CAPÍTULO 1

Nickolas dejó a su acompañante tras susurrarle al oído una caliente promesa de encontrarse en lo más oscuro de la noche y se dirigió hacia los recién casados. Ellos charlaban animadamente con Dimitri, el hermano del novio y líder de la manada, un hombre al que quería y respetaba como a un hermano. Como su segundo, le conocía muy bien y no podía si no alegrarse ante el cambio que el emparejamiento había obrado en él al igual que se alegraba de que su hermano Markus encontrase finalmente la estabilidad. En cierto modo, Nick podía comprenderlo, él mismo no podía ser más distinto de sus congéneres, si bien su piel de tygrain era la misma, su aspecto humano se alejaba del clásico dorado o castaño que dominaba entre sus hermanos de raza. Donde los demás eran de tez clara, ojos verdes y dorados, Nick era oscuridad bronceada, de pelo negro y ojos de un castaño muy claro. Su rostro poseía un aire travieso y juvenil sólo desmentido bajo el brillo letal de su mirada y la dureza de sus facciones. Si bien no superaba el metro ochenta, siendo uno de los hombres más bajos de su clan, lo compensaba con un cuerpo de puro músculo labrado por el esfuerzo y el trabajo en el campo más que por las horas perdidas en un gimnasio. Él era uno de los solteros más buscados entre las hembras de su especie y cualquier mujer en general, disfrutaba de las oportunidades que se le presentaban huyendo de las ataduras o compromisos; Su libertad era algo que no dejaría por nada.

—¡Y aquí está mi hermanito! —La voz de Dimitri llegó a sus oídos mientras atravesaba el salón para reunirse con ellos—. ¿Cómo llevas tus primeras horas como hombre cazado?

Markus, el recién casado, sonrió y posó la mano sobre su hombro.

—¿Qué has bebido para que se te enrede la lengua de esa manera?

Él negó con la cabeza.

—Chico, cuando digo algo, lo digo bien —aseguró con una sonrisa—. Cazado de “cazar”. Atrapado, el cazador que se convierte en presa, créeme, la diferencia es notable… y ardiente.

Mark arqueó una ceja ante la respuesta de su hermano.

—¿Cuánto has bebido?

—Menos de lo que me gustaría —aseguró al tiempo que palmeaba su espalda y se giraba hacia la mujer vestida de novia—. Lexandra, sé que lo dije en su momento, pero siento la necesidad de volver a darte las gracias por este milagro. Me devolviste a mi hermano y conseguiste meterle en esa cabeza dura suya cual es el lugar al que pertenece; cariño, sólo por eso estoy más que realmente encantado de darte la bienvenida a nuestra familia y a nuestros corazones. Ahora sé buena y hacedme tío pronto…

Las carcajadas se sucedieron entre los hombres haciendo que ella se sonrojase.

—Ahora ya es seguro que has bebido más de la cuenta, Mitia —declaró Nick llegando finalmente a ellos—. ¿Piensas volver a subir a la mesa y dedicarnos un nuevo espectáculo? Sé de buena tinta que todavía hay quien está deseando poder subir el último concierto que ofreciste a la red.

El aludido se echó a reír.

—Diablos, habría jurado que ese eras tú, Nick.

Mark sacudió la cabeza, su brazo alrededor de la cintura de su esposa.

—En realidad, fuisteis los dos en la fiesta de fin de año —les recordó—. Lexa todavía tiene pesadillas con ello.

—Las tengo —corroboró la mujer sonriendo al mismo tiempo.

—Venga, salgamos a la terraza para que te de un poco el aire antes de que tu mujer te vea en este estado —sugirió Nick posando la mano sobre su hombro.

—Ponle la cara en remojo si empieza a cantar.

Nick sonrió de lado.

—La idea me tienta.

—¿Dónde está mi cuñada, ahora que hablamos de ella?

Lexa miró a su marido y le indicó un punto al otro lado del salón dónde su cuñada y otras tres mujeres charlaban animadamente.

—Está con su amiga Mónica y dos de las chicas de Nick.

El hombre alzó una ceja ante la referencia.

—¿Mis chicas?

Lexa le sonrió con fingida inocencia.

—Siempre están colgadas de ti, Nick.

—La pobre chica parece un pez fuera del agua —comentó Mark haciendo una mueca—. Realmente, la entiendo… odio esta clase de fiestas.

Su esposa le apretó el brazo y le sonrió.

—¿Te he dado ya hoy las gracias por acceder a esto? —le preguntó.

Él prácticamente se derritió bajo aquella mirada.

—Sí, caramelo, a cada minuto.

Sonriendo señaló con la cabeza a las mujeres.

—Vamos con ellas, no he tenido tiempo siquiera de darle las gracias a Jasmine por los preciosos arreglos que ha hecho con las flores —dijo y enganchando el brazo de su marido empezó a tirar de él.

—Mantenlas entretenidas durante un ratito —pidió al mismo tiempo Dimitri, quien se replegaba ya junto a Nick—. No quiero dormir en la caseta del perro.

—¿Tenemos perro? —preguntó él frunciendo el ceño.

—Perro no, pero caseta sí.

El gesto de horror y el tono de voz en Dimitri fue suficiente para que todos se echasen a reír. Con un último saludo, ambos se dirigieron a una de las terrazas menos concurridas, las parejas que paseaban o tomaban el fresco saludaron a ambos hombres antes de dejarlos solos.

—Estabas a esto de ponerte a cantar, ¿sabes? —comentó Nick apoyando la espalda contra la balaustrada de piedra—. Mark parecía realmente asustado.

Él sonrió obviamente complacido.

—Al menos no se echó su mujer al hombro para luego huir de todo esto —rió mientras echaba un vistazo a través de las puertas abiertas—. Nunca le gustaron demasiado las fiestas ni las aglomeraciones; y la verdad, es que yo también empiezo a cansarme de todo esto. Jasmine tiene razón, tendremos que empezar a limitarnos a las que sean realmente necesarias.

Asintiendo, Nick paseó la mirada también por el amplio salón.

—Debe ser agradable sentarse de vez en cuando ante un buen fuego y disfrutar simplemente de la compañía de tu esposa.

El tono pensativo en la voz del hombre hizo que Dimitri se girara hacia él.

—¿Quién eres tú y que has hecho con mi administrador?

Él dejó escapar un bufido mitad sonrisa y sacudió la cabeza.

—¿No irás a decirme que ya te has cansado de la admiración y desesperación que provocas en el género femenino?

Su risa fue ahora más clara.

—No estoy preparado para esa clase de estabilidad, Mitia, ni para perder mi libertad —aseguró y casi se estremeció ante el pensamiento—. No sé como lo hace tu mujer, pero apostaría que sería capaz de encontrarte en medio de un estado de fútbol a rebosar con tan solo girarse, será mejor que sonrías, tío.

Él aludido dejó escapar un profundo suspiro cuando su mirada se cruzó con la de su mujer.

—Hoy voy a dormir en la caseta del perro.

—Procura llevarte el abrigo puesto, parece que hará frío.

 

 

 

Mónica empezaba a desear fervientemente tener un arma a mano, las reuniones a las que Jasmine la invitaba no terminaban de acostumbrarla a un mundo que hasta hacía poco más de un año le era por completo desconocido. Tuvo que aparecer Mitia y comenzar una guerra de voluntades con su mejor amiga para que ella se viese arrastrada a un mundo en el que los hombres y las mujeres que hoy llenaban la sala eran algo más que asistentes a una boda.

La mujer se había emparejado con un tigre, un hombre que pertenecía a una antigua y casi extinta raza de cambiantes cuya historia se remontaba atrás en el tiempo, a una época en las que las civilizaciones eran algo más que piedras caídas.

Al principio de la relación de ellos dos, Mónica había tomado al pretendiente de su amiga como un acosador y él incluso se ganó un disparo con un dardo tranquilizante de su parte… No tenía culpa de que nadie le dijese que llevaba varios años trabajando en el zoológico como cuidadora de los felinos, entre otras cosas. Aquel fue un accidente que, para su eterna vergüenza, Dimitri no cesaba de recordarle.

Por fortuna, las cosas entre ellos terminaron bien y hoy se los veía a ambos enamorados y felices, una pareja más que alcanzaba la felicidad.

—Hoy va a dormir en la caseta del perro.

La voz de Jasmine atrajo de nuevo su atención hacia ella; Su mirada estaba clavada en una de las terrazas exteriores.

—Demonios, si el sexo no fuese tan bueno sería allí dónde lo enviaría a dormir.

Las dos mujeres que las acompañaban, dos miembros de aquella asombrosa raza, se rieron.

—Yo me metería con Nick en una caseta si eso me diese acceso a su cama —se rió una curvilínea rubia de piel clara.

—Um… esta noche creo que Roan ya le ha echado la zarpa —chasqueó la otra.

Ella contempló disimuladamente al hombre que acompañaba al marido de su amiga, un increíble espécimen del género masculino con quien comenzó a soñar y tener fantasías desde el instante en que Jasmine se lo presentó casi un año atrás. Nick era el administrador de la propiedad y a juzgar por lo que había visto y oído, un mujeriego incurable… Uno que nunca se interesó realmente en ella.

—Me encantaría verlo emparejado —comentó Jasmine con aire pensativo—. Sería un cambio interesante.

—¡Argg… muérdete la lengua, Jas! —saltó una de las dos tigresas—. Tú ya tienes a Mitia, deja que las demás disfrutemos un poco.

Ella las miró y puso los ojos en blanco sólo para guiñarle un ojo al decir:

—Pues que quieras que te diga, Lizbeth —continuó como si se lo estuviese pensado—, me gustaría ver a Nick emparejado con alguien que le hiciese poner los pies en la tierra.

La confusión en los ojos de Mónica era genuina.

—Si consigues encontrar a alguien así, no dudes en presentársela —le respondió ella sin más.

Jasmine sonrió en respuesta y declaró:

—Juraría que eso fue lo que hice el primer día que puso los pies aquí, tesoro.

El sonrojo cubrió inmediatamente las mejillas de mujer, algo que le ocurría demasiado a menudo, cuando comprendió que se dirigía a ella.

—Menos mal que soñar es gratis —suspiró Lisbeth más para sí misma que para las demás.

—Sip —respondieron todas a un tiempo.

—Por cierto, creo que los chicos irán después al Club Vivank, ¿os apuntáis? —Lisbeth dejó caer la noticia a modo de distracción, esperando que sirviese para cambiar de tema.

—Esta noche no, chicas —negó Jasmine—. Quiero tener unas palabritas con “el jefe”.

Ella miró entonces a la otra mujer.

—Sí, por qué no —aceptó.

—Nica, ¿te apuntas tú también?

El oír el diminutivo que utilizaba solamente la gente más cercana a ella hizo que arqueara una delgada ceja, si bien había salido en alguna que otra vez con Jasmine y con las dos mujeres, no las consideraba precisamente cercanas como para que se diese tanta confianza. En realidad, a menudo tenía la sensación de que sólo la invitaban por Jasmine y por respeto del estatus de la mujer dentro del clan, pero nada más.

—No sé, el lunes tengo que volver a…

—Es viernes, Mónica —le recordó ella con una coqueta sonrisa—. Puedes terminar de revisarlo todo mañana por la tarde o el domingo por la mañana. Sal, diviértete, la mayoría de los presentes irán al club, no creo que nadie quiera quedarse a recoger.

Ella suspiró, no le gustaba ser coaccionada, pero tampoco quería que hablasen a sus espaldas o pensasen que no quería integrarse. Además, ¿qué iba a ganar quedándose? ¿Suspirar por un tío que ni siquiera había dado muestras de notar su existencia?

—De acuerdo —resopló—. Supongo que me vendrá bien cambiar un poco la rutina.

Las dos mujeres asintieron y recuperando sus copas de una mesa auxiliar, las alzaron a modo de brindis.

—Por una noche divertida.

—En todos los sentidos —añadió Jasmine haciéndoles un guiño y alzando a su vez las copas.

Mónica suspiró contra su copa, sólo esperaba no arrepentirse después.

 

 

 

—Um… empiezo a temer en serio que tengas que dormir en la caseta del perro, Mitia —aseguró Nick observando el brindis de las mujeres.

—Yo estaría más preocupado por mi pellejo si fuera tú —le respondió con media sonrisa—. Parece que hay dos hembras que empiezan a afilar las uñas.

Nick chasqueó la lengua y les dio disimuladamente la espalda.

—No gracias —negó echando un último vistazo rápido—. Ya tengo planes para esta noche y las gemelas “rabiosa” y “te castro, cabrón” no entran en mi menú.

Dimitri no pudo evitar echarse a reír con ganas ante el tono y los nombres con las que las etiquetó.

—Bueno, es agradable saber eso ya que hay un plato mucho mejor reservado para ti.

La inesperada aparición de Mint atrajo la atención de los dos hacia la chamán, quien lucía esa tarde un vestido que hacía juego con su pelo violeta. Sus diminutas gafas con cristales verdes no hacían si no resaltar el color de sus ojos.

—Empezaba a preguntarme dónde estarías, Mint —comentó Mitia sonriendo a la mujer.

Ella se encogió de hombros.

—Mientras tú estás de juerga, alguien tiene que trabajar, Mitia —aseguró y se dirigió entonces hacia Nick al tiempo que le tendía un pedazo de papel—. Te habría enviado un “whatsapp”, si supiese lo que es eso y tuviese la seguridad que lo leerías —le soltó la mujer al tiempo que empujaba el papel en el bolsillo superior de su camisa—. Procura no ser tan idiota como lo has sido hasta el momento, ella siempre ha estado más cerca de ti de lo que crees.

Su rostro empezó a perder el color cuando las palabras de la mujer se filtraron en su mente y tomó perfecta conciencia de su significado.

—No, Mint, no puedes estar sugiriendo…

Ella se encogió de hombros.

—Yo no sugiero nada, Nicky, sólo aviso —dijo con absoluta rotundidad—. Espero que te guste el satén, el cuero y los zapatos rojos de tacón… que lo pases bien en Nueva York.

El hombre palideció aún más, las palabras se atascaron en sus labios y sólo pudo balbucear mientras la chamán daba media vuelta y se marchaba tan discretamente como había llegado.

—¿Nueva York?

La voz de Mitia lo hizo girar la cabeza hacia él.

—De acuerdo, tío, no es tan malo como parece, respira —sonrió el hombre, aunque entendía el miedo que veía en su rostro.

—Oh, no… malo no… es mucho peor.

Él se llevó la mano al pecho, el papel parecía quemar dentro del bolsillo como un vivo recordatorio de que las puertas del infierno acaban de abrirse para él.