.
—Temo que algunas cosas no desaparecerán siquiera bajo la luz de un nuevo día, menta —le dijo y una vez más la llamó por ese nombre, un apelativo cariñoso que la hacía derretirse.
—Quizás no, pero podré verlas bajo otro tipo de luz —musitó y se apartó finalmente del escaparate. Podría verlo a él bajo otro tipo de luz, pensó y suspiró una vez más.
Estaba allí, mirándola, su proximidad era arrolladora, todo él parecía consumir de repente el espacio entre ellos, atrayéndola como un imán. Su compañera… acababa de decir que era su compañera, el deseo en sus ojos y la obvia prueba en su entrepierna no era precisamente una mentira.
<<Él ni siquiera te recuerda>>, la aguijoneó su conciencia. <<No ha sabido quien eras, no le has interesado…>>. No, no lo había hecho y si ahora lo hacía era única y exclusivamente por ese extraño vínculo del que Jasmine e incluso Lexa le habían hablado.
“Una vez que estás cerca de tu pareja, no puedes huir. El calor, la necesidad de tocar su piel, de sentir su calor y tenerle cerca es más de lo que puedes soportar. Cuando más tiempo pasa, más lo deseas y más rabiosa se hace esa necesidad.”
Empezaba a ver que las mujeres no se equivocaron ni exageraron sus palabras, el hombre que estaba ante ella parecía un felino al acecho y no estaba segura de si podía o quería escapar de él.
—¿Podrías llevarme a casa, por favor? —pidió entonces, sus hombros hundiéndose bajo el peso del agotamiento físico y psicológico de aquella noche—. Imagino que unas pocas horas no cambiarán todo esto.
Él estiró la mano y acarició suavemente la piel de su brazo.
—No, no lo cambiarán —aceptó atrayéndola suavemente contra él—. Sólo lo harán mucho más intenso. ¿Lo entiendes, Mónica?
¿Si lo entendía? Oh, sí.
¿Le gustaba? No, ni un pelo.
Pero, no es como si pudiese hacer algo para evitarlo, había visto la implacable persecución y guerra que Jasmine y Dimitri habían llevado a cabo durante su emparejamiento, ella no era tan fuerte y estaba demasiado cansada.
—Sí, lo entiendo —murmuró y se apartó lentamente de su contacto caminando de vuelta al aparcamiento donde él había dejado su moto—. Pero no esperes encontrar mucha más comprensión en mí hoy, tigre, he agotado mis reservas.