Londres, 1888

¿Por qué falló la investigación policial de la época de los asesinatos? Para resolver esta pregunta, en primer lugar nos tenemos que trasladar al Londres de 1888. Hemos de entender la vida en ese momento de la historia, y desde ese prisma, analizar la investigación de la época, para así poder situar una nueva línea de investigación, ejercicio sin el que nunca se pueden entender ciertos parámetros de la investigación y que son claves.

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El autor del libro en la estación de metro de Whitechapel,situada frente al London Royal Hospital

Durante el siglo xix Londres se transformó en la ciudad más grande del mundo y en la capital del Imperio británico. Su población pasó de un millón de personas en el año 1800 a 6,7 millones un siglo más tarde. Londres era una capital de referencia en Europa y un destino muy popular que atraía a personas de todo el mundo, sobre todo irlandeses y judíos, lo que creaba un ambiente en los barrios deprimidos propicio para cualquier actividad fuera de la ley, a pesar de los esfuerzos de la policía, ya que el control de un flujo migratorio del calibre del Londres victoriano, con los medios de la época, era imposible.

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Plano del sector de la ciudad en el que aparecieron las víctimasde Jack el Destripador

Transportes

Londres se transformó por completo en el siglo xix con la llegada del ferrocarril. Una nueva red de ferroviaria permitió el desarrollo de los suburbios en los condados vecinos, desde los cuales las clases medias y altas de la sociedad podían viajar hasta el centro. Si bien este hecho impulsó el crecimiento hacia el exterior de la ciudad, también agravó la división de clases, ya que las más adineradas emigraron hacia los suburbios, dejando a los habitantes más pobres en el centro.

La primera línea de ferrocarril que se construyó en Londres fue la del Puente de Londres hacia Greenwich, abierta en 1836. Esto continuó con la apertura de grandes terminales que unían la ciudad con casi todos los rincones de Gran Bretaña. Algunas de ellas son la de Euston (1837), la de Paddington (1838), la de Ferchurch Street (1841), la de Waterloo (1848), la de King’s Cross (1850) y la de St. Pancras (1863). En 1863 se comenzó la construcción de las primeras líneas de metro.

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Estación de St. Pancras

Esperanza de vida

La esperanza de vida en 1888 era de unos cuarenta años. La vida en los barrios deprimidos de Londres se tornaba muy difícil a causa del alcoholismo y las enfermedades contagiosas como la tuberculosis, el sarampión, la viruela y la sífilis. Los niños, que solían trabajar en las fábricas textiles, estaban aquejados de asma.

Clases sociales

Las clases sociales estaban perfectamente definidas, encontrándose grandes diferencias en calidad de vida entre ellas. La aristocracia, en la que se incluía a la Iglesia y a la nobleza, sustentaba el poder y la riqueza. Esta clase la formaban la familia real, el clero y los grandes dirigentes del estado, que además no pagaban impuestos. La clase media la componían los burgueses, empresarios, banqueros, comerciantes y profesionales como médicos y abogados. La clase baja estaba diferenciada en dos sectores, la clase trabajadora y los pobres, personas que no tenían trabajo y vivían de la caridad. Esta clase baja incluía a hombres, mujeres y niños que realizaban diversos tipos de actividades, entre ellos el trabajo en las fábricas y la minería. Además, eran los que más impuestos pagaban.

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El Ejército de Salvación (The Salvation Army)ayudaba a las clases bajas

La moral victoriana

Una moral llevada al extremo marcaba la vida de la sociedad en la época victoriana. Esta moral que prevalecía era fuerte y disciplinada, llena de prejuicios; en ella, los hombres marcaban la vida en todos sus aspectos, relegando a la mujer al plano del cuidado de la casa y los hijos.

Esta rigidez de pensamiento generaba la insatisfacción emocional de las mujeres, lo que se traducía en ansiedades y desórdenes emocionales, que los psicoanalistas de la época procuraban tratar con medicación. Pero no solo eso; en los mejores casos —y siempre que pudieran permitírselo y bajo prescripción médica— un experto estimulaba los genitales de las mujeres, tratamiento que demostró una gran eficacia en la ansiedad y depresión. Estas «curas» se veían con buenos ojos. Esto es una muestra de la doble moral sexual de la época, tan puritana: si bien se consideraba el sexo como un vicio, como algo vinculado a las más bajas condiciones de las personas y a un instinto carnal reprobable —es decir, que el sexo fue reprimido pese a ser una parte esencial de la vida—, tal represión podía ser tratada con estimulación genital médica en las clases medias y altas.

La reina ordenó que se alargasen los manteles de palacio para que los hombres no pudieran ver las piernas de las mujeres. La moral victoriana propició el adulterio y la prostitución. Las prostitutas de la alta sociedad eran conocidas como «cortesanas», y su actividad no estaba mal vista del todo. Sin embargo, en los barrios deprimidos como Whitechapel la prostitución fue una forma de vida. La prostitución desbordaba los burdeles, las salas de espectáculos y de juego, la más baja se encontraba en las calles. Las prostitutas se ofrecían a todo tipo de actividades sexuales, tales como orgias y relaciones homosexuales. El sadomasoquismo también era una práctica corriente, junto con el abuso a menores, que incluso participaban en espectáculos sexuales o en cualquier cosa que el cliente pagase. Tan solo en Whitechapel, la Policía Metropolitana calculaba que existían unas mil novecientas prostitutas y unos sesenta burdeles.

Fue en esta época, y a pesar de la rígida moral victoriana, que penalizaba moralmente el sexo y predicaba que solo se debía realizar para procrear y en el ámbito del matrimonio, cuando se comercializó el primer preservativo de látex.

Las drogas también estaban presentes. El opio y el alcohol fueron las sustancias más extendidas, gracias a su facilidad de obtención, y creaban fuertes adicciones entre las personas que buscaban evadirse de la dura realidad vivida. Pese a la rigurosa moral victoriana, el consumo de opio estaba generalizado y aceptado socialmente. En las fiestas de palacio, la farmacia real distribuía libremente el opio a los asistentes, siendo la misma reina Victoria una consumidora habitual, que la tomaba en forma de goma de mascar con cocaína. Otro consumidor fue el joven Winston Churchill, y en la ficción, otro gran consumidor fue Sherlock Holmes, el famoso detective creado por Conan Doyle, que de forma habitual se inyectaba cocaína.

Un estudio comprobó que más del 90 % de las prostitutas que fueron detenidas eran hijas de obreros no cualificados o semicualificados, y más de la mitad habían sido criadas por mujeres sirvientas y el resto por mujeres con trabajos sin futuro, tales como venta ambulante, lavanderas o personal de limpieza. Esto demostraba que se trataba de un entorno en el que todo predisponía a la prostitución como forma de vida, y que en este ambiente no se veía tan mal como en las capas altas de la sociedad victoriana.

A consecuencia de esta situación, las enfermedades venéreas estaban a la orden del día, provocando un flujo constante de personas contagiadas, lo que llevó a las autoridades a crear en 1864 las Contagious Diseases Acts (Leyes de enfermedades contagiosas), dispuestas por un comité de control de estas enfermedades. Bajo el amparo de estas leyes la policía podía detener y someter a las prostitutas a controles venéreos, y en caso de dar positivo, ser recluidas en hospitales hasta su recuperación.

En esta época y entorno social, el asesinato y el suicidio se practicaban con armas blancas. Se registraron muchos acuchillamientos, ya que era el arma que podían permitirse los pobres, junto con algunos venenos. Una de las formas habituales de suicidio femenino fue la de cortarse la garganta con un cuchillo.

La policía del Londres de 1888

La Policía Metropolitana de Londres fue creada en el año 1829 por el primer ministro, Robert Peel, que la estableció como fuerza de policía en toda el área urbana, a excepción de la Square Mile. Los agentes se ganaron el apodo de bobbies o peelers (peladores), nombrados así por su fundador. También se la conoce como Scotland Yard. Su nombre deriva de la ubicación de la sede original de la Policía Metropolitana en sus orígenes, el 4 de Whitehall Place, en donde había una puerta trasera que daba a la calle Great Scotland Yard. Con el tiempo, el nombre de la calle y el de la Policía Metropolitana se convirtieron en uno.

La jurisdicción de la Square Mile, un área del centro de la ciudad de una milla cuadrada, es decir, 2,9 kilómetros cuadrados, corresponde a la City of London Police.

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Entretenimiento y cultura

Era común escuchar el sonido de las bandas mientras se paseaba por los parques. Las bandas de música municipales y los quioscos de música fueron populares durante esta época.

Otra forma de entretenimiento que podemos incluir en espectáculos son las relacionadas con los sucesos paranormales, como la hipnosis y la comunicación con los muertos por medio de un vidente. La literatura también fue una forma muy popular de entretenerse, siendo los escritores más reconocidos de la época Arthur Conan Doyle, Charles Dickens, las hermanas Brontë (Emily, Charlotte y Anne), Bram Stoker, Lewis Carroll, Robert Louis Stevenson, Herbert George Wells, Hilda Doolittle y Oscar Wilde.

Estos grandes escritores, con sus historias de todos los géneros, mantenían una gran fidelidad de los lectores. Arthur Conan Doyle dio un paso más y creó a su detective, Sherlock Holmes, que vivió aventuras de intriga y asesinatos, casos que el propio Conan Doyle había vivido en la realidad con los asesinatos de Jack el Destripador, y que como se ha mencionado antes, él mismo investigó.

Medicina

Fue esta una época de grandes avances, con la aparición en Europa de los anestésicos y los desinfectantes. En 1847, el cloroformo de James Young Simpson se presentó como anestésico y obtuvo mejor aceptación entre la clase médica por ser mucho menos inflamable que el éter, aunque sus críticos aducían que podía causar fibrilación cardiaca. El cloroformo adquirió popularidad en Inglaterra y Alemania después de que el doctor John Snow lo administrara a la reina Victoria para el nacimiento de su octavo hijo, el príncipe Leopoldo.

Los antisépticos fueron descubiertos por Joseph Lister en 1865. Asimismo, el uso del gas carbólico o fenol como antiséptico para lavar el instrumental, las manos de los cirujanos y las heridas abiertas, tuvo un efecto espectacular en la supervivencia posoperatoria de los pacientes.