Capítulo 13
Smith se dirigió hacia la plantación. No estaba enfadado, sino asustado, aterrorizado. Y su mayor miedo acababa de hacerse realidad: Jessica lo había llamado Tom.
A pesar de decir que no, los confundía. Su error freudiano lo había dejado claro.
Maldiciendo y rezando a la vez, caminó entre los árboles a gran velocidad para calmarse y, por fin, se dejó caer al suelo, con la cabeza entre las manos. ¿Qué demonios iba a hacer? Estaba loco por una mujer que amaba a un hombre muerto.
Su hermano. Su hermano mellizo al que nunca conoció.
Había intentado alejarse de ella, lo intentó todo, pero era una fiebre, una obsesión imposible. Quizá sería mejor si no volviese de Dallas. Quizá, con el tiempo...
Entonces oyó el ruido de un motor.
Jessica.
-¡No, no!
Smith se levantó de un salto. Estaba saliendo de la plantación cuando vio que la caravana se dirigía hacia la verja de hierro. Decidido, se plantó en medio del camino y levantó los brazos.
Ella tocó el claxon, pero Smith no se movió. Si se marchaba, tendría que hacerlo por encima de su cadáver. Si tenía que luchar por ella contra un fantasma, lo haría.
La caravana se detuvo, pero Jessica siguió tocando el claxon. Y él no se movió.
-¡Apártate!
-¡No pienso hacerlo hasta que hablemos!
-¿Hablar? Llevo días intentando hablar contigo -replicó ella-. ¡Pero tenías muchas reuniones! ¡Apártate!
-Tendrás que pasar por encima de mí. No pienso moverme.
Jessica se quedó en silencio.
-Muy bien. De acuerdo.
-Apaga el motor y hablaremos.
Ella apagó el motor y abrió la chirriante puerta de la caravana.
-Sube.
-No, baja tú. Hablaremos en casa, cariño.
-No me llames «cariño». Y no pienso ir a casa. Si quieres hablar, sube.
Smith obedeció.
-Muy bien. Habla.
-Siento mucho haberme puesto así, pero te quiero y estaba preocupado por ti.
-Dilo otra vez.
-Estaba preocupado por ti.
-No, lo otro.
-Siento haberme puesto así.
-No, lo otro -insistió Jessica.
-Te quiero.
-Nunca me lo habías dicho.
-Claro que te lo he dicho.
Ella negó con la cabeza.
-No. Yo te lo he dicho una docena de veces, pero tú no. Empezaba a pensar que solo había sido un revolcón y querías librarte de mí.
-¿Qué dices? Estoy loco por ti, pero me confundes con Tom y...
-¡Un momento! Yo no os confundo en absoluto. Siento mucho haberte llamado Tom, pero es que estábamos discutiendo y... sonabas como él. Solía hacerme la vida imposible con sus celos e interrogatorios y... hay cosas que no sabes sobre mi vida con él, Smith.
-No necesito saberlo.
-Sí, lo necesitas. Crees que estaba loca por Tom y que lo veo de nuevo en ti. Que por eso estoy contigo. Pero no es así. Dejé de amarlo antes del accidente. Supongo que no quería desilusionarte con esta fea historia, pero es la realidad. Tienes que saber la verdad sobre Tom, Smith. Era un alcohólico amargado y una persona con la que no se podía vivir. Le supliqué que fuese a Alcohólicos Anónimos, pero no me hizo caso. Al final, yo tuve que ir a un psicólogo y así encontré fuerzas para dejarlo. Llevábamos varios meses separados y yo había solicitado el divorcio cuando sufrió el accidente. Tuve que cuidar de él porque no tenía a nadie más y... porque necesitaba mi seguro médico.
En los ojos de Smith había una mezcla de pena y rabia.
-¿Te maltrataba?
-¿Físicamente? No. ¿Emocionalmente? Sí, casi desde el principio. Tom se negaba a buscar ayuda. Se apartaba de mí, no me contaba sus cosas... como tú has hecho estos días. Pasé por un infierno y no pienso hacerlo otra vez, Smith. Es mejor marcharme ahora. Agradezco todo lo que has hecho por mí y siento mucho que nunca conocieses a tu hermano. Quizá podrías haberlo ayudado... quizá no.
-Pobre hombre. No tuvo muchas oportunidades, ¿no?
-Eso no es verdad. Tuvo una infancia difícil, como mucha gente. Pero él eligió seguir siendo una víctima. No lo conviertas en un mártir, Smith. Y no seas como él.
-Yo no bebo.
-Una sabia decisión, pero no estoy hablando de eso. No te apartes de la gente que te quiere.
-¿Tú me quieres, Jessica?
-Claro que sí. Pero no estoy dispuesta a soportar una relación como la que tuve con Tom. Las parejas necesitan comunicarse.
-¿Estamos comunicándonos ahora?
Ella rió suavemente.
-La que habla soy yo. ¿No te has dado cuenta?
-Deja que te explique por qué he estado comportándome como un imbécil estos días.
Smith vació su alma, contándole lo culpable que se sentía por quererla, sus miedos de ser un mero sustituto de Tom... Se lo contó todo.
-Jess, te quiero con todo mi corazón. Quédate conmigo y deja que te lo pruebe. Juro que jamás volveré a portarme como lo he hecho. Puede que me preocupe, pero mantendré la boca cerrada. Y haré todo lo posible para comunicarme contigo como un ser civilizado, te lo prometo -murmuró, besando su mano-. Dame otra oportunidad. Ayúdame a hacerlo bien.
-Si digo que sí, ¿harás algo por mí?
-Lo que quieras.
-¿Irás a ver a tus padres?
Él no dudó un segundo.
-Si eso es lo que quieres, lo haré. Caminaría encima de brasas encendidas por ti, Jess.
-No necesito que hagas eso -rió ella, acariciando su pelo-. Solo quiero que seas feliz. Sé que tu familia te quiere y te echa de menos. Es hora de hablar del pasado y dejarlo atrás.
-Lo he intentado, pero no quieren hablar.
-Pues yo creo que ha llegado la hora -sonrió Jessica, arrancando la caravana.
-¿Dónde vamos?
-De vuelta al granero.
Smith sonrió.
-¿Has hecho el amor en la caravana alguna vez?
-Pregúntamelo mañana.
Jessica se despertó en los brazos de Smith y con el mono de peluche en una mano. Sonriendo se estiró, feliz.
-Buenos días, cariño -la saludó él.
-Buenos días.
-¿Has hecho el amor en una caravana?
-Muchas veces -rió ella-. ¿Desde cuándo estás despierto?
-Desde hace un rato. Estaba mirándote dormidita... Por cierto, ese mono es el muñeco más feo que he visto en toda mi vida.
Ella tapó las orejas del peluche con las manos.
-No digas eso. Vas a herir sus sentimientos. Shirley me lo regaló por mi cumpleaños antes de que empezáramos con el negocio y me ha acompañado en todos mis viajes. ¿Qué hora es?
Smith miró su reloj.
-Casi las ocho. ¿Quieres desayunar?
-Sí. ¿Tienes reuniones hoy?
Él se aclaró la garganta.
-Verás... cariño, tengo que confesarte una cosa.
-¿Confesar?
-Sí. ¿Prometes no enfadarte?
-No prometo nada. Escúpelo.
-No tenía ninguna reunión. Bueno, ninguna que durase más de una hora.
-Entonces, ¿qué has estado haciendo estos días?
-Matando el tiempo. Jugando a las cartas, haciendo pesas en el gimnasio de la oficina... haciendo lo que podía para olvidarme de ti. Pero no funcionaba -murmuró él, besándola suavemente en los labios-. Y ahora solo puedo pensar en un montón de tortitas con sirope de caramelo.
-Vaya, gracias -rió Jessica, dándole un codazo-. Vamos a desayunar antes de que te mueras de hambre.
Se vistieron y bajaron riéndose de la caravana.
-Recuérdame que compre una cama más grande... por si volvemos a usarla -sonrió Smith-. Me duele el cuello.
-Te daré un masaje más tarde. Soy una masajista buenísima. Tomé lecciones cuando Tom... perdona.
-No te preocupes. Tu vida con Tom es un hecho. No podemos ignorar su existencia. Ya no pasa nada, Jessica. Por cierto, ¿ya no te duele la muñeca?
-No. De hecho, el fisioterapeuta me dijo que no tenía que volver. Pero debo hacer los ejercicios en casa.
-Entonces, exijo mi masaje. ¿Por qué no vas a ducharte mientras yo le digo a Rosa que haga el desayuno? ¿Te apetecen tortitas con nata?
-Mucho.
Media hora después, se habían tomado seis tortitas cada uno. Para recuperar fuerzas.
-Voy a tener que ponerme a régimen. Ya casi no puedo abrocharme los vaqueros... a partir de ahora, solo ensaladas. Y tengo que hacer ejercicio. Correr, quizá.
-Pues tendrás que comprar unas buenas zapatillas. Podemos ir de compras esta mañana.
-Ya tengo zapatillas, muchas gracias.
-No, yo soy tu entrenador a partir de ahora e insisto en comprar las zapatillas adecuadas.
-Sí, entrenador -sonrió Jessica-. ¿Has pensado en el viaje a Dallas? Yo estaré muy ocupada en la feria y podrías hablar con tus padres mientras estoy trabajando.
Smith se quedó callado un momento.
-Podríamos ir el sábado a visitar a mi abuelo. Me encantaría que lo conocieses...
-Perdone, señorita Jessica -los interrumpió Rosa-. Hay una llamada para usted. Es la señora Myers, de Neimann Marcus.
-Ah, sí... Hola, Sandi -la saludó ella, tomando el inalámbrico-. Te he mandado el pedido ayer. Llegará mañana.
-Estupendo, pero llamo por otra razón.
Mientras hablaba, Jessica tenía que contener su entusiasmo.
-Sí, me parece una propuesta interesante. Deja que hable con mi socia y te llamaré más tarde.
Cuando colgó el teléfono, prácticamente se puso a dar saltos por la cocina.
-¡Yupi! ¡Yupi!
-Buenas noticias, veo -sonrió Smith.
-Tengo que hablar con Shirley, pero ahora está en clase. No me lo puedo creer... simplemente, no me lo puedo creer.
-¿Qué ha pasado?
-Sandi dice que están quitándoles los bolsos de fiesta de las manos. Ya los han vendido todos y tienen una lista de espera. ¡Neimann Marcus quiere que firmemos un contrato en exclusiva durante dos años, y van a ponerlos en el catálogo de Navidad! ¿Te lo puedes creer? -exclamó Jessica, echándose en sus brazos-. ¿Qué te parece?
-Primero tendrás que decidir si quieres vender tus bolsos en un solo mercado, o deseas ampliar horizontes. ¿Cuántos empleados necesitarías para eso? ¿Cuánto espacio? ¿Te garantiza Neimann Marcus un pedido mínimo anual? ¿Qué pasa con los clientes de las otras boutiques? Me temo que para firmar ese contrato necesitas un abogado.
Ella le dio un beso en los labios.
-Me gusta tenerte cerca. No se me había ocurrido pensar en nada de eso. Voy a hacer una lista de todo lo que tenemos que considerar antes de llamar a Shirley.
-¿Antes o después de ir de compras?
-Hoy no tengo tiempo para eso. Podría correr un rato por el jardín. O hacer pesas en el gimnasio.
Estuvieron una hora en el despacho hablando sobre todas las contingencias de un contrato en exclusiva, y después llamó a Shirley mientras Smith iba a nadar un rato. Cuando llegaron a un acuerdo, llamó a Sandi Myers y después fue a su habitación para ponerse el bikini rosa.
Un minuto después se tiraba de cabeza a la piscina.
-¿Qué es esto, una sirena? -bromeó él.
-Shirley y yo hemos tomado una decisión. Queremos servir a todos nuestros clientes, pero nos interesa el contrato con Neimann Marcus -contestó Jessica, enredando los brazos alrededor de su cuello-. Si mantenemos una producción baja de muy buena calidad, nuestros bolsos seguirán en el mercado durante mucho tiempo, sin pasarse de moda. Además, así se justificará su alto precio. Por cierto, ¿conoces a algún buen abogado?
-Dos docenas -rió Smith.
-Estupendo. Sandi está enviando una copia del contrato ahora mismo.
-Entonces ya no necesitas ir a la feria de Dallas.
-Au contraire, monsieur. De esta no te escapas. Sandi quiere que vaya a Dallas para conocer al gran jefe y firmar el contrato la semana que viene. Así que podemos visitar a tus padres. Elige un día.