19. Reencuentros

Recostada sobre los cómodos almohadones de su cama, Debby abrió los ojos lentamente, para encontrarse con los de Matt que, tumbado a su lado, la miraba sonriente:

—¿Cómo te encuentras?

—Bien, gracias. ¿Cuánto tiempo hace que duermo?

—Casi todo el día.

—¿Has dormido aquí, conmigo?

—Sí. Técnicamente tu tía me dijo que te vigilara. Al principio me puse en el sillón, pero era muy incómodo y pensé que no te importaría…

—Me parece bien —aceptó Debby con una sonrisa—. Me gusta despertarme contigo.

—Sí, y eso me recuerda que nuestra relación es muy extraña.

—¿Por qué perseguimos hechiceras?

—No, porque ya he dormido dos veces contigo y ni si quiera te he besado.

Debby sintió su corazón latir apresurado y corroboró:

—Eso es cierto…

—Entonces, ¿no crees que deberíamos ponerle remedio?

—No lo sé —respondió Debby con los ojos bajos, coquetamente—. Si te atreves a besar a una bruja…

Matt la miró y mientras deslizaba su mano hasta la cintura de ella, posó sus labios sobre los suyos para darle el apasionado beso que tanto tiempo había estado esperando.

Debby y Matt llevaba largo tiempo besándose y abrazándose cuando un golpe quedo en la puerta les sorprendió y Matt no pudo dejar de preguntar:

—¿Por qué siempre nos interrumpen?

Debby rio por toda respuesta y Matt se separó un poco de ella. Jimmy y Lucy entraron, cogidos de la mano, y esta última se abalanzó sobre su amiga al grito de:

—¡Estás bien!

—Sí, y veo que tú también.

Lucy le sonrió dulcemente y Jimmy comentó:

—Ya hemos arreglado todo. Lucy creía que yo estaba con otra chica, aunque en realidad escondía que me había unido a la Hermandad de la Luz.

—Sí, ahora mi novio y mi mejor amiga son brujos…

—Será muy divertido veros a todos en la universidad…

La voz de Huck se dejó oír en la puerta, que habían dejado abierta. Miró feliz a su amigo y su novia, pero no pudo evitar sentir un ramalazo de celos al ver a Matt sentado en la cama junto a Debby. Con voz seria comentó:

—Solo quería avisaros de que vuestra tía ha preparado la cena, si os encontráis bien para bajar, claro.

—Por supuesto —agradeció Debby.

Matt se levantó la cama y comentó:

—Te espero abajo.

—Te acompaño. ¿Vienes, Lucy?

—Me quedo con Debby, así la ayudo a vestirse.

Cuando los chicos se hubieron marchado, Lucy retomó el semblante serio de los últimos días y le preguntó:

—¿Podrás perdonarme?

—¿De qué estás hablando?

—Fui débil, por eso la hechicera pudo adueñarse de mi espíritu. Y lo siento mucho.

—No fue culpa tuya, mi tía y yo somos brujas, o al menos eso parece. Eso nos da una fuerza mayor.

—Ojalá yo también lo fuera.

—Lo cierto, Lucy, es que aún no tengo muy claro que quiera esos poderes. Ese chico de la Hermandad dijo que yo no los tenía activados, y de momento, no tengo mayor interés en hacerlo. Así que seguimos siendo hermanas humanas y sin poderes.

—Te he echado de menos, Debby.

—Yo también.

Y, de nuevo, se abrazaron igual que habían hecho en el establo, pero esta vez Debby sabía que duraría para siempre.