PRÓLOGO

Las risas de los novios e invitados hacían eco en las primeras horas del atardecer, ésta era la segunda boda que se celebraba en el último año en la mansión Berkley; unos mil acres de terreno situados a las afueras de Charles City, Virginia, en la que se refugiaba el grueso del clan tygrain. Era un motivo más de celebración en unos tiempos en la que la antigua raza de cambiantes se había reducido drásticamente, quedando sólo unos pocos que disfrutaban de la vida al aire libre u ocupando puestos de trabajo en el mundo humano.

Muchos eran todavía los hombres y mujeres del clan sin pareja, pero en el último año la suerte pareció cambiar, aunque algunos hubiesen luchado con uñas y dientes contra el destino que estaba escrito.

Mint no pudo hacer otra cosa que no fuera sonreír al ver a los recién casados intercambiando un tierno beso, la mirada en sus ojos hablaba de amor; algo muy distinto al horror que contenían los ojos azules del novio seis meses atrás. Markus había luchado con la atracción inmediata e irresistible que Lexa provocaba en él, como el único tygrain de piel blanca su vida siempre estuvo abocada al ostracismo, un paria entre los de su misma especie, un tigre solitario que no encontró realmente su lugar hasta el momento en que aquella inocente y decidida humana se cruzó en su camino. Y cuando un tygrain encuentra a su compañera, no existe manera alguna en la que pueda huir de ella.

Para una mujer humana, ignorante del misterioso mundo de una raza de cambiantes, el cambio fue tan grande como inesperado. Ahora, seis meses después de dar comienzo su aventura, la pareja sellaba sus votos ante el altar, mirándose con amor y confianza, dispuestos a arriesgarlo todo por enfrentarse a un futuro juntos.

La reciente unión tanto del jefe del clan, como de su hermano trajo esperanza a la manada, pero también trajo el temor a que apareciese aquella cuyo aroma se haría tan irresistible que los días de soltería quedarían drásticamente recortados.

Los ojos Mint, la chamán del clan, se detuvieron al fin sobre uno de esos renuentes tigres. Nickolas Bast era la mano derecha de Dimitri y administraba la propiedad así como algunos otros asuntos. Era un hombre que disfrutaba de la liberad que su condición felina ofrecía, era un seductor por naturaleza pero cuando la necesitad lo exigía, su carácter alegre y despreocupado quedaba a un lado para dar paso al peligroso tigre leal a los suyos y al hombre que los protegía frente al mundo humano.

Nick era pues, el candidato perfecto…

—Siempre a su lado y siempre invisible —murmuró Mist mientras deslizaba la mirada sobre los asistentes a la fiesta y la bajaba después sobre el pedazo de papel con el que jugueteaba—. Esperemos que el satén y cuero unido a unos zapatos rojos de tacón, capten finalmente la atención de tu tigre, Nicky.