DROGHEDA, 1649
Cromwell aplasta la resistencia irlandesa

LA presencia británica en Irlanda ha sido históricamente una fuente de enconados enfrentamientos en los que, habitualmente, la peor parte ha sido para los irlandeses.

La violencia, ya sea latente o manifiesta, que caracteriza el conflicto de Irlanda del Norte en la actualidad no es más que un episodio de ese recurrente conflicto, que dura ya cerca de novecientos años.

La dominación inglesa

En 1168 se produjo una disputa entre dos aspirantes al trono de Irlanda. Uno de ellos, Diarmuid MacMorrough, acudió al rey de Inglaterra, Enrique III, reclamando ayuda para recuperar su trono, de donde había sido desalojado. El monarca inglés, que siempre había mirado de extender su poder a la vecina isla, acogió con agrado la propuesta.

Enrique III envió un ejército que consiguió colocar de nuevo a MacMorrough en el trono. A la muerte de éste, ocurrida en 1171, el trono quedó vacante; el líder de la expedición inglesa, Ricardo de Clare, lo reclamó, al haberse casado con la hija de MacMorrough. A esa pretensión, que colocaba la corona irlandesa en manos de los ingleses, la población local se opuso firmemente.

Entonces, Ricardo III de Inglaterra envió en octubre de 1172 un ejército a Irlanda. Tras apoderarse de la isla, el monarca inglés rechazó las aspiraciones de Ricardo de Clare y decidió convertirse él mismo en Señor de Irlanda, con la anuencia del papa Adriano IV. A partir de ese momento, Irlanda pasaría a ser una posesión inglesa.

A la vista de la cadena de acontecimientos provocada por la decisión de MacMorrough de acudir al rey de Inglaterra, no es de extrañar que este personaje esté considerado como el traidor más notorio de la historia de Irlanda.

De todos modos, en los dos siglos siguientes, la presencia inglesa en Irlanda se había ido difuminando. Los descendientes de los invasores habían adoptado el idioma —el gaélico—, las leyes y costumbres locales, y hasta las vestimentas de los nativos, lo que hacía a veces difícil distinguirlos. Además, los irlandeses más levantiscos habían logrado controlar amplias zonas del país, usando las armas y las tácticas de los ingleses. En la práctica, la autoridad inglesa se reducía a la región que rodeaba Dublín, significativamente conocida como «La Empalizada».

Ante este progresivo retroceso, el parlamento inglés consideró que el control sobre la isla verde se hallaba en claro peligro. Así pues, se dictaminaron una serie de medidas destinadas a reconducir la situación; se prohibieron los matrimonios entre colonos ingleses y nativos, y se prohibió el uso del idioma gaélico y las costumbres locales.

Había comenzado un proceso de eliminación de la identidad irlandesa y su sustitución por la de los invasores, conocido como anglificación. Pese a este empeño, la anglificación no obtuvo el éxito esperado, y continuaron existiendo amplias áreas de Irlanda en las que las disposiciones procedentes de Inglaterra no tenían ningún efecto apreciable.

Irlanda se rebela

La situación se agravaría después de que Enrique VIII decidiese en 1534 romper con Roma y fundar la Iglesia anglicana. La católica Irlanda no estaba dispuesta a reconocer al monarca inglés como cabeza de la Iglesia y siguió siendo fiel al papa. Esto hizo que la represión aumentase; por ejemplo, fueron suprimidos numerosos monasterios y sus propiedades, confiscadas.

El que María Estuardo, hija de Enrique VIII, fuera ferviente católica, no sirvió para aflojar la presión sobre Irlanda. María estaba convencida de que la mejor manera de dominar Irlanda era introducir colonias de ingleses en la isla para librar la batalla demográfica. En 1556 confiscó allí grandes propiedades y envió colonos ingleses, que llevaron consigo arrendatarios y sirvientes.

La subida al trono en 1558 de la hermana mediana de María, Isabel, supuso una nueva vuelta de tuerca en el aplastamiento de cualquier resistencia en la isla a la dominación inglesa. Se introdujeron colonos protestantes ingleses y escoceses en el norte de la isla, el Ulster, tras expropiar las tierras a los propietarios nativos, sembrando así la semilla de futuros conflictos que llegarán hasta hoy. Se extendieron también las ejecuciones, sobre todo de eclesiásticos católicos.

Pero esta persecución tendría efectos distintos a los buscados, llevando a los nativos y a aquellos anglo-irlandeses que seguían siendo católicos a unirse más. Creció entonces un nuevo espíritu de nación, vertebrado en torno al catolicismo y al sentimiento antiinglés.

Esta tensión, madurada a lo largo de cientos de años, estallaría finalmente en 1641. Las clases terratenientes y el clero se unieron para librarse de la dominación inglesa.

El 23 de octubre de ese año, tras una sucesión de situaciones de violencia entre los nativos del país y los colonos ingleses, se produjo una rebelión que concluyó en el verano de 1642 con la constitución de la llamada Confederación Católica, que se convertiría en el gobierno de facto de la mayor parte del territorio de Irlanda. Se cree que unos cuatro mil colonos ingleses fueron asesinados durante la sublevación[6].

En 1649, los ingleses habían sido expulsados de casi toda la isla, salvo de Dublín.

Cromwell llega a Irlanda

El enfrentamiento continuaría hasta que Oliver Cromwell (1599-1658), en nombre del parlamento inglés, se encargó de reconquistar el país y aplastar de forma definitiva la resistencia irlandesa.

Cromwell es un personaje controvertido en la historia británica. Tras la abolición de la monarquía, con la decapitación de Carlos I en 1649, el gobierno de Inglaterra recayó en Cromwell, primero sin título oficial y desde 1653 como Lord Protector. Para unos, Cromwell fue un dictador regicida, aunque para otros fue un líder político con sentido de Estado, que derrocó la tiranía y promovió la república y la libertad.

Cromwell desembarcó el 15 de agosto de 1649 en la costa irlandesa al frente de un ejército de 12 000 hombres. Decía ser un enviado de Dios para vengar los ataques a los colonos protestantes de 1641, por lo que estaba dispuesto a llevar a cabo la campaña de forma implacable y brutal.

La ciudad de Drogheda, situada a cincuenta kilómetros al noroeste de Dublín, era un objetivo crucial para asegurar las líneas de suministros que debían llegar desde Inglaterra, así que se aprestó a tomarla, pese a que se hallaba bien fortificada. En la ciudad había acuartelado un regimiento formado por unos treinta mil soldados irlandeses.

A las cinco de la tarde del 11 de septiembre de 1649, los hombres de Cromwell irrumpieron en la ciudad, después de que sus cañones hubieran abierto dos brechas en la muralla, una en el sector sur y otra en el este. Ambos asaltos se vieron enormemente dificultados por la resistencia de los defensores. Pero la muerte del líder militar de los irlandeses, Arthur Aston, a golpes en la cabeza con su propia pierna de madera, que los soldados ingleses le habían arrancado, hizo que se resquebrajase la moral de los defensores. Éstos comenzaron a retirarse hacia el norte de la ciudad.

«… asesinaron a unos dos mil soldados irlandeses y unos mil quinientos civiles, y pegaron fuego a la mayor parte de la localidad».

Al caer la noche, unos 6000 soldados ingleses ya estaban dentro de las murallas. Los hombres de Cromwell fueron reduciendo cada vez más el perímetro defensivo de los irlandeses hasta que quedó sofocada toda resistencia. Una vez conquistada la plaza, la mayoría de la guarnición y de los sacerdotes católicos fueron masacrados por orden suya. Un centenar de irlandeses se habían hecho fuertes en el interior de la iglesia de Saint Peter, al norte de la ciudad, atrancando las puertas con barricadas; los soldados ingleses renunciaron a asaltarla y la incendiaron con ellos dentro.

Las ejecuciones sumarias alcanzaron a todos los habitantes que tuvieran armas en su poder, lo que suponía la justificación del exterminio de casi toda la población de Drogheda, como así ocurrió. Se cree que unos dos mil civiles, incluidos mujeres y niños, fueron asesinados tras la caída de la ciudad en manos de Cromwell. Las bajas entre las tropas inglesas fueron aproximadamente de 150. Los soldados irlandeses que no fueron ejecutados serían embarcados al día siguiente rumbo a la isla caribeña de Barbados para ser empleados como esclavos.

La matanza de Drogheda sería el punto de partida de los asesinatos en masa que jalonarían el avance del ejército de Cromwell por la geografía irlandesa. En Wexford se reproducirían las terribles escenas vividas en Drogheda; cuando los soldados ingleses irrumpieron en la ciudad, asesinaron a unos dos mil soldados irlandeses y unos mil quinientos civiles, y pegaron fuego a la mayor parte de la localidad.

Las noticias sobre estos derramamientos masivos de sangre corrieron como la pólvora; la consecuencia fue que otras ciudades, como New Ross, Carlow o Kilkenny, se rindieron y se entregaron en cuanto fueron sitiadas por las tropas de Cromwell.

Una despiadada represión

Tras la conquista de Irlanda por parte del ejército de Cromwell, la práctica pública del rito católico fue prohibida y los clérigos católicos eran ejecutados en cuanto se les capturaba. Además, los propietarios católicos fueron expulsados de las regiones más ricas; sus tierras pasarían a manos de colonos protestantes recién llegados de Inglaterra. Miles de irlandeses fueron deportados a la zona más occidental de la isla, la agreste Connaught, condenándoles al hambre y la miseria. El terror y la despoblación asegurarían en adelante el dominio inglés sobre la isla verde.

No es de extrañar, por tanto, que Oliver Cromwell sea un personaje histórico especialmente odiado en irlanda. Aunque hay investigadores que afirman que muchas de las acciones que Cromwell llevó a cabo en Irlanda estaban dentro de las normas de guerra permitidas por entonces, o que fueron exageradas o distorsionadas por posteriores propagandistas, la mayoría de los historiadores no discrepan demasiado; se estima que la reconquista de Irlanda encabezada por Cromwell se saldó con la muerte o el exilio de aproximadamente entre el 15 y el 20 por ciento de la población irlandesa. Para muchos, las acciones militares que se llevaron a cabo en esta campaña serían indudablemente calificadas hoy como crímenes de guerra o genocidio.

El escenario

Drogheda es una pujante localidad industrial y portuaria. El río Boyne divide la ciudad en dos áreas, unidas por siete puentes. Posee restos arqueológicos del neolítico, pero se considera que fue fundada en el año 1194. Su proximidad a Dublín la convirtió en una ciudad de gran valor estratégico, una condición que le ha servido para convertirse en un foco de especial dinamismo en la Irlanda actual.

Pese a que Drogheda mira con confianza al futuro, su nombre siempre estará tristemente unido al recuerdo de aquel lejano 10 de septiembre de 1649, cuando Cromwell la conquistó a sangre y fuego.

En la actualidad puede contemplarse uno de los sectores de la muralla que fue derruido por los cañones de Cromwell, y que permitieron a sus hombres asaltar la ciudad; se halla en la parte posterior de la iglesia de Saint Mary, construida en 1807 sobre las ruinas del monasterio que existía con anterioridad.

La iglesia de Saint Peter, que resultó totalmente destruida después de que los soldados ingleses le prendiesen fuego, no sería reconstruida hasta 1753. De la antigua iglesia se conservan tan sólo algunas baldosas.

El montículo de Millmount fue el principal lugar en el que tuvieron lugar las matanzas de soldados y civiles irlandeses tras la conquista de la ciudad. En 1808 se construyó aquí una torre defensiva, la Martello Tower. El recinto acoge el Museo Millmount, en el que se ofrece una visión histórica de la ciudad, incluyendo una exposición sobre la captura de Drogheda por Cromwell y la posterior masacre.