* Carla
De nuevo intenta dormir. Pero cada vez se encuentra más débil y más agotada. Tiene un sueño, un sueño en el que la oscuridad se desvanece, sustituida por una enorme pared de luz, blanca y hermosa, que lo llena todo.
Entonces escucha fuera el ruido y las voces.
Voces de hombres adultos que gritan: «¡Policía!».
Que gritan su nombre.
Sabía que vendrían. Sabía que era cuestión de horas. Quizás de minutos. Y ya están aquí. Por fin la han encontrado.
El corazón le brinca en el pecho, intenta incorporarse, olvidándose de la altura del techo, se golpea en la cabeza, provocándose una herida que sangra profusamente, pero la ignora. Ni siquiera siente el dolor. Logra gatear hasta la puerta de metal, da golpes, intenta gritar a través del respiradero.
—¡Aquí! ¡Aquí! ¡Estoy aquí!