ALEJANDRO MAGNO

A Aristóteles de Estagira, director del Liceo de Atenas

“Mi querido y gran maestro, amado Aristóteles:

Mucho, muchísimo tiempo hace que no os he escrito, pero como sabéis, he estado demasiado ocupado con asuntos bélicos, y cuando avanzábamos por Hircania, Drangiana y Gadrosia, cuando conquistamos Bactriana y adelantamos hacia el Indo, no hubo ni tiempo ni ganas de tomar la pluma. Ahora hace unos meses que estoy de regreso en Susa; pero también tuve preocupaciones hasta más arriba de la cabeza en asuntos de administración, nombramiento de oficiales y en la liquidación de toda clase de intrigas y sublevaciones. Por todo ello, no he tenido ocasión de escribiros algo sobre mí, hasta hoy. Verdad es que, en general, sabréis por las noticias oficiales todo lo acontecido. Pero el respeto que os debo, lo mismo que mi confianza en vuestra influencia en los círculos cultos helénicos, me incitan a abriros mi corazón, como a mi respetado maestro y guía espiritual que sois.”

“Recuerdo cómo, hace ya años — ¡qué lejano me parece!-—, os escribí una loca y entusiasta carta sobre la tumba de Aquiles. Era en vísperas de mi expedición a Persia, y yo juré entonces que me serviría de modelo, para toda mi vida, Aquiles. Soñaba solamente con heroísmos y grandezas. Tenía ya tras de mí la victoria sobre Tracia y pensaba que, si iba con todos mis macedonios y helenos contra Darío, era solamente para cubrirnos de laureles dignos de nuestros antepasados, cantados por el divino Homero. He de deciros que no he quedado en deuda con mi ideal, ni en Queronea, ni en Gránico; pero hoy juzgo de forma muy distinta la importancia política de mis actos de entonces. Una verdad sobria es que nuestra Macedonia, unida más o menos a Grecia, estaba entonces constantemente amenazada por el Norte, por esos bárbaros de Tracia; podían atacarnos en el momento menos pensado, lo que luego hubieran aprovechado los griegos para romper sus compromisos y separarse de Macedonia. En resumen, era necesario dominar a Tracia, para que Macedonia tuviera cubierto su flanco en caso de traición griega. Pura política de necesidad, mi querido Aristóteles; pero todo ello, entonces, no lo entendía vuestro discípulo y se entregaba a sus sueños sobre los hechos de Aquiles.”

‘‘Con la conquista de Tracia nuestra situación cambió. Dominábamos toda la costa occidental del mar Egeo, hasta pasado el Bosforo. Pero nuestro dominio de dicho mar estaba amenazado por el inmenso poder marítimo de los persas; sobre todo, al asentarnos en el Helesponto y el Bosforo nos encontrábamos en una atrevida proximidad de la esfera de dominio persa. Antes o después debía llegar una lucha entre los persas y nosotros, por el dominio del mar Egeo y la navegación libre de los estrechos del Ponto. Por suerte, ataqué primero, antes de que Darío pudiera prepararse. Pensaba yo que iba por las huellas de Aquiles, y que para gloria de Grecia, iba a conquistar una nueva Ilion[5]. En realidad y según veo hoy, se trataba de una necesidad urgente el separar Persia del mar Egeo. Y yo la separé, querido maestro, tan radicalmente que ocupé toda Bitinia, Frigia y Capadocia, saqueé Cilicia y no me detuve hasta Tarsos. Asia Menor era nuestra. No solamente la región del mar Egeo, sino toda la costa Norte del mar Mediterráneo, por tanto, como decimos nosotros, Egipto estaba en nuestras manos.”

“Diréis, mi querido Aristóteles, que entonces ya estaba alcanzada plenamente la meta política y estratégica. o sea, arrojar a Persia de las aguas helénicas. Pero, sin embargo, con la conquista del Asia Menor se creó otra situación. Nuestras nuevas costas podían ser amenazadas por el Sur, desde Fenicia o Egipto. Ellos podrían prestarle ayuda a Persia y material bélico, para que siguiera guerreando contra nosotros. Fue, por tanto, imprescindible ocupar las costas de Tiro y dominar Egipto. Nos convertimos así en señores de todas las costas marítimas y, con ello, creció el peligro de que Darío, apoyado en su rica Mesopotamia, se arrojase sobre Siria y separase así nuestras posiciones en Egipto, de nuestras bases en el Asia Menor. Tenía, pues, que deshacer a Darío costara lo que costase. Lo conseguí en Gaugamela. Como sabrá usted, cayeron en mi poder Babilonia, Susa, Persépolis y Pasargade. Así dominamos el Golfo de Persia; pero para poder defender esta posición contra las posibles expediciones del Norte, fue preciso que nos preparásemos a atacar hacia arriba, contra los medos e hircanos. Ahora nuestro territorio llegaba desde el mar Caspio hasta el golfo de Persia, pero quedaba abierto al Este; entonces avancé con mis macedonios hacia la región de Aria y Drangiana, sometí a Gadrosia y conquisté Aracosia y, al mismo tiempo, ocupé victoriosamente Bactriana. Y para sellar esta victoria militar con un lazo duradero, me casé con Roxana, princesa de los bactrianos. Fue, sencillamente, una necesidad política. Había conquistado para mis macedonios y griegos tanto territorio del Este que, quisiera o no, tenía que ganarme a mis bárbaros súbditos de allí con mi actuación y magnificencia, sin la que esos pobres pastores no saben imaginarse un poderoso gobernante. La verdad es que a mi vieja guardia macedónica le sentó muy mal. Seguramente les pareció que su jefe olvidaba a sus compañeros de armas. Por desgracia, tuve que mandar matar a mi viejo Filotas y a Calistenes. También mi Parmenio perdió la vida. Lo sentí muchísimo, pero no tenía más remedio... No podía hacer peligrar mis próximos pasos con la rebelión de mis macedonios. En aquellos días estaba preparando mi expedición militar a la India. Para que lo sepáis, Gadrosia y Aracosia están cerradas por altas montañas como una fortaleza. Pero para que sean un bastión infranqueable, necesito tierra desde la que sea posible la entrada o la salida a las murallas. Esa tierra estratégica es India, hasta detrás del río Indo. Era militarmente necesario ocupar este territorio y, con él, el puente hasta el otro litoral de la India. Ningún soldado o político responsable podría actuar de otro modo. Pero cuando estábamos ya en el río Ganges, empezaron a quejarse mis macedonios diciendo que no irían adelante por causa del cansancio, las enfermedades y la nostalgia de la patria. Tuve que regresar. Fue un terrible camino para mis veteranos, pero todavía peor para mí. Tenía pensado llegar basta pasado el Golfo de Bengala para ganar en el Este una frontera natural para mi Macedonia, y ahora me veo obligado a dejar esta tarea por algún tiempo.”

"He regresado a Susa. Podía estar satisfecho, ya que he conquistado para mis macedonios y helenos un imperio así. Pero para no tener que confiar solamente en mi agotada gente, incorporé a mi ejército treinta mil persas. Son buenos soldados y los necesito imprescindiblemente para la defensa de las fronteras del Este. Y ya veis, mis viejos soldados están terriblemente amargados por ello. No quieren comprender que el hecho de conquistar para la nación territorios orientales, cien veces mayores que nuestra patria, me convirtió en el gran rey del Este; que tengo que nombrar mis consejeros y oficiales de entre los orientales y rodearme de una corte oriental. Todo esto son, desde luego, necesidades políticas totalmente en interés de la Gran Macedonia. Las circunstancias exigen de mí más y más sacrificios; lo sufro todo sin quejarme, porque pienso en la grandeza y fuerza de mi querida patria. Tengo que conformarme con el bárbaro lujo de mi poder y esplendidez; he tomado por esposas a tres princesas de los reinos del Este... Y ahora, Aristóteles, hasta me he convertido en dios.”

“Sí, mi querido y amado maestro. Me he hecho proclamar dios; mis buenos siervos del Este me adoran y me ofrecen sacrificios. Es una necesidad política, si quiero tener la suficiente autoridad sobre estos pastores de las montañas y criadores de camellos. ¡Qué lejos están ya los tiempos en que me hacíais usar la inteligencia y la lógica! Y, sin embargo, el mismo conocimiento nos enseña a amoldar nuestros recursos a la ignorancia humana. A primera vista, mi carrera puede parecerle fantástica a cualquiera. Pero cuando medito sobre ella ahora, en la tranquilidad de la noche, en mi despacho divino, veo que nunca emprendí nada que no fuera necesario emprender debido a su relación con mis pasos anteriores.”

“Mirad, mi querido maestro, sería en interés de la tranquilidad y el orden, en interés de la cosa pública, que también fuera reconocido como dios en la parte Oeste de mi patria. Eso me dejaría las manos libres aquí en el Este. Si supiera que mis macedonios y helenos aceptaran el principio político de mi absoluta autoridad, podría tranquilamente dedicarme de nuevo a proporcionar a mi patria griega fronteras naturales hasta las costas de China. Así ratificaría para la eternidad el poder y la seguridad de mis macedonios. Como veis, es un plan sensato y sucinto. Ya hace tiempo que dejé de ser aquel joven lleno de fantasía que hizo un juramento en la tumba de Aquiles. Os pido ahora, que como mi sabio amigo y guía filosófico, preparéis una forma aceptable para mis griegos y macedonios, justificando mi proclamación como dios, lo que hago como político y estadista responsable. Dejo a vuestra consideración el decidir si tenéis que cumplir esta tarea como asunto de razón, de patriotismo o de necesidad política.

“Os saluda, mi querido Aristóteles, vuestro

Alejandro.”

Año 1937