CAPÍTULO 8

La tentación del adiós

Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos.

FIODOR DOSTOYEVSKI

Atormentado por los trastornos físicos, Nadal llegó a pensar en abandonar el tenis ante las dificultades para recuperarse de la grave lesión sufrida en el torneo de Wimbledon 2012, la que le minó en el partido de segunda ronda frente a Rosol y le apartó siete meses de las pistas. Su decisión parecía firme, pero en el entorno apelaron a la responsabilidad contraída con el grupo de profesionales que lidera, junto al que trabaja desde el comienzo de su extraordinaria carrera.

Por momentos, meditó sobre la conveniencia de colgar la raqueta y dedicarse profesionalmente al golf, donde tiene un hándicap de poco más de dos golpes por encima del par. Aun tratándose de un registro formidable, no es ninguna garantía de éxito. Lendl, ex número uno del mundo y ganador de ocho títulos del Grand Slam, lo intentó con un hándicap cero una vez finalizada su carrera, sin mayor prosperidad. Toni Kukoc, ex jugador de los Chicago Bulls, doble plata olímpica, quiere competir como golfista en los Juegos de Río 2016, partiendo de un hándicap 5. «Yo jugaré al tenis hasta los 28», había comentado Nadal entre sus allegados tiempo atrás.

Le han condicionado a menudo las presiones del entorno. Recién consumada su explosión, hubo de levantar la voz y dejar claro que no estaba dispuesto a seguir inflando su calendario, ante la insistencia de que así lo hiciera para aumentar los ingresos. Ese problema no existe ahora, bajo el consenso de que ha de administrar unas energías que inevitablemente se agotan en la última etapa de su carrera, pero se manifestó en los primeros años, con la docilidad inicial del jugador, de quien depende un equipo de medio centenar de personas. Ahí nacen algunos de los problemas físicos que se han ido agravando con el paso de los años.

Sobre ellos hablo con Manuel Villanueva, uno de los pioneros en la aplicación de técnicas regenerativas en el campo de la cirugía ortopédica y traumatología y en cirugía ecoguiada ultraminimante invasiva. Dice el doctor que «la sociedad moderna fagocita a sus ídolos». El director del Instituto Avanfi (Tulesiondeportiva.com), el primer traumatólogo español y europeo premiado en cuatro ocasiones por la Academia Americana de Cirujanos Ortopédicos (la máxima institución académica mundial de esta especialidad), me recibe en su clínica, ubicada en la calle Orense de Madrid. Villanueva posee una autoridad científica contrastada y ha seguido la evolución del tenista desde sus primeros contratiempos físicos con el detalle que consiente el habitual hermetismo de su equipo.

La referencia a la fagocitación viene inducida al ser cuestionado sobre la hipótesis de que el jugador se haya extralimitado con su físico compitiendo en exceso, sobre todo en los primeros años de su carrera. «El calendario está hipertrofiado. Hay mucho dinero y numerosos intereses detrás. Los patrocinadores invierten y quieren que su estrella esté presente. Además, el sistema de puntuación de la ATP está diseñado para obligarles a mantener un ritmo altísimo de competición», añade.

Las lesiones han acompañado siempre la carrera de Nadal. En 2003, después de conseguir victorias de gran repercusión contra Albert Costa y Moyà, en Montecarlo y Hamburgo, no pudo debutar en Roland Garros debido a una fisura en el codo derecho, fruto de una caída mientras entrenaba en Manacor. Pero es un año más tarde, en Portugal, cuando sufre un percance de mayor significación: torneo de Estoril, fisura de escafoides en el pie izquierdo. Será baja nuevamente en París, además de en Wimbledon, y solo disputará un partido de dobles en los Juegos Olímpicos de Atenas.

«Hay un sobreesfuerzo inherente a su juego. Necesita tener un posicionamiento muy fuerte de pies para lograr estabilidad y golpear con fuerza. En comparación con él, Federer parece que juega al tenis de mesa. La fuerza con la que Nadal impacta la pelota no sería posible si no llega a ella en buenas condiciones y no fija adecuadamente su posición. Los tenistas que aprenden en pistas rápidas poseen un estilo más intuitivo: sacan fuerte, se van a la red, volean», comenta Villanueva.

Dos años después del serio percance padecido en Estoril, ya campeón de la Copa Davis y de Roland Garros, los problemas se agudizan en el torneo de Madrid. Lo disputa contra las recomendaciones médicas, pues llega a la capital con las rodillas entre algodones. Levanta dos sets adversos a Ljubicic en la final. Se le diagnostica una inflamación por artritis postraumática en el pie izquierdo. Tres meses fuera de las pistas. Será baja en el Masters 1000 de Paris-Bercy y en la Copa Masters.

«Intentando relacionar todas las lesiones, Nadal podría padecer una necrosis del escafoides tarsiano; un escafoides dañado, por pérdida de riego, que le altera y colapsa la distribución de cargas en el medio pie. Tal vez provenga de una enfermedad de la infancia o de la adolescencia que se le manifiesta de adulto, o sea una lesión nueva, derivada de los múltiples traumatismos o de aquella fisura, mal curada. Si el escafoides está dañado, colapsado o deformado, altera su articulación con el astrágalo y toda la función del arco interno y de todo el pie se ve perjudicada, provocando dolor y condicionando los apoyos», explica el doctor.

Es, quizás, el momento más comprometido de su trayectoria. Recién iniciado un espectacular despegue en el circuito, vislumbrado un horizonte de extraordinarias posibilidades, Nadal teme seriamente por su porvenir con la raqueta. Son semanas de zozobra hasta el regreso en febrero de 2006 en el torneo de Rotterdam, auxiliado con unas plantillas que no ha abandonado desde entonces. «Como le duele el pie, apoya mal. Como apoya mal, puede generar intentos de compensación que le provoquen otras lesiones», vincula Villanueva.

«Pese a que desconocemos a fondo sus lesiones, la impresión es que, básicamente, tiene dos con las que siempre ha convivido, ambas graves para un deportista de su nivel y autoexigencia, el pie y las rodillas. Probablemente, le han privado de tener 18 o 20 títulos del Gran Slam, lo cual aumenta el valor de los que ha conseguido».

Daños interrelacionados

«Rodillas y pie, rodillas y pie», insiste Villanueva, quien considera que las dos dolencias recurrentes del mallorquín se encuentran íntimamente relacionadas. «Cuando hace esfuerzos de compensación porque intenta no apoyarse donde le duele está expuesto a enfrentarse a otros problemas. Realiza unos cambios de dirección impresionantes, con apoyos muy fuertes. Esto exige muchísimo al tendón rotuliano, que se va deteriorando hasta producirse una tendinitis, primero, y tendinosis después. Si no está cómodo o intuye el dolor, apoya de otra manera, se defiende, queda predispuesto a una lesión de la estructura vecina».

Los dos contratiempos están presentes, con un nombre u otro, de forma crónica, en su historial médico. «Si la primera parte de la lesión del pie, su origen, pudo ser una necrosis o una fractura, la segunda podría ser una artrosis que, afortunadamente, en muchos deportistas jóvenes se tolera bien porque tienen un umbral de dolor muy alto, y por la protección de la musculatura sobre las articulaciones», explica el doctor.

Nadal y sus tormentos físicos. Nadal y su poder de resurrección. Sin ser uno de los cursos más alterados, el de 2014 tampoco le permitió la continuidad necesaria para acometer todos los objetivos. Una contractura en la espalda cuando perdía contra Wawrinka en la final del Abierto de Australia señaló el comienzo de una temporada salpicada de pequeños percances. Una lesión en la muñeca derecha y una operación de apendicitis le impidieron completar los torneos previstos, entre ellos la Copa Masters de Londres, en la que causó baja por tercera vez.

«A partir de los 30, en la cuarta década de la vida, ya tenemos los tendones menos elásticos, más gastados, y somos más proclives a las tendinopatías y entesopatías, la lesión de las zonas de unión del tendón al hueso. En Nadal, todo gravita en torno a sus rodillas. Sufre una tendinopatía, una lesión crónica de muy difícil solución que ha marcado un antes y un después en la vida de muchos atletas de élite y que hace que sus méritos sean aún más impresionantes».

Forjado en la dificultad, interiorizó pronto la exigente educación deportiva y personal de su tío Toni. Son numerosos los partidos que ha disputado en circunstancias muy difíciles, asediado por el dolor, bajo la tentación del abandono. Es conocida su asombrosa capacidad para convivir en plena competición con serios trastornos físicos. No fueron pocas las ocasiones en las que hubo de jugar infiltrado.

«Las infiltraciones tienen muy mala prensa porque en algunas ocasiones se hacen sin precisión. Si se realizan con corticoide y anestésico pueden, en caso de efectuarse a ciegas, deteriorar aún más los tendones e incluso provocar roturas de estos, pero si se ponen en la parte que envuelve al tendón, el paratendón, o en las bursas, las almohadillas de deslizamiento y protección de los tendones, normalmente se elimina el dolor sin dañarlo ni exponerlo a un riesgo de ruptura», comenta Villanueva, sin perder un ápice de atención pese al lógico ajetreo del que no escapa su despacho en la clínica.

A principios de 2010, después del Abierto de Australia, Nadal inició los tratamientos periódicos con el traumatólogo Mikel Sánchez. En Melbourne, se retiró contra Murray en cuartos de final a causa de una rotura en el tendón del cuádriceps de la pierna derecha. El trabajo del cirujano ortopédico vasco consiste en la regeneración natural de tejidos con plasma rico en factores de crecimiento. Viene visitándole al menos dos veces al año.

Así explica el tratamiento, con rigor empírico, el doctor Villanueva: «Cuando hay ya degeneración del tejido colágeno del tendón, tendinosis, para regenerarlo se emplea esta técnica, la aplicación de plasma rico en factores de crecimiento (plasma rico en plaquetas), y otras como la electrólisis percutánea intratisular (EPI), siempre bajo control ecográfico, con el fin de reducir los riesgos y optimizar los resultados. La EPI consiste en aplicar una corriente galvánica, para inducir una regeneración tisular. El ecógrafo ve la zona más dañada gracias a la señal hipoecoica, la que tiene menos tejido colágeno. Cuando está más débil se ve más oscuro. Un tendón ha de observarse blanco en el ecógrafo. Los parches negros o grises son zonas donde se encuentra dañado. Se ven roturitas. Ahí se trata con la electrólisis percutánea intratisular, a la cual se le suma el plasma rico en plaquetas que, simplemente, es un reparador natural que está en las plaquetas y que se concentra para multiplicar su efecto corrector. Cuando uno sufre una herida, lo que acaba sellándola son las plaquetas. Luego, estas se rompen y sueltan esas sustancias que desencadenan la reacción de reparación normal del organismo. Hay gente que repara mejor. El plasma rico en plaquetas multiplica varias veces esa reacción natural. Si las plaquetas están en concentración 1, se ponen en concentración 100».

Ir, detenerse y regresar

En la primavera de 2010 Nadal reapareció en Indian Wells. Perdió en semifinales frente a Ljubicic un partido que dominaba con claridad. Lo mismo sucedió pocas semanas después en Miami, en la misma ronda, contra Roddick. Nada invitaba a pensar que estábamos ante el año más brillante de su vida. Sumaría un total de siete títulos, entre ellos tres grandes: su quinto Roland Garros, su segundo Wimbledon y su primer Abierto de Estados Unidos. «Fuerza hasta donde le deja el cuerpo o la mente. Hay momentos en que cualquier otro no lo soportaría. Aquellos tres títulos del Grand Slam los ganó con molestias en las rodillas. Entonces, la misma tendinopatía, que tiene distintos grados, pudo manifestarse en fases de dolor leve, rigidez o fases de gran dolor cada vez que intentaba correr o saltar», apunta Villanueva.

Es un viaje discontinuo, un permanente ir, detenerse y regresar. En 2009, después de la derrota contra Soderling en Roland Garros, se quedó sin defender corona en Wimbledon y cedió el número uno del mundo, otra vez por las rodillas maltrechas. Tres años después, la más grave manifestación de la tendinopatía crónica le supuso caer ante Rosol en Wimbledon. Siete meses parado. Severas dudas hasta la vuelta nuevamente triunfal: diez títulos en 2013, el octavo Roland Garros, otra vez número uno.

«Decir que el tenis agresivo que practica Rafael es el causante de las lesiones me parece exagerado. David Ferrer también desarrolla ese tipo de juego y no tiene problemas. Es cierto que Rafael tiene un tenis más agresivo que el resto de los tenistas del circuito pero ese es un análisis demasiado simple. El cuerpo se desgasta con el tiempo, habiendo gente que se lesiona y otra que no. Rafael corría antes más que los demás, pero ahora ya no es así», ha comentado Toni, uno de los propulsores de su permanente evolución, necesaria tanto para ganar poder competitivo como para preservar su estado físico. Su entrenador llegó a dudar de que Nadal pudiera regresar a la élite después de la lesión de escafoides sufrida en 2006, haciendo público el temor y creando una controversia en el entorno mediático del jugador.

En «Los nuevos caminos de Nadal», artículo publicado el 6 de febrero de 2013 en El Mundo, el doctor Manuel Villanueva y su colega Álvaro Iborra apuntaban algunas reflexiones sobre el presente, el pasado y el futuro del tenista, un día después de su reaparición en dobles en el torneo de Viña del Mar, junto a Mónaco. «[...] El campeón puede, con su extraordinaria movilidad, cambiar su estrategia de defensa a ataque. Pero esta técnica, esta movilidad y el mantener siempre el balance y el centro de gravedad conllevan un sobreesfuerzo suplementario de las piernas. Para ir ganando, poco a poco, terreno al rival, el golpeo exige que Rafa llegue a tiempo para posicionarse, asentar las piernas, colocar el cuerpo y poder desarrollar todo su potencial en cada golpe. Con su peso y altura, este esfuerzo es un permanente castigo para sus rodillas, que han de frenar la inercia y la energía de los desplazamientos para volver a recuperar la posición. Y así, jugando cada punto como si fuera el último, hasta que llega la temida tendinopatía, la fase final, la manifestación clínica de un microtraumatismo repetido, momento en que la microestructura del tendón ya está alterada (incluso con microrroturas) [...]».

El diagnóstico y una prospección que se ha ido cumpliendo año tras año, los imperativos de cambio en su manera de proceder sobre la cancha, los que le permiten disminuir el desgaste. «[...] ¿Cuál será el camino de Rafa ahora? Aunque le respondan las rodillas, es probable que nuestro campeón quiera cuidarse y dosificarse seleccionando los mejores torneos y que modifique o perfeccione parte de su repertorio técnico ganando eficiencia. Y esa progresión técnica no le hará perder ni un ápice de voluntad y entrega [...]», concluye el artículo.

«Su tenacidad forma parte de la grandeza de Rafael Nadal», comenta Villanueva. «A medida que se hace mayor cada vez le costará más. Tal vez los períodos de actividad se acorten, pero insisto, de no ser por sus lesiones, tendría cinco o seis títulos más del Grand Slam. Creo que en su situación la mayoría de los deportistas lo habrían dejado hace bastantes años. No habrían aguantado lo que él. Ni habrían tenido arrestos para volver. Eso es lo que le hace no grande sino grandísimo; en mi opinión, el mejor de la historia. Por encima de Federer, que tiene la facilidad de los dioses. Nadal es pico y pala, aunque también tiene un talento inmenso. Quizás ahí esté un escalón por debajo del suizo, pero físicamente se encuentra tres por encima de él y de los demás. Y mentalmente, qué decir».

Maratoniano en ejercicio y aficionado a muchas disciplinas deportivas, acude Villanueva a quien fuera uno de sus ídolos, Haile Gebrselassie, con el fin de resaltar el mérito del tenista. «A Nadal le han condicionado toda su carrera las tendinopatías en las rodillas. En algunas ocasiones le han convertido en un héroe, por jugar con dolor, y en otras le han sacado de las pistas. Lo sorprendente es que ha sido capaz de sobreponerse a ello y volver al número uno, lo cual no consiguieron atletas como Gebrselassie, Bob Beamon o Kenenisa Bekele. Eso le hace más grande que todos ellos. Gebrselassie padeció una tendinopatía severa. No se recuperó bien, pese a cambiar su modo de correr. Fue engullido poco a poco por Bekele, que batió muchos de sus récords hasta que otra tendinopatía detuvo su brillante carrera. Lo que hace a Nadal único es que ha sido capaz de volver a lo más alto a pesar de ser apartado recurrentemente de las canchas debido a los problemas físicos».

La preocupación, en cualquier caso, está claramente localizada. «Es una tendinopatía crónica, a veces con manifestaciones de carácter estacionario. Por su biomecánica se trata de una lesión de muy complicada solución. Al igual que el cartílago, el tendón es un tejido con muy poco riego, cuya reparación entraña mucha dificultad. Una lesión tendinosa tarda un mínimo de tres meses en curar. Y ha de verse la evolución. No se puede prever. De repente, gracias a un período dilatado de reposo o modificación en el esfuerzo, se combate. Y luego vuelve».

La tolerancia con el sufrimiento, el exceso de partidos, la hipótesis de un mal que proviene de su etapa de formación. «Él también ha forzado, disputando torneos y torneos hasta donde le ha permitido el dolor. Es casi siempre la misma lesión, solo que unas veces se habla de tendinopatía de rodillas y otras de molestias sin especificar o de una inflamación de la grasa de Hoffa, la almohadilla de protección que se sitúa en la parte profunda del tendón. No sé si tendrá alguna lesión de crecimiento, porque eso no ha trascendido. Podría tratarse de una alteración en el núcleo de osificación de la parte anterior de la rodilla, donde se inserta el tendón rotuliano, lo que se denomina enfermedad de Osgood-Schlatter, como el problema del escafoides, que le predisponga a ello, o simplemente las consecuencias de microtraumatismos repetidos mil veces», sostiene mi interlocutor.

Lo que queda por vivir

Es lógico preguntarse por las consecuencias futuras, por la vida que le aguarda una vez que concluya su trayectoria en las canchas. Durante los años en activo, van buscándose soluciones para evitar un final precipitado. El cuerpo queda sometido a una gran exigencia. No parece baladí aquello de que el deporte de élite es malo para la salud. «Tiene su peaje. Sin duda. Mira Agassi. Como cuenta en su autobiografía, se levantaba por la mañana y no podía ni doblarse. Conforme iba calentando, desentumeciendo los músculos, moviendo las articulaciones, al producir líquido sinovial, que ejerce como un lubricante de estas, mejoraba, y por la tarde ganaba un Grand Slam. Podría ocurrir que a Nadal todas estas cosas le pasen factura, pero si tienes 25 años y te estás jugando Wimbledon no piensas qué ocurrirá a los 50. Cuando reduzca la intensidad, va a tener muchos días en los que se quejen sus huesos y sus articulaciones. En ese caso, el ejercicio moderado cumple una función protectora».

En 2012, en Melbourne, a raíz de la controversia con Federer y la ATP por la saturación del calendario, Nadal se refirió a su preocupación por el futuro. «¿A qué edad vamos a acabar nosotros en el tenis? ¿A los 28, 29 o 30? Luego te queda mucha vida por delante y es importante también cómo estés físicamente, y ahora tengo miedo de que entonces no pueda ir a jugar al fútbol o a esquiar con mis amigos».

La espalda. En el comienzo y en el final de 2014. 26 de enero. Melbourne. Perdía 6-3 y 2-1 ante Wawrinka cuando partió hacia el vestuario después de sentir un pinchazo en la zona dorsal, dolorida ya en el período de calentamiento. Acabó el encuentro a duras penas, cayendo en cuatro sets frente a un hombre al que había superado en sus doce enfrentamientos previos. 24 de octubre. Una demorada operación de apendicitis pone fin a su temporada. Aprovecha para iniciar una innovadora terapia de cinco semanas en la espalda y las rodillas, en la clínica Teknon de Barcelona.

Villanueva argumenta su escepticismo con respecto al tratamiento con células madre cultivadas. «Existe algún estudio preliminar en personas que han mejorado, pero carecemos de evidencia científica suficiente que constate el rejuvenecimiento de la articulación. El precio es elevadísimo, no para un deportista de élite como Nadal, pero sí para una persona normal. Actualmente, este tratamiento se hace con una extracción de médula ósea de la cresta ilíaca del paciente, muestra que posteriormente se envía a un banco de tejidos, concretamente a Citospin, ubicado en Valladolid. Allí la muestra se cultiva durante unas semanas para obtener la cantidad o los millones de células madre necesarias para el tratamiento del paciente. Una vez logrado este objetivo, el banco de tejidos puede devolver este material al centro sanitario donde se ha realizado la extracción previa. En ese momento, este material ya está catalogado como medicamento para uso humano. Dicha devolución se envía directamente al servicio de farmacia del hospital en cuestión para su posterior administración al paciente, en la zona concreta a tratar».

La eficacia regenerativa, insiste, aún está por demostrar científicamente. «A día de hoy se duda de esa capacidad de las células madre inyectadas en la articulación. Quedarían como puestas en el vacío. El cartílago tiene varias capas, como un glaciar que se alimenta kilómetros atrás; su formación comienza en el hueso subcondral (debajo del cartílago), por lo que es muy difícil estimular una reparación natural de esta forma. Veremos si poseen poder para generar efectos beneficiosos superiores a otro tipo de infiltraciones como el plasma rico en plaquetas o el Orthokine, un antiinflamatorio biológico muy potente, ambos extraídos de la propia sangre».

El tratamiento con células madre requiere numerosos trámites burocráticos para que lo autorice el Ministerio de Sanidad, con carácter excepcional. De hecho, aun estando permitido por la Agencia Mundial Antidopaje, no existe una unificación internacional de criterios. «No se ha demostrado nada que justifique su prohibición. Lo más que puede ocurrir es que haga microrreparaciones de las fisuras del cartílago, disminuya el dolor y la inflamación de la columna o de la rodilla. No va a aumentar la potencia muscular ni el rendimiento cardíaco ni la capacidad de oxigenación ni la resistencia anaeróbica. Su única pretensión es combatir el dolor del deportista. A Nadal le va mucho en ello. Es lógico que pruebe lo más novedoso. Kobe Bryant, por ejemplo, viene a Europa a inyectarse Orthokine, porque en Estados Unidos no está autorizado».

Las prolongadas ausencias dieron cobijo ocasionalmente a rumores carentes de fundamento. En las redes sociales, y en algunas conversaciones entre periodistas, se especulaba con que pudiera tratarse de un cover up, de esconder durante un tiempo los efectos de alguna sustancia prohibida. Su jefe de prensa llegó a intervenir advirtiendo de que cualquier insinuación sin pruebas encontraría respuesta en los tribunales. «Como médico y como deportista descarto absolutamente esas sospechas», dictamina con rotundidad Villanueva. «Carecen de cualquier veracidad en un hombre que ha construido su carrera demostrando poseer un coraje y un umbral del dolor muy poco frecuentes, jugando temporadas enteras medio lesionado o partidos con los dedos llenos de ampollas y ganando en esos años hasta tres títulos del Grand Slam, sin que en ningún control diera positivo».

El 7 de octubre de 2014, Nadal sufrió en Shanghai un principio de apendicitis. Así lo comunicó en una conferencia de prensa en la ciudad china. Pese a ello, jugó al día siguiente contra Feliciano López. Perdió 6-3 y 7-6 (6). Quedaban aún tres torneos previstos en 2014. El más próximo, Basilea, donde contaba con un fijo cercano al millón de euros. El más importante, la Copa Masters de Londres, torneo que reúne a los ocho mejores del año y que aún no ha conseguido ganar. Bajo el control médico de su equipo habitual, liderado por el doctor Ruiz-Cotorro, prosiguió la temporada.

Venció al italiano Simone Bolelli por un doble 6-2 en el debut en Suiza, antes de ceder en cuartos ante Borna Coric por 6-2 y 7-6 (4). Fue su último partido del año. Se operó en Barcelona el 3 de noviembre. Volvió a entrenar el 1 de diciembre. «No soy cirujano digestivo, pero aun tratándose de un plastrón apendicular, se arriesgó a una perforación o a una peritonitis. Cuesta entender su reacción. Se jugaba una complicación muy grave, en algún país donde no se sabe qué cirujano le iba a tratar. Si se produce una perforación podría haber hasta un riesgo vital, pero seguro que especialistas en ese campo valoraron ese riesgo», dice Villanueva.

Nadal y su resistencia al dolor. Es imposible acercarse a su historia sin abordar esa vertiente, los continuos quebrantos producidos por llevar el cuerpo quién sabe si más allá de sus límites, el poderoso escudo del superviviente. En algunos corrillos médicos se ha filtrado que en los tratamientos con el doctor Mikel Sánchez, en las infiltraciones de su tendón, considerablemente dolorosas, renuncia a la anestesia. El volumen que ocupa esta, unos dos-tres centímetros cúbicos, prefiere aprovecharlo para plasma rico en plaquetas.