12. Secretos

Debby había seguido dócilmente a su tía hasta la biblioteca, demasiado agotada para discutir. Sobre el sillón de la biblioteca aún permanecía abierto el libro que antes había estado ojeando. Lo apoyó en una mesa cercana y se sentó, a la espera de oír todo cuánto su tía tenía que decir. Esta se colocó cerca de Debby y, procurando parecer calmada, comenzó a hablar:

—Quizás debería haberte explicado todo esto antes, no alejarte de mí, pero una parte de mí quería creer que era posible que tú vivieras ajena a todo esto. Me equivoqué, y te pido disculpas por ello. Con mi silencio he puesto en peligro la vida de tu amiga.

—¿De qué estás hablando?

lady Angélica se levantó, nerviosa, intentando encontrar las palabras más adecuadas.

—Existe una antigua leyenda en el valle, Matt te ha hablado de ella. Había otras muchas, todas ellas forjadas en una época tan alejada y diferente al mundo actual que han sido desterradas por aquellas mentes que se consideran «modernas y racionales». Y sin embargo, es necesario que comprendas que hechos que ahora te parecen inverosímiles ocurrieron en verdad en siglos pasados. Y también que la auténtica magia no es un producto de la imaginación de ciertos novelistas, sino que fue una práctica existente y hegemónica en una época oscura. Y una de sus representantes, cuya figura está grabada en el aldabón de la puerta, es la malvada hechicera que quemó nuestro antepasado y que ahora pugna por dominar a Lucy. Cada vez que consigue dominar a alguien, su espíritu alarga su estancia en este mundo. Así generación tras generación.

—¡No es posible!

—Pero es cierto. Debby, tú misma has visto actuar a Lucy. Y su efecto sobre ese niño.

—¡Lucy jamás haría daño a nadie!

—No la Lucy que tú conoces. Lucinda, la reencarnación de esa perversa hechicera, es la que ha enfermado a Tommy.

—Pero ahora él se ha salvado…

—Ha sido obra de Lucy. Tienes que intentar comprenderlo —insistió lady Angélica con paciencia—. En el interior de esa chica se está librando una batalla entre el bien y el mal. De su fuerza de voluntad depende su salvación.

—Pero si la alejo de aquí, Lucy se recobrará —protestó Debby casi suplicando.

—No, no se salvará. Lo intentamos con tu madre y no funcionó. Nuestra madre supo en cuánto nació que no resistiría, y la mandó a vivir fuera. Mas llegado el momento de nada sirvió la distancia. El espíritu maligno de aquella hechicera se apoderó de mi pobre hermana y la destruyó. Es como una herencia genética de la que no se puede huir.

—¿A mi madre? Creí que había muerto poco después de darme a luz.

—Así fue, pero no fue por las complicaciones del parto. La hechicera llevaba años luchando por hacerse con ella. Aprovechó el mayor momento de debilidad de tu madre para hacerlo, y por ello la mató. Yo estaba allí, pero no pude hacer nada, salvo protegerte a ti, al menos durante unos años. Cuando me explicaste que estabas teniendo aquellos sueños, supe que te estaba atacando. Por suerte, eres como yo, muy fuerte, y por ello no ha podido apoderarse de ti como tampoco lo hizo conmigo.

—¿Eso significa que se le puede vencer?

—Nosotras no la hemos vencido, solo encontramos la manera de resistir a ella. Pero si bajáramos la guardia, si tuviéramos un momento de debilidad, podría hacerse con nosotras.

—Por eso me alejaste de aquí…

—Sabía que no había funcionado con tu madre, pero quería que tuvieras la posibilidad de tener una vida normal.

—Un momento —la interrumpió Debby—. Lucy no es de la familia. No debería haberle afectado.

lady Angélica se mesó los cabellos y después contestó:

—No, no lo es. Y eso me aterra. Ese espíritu maligno y destructivo debe de estar muy fuerte para poder influir en personas ajenas a la familia. —Y conteniendo la respiración añadió:

—¿Te imaginas lo que eso significa?

—¿Hasta dónde alcanza su poder? —preguntó Debby, trémula.

—No lo sé. Desde el día que llegasteis no he parado de buscar en mis libros una solución. Y ya queda poco tiempo.

—¿Qué quieres decir?

—He visto el rostro de Lucy. Sus fuerzas se debilitan.

Debby se pasó la mano por los ojos llorosos. Un nudo le apretaba la garganta y tenía la sensación de estar viviendo una pesadilla horrible que no tenía final. Después de un momento de silencio murmuró:

—Tiene que haber una solución.

lady Angélica se levantó y señalando los numerosos estantes dijo con voz solemne:

—Estoy segura de que hay una manera de derrotarla. Y se encuentra en algún libro de esta biblioteca.

—Entonces los revisaremos todos.

—Son cientos los que hay.

—No importa. Lucy está en peligro —afirmó Debby con vehemencia.

—No lo entiendes. Se necesita mucho tiempo para examinar todo este material. Y estoy segura de que Lucy no dispone de él.

—Nosotros os ayudaremos.

La voz de Matt se dejó oír detrás de ella. Lady Angélica y Debby se giraron asustadas, advirtiendo que se habían olvidado de cerrar la puerta de la biblioteca. Matt entró, seguido de un hombre muy parecido a él.

—¡Peter! —exclamó lady Angélica—. ¿Qué haces tú aquí?

El hombre la miró, entre preocupado y aliviado al mismo tiempo. Con una voz amable, muy similar a la de Matt, contestó:

—En cuanto me enteré que la tía de Matt le había enviado con toda esa historia de Tommy, vine a disculparme, en persona, por haberos molestaros. Como suponía, estaba en los establos, y él también estuvo de acuerdo en venir a pediros disculpas, a las dos. No queríamos ser maleducados escuchando detrás de la puerta, simplemente veníamos por el pasillo y…

—Nos escuchasteis —musitó lady Angélica, visiblemente afectada. Durante años, se había mantenido alejada de todo y de todos por preservar el secreto, pero ahora la verdad salía a la luz a una velocidad que no sabía si podía asumir.

Peter advirtió su preocupación, y se acercó a ella con una familiaridad que sorprendió a Debby y Matt. Le tomó de la mano y le dijo:

—Esto aclara muchas cosas, aunque estoy seguro de que todos tenemos muchas preguntas. Sabía de esa leyenda, pero nunca supuse que sería real. Debí imaginar que por ello…

—No es momento de hablar de aquello ahora —le indicó lady Angélica, señalando con la mirada a los chicos—. Tenemos que centrarnos en Lucy.

—¿Cómo podemos ayudarla? —preguntó Matt—. Yo también le pido disculpas por escuchar a escondidas, pero me alegro de haberlo hecho. Durante todo este tiempo he estado pensando que Lucy estaba loca, ahora me avergüenzo de no haber sido más paciente con ella.

—No digas eso, además, no podías saberlo, nadie podía. Es lo malo de los secretos, que siempre hacen sufrir a demasiada gente.

Debby advirtió el gesto de dolor de su tía y tomándola de la mano le dijo:

—No importa lo que haya pasado hasta ahora, ya hablaremos de ello en otro momento. Pero ahora necesitamos que nos digas cómo salvar a Lucy.

—No lo sé, estoy confundida.

Debby se llevó las manos a la cabeza y con voz cansada añadió:

—Tía, no puedo creer que no exista esperanza. No quiero pensar que Lucy esté vencida. Simplemente no puedo creerlo.

lady Angélica paseó unos minutos en silencio por la habitación y después, como si estuviera iluminada por una visión, comenzó a hablar:

—Recuerdo un libro verde de letras doradas. Pertenecía a mi abuela y jamás me lo había dejado ver. Una tarde en la que me encontraba sola en casa entré en su habitación y lo cogí. Apenas tocarlo desapareció. Horas después mi abuela me mandó llamar. Estaba sentada en ese mismo sillón que tú estás ahora, y en sus ojos brillaba un extraño sentimiento de melancolía. Con voz cansada me dijo que en las páginas del libro desaparecido se hallaba la manera de librarse del maleficio. Le rogué que me la explicara y ella me contestó que se había borrado de la faz de la tierra y de su mente. Más que llegado el momento podría invocar su nombre y a aquel libro en el que estaba escrita nuestra posible salvación volvería a mí. Había olvidado sus palabras, pero ahora algo me dice que ha llegado el momento de solicitar su ayuda.

lady Angélica acarició el rostro de su sobrina, que la miraba atónita y añadió:

—Sube al cuarto de Lucy y ocúpate de ella.

—La señora Brotter está con ella —insistió Debby—. Y yo quiero ayudarte.

—Debby, hay algo que todavía ignoras: todo el servicio de esta casa, Angus, la señora Brotter, la señora Kers y las doncellas, no tienen existencia real.

—¿Qué no tienen qué? —preguntaron al unísono Debby, Matt y su padre.

—Existencia real. Forman parte del hechizo. Habitan esta mansión desde hace siglo, y así se quedarán mientras la hechicera mantenga vivas sus fuerzas.

—Pero yo he hablado con ellos y, aunque algo anticuados, actúan como seres humanos. Incluso tomé de la mano a la señora Kers por accidente en la cocina, y no me pareció un espíritu.

—Lo mismo digo —añadió Matt—. Y la señora Brotter parecía muy real en sus riñas.

—No me habéis entendido, no es que sean espíritus, sino que con la maldición adoptaron una especie de inmortalidad. Mientras la hechicera sigue viva, ellos también, pero de un modo horrible. Aunque todos se han acostumbrado a ello, no pueden salir de los terrenos que rodean la mansión, tampoco pueden tener una vida plena porque nunca saben cuándo va a terminarse la suya.

—¿Y nadie del pueblo se ha dado cuenta de ello en el pueblo en todo este tiempo? —preguntó Matt intrigado.

—No dejamos que nadie del mundo exterior entre en la mansión más allá de la cocina o el vestíbulo, y su existencia es un secreto para casi todo el mundo. Hicimos una excepción contigo, Matt, pero en cuánto hubieran pasado los suficientes años como para que te dieras cuenta de que no envejecían, hubiéramos vetado tu acceso aquí.

—Encerrados por siempre en esta casa… Me dan mucha pena —comentó Debby.

—Sí, y además, todos ellos arrastran la pérdida de todos sus seres queridos, de todas las mujeres que han fallecido a causa de la maldición —añadió lady Angélica.

—Por eso la señora Brotter era tan protectora y me trataba como a una chica del siglo pasado —comentó Debby.

—Así es, me temo que mi querida ama de llaves jamás se ha acostumbrado a los tiempos modernos. Y por ello está tan preocupada por Lucy, y no se sentía ofendida por sus comentarios. Pero, querida, nadie del servicio puede intervenir para ayudar directamente a Lucy, eso también es a causa de la maldición. Por ello, es mejor que no te separes de ella.

—¿Puedo acompañarla? A mí también me gustaría cuidar de Lucy.

—Matt, tú y tu padre deberíais iros. No tenemos derecho a cargaros con nuestros problemas familiares.

—Angélica, a lo que no tienes derecho es a impedirnos que te ayudemos. Haremos lo posible por ayudar a esa chica. Mientras ellos la cuidan, yo puedo ayudarte a buscar ese libro. Por favor, no me alejes. Sé que crees que intentando mantenernos alejados nos proteges, pero Matt y yo tenemos derecho a escoger lo que queremos hacer.

—Pero esta maldición es una carga que solo yo debía soportar, ya es bastante malo que Debby y su amiga estén involucradas.

—Pero tú misma has dicho que solo afecta a las mujeres, ¿me equivoco? —insistió Peter.

—No, por supuesto que solo nos afecta a nosotras. De lo contrario nunca hubiera puesto en peligro a tu hijo dejándole estar cerca de la casa.

—¿Es por ese motivo que nunca recibe visitas, lady Angélica?

lady Angélica se estremeció al oír hablar a Matt, y este se apresuró a decir:

—Oh, lo siento, no quería ser descortés.

Ella le miró apenada, y luego posó la mirada en Peter mientras decía:

—Varón o mujer, nunca he querido que nadie comparta conmigo esta pesada carga, este dolor que nunca se acaba. Por ello he alejado a todas las personas que me importaban, y ahora que veo a Lucy así, lamento no haberlo continuado haciendo.

—Tía, lo hiciste por mi bien, porque la hechicera me estaba acechando… Pero ahora estoy aquí y quiero que cuentes conmigo.

—Y con nosotros, Angélica.

—¿No tenéis miedo?

—Yo sí —confesó Matt—. Pero quiero ayudar. Si Lucy fue la que salvó a Tommy, quiere decir que aún podemos hacer algo por ella. Además, no pienso dejar sola a Debby, por si acaso esa hechicera decide atacarla.

A pesar de la situación, Debby no pudo evitar sonreír ante la preocupación de Matt por ella, y su instinto protector. Su tía miró a Peter:

—Estoy con Matt, yo tampoco voy a dejaros.

lady Angélica sonrió a ambos y comentó:

—Está bien, quedaos. Debby, ve con Matt, y avísame si Lucy empeora. Peter, puedes ayudarme a buscar ese libro, aunque te advierto que quizás tenga que invocar a un espíritu para ello.

—Me quedaré, con espíritu o sin él.

Debby les miró asombrada y mientras se llevaba las manos a la cabeza musitó:

—Todo esto es increíble.

Y, vencida por las circunstancias, salió de la habitación seguida por Matt, que intentaba asimilar lo que estaba escuchando, a la vez que intentaba entender de donde salía la familiaridad de su padre con lady Angélica. No consiguió ninguna de las dos cosas.