Capítulo 4

De Nuevos descubrimientos del espacio, de Ralph Quarry:

«... Sir Julian Hove copió aparentemente su actitud de los exploradores del último Renacimiento. A punto de volver a la Tierra, los miembros de las tripulaciones de sus naves se impusieron la estricta regla de la discreción y el secreto. No obstante, se conocieron algunos detalles. Sir Julian era, para usar el término más adecuado, lo que se dice un ordenancista al estilo militar. Hombre totalmente desprovisto del sentido del humor, hablaba sin despegar los labios, con ojos fríos e inexpresivos por completo, con los cabellos peinados a diario con la misma raya y los mismos mechones que el día anterior, fotográficamente exactos. Aunque ya no se estilaba el asistir a la mesa vestido de etiqueta, ciertas de sus reglas imponían un tono casi igual. Se evitó el uso del nombre de pila, se cambiaban saludos al principio y al final de cada guardia, a pesar de que en conjunto todo el personal era civil. A los técnicos cuyas especialidades no implicaban una formación científica, se les prohibió poner el pie en aquellos fascinantes nuevos mundos, orden que estuvo a punto de producir un motín en regla que pudo evitar el segundo en el mando, Howard Coke, al suavizar las órdenes.

»El Grupo de Rígel es el más fabuloso descubrimiento de Sir Julian, nada menos que veintiséis magníficos planetas, la mayor parte de ellos no solamente habitables, sino saludables para la vida humana, aunque sólo dos de ellos mostraran formas de vida autóctona casi inteligente... Sir Julian, ejerciendo sus prerrogativas, bautizó a los planetas con nombres de héroes de la infancia: Lord Kitchrier, William Gladstone, Archbishop Rollo Gote, Edythe MacDevott, Rudyard Kipling, Thomas Carlyle, William Kircurdbright, Samuel B. Gorshman, Sir Robert Pell y así por el estilo.

»Pero Sir Julian fue despojado de tal privilegio de la forma más inesperada. Telegrafió con anticipación las noticias de su regreso a la Estación Espacial de Maudley, junto con una descripción del Grupo y los nombres otorgados a los componentes de tan magnífico grupo planetario. Pero la lista pasó por las manos de un oscuro oficinista, el joven Roger Pilgham, que rechazó con disgusto las denominaciones de Sir Julian. A cada uno de tales planetas le asignó una letra del alfabeto y como consecuencia los nombres fueron Alphanor, Barleycorn, Chrysanthe, Diogenes, Elfiand, Fiame, Goshen, Hardacres, Image, Jezebel, Krokinole, Lionnesse, Madagascar, Nowhere, Oliphane, Pilgham, Quinine, Raratonga, Sornewhere, Tantamount, Unicorn, Valisande, Walpurgis, Xion, Ys y Zacaranda, nombres derivados de la leyenda, el mito, el romance y de su imaginación. Uno de aquellos mundos estaba acompañado por un satélite, descrito en el despacho telegráfico de Sir Julian como "un fragmento excéntrico, giratorio, de singular formación, compuesto de piedra pómez condrítica".

»La prensa recibió y publicó la lista, conociéndose inmediatamente los planetas del Grupo de Rígel, aunque las amistades de Sir Julian hicieron cábalas sobre la repentina extravagancia de su imaginación. ¿Y qué explicar sobre el nombre Pilgham? Seguro que Sir Julian, a su regreso, explicaría convenientemente el nombre en cuestión.

»El empleado, Roger Pilgham, que en aquel momento salió de la oscuridad en que vivía, volvió pronto a su vida anónima anterior, y no se recuerda que Sir Julian hiciera nada por evitarlo.

»Por supuesto, su regreso fue triunfal y a su debido tiempo usó la frase "lo más impresionante, quizá, son las Montañas New Grampian del Continente norte de Lord Bullwer-Lytton". Un miembro de la audiencia preguntó cortésmente el paradero de Lord Bullwer-Lytton y se descubrió la sustitución.

»La reacción de Sir Julian ante el hecho del cambio de los nombres fue de una extraordinaria furia. El funcionario volvió a su aislamiento y Sir Julian tomó nuevos bríos para volver a la primitiva denominación; pero el daño ya estaba hecho. La temeraria acción de Pilgham captó la fantasía del público, y la terminología de Sir Julian fue olvidándose poco a poco de la memoria de las gentes.»

Del Manual Popular de los Planetas, 303ª edición (1292):

«Alphanor: planeta considerado como el centro administrativo y cultural del Grupo de Rígel. Es el octavo en orden orbital.

Diámetro: catorce mil kilómetros. Masa: 1.02.

Duración media del día: 29 horas, 16 minutos, 29,4 segundos.

»Observaciones generales: Alphanor es un mundo prácticamente rodeado de aguas oceánicas, con un clima tonificante. Los mares ocupan las tres cuartas partes de la superficie total, incluyendo los casquetes polares. La masa de tierra está dividida en siete continentes próximos: Frigia, Umbría, Lusitania, Escitia, Etruria, Lidia y Licia, con una configuración que recuerda los pétalos de una flor. Existen incontables islas.

»La vida autóctona es compleja y vigorosa. La flora del planeta no puede compararse en forma alguna con la de la Tierra, que necesita ser atendida y alimentada. La fauna es también muy compleja y, en ocasiones, activamente salvaje, citándose como ejemplos el inteligente hircano mayor de la alta Frigia y la anguila invisible del Océano Taumatúrgico.

»La estructura política de Alphanor es una democracia piramidal, simple en la teoría e intrincada en la práctica. Los continentes están divididos en provincias, y éstas en prefecturas, distritos y zonas; estas últimas comprenden núcleos de población de cinco mil personas. Cada comité de zona envía un representante al Consejo del Distrito, quien elige un delegado para la Dieta Prefectural. Esta, a su vez, envía un delegado al Congreso Provincial, que igualmente procede en igual forma respecto al Parlamento Continental. Cada Parlamento elige siete rectores para el Gran Consejo de Avente, en la provincia del mar de Umbría, el cual vota un Presidente.»

Del prefacio a Los pueblos del Grupo, de Strick y Chernitz:

«Las poblaciones del Grupo se hallaban muy lejos de formar un todo homogéneo. Durante las migraciones de la Tierra, los grupos raciales tendieron a ir formando el suyo propio, y en la nueva situación, bajo la influencia de mezclas de sangre y de pautas de conducta, tales grupos se especializaron todavía más... El pueblo de Alphanor es en general de piel blanca, cabellos oscuros y estatura mediana, aunque un paseo de una hora por la Gran Explanada de Avente mostrará al observador todos los tipos imaginables de ser humano.

»La psicología de Alphanor es todavía mucho más difícil de describir. Cada mundo habitado es diferente en sus peculiaridades y, —aunque las diferencias son reales y distintas, es difícil mostrarlas sin explicarlas, ya que las contradicciones de tipo regional y las diferencias que ello comporta no permiten la generalización planetaria.»

Rígel aparecía en el cielo como un punto blancoazulado hacia el cual parecían volar las demás estrellas de su entorno en el vuelo cósmico que realizaba Gersen. Este poco tenía que hacer, sino contemplar su destino, luchar con la tensión interior, especular con las probables intenciones de Attel Malagate y formular su propio juego de respuestas. El primer problema era: ¿Dónde desembarcar? Ciento ochenta y tres espaciopuertos, en veintidós de los veintiséis mundos del Grupo de Rígel, estaban abiertos a su uso legal, lo mismo que sus ilimitados espacios desérticos y tierra abandonada le brindaban la elección de arriesgar un arresto por violación de las leyes de cuarentena.

¿Hasta qué punto desearía Malagate obtener el monitor de Teehalt? ¿Dispondría de una vigilancia adecuada en todos los espaciopuertos? Teóricamente, esto era algo que podría hacerse, sobornando a los oficiales. El sistema más barato y seguramente el más efectivo sería el de ofrecer una alta recompensa a quien diese cuenta de la llegada de Gersen. Éste, por supuesto, podía elegir el establecerse en otro sistema solar. No sería nada fácil tener que montar una guardia en cada espaciopuerto de todo el Oikumene.

Pero el propósito de Gersen no era el de esconderse. En la inmediata fase del proceso que seguía tendría que mostrarse abiertamente y empezar por la identificación de Malagate, para lo cual emplearía dos métodos: o bien ir en busca del registro del monitor, o esperar la aproximación de algún agente de la organización de Malagate, por el cual deducir la fuerza y el nervio que se escondía tras él. Malagate daría por seguro el intento de Gersen para investigar lo relativo al monitor y tendría que concentrar su vigilancia en el espaciopuerto de Kindune, que servía a Sansontiana.

Sin embargo, y por una serie de razones indefinidas, Gersen decidió descender sobre el Gran Espaciopuerto Internacional de Avente. Desde allí, y en órbita baja sobre el mar, se aproximó hasta Alphanor, disponiendo el piloto automático para el aterrizaje. La nave obedeció en el acto y descendió lentamente con el tronar de los retrocohetes sobre el terreno rojizo y requemado de Alphanor. Los reactores enmudecieron y se produjo el silencio. Automáticamente, la válvula de equilibrio de la presión comenzó a silbar.

Los oficiales del espaciopuerto se acercaron en un vehículo. Gersen respondió a las preguntas habituales, se sometió a la inspección médica y recibió, finalmente, un permiso de entrada. Los oficiales partieron y una grúa gigante trasladó el aparato hasta la línea de aparcamiento en uno de los lados del campo.

Gersen descendió de su 9-13 con la sensación de hallarse expuesto y vulnerable. Comenzó a desmontar el monitor, cuidándose de mirar en todas direcciones con la máxima prudencia.

Y, como de forma puramente casual, aparecieron dos hombres en el aparcamiento de las naves espaciales. Gersen reconoció en el acto a uno de ellos. Era el sarkoy que había acompañado a Hildemar Dasce en el Refugio de Smade. Conforme se aproximaban, Gersen procuró no perder un solo movimiento, sin plantarles cara. El sarkoy vestía un modesto traje gris oscuro con hombreras bordadas en ópalos; su compañero, un individuo delgado y de ojos saltarines blancogrisáceos, un mono de mecánico de color azul. Los dos se detuvieron a pocos pasos de Gersen, como si le observasen de manera casual. Gersen, tras una mirada de reojo, trató de ignorarles, aunque sentía cómo le latía el pulso precipitadamente. El sarkoy murmuró algo a su compañero y se aproximó algo mas.

—Creo que nos he os visto antes —dijo con voz suave y sardónica.

—Perdone, su nombre me es desconocido.

—Me llamo Suthiro, Sivij Suthiro.

Gersen le miró de arriba a abajo, viendo ante él a un hombre de talla mediana con la curiosa y achatada cabeza del sarkoy de las estepas2. El rostro era más ancho que alto. Los ojos de Suthiro tenían un aspecto suave y de color verde oliva, la nariz chata y la boca grande, de labios carnosos, un rostro conformado por más de mil años de especialización en su propia raza. Gersen no pudo detectar el «soplo de la muerte» que, según se decía, acompañaba a tales asesinos, que acortaba sus vidas, ni la piel de tonalidad amarillenta, ni los cabellos rígidos. La piel de Suthiro era de un marfil pálido y sus cabellos tenían un negro lustroso y llevaba tatuada en la mejilla derecha la pequeña cruz de Malta de los atamanes sarkoy.

—Perdone, Scop Suthiro. No recuerdo la ocasión que menciona.

—Ah... —Y los ojos de Suthiro se dilataron ante la mención honorífica de su interlocutor—. Con que ha visitado Sarkovy. Mi querida tierra verde de Sarkovy, con sus estepas sin fin y sus alegres fiestas...

—Alegres hasta que termina el «harikap». Y después ¿a quiénes torturan?

Suthiro, individuo de una raza inmune a los insultos, no pareció ofenderse.

—Bah, no hable usted así... Ya veo que conoce bien mi planeta.

—Bastante bien. Quizá me recuerde de Sarkovy.

—No —respondió Suthiro con gesto retorcido—. Ha sido en otra parte, y no hace mucho.

Gersen sacudió la cabeza.

—Imposible. Acabo de llegar de Más Allá.

—Exactamente. Nos encontramos en Más Allá, en el Refugio Smade.

—Es cierto.

—Sí. En unión de otros, fui allí a reunirme con mi amigo Lugo Teehalt y después, con la confusión, Lugo salió del planeta llevándose la nave de usted. Supongo que se habrá dado cuenta, como es lógico.

Gersen rió.

—Si Teehalt tiene alguna reclamación o excusa que darme, espero que venga a buscarme.

—Ésa es precisamente la cuestión —dijo Suthiro—. Lugo me envía para que lleguemos a un arreglo. Ruega que perdone su error y desea solamente que yo recobre el monitor.

—Lo siento, es algo que no le pienso dar.

—¿No? —Y Suthiro avanzó más todavía—. Lugo ofrece mil UCL3 para indemnizarle por el error cometido.

—Yo los acepto agradecido. Deme ese dinero.

—¿Y el monitor?

—Lo devolveré cuando venga él a recogerlo.

El individuo que acompañaba a Suthiro dejó escapar un irritado chasquido de impaciencia; pero Suthiro le hizo un gesto de calma.

—Eso no es factible. Usted tendrá su dinero; pero a cambio me entregará el monitor.

—No veo razón alguna para que haya de entregarlo a usted. Lugo Teehalt es quien cuenta en este asunto. Sólo se lo entregaré a él como dueño. Y yo soy la segunda parte principal en este asunto. Es perfectamente legal que usted me entregue ese dinero. A menos que desconfíe de mi honradez.

—En absoluto, puesto que no tenemos el propósito de obligarle a que lo pruebe. Le proponemos, de hecho, que nos entregue el monitor en este preciso momento.

—Creo que no —respondió Gersen—. Tengo la intención de quedarme con el archivo.

—¡Eso está totalmente fuera de discusión! —advirtió Suthiro.

—Bien, trate de impedírmelo.

Y Gersen se volvió hacia su trabajo, rompiendo los precintos de la caja que encerraba el monitor.

Suthiro observaba tranquilamente. Hizo una señal al individuo de rostro alargado que le acompañaba, que se hizo atrás.

—En este momento podría paralizarle de tal modo que se quedaría convertido en una estatua de mármol. —Y miró por encima del hombro al otro tipo, que asintió con un gesto—. Puedo provocarle ahora mismo un espasmo cardiaco —continuó, mostrando un arma que llevaba en la mano—, una hemorragia cerebral, o una convulsión del intestino delgado, lo que usted prefiera.

Gersen dejó de trabajar y exhaló un hondo suspiro.

—Bien, sus argumentos son realmente impresionantes. Págueme cinco mil UCL.

—No necesito pagarle nada. Pero aquí están los mil de que le hablé antes.

Alargó a Gersen un manojo de billetes, y después hizo una señal al otro individuo, que se adelantó, tomó las herramientas de las manos de Gersen y con la mayor habilidad sacó el monitor. Gersen contó el dinero y se apartó. Los dos individuos dejaron caer el monitor en un saco de mano y se marcharon sin más palabras. Era el monitor que Gersen había comprado e instalado en Euville por cuatrocientos UCL. El monitor de Teehalt se hallaba a buen recaudo en el interior de la nave.

Gersen se introdujo en el 9-13 y cerró la compuerta. El tiempo se hacía importante ahora. Suthiro necesitaría al menos diez minutos para comunicar el éxito de su encargo, bien fuese a Dasce o al propio Malagate. Los mensajes irían de uno a otro de los espaciopuertos del Grupo, y la alerta cesaría. Si Gersen tenía un poco de suerte, Malagate no recibiría el monitor hasta pasadas varias horas, o incluso días, según las circunstancias. Pasaría algún tiempo antes de que se descubriese el engaño y la organización de Malagate volviera a la carga. El siguiente punto de atención sería, sin duda alguna, la Compañía de Instrumentos de Precisión de Sansontiana, en Oliphane.

Pero Gersen no tenía tiempo que perder. Sin más vacilaciones puso en marcha la astronave y se elevó en el cielo azul de Alphanor.