16. Luchas
Apenas habían pasado unos segundos, cuando una mano se posó amable sobre la espalda de Debby. Esta se giró y gritó:
—¡Señora Brotter!
—Hemos velado a su amiga, pero no podemos hacer nada por ella.
Debby volvió a mirar a Lucy. Esta se hallaba estirada sobre una tumba, con los ojos vidriados y el rostro pálido y desencajado. Pero ahora ya no parecía muerta, al contrario, estaba sumida en un baile febril y se retorcía entre gritos por los ataques de unas manos invisibles que pugnaban por extraerle la conciencia.
Jimmy y Huck se levantaron corriendo y Debby gritó:
—¡Tengo que ayudarla!
—Si interviene ahora la matará. Cualquiera de ustedes. Nadie debe tocarla.
—La señora Brotter tiene razón —corroboró una voz a sus espaldas.
—¡Tía Angélica! ¿Qué te ha sucedido?
lady Angélica se apoyó en el brazo de Peter, que estaba a su lado, y mostró un libro a su sobrina.
—Ha aparecido.
Los chicos suspiraron aliviados. No importaba cómo lo hubiera conseguido. Estaba allí y eso significaba la salvación de Lucy.
—¿Qué tenemos que hacer? —le interrogó Debby.
lady Angélica desvió la mirada y contestó:
—No podemos hacer nada.
—¿Por qué desvías la mirada?, ¿qué me ocultas, tía? —inquirió la muchacha.
—Nada —repitió la mujer.
Pero ante la mirada suplicante de Debby añadió:
—Hay una manera. Una manera tan cruel como lo es este hechizo.
—Quiero saberlo —repitió Debby, sujetando firmemente la mano de Matt.
—Lucy puede salvarse si un espíritu muy cercano a ella le transmite su fuerza. Pero si la fuerza de esa persona no es suficiente, ese espíritu maligno también se apoderará de ella y acabará con su vida.
—No me importa el riesgo, lo haré —afirmó Debby.
—No Debby, lo haré yo. Soy su novio —le aclaró Jimmy a lady Angélica.
—Lo sé querido, aunque nunca pude imaginar que serías un brujo.
—¿Cómo lo sabe?
—Es una bruja de primer nivel, capta nuestra energía —le explicó Huck.
—Así es, y tú también lo serás algún día, percibo mucha fuerza en ti. Sin embargo, ninguno de los dos puede ayudar a Lucy, solo una mujer puede salvarla.
Debby se apartó del grupo, acercándose a su amiga. Después lentamente preguntó:
—¿Qué tengo que hacer?
—Debby, ¡no! —la retuvo Matt. Y en un susurro añadió:
—No quiero que te pase nada, por favor…
Debby sonrió tristemente y se dirigió al Angus y a la señora Brotter diciendo:
—Gracias por cuidar de ella.
Después dejó que su tía la besara en la frente y la abrazó. Esta musitó con lágrimas en los ojos:
—Pon tus manos sobre el corazón de Lucy y déjate llevar. Pero cuando la hayas salvado tienes que ser muy fuerte, vencer a las tinieblas y el mal y llegar hasta la luz. Solo así podrás salvarte y romper el hechizo.
—¿Puede romperse?
—Si un alma pura resiste por segunda vez, el espíritu de aquella perversa mujer perecerá bajo los designios del bien. Pero nunca nadie lo ha conseguido, yo mismo fracasé en ello y casi morí en el intento.
—Entonces, tendré que arriesgarme.
—lady Angélica, ahí sí podemos ayudar —comentó Huck.
—Tiene razón —se apresuró a decir Jimmy.
—Os escucho, jóvenes brujos.
—Nuestros compañeros de la Hermandad de la Luz están ahora mismo conectados a Jimmy y a mí, a través de un brujo de primer nivel. Ellos nos protegen, y a la vez envían energía para vencer a esa hechicera. Si nos conectamos con Debby mientras intenta salvar a Lucy, podemos protegerlas a ambas y terminar con la maldición.
—Es una gran idea, y muy generosa. Pero ¿sois conscientes del peligro que eso supone para vosotros?
—Desde el principio —repuso Huck.
—Por favor, déjenos ayudarla —rogó Jimmy.
—Está bien —concedió lady Angélica—. Debby, debes acercarte a Lucy. Ellos dos estarán a tu lado, cada uno con una mano sobre la tuya. Eso debería bastar.
Mientras lo decía, lady Angélica la abrazó para transmitirle su fuerza, y luego permitió que comenzara a acercarse lentamente hacia Lucy. Le temblaban las piernas, pero seguía avanzando hacia el cuerpo de su amiga. En sus oídos resonaba la tétrica melodía de la que Lucy pugnaba por escapar. Apenas sus manos rozaron la piel de Lucy sintió una horrible presión por todo el cuerpo que intentaba alejarla. Pero Debby seguía allí. Unas manos heladas rozaban su piel y luchaban por arrebatarle el sentido, pero las manos de Huck y de Jimmy la mantenían cuerda. Debby continuó trasmitiendo su fuerza a Lucy y, antes de perder la conciencia, pudo ver sus ojos exentos de maldad.
Debby caminaba ahora por un extraño pasillo. Envolventes visos color violeta cubrían la oscura pared, en la que destacaban, puestos como satánico adorno, pequeños nidos rosas con pájaros que parecían cobrar vida a su paso. Del final del corredor llegaba una voz melosa y traicionera que le decía:
—Débora, Débora… Lucinda ya no está, así que ven conmigo, ven…
Debby intentaba resistirse, pero estaba demasiado débil. Y seguía avanzando hacia la mano que el cuerpo desdibujado de la hechicera le tendía. Esta le iba diciendo:
—Aléjate del bien, Débora. En tu mundo reina la injusticia y el mal, sé tú su soberana. Hiere antes de que te hieran, destruye antes de que te destruyan, desconfía de todo y de todos, no ayudes porque nadie te va a ayudar, no…
Debby seguía acercándose a la hechicera, sintiendo como su mal la iba penetrando, luchando por apoderarse de ella. Era tan fuerte, tan poderosa, y la hacía sentir débil, incapaz de defenderse, de seguir luchando. Salvando a Lucy había entregado casi toda su energía, y ahora era ella la que se rendía a la hechicera. Sus barreras fueron cediendo, poco a poco, pero, cuando estaba a punto de sucumbir, comenzó a sentir con más intensidad la energía que Huck le transmitía. Había percibido la energía de Jimmy cuando salvó a Lucy, pero también que se había ido debilitando por la fuerza de la lucha, hasta hacerse casi imperceptible, lo mismo que la suya propia. Sin embargo, la de Huck parecía que se iba intensificando en contacto con la suya. Envalentonada por ella gritó:
—¡Basta! ¡Estás equivocada, déjame en paz!
Sus palabras interrumpieron a aquel espíritu perverso que quería dominarla y le dieron fuerzas para huir de aquella mano cruel y malvada que le tendía la hechicera. Continuó sintiendo la energía de Huck entremezclada con la suya propia, y la utilizó para seguir manteniendo la encarnizada lucha contra la hechicera, que intentaba en vano continuar activa. Continuaron así durante largo rato, ninguna de las dos dispuestas a rendirse. En un momento dado comenzó de nuevo a sentir a Jimmy, que parecía recuperado, y también las fuerzas ampliadas de Huck a causa de la energía que le estaban enviando desde la Hermandad. Resultaba claro que ninguno de ellos pensaba rendirse y, finalmente, fue la hechicera quien comenzó a esfumarse; mientras Debby caía agotada pero victoriosa.
Cuando Debby abrió los ojos minutos más tardes, vio a Matt a su lado, y sintió la mano de lady Angélica acariciándole las mejillas al tiempo que esta repetía sin cesar:
—Estás viva y el hechizo se ha destruido. Por fin…
—Lucy, Lucy… —murmuró la chica.
—Estoy aquí, Debby.
Sí, más pálida y agotada que nunca, pero era Lucy. Y Jimmy, que la miraba aliviado mientras mantenía abrazada a su novia, también estaba allí. Y Huck, que, aunque ella no lo supiera en ese momento, la miraba de la forma que siempre deseó mirar a alguien, con un amor irracional que había surgido del intercambio de energía pero también desde la primera vez que la había visto.
Entonces, antes de que nadie pudiera decir nada más, Peter llamó la atención de todos hacia los muros, por donde la señora Brotter, Angus y las doncellas desaparecieron para ir a ocupar el lugar que durante siglos les había estado aguardando.
Habían pasado varios minutos desde que vieran desaparecer al servicio por la pared y todos seguían en una especie de conmoción. Lady Angélica y Huck fueron los primeros en reaccionar. Ella comentó:
—Deberíamos irnos de aquí, aún hay demasiada energía negativa en el ambiente y me gustaría limpiarla.
—No creo que Debby pueda moverse ahora mismo —comentó Matt—. Parece agotada.
—Igual que Lucy —añadió Jimmy, que no dejaba de sostener la mano de su novia, que permanecía sentada junto a Debby.
—En la Hermandad utilizamos unas infusiones para calmar a nuestros cuerpos después del flujo de energía que se da en los conjuros. He traído suficiente para todos, ¿cree que podría funcionar en este caso? —preguntó Huck, que también permanecía al lado de Debby, preocupado por lo pálida que se había quedado.
—Por supuesto, es una gran idea.
—Te acompañaré a la cocina —sugirió Peter—. Angélica y los chicos pueden quedarse con las muchachas.
—Perfecto, le sigo.
—Mi nombre es Peter, después de lo que hemos vivido creo que podemos tutearnos.
Huck le sonrió y le siguió en silencio, para volver diez minutos después con una bandeja en la que llevaba tazas para todos. Cuando se la tendió a Peter y a Matt, este último le dijo:
—Yo no he practicado magia.
—No, pero la energía que hemos desprendido es muy fuerte —le explicó Huck—. Confía en mí, te ahorrará un buen dolor de cabeza mañana.
—Tiene razón, todos debemos tomarla.
Cuando hubieron terminado, lady Angélica, más activa, comenzó a organizar:
—Ahora que las chicas pueden caminar, Jimmy y Matt, acompañarlas a sus habitaciones y, por favor, quedaos con ellas.
Ambos la miraron extrañados y ella repuso:
—No soy la señora Brotter, y valoro más que estén vigiladas. Ambas han sufrido un gran esfuerzo y dolor esta noche, no quiero arriesgarme. Si cualquiera de las dos se despierta o se encuentra mal, hacédmelo saber enseguida, por favor.
—Peter, acompáñales, puedes volver a ocupar la habitación de invitados. También necesitas dormir un poco.
—¿Tú no vas a descansar? También lo necesitas —le contestó él mientras le tomaba del brazo cariñosamente.
—Me temo que aún tengo mucho trabajo por hacer aquí. No quiero esta energía negativa en mi casa, nunca más.
Peter la miró comprensivamente y aceptó:
—Está bien, pero avísanos si necesitas algo.
—Por supuesto. Huck, tú también puedes ocupar una de las habitaciones, no sé si estarán preparadas, pero Peter puede ayudarte con eso.
—Si no le importa, preferiría ayudarla a limpiar todo esto. En mi Hermandad solemos hacerlo juntos, es menos duro.
—Pero tú también debes estar cansado.
—No se preocupe por mí, soy brujo y universitario, estoy acostumbrado a trabajar estando cansado.
Jimmy rio ante la ocurrencia de su amigo, que incluso en esas circunstancias era capaz de bromear, y estrechándole la mano le dijo:
—Gracias por todo, te veo luego.